Reuní a los Corredores como Minho lo había dicho. Estábamos junto a la Sala de Mapas sin paciencia. Todos sabíamos que algo iba a dejarnos con la piel helada.
El Encargado de lo Corredores llamó mi nombre. Me dirigí hasta él escuchando algunos comentarios sueltos a mi espalda. Caminaba impaciente, pero aún así había tranquilidad en su rostro. Lo miré a los ojos esperando alguna palabra que quebrara el frío ambiente.
—Ya sabes, ese Shank fue pinchado por un Penitente, se le echó encima al Novato y quebró una regla.
—¿No surgió efecto?— pregunté sintiéndome desplomada. Mi buen amigo Ben... Hasta aquí llegaba su historia en el Área.
—No. Se acordó su destierro para esta tarde, cuando las puertas estén a punto de cerrarse. Lo siento, ______, tengo que hacerlo
Sus brazos me rodearon con fuerza atrayendome a su pecho. Mis manos acariciaron su espalda y en mi oreja sentí y escuché su suspiro.
—Está bien, son las reglas— dije
—Voy a comunicarlo— nos reunimos junto a los otros Corredores. La noticia nos había impactado, pero sabíamos que así debía ser y así lo harían.
Esa tarde, cuando el sol del crepúsculo comenzaba a esconderse y las puertas estaban a punto de cerrarse, comenzó el destierro.
Aproximadamente quince chicos reunidos por Newt y Alby eran los participantes. A nosotros, los Corredores nos necesitaban junto a ellos dentro de veinte minutos. Los Habitantes murmuraban, otros observaban desde sus puestos de trabajo todo el suceso.
—______, Minho ya me lo dijo. Puedes irte, no es necesario que veas esto
—Si, está bien.
Salí del grupo observando a Thomas. Anteriormente me había dicho que Ben lo había reconocido, que era su culpa y ahora, así lo creía yo. No pude quitarle la vista a ese Novato durante minutos. Parecía un idiota con la mirada de niño perdido, confundido, asustado, pero sobre todo, enojado. ¿Qué podía molestarlo? El chico que lo había atacado estaba siendo desterrado y alejado de él para siempre. Nadie sobrevivía una noche en el Laberinto. Maldito Thomas.
Minho fue el primero en salir de la Sala de Mapas.
—¡Ya tráiganlo— gritó Alby. Thomas buscaba a Ben con la mirada inquieta. Desde lo más profundo de la Finca, aparecieron tres muchachos arrastrando a Ben por el suelo. Escuchaba su llanto y me partía el alma. Años de tanta diversión terminaban con el simple cierre de las puertas color gris.
Traía su polera manchada y sus manos amarradas. Había visto otros destierros antes, pero este era el peor. Tenía sus ojos llenos de terror, se negaba a avanzar.
—Ben— susurré cuando el chico pasaba sobre mi plano visual. Como sí me hubiese escuchado, comenzó a gritar mi nombre
—¡______!— gritaba —¡No lo permitas, no quise hacerlo! ¡No los dejes! ¡No me destierres!
Bajé mi vista sintiéndome parte de su sufrimiento. También tenía culpa, no podía ayudarlo. Tenía ganas de soltarlo y darle un fuerte abrazo, tenía ganas de llorar. Lo llevaron hasta Alby, donde se negaba a hacer contacto visual
—Todo fue tu culpa, Ben. Tu te lo buscaste— dijo el líder. Los chicos llegaron con los postes listos para el destierro. La mirada de Newt estaba sobre mi, él sabía lo que significaba todo esto para mi persona. Sabía la actitud que adoptaría luego del cierre de las puertas. Minho también lo sabía, al igual que Gally. Nadie me conocía mejor que ellos, ni siquiera Alby lo hacía de tal manera.
Minho tomó el collar que Newt le había entregado y lo amarró en el cuello de Ben. Cuando la tira de cuero se cerró, miró al asiático con tristeza e impotencia. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Todos lo contemplábamos en silencio. Era tortuoso.
—Minho, por favor— dijo —No fue mi culpa, fue la Transformación, lo juro— el Corredor sólo lo escuchaba en silencio mientras daba la vuelta y lo agarraba con las manos en la cabeza
—Por favor, Ben— susurraba en mis adentros observando toda la imagen
—Te suplico— continuaba diciendo Ben. Cada palabra era un puñetazo en el corazón, lo maldije por no guardar silencio. El rostro de Thomas estaba pálido, su cuerpo casi temblaba con cada imagen que sus ojos presenciaban. Los encargados dejaron pasar a Ben entre ellos hasta quedar frente a las puertas. Minho le dio un empujón lanzándolo al piso. Tenía sus ojos rojos y una mirada de odio. Comenzó a gritar con ira culpando a Thomas. Eran gritos desgarradores que resonaban como eco en toda el Área. Habló Alby.
