El señor Wolf y la señorita M...

By PatyCMarin

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El señor Wolf pasa desapercibido entre los humanos como uno de los hombres más ricos e influyentes del país... More

Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
"El señor Wolf y la señorita Moon" y "El marido de la señorita Moon"
"La decisión de la señorita Moon"

Capítulo XXII

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By PatyCMarin



Robert apoyó la frente sobre la de Blanche. Podía sentir su miedo, el terror que le helaba la sangre. Su cara estaba pálida, triste, las ojeras eran visibles como si alguien le hubiera golpeado el rostro y dejado espantosas marcas. Y en parte, era el propio Robert el que había dibujado esas oscuras señales en sus párpados, sin dejarla descansar ni un solo minuto, convenciéndola de que él era el único hombre de su vida.

Era un completo imbécil.

Blanche no era la Cordera. Blanche necesitaba otras cosas y empezaba darse cuenta, con mucho pesar, que se había equivocado en todo. Tenía un deber que cumplir, una misión, pero no solo se trataba de la seguridad física de su mujer, sino también de su estabilidad mental. Y entre Wolf y él la estaba volviendo loca. El puñetero señor Wolf, derrochando impaciencia y demandando exigencias. Pero quizá era su ímpetu lo único que podría salvar a Blanche, porque Robert ya no sabía qué más hacer.

El sexo no era la solución. Había sido una estupidez pensar que sí, pero no lo había querido reconocer. En el momento en que vio a su mujer entregada al beso de Wolf, lo vio demasiado claro. Un guerrero debía saber cuándo tenía que dejar de luchar, cuándo una batalla estaba perdida. Por mucho que le doliera, por mucho que fuera una puñalada para su orgullo, por mucho que creyera que tenía derecho a estar con su mujer, tenía que admitir que no podía cambiar el resultado si seguía cometiendo los mismos errores.

Le dio un abrazo, recostándola contra su pecho. La sintió temblar bajo sus manos, producto del miedo. La bestia de Wolf había chocado contra la suya y la presencia de dos seres sobrenaturales había provocado el terror en Blanche. Después de todo, seguía siendo una frágil mujer humana y su maldición no la convertía en inmune al pavor. El instante en que le revelara su verdadera naturaleza o la naturaleza de Wolf, probablemente se desmayaría. Y aunque habían vivido juntos diez años, la bestia de Robert había permanecido adormecida durante la mayor parte del tiempo, así que no se había podido acostumbrar a ella.

Tenía que contárselo todo. Explicarle quién era él, qué era ella; pero no hablaría por Wolf, eso era asunto del lobo y a Robert no le correspondía revelar su secreto.

Besó las mejillas de Blanche y acunó su rostro con las manos.

—Cielo, abre los ojos, por favor.

Ella parpadeó, tenía los ojos brillantes por las lágrimas derramadas en silencio y el fulgor acuoso de su mirada lo removió por dentro.

—Creía que estabas trabajando... yo estaba durmiendo cuando él llamó a la puerta y pensé que eras tú... lo siento.

Observar la culpabilidad que atormentaba a Blanche le dolía mucho más que cualquier traición. Ella era demasiado buena y estaba muy perdida.

—No te disculpes. Me marché hace ocho horas, espero que hayas podido descansar.

—Un poco... —murmuró ella.

Le dio un beso en la frente. Cerró la puerta de la casa, cogió de la mano a su mujer y la arrastró con él hacia el salón, dónde le pidió que se sentara. Estaba cansado, exhausto, esa semana estaba siendo infernal. Había decidido coger unas largas vacaciones en el hospital y, sin embargo, había acudido a una emergencia. Había interrumpido su relación con Blanche en un momento en el que ella lo necesitaba por completo. Y había hecho progresos, habían hecho el amor por toda la casa, la había complacido, le había enseñado que él también podía satisfacer todas sus fantasías.

Se sirvió un vaso de agua y para Blanche, un poco de whisky. Tenía que tranquilizarla de alguna manera y el alcohol relajaría su estado de nervios. Se acercó al sofá y se sentó a su lado, tendiéndole el vaso. Ella lo aceptó en silencio y lo apuró de un trago. Enseguida se le saltaron las lágrimas y comenzó a toser.

—Gracias —respondió, acariciándose el pecho—. Lo necesitaba.

—De nada.

Permanecieron en silencio durante un rato, ella mirando el fondo del vaso, él sin saber muy bien cómo comenzar una conversación en la que pudiera comprender exactamente lo que su mujer necesitaba. Estaba demasiado cansado para pensar y no quería agobiarla, ahora mismo ella necesitaba sobreponerse a la impresión y comprender que él no solo estaba con ella por el sexo. Le daría un poco de espacio y luego hablarían.

—Voy a darme una ducha —le dijo mientras se ponía en pie—. Vuelve a la cama, Blanche. No tardaré, ¿vale?

—Vale.

Le dio otro beso en la frente, porque no podía permanecer lejos de ella sin tocarla y porque no quería intimidarla demasiado. Esa noche no harían el amor, estaba demasiado cansado, ya tendría tiempo de hablar y tocarla a placer en otro momento.

