La cara de Daniel cambió totalmente cuando vio entrar a Peter, esperaba que este, no notara el gesto tan maleducado. Mientras que Lena ayudaba a Nina a poner la mesa, Emma se presentó con él, dándole varios elogios por ser un joven tan apuesto.
—Y bien jovencito —Daniel interrumpió la plática—, ¿a qué debemos tu visita?
Janine miró a mi padre un tanto incómoda. Sí, ella también percibió su cambio de humor. Peter se sentó a mi lado en la sala y pude sentir como se removió incómodo cuando Daniel habló.
—Bueno pues, debía platicar con Alexia, un tema sin importancia.
—Y si no era importante, ¿para qué rayos vienes?
La voz de Lena sonó desde el comedor y apareció de repente con un gesto serio. Dios, esto no podía ser peor. ¿O si? Todos la miraron y quedaron un tanto confundidos. Soltó una risa nerviosa y le pasó la mano por el hombro a Peter.
—¡Estoy bromeando! —le dio un ligero golpe—, no seas tan sensible Hathaway.
Peter le dedicó una de las sonrisas más falsas que había visto, pero Lena no se quedaba atrás, la conocía muy bien como para pensar que se dejaría de éste imbécil.
—Alexia —Janine me llamó—, ¿puedes decirle a las gemelas que bajen?
Me levanté del sofá y fui a buscarlas, me había olvidado de ellas por un momento, lo cual se debía probablemente a que no habían hecho ni un solo ruido en toda la tarde. Las habitaciones de ambas estaban vacías, ¿dónde rayos estaban?
—¡Niñas, es hora de comer!
Escuché un golpe seco. La habitación de Dëni. Fui y abrí la puerta muy despacio, todo estaba igual que otras veces, impecable y como si nadie se pasara por esta habitación. O eso creía yo.
—Sé que están aquí —me crucé de brazos esperando que salieran—, vamos, o le diré a papá.
Tasha salió de debajo de la cama y sacudió su ropa, de inmediato le siguió Tabitha. Las miré de manera seria a ambas, ¿por qué rayos estaban en esta habitación?
—¡Fue culpa de Taby! —Tasha gritó y señaló a Tabitha, que tenía la cabeza gacha y no me miraba.
—¿Qué hacían aquí? Alguien debe explicarme, vamos.
—Taby me dijo que podríamos hablar con Dëni si veníamos, pero...
Levanté la mano para que se callara. Era suficiente. Creí que esa fase de Tabitha era porque la muerte de nuestra hermana había sido hacía muy poco y porque eran muy cercanas y blablabla. Pero al parecer no. Taby no dijo ni una sola palabra y antes de que yo pudiera decir algo salió corriendo y Tasha la siguió.
—Rayos.
Salí de la habitación no sin antes darle un ultimo vistazo y bajé a comer.
...
Gracias a Dios durante la comida nadie más dijo nada raro ni incómodo. Noté que Taby apenas y tocaba lo que había en su plato, tenía la mirada perdida y eso no me gustaba para nada.
—Hermosa —Daniel la llamó—, ¿estás bien?, no has comido casi nada.
Tabitha negó con la cabeza y mis padres se miraron un tanto confundidos; era normal que las gemelas no dejaran de hablar incluso en la mesa, pero hoy ninguna de las dos lo hacía. Pensé en decirle a Daniel lo que había ocurrido en el cuarto pero descarté la idea, no era el momento adecuado.
—¿Puedo irme a mi habitación? —Tabitha se levantó de la silla, dejando el plato casi completo.
—Por supuesto cariño, llámanos si necesitas algo —Janine no le quitó la vista de encima hasta que desapareció en las escaleras.
—No creo que sea nada malo —Emma dio un sorbo a su vino—, pero deberían hablar con ella.
—Claro, subiré a verla cuando acabemos de comer.
—Le preparare un té —Nina se fue a la cocina y nadie más dijo nada acerca de Taby.
