Inaccesible ©

Erikadcgm tarafından

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Es una ley, mundialmente reconocida, que absolutamente nadie puede ignorar a un Cleveland. Entonces, ¿cómo es... Daha Fazla

Inaccesible.
1. Yo no tengo ningún... ¡Espera! ¡¿Me está mirando?!
2. Creo que el destino me odia.
3. Mensajes y llamadas telefónicas.
4. Impulsividad.
5. Sorpresa, sorpresa, "pequeña ilusa".
6. Fiesta de pijamas y llamadas telefónicas.
7. Aclaraciones.
8. Momentos de impacto.
9. Noticias inesperadas.
10. Confesiones de medianoche.
11. Más claro que el agua.
12. No fue un beso de amor.
13. No dejaré que gane la batalla.
14. Nerviosismo y ansiedad.
15. Cita.
16. Descubrimientos que impactan.
17. Descubriendo nuevas emociones.
18. El dúo de los chicos abandonados.
19. Sinceridad a flor de piel.
20. Acabando con la tortura.
22. Confesiones por doquier.
23. Debe ser un sueño
24. Testosterona por doquier.
25. Un poco de cliché no sienta nada mal.
26. Noche de sorpresas.
27. Imposible.
28. Día del desastre.
29. Juego Cruel.
30. Baile de graduación.
Epílogo.
Capítulo extra: Inaccesible.

21. Perseguida por la mala suerte.

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Erikadcgm tarafından


—¿Así que mi tía le tiró a David un zapato porque lo consiguió durmiendo contigo en la misma cama? —preguntó Alice, esperando mi confirmación.

Yo asentí con la cabeza enterrada en mis manos y un gimoteó ahogado.

Sus estruendosas carcajadas no se hicieron esperar ni un segundo más. Levanté un poco la mirada, sólo lo suficiente para poder ver cómo su cuerpo estaba echado para atrás y su cara se teñía de un rojo cada vez más intenso.

—¿De qué se ríe Alice? —preguntó Nathalia, entrando a la habitación acompañada de Theo.

Nos encontrábamos sentados en el cafetín de un centro comercial ya que, debido a que habían comenzado las vacaciones de diciembre hace unas semanas y no nos veíamos tan seguido como tenemos acostumbrado, decidimos reunirnos para hablar un poco de lo que hemos hecho y también para hacer alguna tontería juntos.

La susodicha tomó aire ruidosamente.

—¡La mamá de Claire le aventó un zapato a David porque lo consiguió durmiendo con su querida hija en la misma cama! —exclamó volviendo a recaer en su ataque de risa.

Nathalia me miró con los ojos abiertos de par en par, esperando a que yo le dijera que era una broma, que Alice se había vuelto loca o que ya estaba delirando, pero al ver que no dije nada y, tomando mi silencio como una afirmación a las palabras de mi prima, ésta se sumó a Alice y ambas quedaron sumidas en sus carcajadas.

Incluso Theo, que siempre había sido el más serio y tranquilo de nosotros, estaba aguantándose la risa en ese momento.

¡Vaya amigos, una aquí sufriendo la vergüenza que sólo una madre puede ocasionar y ellos no hacían más que reírse!

—¡No es gracioso! —exclamé sonrojada a más no poder.

—¿Dónde le cayó el zapato? —preguntó Alice sin dejar de reír.

Giré el rostro conteniéndome de no sonreír. Debía admitir que la risa de ella siempre había sido bastante contagiosa... Y la verdad, al recordar el rostro de David esa mañana, una parte cruel de mí sentía la necesidad de unirse a mis dos amigas y destornillarme de la risa.

—¿Para qué quieres saber? ¿Para seguir burlándote de mí? —pregunté haciéndome la resentida, aunque en realidad seguía haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad para no reírme.

Alice rodó los ojos.

—¡Vamos, ya nos contaste la mejor parte, tampoco es que respondernos eso sea algo tan difícil! —exclamó.

Balanceé mis posibilidades; si no se lo decía ahora no sólo lo descubriría cuando viera a David en la salida anual que haríamos mis amigos y yo la próxima semana, sino que también me atosigaría hasta que lo hiciera... Y si se lo decía, su risa sería aún más extendida.

Decisiones, decisiones...

Solté un suspiro resignado.

—En la frente —murmuré entre dientes.

Vi el temblor en los labios de Alice y Nathalia casi al mismo tiempo.

Lo sabía, aquí venía...

—¡Frente de berenjena! —chilló mi prima antes de partirse nuevamente en carcajadas.

Santa Dios, al demonio mi autocontrol, con ese comentario inclusive Theo comenzó a reír descontroladamente.

—Frente de berenjena —repitió éste por lo bajo cuando se hubo calmado, negando con la cabeza—. Bueno, ya sé que jamás dormiré en tu casa, Claire —bromeó—, mi rostro es muy bello para ponerlo en riesgo —Y acto seguido, hizo un movimiento digno de toda una diva para crear énfasis en sus palabras y hacernos reír aún más.

