Piedras Preciosas. Una nueva...

By GwenLightwood

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Todo ha vuelto a la normalidad. Si es que a esto se le puede llamar normalidad. Gwen y Gideon han derrotado a... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7 (Matthew POV)
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11 (Gwen POV)
Capítulo 12
Portadas (1/2)
Portadas (2/2)
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
PEQUEÑO AVISO

Capítulo 21

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By GwenLightwood

Era una noche fresca, a pesar de que no llovía como en días anteriores. Desde hacía media hora que andaba en bicicleta por la frías calles londinenses, mi cabello ondeando detrás mío a causa del viento que soplaba contra mi cara y la mochila rebotando constantemente contra mi pierna, acercándome cada vez un poco más a la Logia, hasta que finalmente llegué Temple. Por un momento casi había creído que me perdería entre alguna de las sinuosas calles y callejuelas de aquella enorme ciudad.

Me bajé de la bicicleta en cuanto entré al barrio de Temple. Las palabras del conde resonaron una vez más en mi cabeza. «Mañana por la noche tendré que volver a entrar a la Logia, soy el único que sabe dónde encontrar esos documentos». Eso había pasado ayer pero...¿y si volvía a la Logia? ¿Y si aquello que buscaba no lo había encontrado el día anterior y decidía volver esa noche? Esto era lo que verdaderamente me temía, pues el conde ya había demostrado en más de una ocasión que no había puerta que lo detuviera y lo fácil que le resultaba engañar a los Vigilantes delante de sus narices. En parte esa había sido una de las razones que me había dado el valor de intentar entrar en la Logia. Si él podía ¿por qué nosotros no?

Caminé varias cuadras más, las ruedas de la bicicleta traqueteando a mi lado, hasta llegar a una de las calles aledañas a la Logia, un obscuro callejón que contenía otra puerta más que conectaba la guarida de los Vigilantes con el exterior.

Respiré profundamente antes de sacar de mi bolsillo la única llave que no me había atrevido a colocar en el llavero junto con las demás en caso de que tuviera que hacer una salida apresurada.

La llave entró con sorprendente facilidad en el ojo de la cerradura a pesar de la antigüedad de amabas cosas. De todas maneras la entrada se veía sumamente nueva en comparación con el resto del lugar; por primera vez, nada digno de un museo.

«Ahora sólo no lo arruines», pensé a la vez que abría la pesada puerta de metal, esperando para mis adentros que alguien hubiese engrasado últimamente las bisagras de esa entrada. Entonces cerré la puerta a mis espaldas con un ruido sordo. Había entrado a la Logia del conde de Saint Germain.

Todo ahí estaba tan obscuro como había insinuado Philip en una de sus notas, pero no me arriesgué a encender la linterna. No aún.

Cerré los ojos por un momento, sabiendo que todo se vería exactamente igual que cuando los tenía abiertos, intentando recordar hacia donde debía de ir ahora. De frente hasta llegar a un recodo y entonces a la izquierda, sí, eso era.

Traté de aproximarme lentamente a la pared izquierda con las manos enfrente de mí para no chocar directamente con el rostro, y después de un par de pasos inseguros conseguí sentir la fría piedra bajo las palmas de las manos. Entonces comencé a andar hacia delante sin quitar nunca la mano de la pared hasta que sentí que se abría un hueco a la izquierda.

Tendría que ser un poco más rápida si pensaba regresar a la cama a dormir antes de las cuatro de la mañana. Sólo decía.

Tras recorrer un par de pasillos más de esa manera vislumbré un poco de luz al final de uno de ellos, tan tenue que pensé que simplemente que mis ojos empezaban por fin a acostumbrarse a la penumbra de esa parte de la Logia, pero al acercarme era lo suficientemente clara para que me hiciera sentir como un vampiro a plena luz del día. O tal vez sólo estaba exagerando, aunque aún así cubrí mis ojos con una mano a forma de visera.

Seguí por el camino que dirigía a esa zona iluminada, la cual constituía un buen cambio después de haber estado a oscuras por al menos 10 minutos seguidos, sin contar el escape de Bourdon Place.

Al estar más cerca pude distinguir otra puerta de metal entrcerrada que brillaba a mi derecha detrás de la que estaban unas escaleras que conducían a los niveles inferiores de la Logia. Sólo entonces decidí encender la linterna, pues no pretendía resbalar con alguno de los escalones, tropezar y caer escaleras abajo.

Descendí entonces, a la luz de la linterna y al llegar al siguiente piso me acerqué a la puerta de metal que me separaba del pasillo y pegué una oreja pera intentar captar algún sonido y asegurarme de que todo estaba mas o menos despejado. Al fin y al cabo aquellas puertas no eran lo suficientemente gruesas como para aislar los sonidos, como ya había comprobado.