—Y bueno Peter —Emma lo miró con curiosidad—, ¿de dónde vienen tu familia y tú?, tienes un acento pero no logro identificarlo.
—Llegamos de Irlanda hace casi cuatro meses.
—Creí que vivían en Londres —Daniel lo interrumpió.
Ya basta papá.
Pero era cierto. Lena me había dicho lo mismo, era por eso que ellos se conocían.
—Jillian siempre toma Londres como nuestra residencia porque a veces pasamos temporadas cortas ahí.
Daniel asintió levemente, pero lo conocía. No estaba convencido con lo que decía. Ni yo tampoco. La cara de Pete comenzó a tornarse un tanto roja, demasiada presión por parte de mi familia, pero él tenía la culpa. ¿Para qué rayos vino?
—Tía Emma, ¿no te gustaría dar un paseo mañana?
Traté de desviar un poco la conversación para aliviar toda la tensión. Emma me sonrió y me miró con cara sospechosa. Se dio cuenta.
—Claro querida, sería maravilloso.
—Alex, no creo que puedes enseñarle mucho —Lena aún tenia la boca llena de lasaña.
Cierra el pico, Craiden.
—Podemos ir al bosque —respondí de inmediato—, Emma es una gran amante de la naturaleza.
—Por supuesto, aunque me veas anciana Lena, aún puedo seguirles el paso —le guiñó un ojo a Lena y ésta soltó una pequeña carcajada.
—No pretendía decir eso.
Un teléfono comenzó a sonar y todo se vi interrumpido de nuevo. Peter se levantó rápidamente. Era su celular.
—Discúlpenme.
Se fue a la sala y fue como si todos en el comedor se hubieran relajado, y por la expresión de Daniel sabía que estaba esperando a que se largara. Seguí comiendo sin disfrutar la comida realmente y Peter apareció de nuevo.
—Disculpen pero tengo que irme, Jillian me quiere en casa ahora.
—¿Tan pronto?
Dios mío. Daniel no pudo haber sido más falso. Lena sonrió divertida mientras que Peter sólo se limitó a asentir.
—Bueno, en verdad fue un placer y gracias por la comida. Alexia hablaremos luego, ¿de acuerdo?
—Ok, te acompaño a la puerta —me levanté de mi asiento y esperé mientras él se despedía.
Vamos, ya es tiempo.
—Fue un gusto señora.
—Oh por favor, llamame Emma.
Daniel no le dio ni siquiera una ultima palabra, aunque pensándolo bien, era lo mejor. Abrí la puerta y vaya que el día había cambiado. El cielo estaba completamente gris, casi negro, como si una gran tormenta fuera a caer sobre el pueblo.
—Bueno, ojalá podamos hablar después —Peter lucía muy serio. ¿Tan grave era?
—De acuerdo.
Me dio un leve beso en la mejilla y un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando casi por unos dos segundos sus labios estuvieron cerca de los míos. Lo miré un tanto confundida, pero él no dijo nada. Tal vez sólo fue mi imaginación.
—Adiós.
Cerré la puerta de inmediato y respiré profundamente. Rayos. Esto no podía pasar, ni por equivocación. Fui hacia el comedor y Nina ya estaba sirviendo café, estaba a punto de sentarme cuando el timbre sonó de nuevo.
—¡Yo voy!
Tasha se levantó de la silla y corrió hacia la puerta. Fui tras ella y la tomé por el brazo.
—Sabes que ustedes no pueden abrir la puerta, Tasha.
—¿Quién es? —preguntó impaciente.
Abrí la puerta y tuve que sostenerme para no caerme de la impresión.
Una mujer metida en un entallado y perfecto vestido negro, con el cabello rubio reluciente y enormes gafas de sol estaba frente a mi después de casi nueve años. Se quitó los lentes y me observó, una media sonrisa apareció en su rostro y luego observó a Tasha. Un brillo apareció en sus ojos.
—¿Quien es ella Alex? —Tasha la miraba curiosa.
—Es la madre de Dëni —respondí—, Corine.