—Claro, tienes que cuidar ese rostro para poder tener clientes en las noches —Me burlé.

Él abrió la boca con fingida indignación y puso voz aguda, mientras gesticulaba con las manos al hablar.

—Y tú celosa de mi clientela, mi reina.

Ay, no podía ser... ¡Cómo amaba a estos idiotas!

—¿Debería llamar a un psiquiatra, o llevarlos directo al manicomio? —preguntó una voz a nuestras espaldas.

Me levanté de mi silla, volviéndome para abrazar al recién llegado, que no tardó en ocupar asiento a mi lado.

—Como siempre, Calvin arruinando los momentos con su presencia —dijo Alice, del otro extremo de la mesa, con indiferencia.

Cualquier indicio de carcajada había quedado en un recuerdo.

Calvin, que no tardaba ni tres segundos en caer presa de los insultos de la chica, respiró hondo y tensó la mandíbula.

—Conste que si vine aquí, fue por los demás. De haber sido por ti, habría preferido quedarme en casa viendo vídeos de la reproducción de las ostras —explicó.

La morena bufó.

—Ni falta que haces, niño mimado, de hecho, estaba pasando un rato muy a gusto pensando que no vendrías. ¿No sabías que es de mala educación llegar tarde a un lugar?

Calvin se recostó en su asiento, sonriendo de medio lado.

—Pobrecito, con lo inculta y falta de clase que es no sabe que lo mejor siempre se hace esperar —dijo él inflando el pecho cuan macho alfa orgulloso de hazaña.

Alice entrecerró los ojos con rabia.

—Pues, para tu información, nadie te estaba esperando. Ni siquiera recordábamos tu existencia por lo insignificante que ésta nos resulta —contraatacó.

Mi amigo siguió relajado, aunque la sonrisa que había en su rostro se borró de un tirón.

—Como siempre, teniendo la mala costumbre de creerte la dueña de todas las verdades —Se quejó, chasqueando la lengua—. Nadie aquí, exceptuándote a ti, ha afirmado algo semejante, así que te agradecería mucho que no generalizaras como la niña caprichosa y malcriada que eres.

Mi prima abrió la boca con indignación, exudaba furia por cada poro de su piel.

—Para que lo sepas, no creo la dueña de todas las verdades, lo soy —respondió, con una sonrisa que dejaba al descubierto su rabia a penas contenida.

Calvin bufó.

—¿Ves a lo que me refiero? Eso sólo deja al descubierto tu...

—¡Ya cállense de una vez! —exclamamos Nathalia, Theo y yo al unísono.

Los aludidos nos lanzaron una mirada molesta y refunfuñaron por lo bajo.

Los otros tres, no pudimos hacer más que reír con las rabietas de ambos chicos. Eran muy graciosas de contemplar la mayoría de las veces, pero sinceramente en fechas como estas, donde todos estábamos un poco más sentimentales de lo normal, podían ponerse realmente insoportables.

—Bueno, ¿y de qué me perdí? —preguntó el recién llegado unos minutos después, cuando ya se hubo resignado a que no podría seguir discutiendo con Alice por el momento.

Le hice un breve resumen de lo ocurrido con David y, a diferencia del resto, no rió. En cambió abrió los ojos de par en par y sonrió emocionado.

—¿Tuvieron sexo? —preguntó con expectación.

Mi mandíbula casi llega al otro extremo del planeta.

Nathalia y Theo lo miraron aturdidos.

—Estás mal... —dijo ésta negando con la cabeza.

—Ay Dios... —dijo él mirando al cielo, como si necesitara reunir paciencia.

—Siempre con la cochinada —murmuró Alice por su lado, sin lucir asombrada en lo absoluto.

Definitivamente, este chico no tenía remedio.

—¡Calvin! —Lo reprendí yo.

El chico me miró enarcando una ceja.

—¿Qué tiene de malo interesarse por la vida sexual de mi mejor amiga? —Se quejó, rodando los ojos. Luego me miró de nuevo con esa misma sonrisa malévola que hace un rato—. Vamos, cuéntame. ¿Fue salvaje, tierno, aburrido? Teniendo en cuenta que hablamos del bicho raro, dudo que haya sido tan bueno como yo.

Lo miré con enojo y, cuando estaba a punto de discutirle por llamar así a David, Alice rió sonoramente golpeando la mesa sin ninguna contemplación. No era su habitual risa divertida, sino una burlona, al estilo ofensiva.

—¿Qué vas a hablar tú? ¡No eres más que un virgen con deseos de puberto reprimidos! —exclamó la chica entre risas.

Calvin esbozó una sonrisa que parecía más de película de terror, que de otra cosa.

—¿En serio piensas eso de mí, Alice? —preguntó con un tono cruelmente condescendiente. La chica dejó de reír de golpe y entrecerró los ojos—. Creo que cuando te arrojaste en mis brazos desconsoladamente hace unos días, no pensabas lo mismo.