Salí a un fuertemente iluminado pasillo que en algún punto me llevaría a la Sala del Cronógrafo, el único lugar más vigilado y lleno de cámaras de seguridad que la misma Sala del Dragón. Y el único lugar al que yo no planeaba acercarme ni de chiste aquella noche.

Mirando a un lado y otro del pasillo me preparé para salir trotando hacia el cuarto en donde se suponía que tenían guardadas ahora las nuevas profecías. Eso de ir lento me estaba poniendo los nervios aun más de punta.

Apagué la linterna, segura de que ya no la necesitaría.

Di un par de pasos lentos mientras cruzaba los primeros metros, pero entonces comencé a ir más rápido. Aun me quedaba mucho por recorrer si no me equivocaba.

Durante el trayecto crucé zonas con paredes de piedra, tan frías que me hacían sentir curiosamente en un cementerio; corredores enteros construidos con ladrillos rojos que comenzaban a verse viejos; e incluso lugares forrados al completo con papel tapiz de delicadas flores en tonos cálidos que desentonaban con todo lo demás que había visto.

Y por suerte, a pesar de todo el papel viejo y nuevo que había en la Logia, no me topé con ni una sola rata. Claro que los Vigilantes ya tenían más que suficiente con aquella rata enorme que se hacía llamar el conde de Saint Germain, alias mister Ardilla.

De un momento a otro los patrones en las paredes comenzaron a parecerme cada vez más parecidos y los colores producían un eco en mi memoria; la iluminación empezó a ser aún mayor y un murmullo lejano llegó a mis oídos e hizo que mi corazón latiera desbocado.

Contuve la respiración.

Aminoré gradualmente el paso hasta que me detuve. Estaba en uno de los pasillos por los que me había llevado Raphael el primer día que había estado en la Logia.

Seguía estando cerca de la sala que Philip había circulado múltiples veces con marcador rojo en el mapa de ese nivel, lo sabía, pero en algún punto debí de haber dado una vuelta equivocada. Estaba tan cerca de uno de los puntos principales de vigilancia y sobre todo de la cámara de seguridad más próxima.

Mierda.

Tenía que regresar inmediatamente por donde había llegado, de eso no había duda. Bueno, eso o tratar de sacar uno de los mapas y ubicarme tan pronto como fuera posible y a alguna salida que me sacara de ese estúpido pasillo principal.

Ahora ya no sólo era mi corazón el que iba a mil por hora, pues mi cabeza no dejaba de pensar en mil ideas distintas a la vez que sólo lograban confundirme más. Estuve a punto de querer darme una cachetada mental.

Está bien, ya la había fastidiado, tal y como no quería que pasara, pero no era algo irreparable, aún podía encontrar esas profecías y largarme tan rápido como pudiera. Pero primero lo primero: tenía que tranquilizarme.

Respiré profundamente una vez mas.

Entonces el murmullo que había oído a lo lejos se hizo más claro y comenzó a escucharse cada vez más cercano. Sólo necesité escuchar durante un par de segundos aquella voz para que todos mis sentidos se pusieran alerta.

Salí corriendo hacia el lado contrario de donde venían las voces (porque ahora se distinguían más de una sola) y doblé hacia la derecha, a un pasillo menos alumbrado junto al que ya había pasado antes.

Ya iba por la mitad del corredor cuando giré la cabeza sobre mi hombro derecho para asegurarme de que aún no estaban detrás de mí y de la nada una puerta se abrió a mi izquierda y alguien me jaló por el brazo hacia el interior de la estancia sin darme tiempo de reaccionar siquiera.

-¿Pero qué demo...? -quise decir, pero inmediatamente después de ser introducida a la habitación la persona que me había tomado por el brazo me tapó la boca con una mano mientras que con la otra cerraba la única salida que parecía hacer de aquel cuarto.

Perfecto, si creía que ya había fastidiado todo el plan, ahora estaba encerrada con vete a saber tú quién en alguna de las innumerables salas de la Logia y con la persona que menos quería ver del otro lado de la puerta. Aquel era un buen momento para comenzar a estar aterrada.

Y bueno, tal y como les prometí he ahí el capítulo de hoy ¡El último capítulo del año! En serio estoy muy agradecida con sus lecturas, votos y comentarios y como en cada capítulo muero por saber que les parece la historia hasta este punto, lo bueno, lo malo, la trama, los personajes...uff, TODO. Pero bueno, esto ha sido todo por este año, espero verlos el siguiente y ojalá la estén pasando increíble durante las fiestas y así. Se despide de ustedes hasta el siguiente capítulo, su autora que los ama, Gwen Lightwood.

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