"¿Kurt Cobain? -dije a mis adentros- ¿Qué clase de nombre es ese?". A decir verdad, no conocía a ningún otro Kurt, mucho menos había escuchado ese apellido. Me quedé pensando un rato mientras él buscaba algo en sus jeans.
—Y bien, ¿no me dirás el tuyo? -me dijo mientras seguía hurgando en sus pantalones.
—¿Mi qué? -dije casi alterada pues me había sacado de mis pensamientos.
—¡Tu nombre! ¿Qué más? -dijo mientras se torcía en el asiento para poder sacar lo que buscaba en sus bolsillos.
—Claro, pues, Erika. Me llamo Erika.
—¿Erika? ¿Qué clase de nombre es ese?
—El mío.
—Lo siento, es que no conocía a una Erika en persona, hasta hoy.
—Ni yo a un Kurt.
—¡Mierda! ¿Dónde está esa porquería? -se preguntó entre dientes mientras se agachaba al suelo como si hubiese perdido algo.
—No eres más torpe porque no puedes -le decía Krist mientras se levantaba de su asiento y caminaba a "nuestra" mesa-. Toma, los metiste en la chaqueta hace 5 minutos.
—Me salvaste la vida -le contestó mientras tomaba casi desesperado una cajetilla roja de Marlboro-. ¿Quieres? -me ofreció uno.
—Sí, gracias. La verdad espero que esto me pueda calmar el dolor de cabeza que traigo.
—¿Por qué te duele? -me preguntaba Krist aún parado.
—Siéntate si quieres, Krist -le dije sonriendo-. Pues, verás, no soy una persona que soporte mucho alcohol, y justo ayer se me ocurrió ponerme la borrachera de mi vida. Hoy tenía una cita de trabajo y supuse que eso me relajaría, pero aquí estoy sin el empleo y con jaqueca.
—Mala suerte -intentaba decir Kurt a mi patética explicación acerca de mi dolor de cabeza con el cigarro en la boca y un encendedor que no encendía.
—Mala vida, diría yo.
Hubo un silencio un poco incómodo después de mis pesimistas palabras. Mientras yo jugaba con el cigarro que tenía en las manos, Krist miraba a su izquierda, por encima de la cabeza rubia de Kurt, hacia la ventana. Supongo que se quería distraer de la incomodidad del ambiente, y Kurt seguía batallando con el encendedor.
—¡Joder! Lo siento, Erika, tendrás que masticar el tabaco, no logro hacer que esta cosa funcione.
—Préstamelo -le contesté mientras tomaba el encendedor de la mesa.
—Todo tuyo.
Moví el seguro del encendedor y listo, aquello ya funcionaba, logré encender el mío y cuando se lo regresé, él le tumbó el seguro por completo, ahora si no funcionaría.
—¿Qué tienes en las manos? -le dijo Krist en tono de burla.
Esta vez Kurt no respondió, supongo que él necesitaba la nicotina casi tanto como yo, y no poder fumar le dolía en las bolas. Conozco ese sentimiento, y me dio no sé qué.
—A ver, dame tu cigarro.
—Ten -estiro su mano apenas.
Tomé el cigarro apagado de Kurt, lo puse en mis labios y coloqué la parte encendida del mío como si fuese un encendedor de auto. Le di un par de fumadas y ya estaba completamente prendido.
—Toma, no te pongas serio, es sólo un cigarro -y le ofrecí aquél.Él me miró raro y sonrío agachado.
—Gracias -dijo apenado-. No me puse serio.
—Así es él -me dijo Krist mientras me hacía un gesto de "ignóralo". Reí con Krist.
—Y bien, ¿adónde irás ahora? -me preguntó Krist.
—Regresaré al departamento de Martha, por mis cosas (hablé de Martha como si ellos ya la conocieran). Espero que me abra la puerta, creo que le contesté mal cuando salí de ahí, y es un poco resentida.