Alice abrió los ojos desmesuradamente y sus mejillas se pusieron rojas; no supe si de vergüenza o de rabia.

—¡Sabes perfectamente que me había resbalado! —bramó hecha una fiera.

Sí, era de rabia.

Calvin sonrió socarronamente.

—Eso dicen tus palabras, pero tu cuerpo decía otra cosa en ese momento —ronroneó con chocancia.

Alice hizo un ademán para abalanzarse sobre el chico que reía egocéntricamente, pero Nathalia y Theo se apresuraron a sujetarla por los brazos.

—¡ERES UN...!

Le hice un gesto a la chica para que guardase silencio y se comportara. Ella respiró hondo, se alisó la camisa y se echó el cabello hacia atrás con arrogancia.

—Sigue imaginando las idioteces que quieras, yo tengo mi conciencia bien limpia —dijo con orgullo.

Antes de que Calvin se pusiera a la defensiva y ambos se pusieran como perros y gatos nuevamente, decidí hablar, reanudando el tema anterior.

—David y yo sólo dormimos, no pasó nada más. Fin —aclaré.

Calvin torció la boca con decepción.

—Bueno, viniendo de ese inepto no me sorprende... —musitó por lo bajo.

—No es un inepto y te voy a pedir que, en mi presencia, lo respetes —Le pedí.

Me miró ofendido.

—No prometo nada —Fue lo único que pudo decir.

Yo sonreí de medio lado. Sabía por experiencia propia que era lo más que lograría obtener del chico.

Luego de eso, comenzamos a bromear sobre diversas cosas de la vida, Alice y Calvin discutieron al menos cinco o seis veces más y decidimos cenar en el cafetín. Recorrimos el centro comercial e hicimos ridiculeces típicas de cualquier joven adolescente.

Actualmente, los chicos habían elegido ir a ver algunas tiendas de aparatos tecnológicos e instrumentos musicales y las chicas estábamos en el baño. Nathalia, mirándose en el espejo como de costumbre, Alice esperando impacientemente recostada del lavamanos y yo, pues, yo fui a usar el excusado simplemente.

¿Qué? Podía ser normal cuando quería.

Cuando salí, Alice me miró de manera divertida.

—Así que... Tú y David durmieron en la misma cama —Me recordó.

Yo enarqué una ceja y me dirigí al lavado sin querer saber cuáles serían los pensamientos que recorrían la mente de la chica.

—Sí... —contesté confundida.

Esto no me olía nada bien.

Ah, cierto. En el cubículo contiguo al mío, había una persona con serios problemas estomacales.

Y si piensan que es asqueroso, imagínense lo que habré pensado yo que estaba al lado.

—¿Y cómo se sintió? ¿Querías hacer algo más? ¿Se te calentó la mente? —interrogó con perversión.

Miré a Nathalia en busca de ayuda, pero la conseguí haciendo poses raras con su cara en el espejo.

—¿Qué demonios haces? —pregunté riéndome ligeramente.

La rubia me miró abriendo los ojos repentinamente.

—¿Ah? —dijo medio pérdida, luego sonrió—. Sólo admiraba mi belleza —explicó con un movimiento de cabello, propio de una diva.

—El narcisismo no es sano —dijo Alice que, pese a que se supone que la estaba regañando, estaba sonriendo al igual que yo.

Nathalia bufó.

—Eso aplica a las otras personas, pero yo soy fabulosa —dijo.

Alice y yo reímos.

—Hey, Claire, no intentes cambiarme el tema y responde las preguntas.

Yo fruncí el ceño.

—Fue normal, Alice. No se me calentó la mente, ni ninguna de esas cosas —contesté.

Me miró escéptica.

—Ay, ajá —dijo sin creerme—. A mí no me engañas, Claire Cleveland, yo sé que sí.

Respiré hondo... Y después venía aquejarse de Calvin por pensar mal...

Es que eran completamente iguales, tal vez era por eso que se la pasaban discutiendo.

Preferí no decir nada, al fin y al cabo, sabía que Alice no se daría por vencida con ese asunto, aunque yo le afirmara que estaba equivocada.

—No dijiste que no... —Se burló con sonrisa pícara.

Torcí los ojos.

Santo cielo...

—Sí, Alice, tienes razón; dormir con David sacó la fiera que llevo en mí, me calentó todo. Tuve que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no violarlo ahí mismo —dije desbordando sarcasmo con cada una de las palabras que decía.

—¡Claire Pauline Cleveland! —Un grito escandalizado llegó desde la puerta de entrada.

Cerré los ojos con fuerza, deseando con todas mis fuerzas que hubiese sido una simple alucinación.

Me giré hacia la puerta y volví a abrirlos.

No, había sido bastante real.

—Hola, mami, no creí que vinieras a buscarme tan puntualmente.














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