Se desnudó y se metió bajo el agua. Todavía sentía en el cuerpo la pegajosa sensación de violencia que Wolf había transmitido y a eso se le sumaba la tensión en el quirófano. Un terrible accidente en el metro había dejado muertos y heridos, Robert había tenido que salvar vidas, amputar miembros y ver morir a dos pacientes por los que no había podido hacer nada.

Era capaz de tomar aquellas terribles decisiones y, sin embargo, no era capaz de tomar ninguna hacia su mujer.

Apoyó los antebrazos sobre la pared y la cabeza sobre los brazos, dejando que el chorro salpicara por toda su espalda. Tenía que hacer algo por su mujer, aunque fuera dejarla marchar. Quizá, si le daba un poco de margen, un poco de tiempo, los dos podrían poner en orden sus prioridades.

No la escuchó entrar en la ducha, solo sintió sus manos en torno a la cintura cuando ella lo tocó. Robert se estremeció y se giró para mirarla, probablemente algo que ella esperaba porque cuando quedó frente a ella, los dedos femeninos se deslizaron por su estómago y bajaron hacia su miembro.

A pesar del cansancio, se puso duro al instante.

—Blanche...

«¿Cordera?»

Ella no dijo nada. Robert le apartó el cabello de la cara para mirarla a los ojos, inquieto. Pero seguían siendo los de su mujer. Antes de que pudiera hablar, ella comenzó a acariciarlo con la destreza de la experiencia, tocando exactamente en los lugares más sensibles. El agotamiento y la tensión explotaron en su centro, sintió un latigazo entre las ingles y en apenas diez segundos, Blanche tuvo entre sus delicadas manos una erección firme y dispuesta. Rodeándole el tronco con una mano, se acercó a Robert para recostar la cabeza sobre su hombro y luego, comenzó a acariciarlo desde la base hasta la punta. Él se tambaleó hacia atrás, chocando contra la pared, y Blanche pegó el pecho desnudo y húmedo al torso de Robert. Su piel caliente y suave le recordó a tiempos pasados. Le pasó la mano detrás de la espalda y se inclinó sobre su boca, pero ella lo esquivó, escurriéndose hacia abajo hasta quedar arrodillada frente a él.

Contuvo el aliento, sorprendido por la sensualidad de Blanche. Le puso un dedo bajo la barbilla para levantarle la cara y comprobar que no estuviera poseída, pero no, ahí continuaban sus ojos, grises cómo un rayo de luna. Y mientras ella clavaba en él una profunda mirada en sus ojos, antes de que Robert pudiera pensar en decirle que no estaba lo bastante despejado como para hacer el amor y fuera capaz de plantearse qué razón llevaba a su mujer a hacer lo que estaba haciendo, ella se tragó su erección haciéndola desaparecer entre sus palpitantes labios.

Le temblaron las rodillas y tuvo que sujetarse a la pared de azulejos cuando ella absorbió toda su energía con una caricia de su lengua. ¡Por la diosa!, el tacto húmedo y ardiente de Blanche desbocó su pulso y comenzó a jadear, abrumado por el repentino placer. Ella se acomodó mejor al fondo de la bañera y le acarició los muslos mientras introducía más centímetros en el interior de su boca, hasta que Robert sintió que tocaba su garganta.

—Blanche —gimió, sin saber si decirle que se apartara porque lo que hacía era demasiado intenso o pedirle que se lo tragara por completo—. No hace falta qué... Oh, joder....

Ella deslizó los dedos por sus caderas y le clavó las uñas en la cintura, enviando un latigazo de placer que hizo palpitar su erección contra la lengua femenina. Ella sorbió con fuerza, provocando que se le quedara la mente en blanco. Después, comenzó a devorarlo.

Se puso tenso y el calor inundó todo su cuerpo. Comenzó a temblar, aturdido por la violencia con la que Blanche lo succionaba, con una voracidad inaudita. Era demasiado bueno para pedir explicaciones, demasiado fascinante como para frenar el impulso de su mujer. Le acarició la cabeza mientras ella lo lamía y apretaba los labios en torno al tronco, provocando que se pusiera más rígido, hasta el punto del dolor. Robert la sujetó por las mejillas y comenzó a moverse dentro de su boca, ansioso por acabar con lo que le estaba pareciendo una tortura. Ella se aferró a sus piernas y, cuando Robert empezó a sentir los espasmos del orgasmo, Blanche le arañó los muslos impulsándolo hacia un clímax urgente y brutal. Mientras se derramaba dentro de su boca, gimiendo de puro asombro, ella levantó los ojos para mirarle mientras tragaba todo lo que él acababa de ofrecerle. Solo se apartó cuando se aseguró que no le quedaba nada y se pasó el dorso de la mano por los labios.