—Corredor Ben— cerré mis ojos reprimiendo un llanto que no cesaría si lo dejaba salir —Has sido condenado al destierro por el intento de asesinato del Novato Thomas. Los Encargados se han pronunciado y su palabra es definitiva. Ya no puedes regresar. Jamás
Todos escuchaban en silencio, apretaban los caños en sus manos con seguridad. Minho se encontraba frente a él, listo para cortar la soga de sus manos para comenzar el destierro
—Encargados, tomen sus lugares— Minho cortó la soga y se hizo a un lado cruzando sus brazos con la cara seria. Los Encargados bajaron sus postes
—¡Por favor!— continuaba gritando —¡Por favor! ¡Que alguien me ayude! ¡No pueden hacerme esto, no pueden!
Desesperadamente comenzaba a desatar su collar de cuero sin lograrlo, sus ojos miraban a todos lados buscando a alguien hasta que finalmente me halló.
—¡Detenlos, ______! ¡Ayudame, auxilio!— seguía suplicando. Choqué miradas con Minho mientras una lágrima resbalaba por mi mejilla —¡Tu eras mi amiga!— gritó ahora con odio, responsabilizando mi persona por completo
—Si hubiéramos permitido que larchos como tú quedarán sin castigo— advirtió Alby —, no habríamos sobrevivido tanto tiempo. Encargados, prepárense.
—¡Juro que me portaré bien! ¡No volveré a hacerlo! ¡Por favor!— sus gritos fueron interrumpidos por el crujido de las puertas que comenzaban a cerrarse. El suelo temblaba bajo nuestros pies y la brisa de aire proveniente del pasadizo cubrió sus rostros con un polvo añejo.
—¡Encargados ahora!— gritó Alby dando la orden. Los muchachos empujaron el mástil cortándole la distancia a Ben entre el Área y los muros. Los impulsos empujaban a Ben con fuerza dejándolo caer al piso unas cuantas veces. Le impedían la pasada mientras daban pasos firmes. Ben estaba a apunto de quedar entre los muros
—¡Noooooooooooooo!— gritó Ben lanzando saliva por su boca. Las puertas de cerrarían del todo en sólo segundos. Ben intentaba quitar su collar meneando su cuello de un lado a otro en el pasadizo. Cuando ya se encontraba del otro lado dio la vuelta para darle una última mirada al Área, soltó un gran aullido bestial que fue apagado con el completo cerrar de las puertas. Apreté mis ojos mientras las lágrimas caían en silencio.
Era de noche. Las luces del Área se apagaban de a poco y los únicos sonidos eran provenientes del Laberinto. Abracé mis piernas sin quitar la vista de las puertas del Este. Ben ya no debía seguir con vida... Quizás sí... Si fuera lo suficientemente inteligente.
Pero nadie sobrevivía a una noche en el Laberinto.
Las maderas rechinaban bajo la casa del árbol. Por el costado apareció Minho. Sin decir alguna palabra, se sentó en mi espalda y me dio un fuerte abrazo apoyando su cabeza entre mi cuello y espalda. Sus manos apretaban mi cintura acercándome a él. Ninguno decía alguna palabra, no teníamos ganas.
La última luz del Área se apagó dejándonos a oscuras en la totalidad de la noche. Mis ojos no quitaban su vista de las puertas.
—Yo iba a ocupar su lugar. Pude haber ayudado a Ben— Minho lanzó un resoplido molesto soltando el abrazo
—Shuck, ______. Quiero estar contigo y abres la maldita boca para hablar estupideces
—¡Ni siquiera un poco de cariño tienes! ¡Gritó mi nombre pidiendo ayuda, Minho! ¡Yo pude haberlo ayudado!
—¡Sí, y yo pude ser un fregonero! ¡Oh, como lo habría amado! ¡Y limpiar el Plopus de Gally todas las semanas! Pon tus pies en el Área, ______. Así tenía que ser y punto. Tu amigo ya no está y no puedes hacer nada
—Ni siquiera tu me puedes hacer sentir mejor... ¡Todo esto es una garlopa! No quiero sentirme así
—Ni yo, no eres la única amiga de Ben. Yo también lo era, pero el larcho ese no hizo bien su trabajo
—Eres un idiota— aclaré. Era un completo y jodido idiota
—Igual te gusto. Y me deseas. Deseas a este Shank tanto que hasta sueñas conmigo— dijo
—No quiero hablar de eso ahora. No es momento
—¿Aunque diga que te quiero y que me alegra haberte dejado aquí el día que Ben fue pinchado por el jodido Penitente?— lo contemplé enojada. Era un larcho jodido.
—¿Me quieres?— lo recorrí por completo con la mirada. Se removió a mi costado incómodo, era primera vez que decía quererme. Esperé una respuesta hasta que se sentó luego de haber estado recostado sobre su brazo y dijo:
—Ajá— nos miramos —Shuck, eres la garlopa más linda que he visto. La otra esa, la bella durmiente no es lo que me gusta mirar. Es una debilucha
—Aún así, no has visto a otras chicas antes
—Si, tienes razón. Eres la garlopa más fea que he visto.
—Me sorprende que no sepas hablar conmigo luego de tres años de amistad y convivencia diaria
—El punto es que te quiero y voy a protegerte.