—¿Tu hermana? –cuestionó Krist.
—No, ella... Ella es... -no sabía qué decir. Y la verdad es que no sabía qué era mío.
Una vez, hacía ya más de un año, habíamos sido algo así como una pareja, pero cuando todo aquello terminó, tratamos de ser amigas. Pero la carne es débil, y yo lo soy aún más, así que no perdíamos la oportunidad de ser algo más que amigas cuando nos quedábamos juntas a dormir o salíamos de fiesta. A pesar de que no éramos nada formal, cuando la gente me preguntaba por ella me sentía mal de decir que era mi amiga; sentía como si la estuviese negando.
—Pues algo así -continué-. Digamos que sí, más bien es mi amiga. Krist se quedó callado mientras miraba a Kurt con ojos de "esta tipa es del otro bando". Kurt echó una pequeña risa mientras expulsaba de sus labios una delgada línea de humo.
—No te preocupes -dijo Kurt con el cigarro en la boca-. Todo el mundo es gay -finalizó. Krist asintió con la cabeza, como si él estuviese de acuerdo con aquello.
Yo... yo simplemente me sentí con la cara casi en llamas, no sé si me sonrojé por lo que Kurt acababa de decir, pero me sentí rara. Y no es que esconda mi sexualidad, al contrario, es sólo que no suelo decirlo o hablarlo con un completo extraño.
—¿Van a pedir algo más? -Betty, la mesera, interrumpía mi vergüenza.
—No -dije mientras me paraba de mi asiento dejando los billetes en la mesita roja-. Ya es todo.
—Pues bien, vámonos -decía Krist mientras se levantaba de la mesa. Kurt hizo lo mismo, no sé si Krist se refería a sólo Kurt o si me había metido a mí en su "vámonos". De cualquier manera traté de no apresurarme mucho pues quería ver si ellos se iban o me esperaban. "¿Esperarme? ¡Qué tonta! Apenas si me conocen", pensé mientras daba un par de pasos a la puerta.
—Adiós, un gusto -les dije sin voltear mucho a verlos-. Que tengan un buen día.Acababa de decir eso cuando Kurt casi gritó:
—¡Hey! ¿Tienes quién te lleve?
—Es sólo a unas cuadras -contesté.
—Vamos, nosotros te llevamos -dijo Krist mientras me tomaba del hombro.
—No, no se molesten.
—No es molestia, ni tenemos nada mejor qué hacer, por si te lo preguntabas. De hecho estábamos esperando a que nos echaran de este sitio, ni siquiera comimos nada.
—Es cierto -continuó Kurt-. Estábamos esperando a Chad, un amigo, y como era de esperar, no llegó. Entretennos –me dijo con una enorme sonrisa que, extrañamente, me hacía sentir confianza.
—Bueno -respondí como si nada.
"Genial, -iba pensando camino a la puerta- iré en el auto de unos tipos que quién sabe qué son o qué hacen. El grandote debe medir como 2 metros, y el otro, aunque más serio y callado, puede ser peligroso. Después de todo, dicen que los callados son los más dementes. Si lo sabré yo que soy más retraída que la mierda y tengo más problemas mentales que un loco."
—Bueno, este es nuestro gran transporte -me dijo Krist al señalar una camioneta van con facha de ser propiedad de un hippie.
—¡Vaya! Bonito auto.
—Lo sé -dijo Kurt, quien me asustó pues ya estaba a lado mío, y yo ni cuenta me había dado- Es hermosa, ¿no?
Kurt tiró el cigarro al suelo y lo pisó, después abrió la puerta del copiloto y me hizo una seña de que ahí se suponía yo viajaría y corrió a la suya para conducir. Krist ya se había subido a la parte de atrás donde tenía un sillón semi "acondicionado".Y yo sólo veía a ese par mientras no dejaba de preguntarme a mí misma: "¿Qué carajos estoy haciendo?"