Mareado por el furioso orgasmo, temblando sin fuerzas e impotente ante los acontecimientos, Robert miró a Blanche intentando entender por qué acababa de hacer una cosa así. No habían pasado ni veinte minutos desde que la viera agarrarse al cuerpo de Wolf con ansiedad, la misma ansiedad con la que ahora se la había chupado, con tanta lujuria que le dolían hasta los testículos por la fuerza con la que se había corrido. Ella se levantó, con movimientos lánguidos, mojada por el agua de la ducha. Cogiéndolo de una mano, apagó los grifos y lo sacó del cuarto de baño, tirando de él hacia la habitación de la que no habían salido los últimos días.

Imágenes de su esposa temblando de éxtasis acudieron a su memoria. Entre las brumas del cansancio observó las cuerdas y las correas que ella no se había molestado en quitar, que continuaban esparcidas por la habitación y algunas, todavía atadas al cabecero y a la cama. Blanche le dio la espalda y se tumbó en la cama, rozándose con las sábanas de seda, retozando y gimiendo mientras comenzaba a tocarse. Robert se abalanzó sobre ella y la cogió por el pelo para mirarla a la cara.

Seguía siendo su esposa. No era la maldición la que ahora lo estaba seduciendo, moviéndose como una hembra en celo ansiosa por copular.

Mientras él intentaba pensar, Blanche movió las manos por su cuerpo y lo cogió por la erección para volver a estimularle. Con la mano libre, lo empujó suavemente para tumbarle en la cama.

—Descansa, Robert —murmuró—. Déjame hacer.

En algún momento, perdió el conocimiento. Lo supo porque luego se despertó, sintiendo una furiosa hoguera entre las piernas. A duras penas pudo abrir los ojos, sentía todo el cuerpo pesado y por más que diera órdenes a sus brazos o sus piernas, nada respondía. Y toda la sangre se concentraba en un único punto, acumulándose con tanta virulencia que se sentía a punto de explotar. Su sexo, inflamado y al rojo, estaba tan sensible que el roce le provocaba lágrimas. Intentó detener aquel suplicio tratando de distinguir a su mujer en mitad de la oscuridad.

—Blanche...

—Shh... —Ella le puso un dedo en los labios y luego, se deslizó por su erección con suavidad—. Ah, sí... Robert...

Él se puso más rígido todavía, los músculos parecían a punto de romperse. Blanche se penetró a sí misma con su erección, envolviéndolo en un puño de carne caliente, húmeda, que palpitaba con una vibración demoledora. Él la agarró por los muslos, o al menos lo intentó, cuando se dio cuenta de que ella le había atado las muñecas al cabecero y los pies, al otro extremo de la cama.

Se sacudió con un gruñido y ella comenzó a moverse encima de él, resbalando por su erección hasta dejarla casi fuera de ella, para después volver a clavarse hasta el fondo. Repitió aquel recorrido una eternidad, una fricción mortal que lo puso enfermo de terror, de angustia y de necesidad. No sabía si era ella o su demonio y no quería entregarle ningún orgasmo más a otra mujer que no fuera su esposa.

—Blanche... —la llamó, desesperado—. Dime que eres tú...

—Sí que lo soy... —contestó ella, moviendo las caderas de un modo enloquecedor—. Me gusta esto, Robert... me gusta... ¿te gusta a ti?

No contestó, no podía, no cuando ella aceleró los movimientos hasta que el orgasmo hizo palpitar sus paredes en torno a él. Lo oprimió como un puño y él se dejó llevar, sin voluntad, derramándose en abundancia en el interior de Blanche, riadas que se desbordaron de su sexo y comenzaron a resbalar por las piernas y el cuerpo de él.

Cuando ella se derrumbó sobre su pecho, Robert respiró hondo para recuperar el aliento, tirando de las cuerdas para soltarse. Pero estaba tan cansado que se quedó dormido, acompasando su respiración a la de Blanche, tumbada sobre el, todavía dentro de su cuerpo.

Lo despertó un rayo de sol impactando sobre su cara. Se despejó de inmediato, notando que el agotamiento ya había desaparecido y que estaba totalmente renovado. Fragmentos de la salvaje sesión de sexo con Blanche comenzaron a acudir a su memoria y cuando se dio la vuelta en el colchón, vio que ella le había liberado de las ataduras y que no estaba en la cama.

Se incorporó de golpe cuando vio un sobre sobre la almohada con su nombre escrito. Lo abrió a toda prisa y desplegó el pequeño papel que había en el interior.

"Lo siento, Robert, pero debo tomar una decisión. Necesito encontrarme a mí misma, saber de lo que soy capaz, entender muchas cosas que todavía no comprendo. Y quiero hacerlo sola. 

Por favor, no me busquéis. 

Por favor. 

Te quiero. 

Blanche"

Continuará...

Nota: si te ha gustado, deja un comentario. Es importante para mí :) ¿Cómo te gustaría que continuara la historia? ¿Qué cambiarías? #TeamWolf o #TeamRobert

Nota 2: Publiqué en Amazon la primera parte de esta historia, capítulos 1 a 11, agrupados en un ebook. Podéis apoyarla dejando allí algún comentario, votando o adquiriendo un ejemplar :) ¿Os gusta la portada nueva? http://www.amazon.es/gp/product/B01A7LGMR6

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