Escamas

By RocioRosado

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Capítulo 1: Fran
Capítulo 2: Descubrimientos
Capítulo 3: En la oscuridad.
Capítulo 4: Tragedia
Capítulo 5: Montaña rusa de ánimos
Capítulo 6: Raro
Capítulo 7: El cometa Kjebe
Capítulo 8: Trasero congelado
Capítulo 9: ¿Encajando?
Capítulo 10: Dolorosa sorpresa.
Capítulo 11: Con uñas y dientes
Capítulo 12: Cosas inesperadas
Capítulo 13: En sus manos
Capítulo 15: Kadal
Capítulo 16: El motivo de Kadal
Capítulo 17: Explicaciones
Capítulo 18: Hipnótico acantilado
Capítulo 19: Fiebre peligrosa.
Capítulo 20: Una vieja historia de amor
Capítulo 21: Mejor.
Capítulo 22: Plan místico
Capítulo 23: Inesperado plan
Capítulo 24: El viaje.
Capítulo 25: Blanca arena
Capítulo 26: Maquillaje Corrido
Capítulo 27: Subasta
Capítulo 28: Momentos
Capítulo 29: Destrozo
Capítulo 30: Decisión
Capítulo 31: Final
Epílogo
Extra: Caluroso regreso...
Concurso

Capítulo 14: Color y aventura

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By RocioRosado

El viento que chocaba contra mi cara, me hizo volver de la inconsciencia. Sentía el ardor en mis costillas aún, un dolor agudo. Mi mejilla y todo mi cuerpo en la parte izquierda, se posaban en algo cálido. Me encontraba cómoda, todavía mareada. Sentía calor.

Abrí los ojos y, borroso, vi a Theo y a Katharia. Estaban al lado del timón que manejaba la lancha. Douglas estaba a los pies de mi hermano, todavía con los ojos cerrados. Theodore lo miraba en forma ausente, casi triste. Moví un poco la cabeza para acomodarme y, debajo de mi oído, sentí un latido. Era un latido tranquilo, acompasado, adormecedor. Una leve caricia se hizo notar por mi cabello y mi frente. Katharia se volteó y me observó con ternura. Yo estaba demasiado mareada como para continuar con los ojos abiertos. No podía pensar. Así, volví a caer en la profunda oscuridad.

Podía sentir esa caricia todavía, junto con ese latido similar una canción de cuna. No podía percibir nada, sólo eso. El dolor ya no estaba, no ardía en mi piel la herida.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero cuando desperté, estaba de nuevo en esa horrible habitación blanca. La habitación blanca de las malas noticias. La clínica en donde me habían dado la noticia sobre la trágica muerte de mi padre y mi madrastra. Lo peor era que la persona que me había dado esa noticia, con lágrimas, cara de tristeza y dolor, era la misma que me había vuelto a mandar al mismo lugar. Esa que había ocultado tan bien durante años el odio hacia mi familia, hacia mi padre, quien lo consideraba un gran hermano. Volvía a estar en esa horrible habitación en la que me había dado cuenta de que iba a tener que ponerme los pantalones y ser una adulta. Una madre, hermana y amiga para un niño que había quedado huérfano, igual que yo.

Con una enorme tristeza en el corazón, intenté erguirme. Ya no podía pasar nada más. No podía ser peor. El malestar continuaba allí, pero era menor. La puerta se abrió en el instante en el que comenzaba a ponerme de pie. La preocupada cara de Joe se hizo ver, asomada por el marco de la puerta. Al verme de pie, se sorprendió. Entró por completo al cuarto y, con gran rapidez, se acercó a mí y me abrazó.

— Fran...

— Suelta a mi hermana, simio. —Escuché la voz de Theo detrás de nosotros. Joe me soltó y retrocedió. Mi hermano se acercó, casi corriendo, y me abrazó.

— Auch... —Me quejé del punzante dolor en mi costado derecho. Él me soltó y me miró alarmado.

— Lo siento, olvidé tu herida...

— Le pediré que se retire, caballero —dijo Solange, entrando a la habitación. Joe se dio vuelta y comenzó a caminar para la puerta. La hermana de Irina vio a Theo, que había estado siendo tapado por el cuerpo de Joe, y le dio una mirada severa—. Y caballerito.

— ¿No puedo quedarme con ella?

— El médico está viniendo, necesitamos estar solos con ella.

— Está bien... —murmuró mi hermano, dirigiéndose con hombros caídos hacia la puerta.

— Te avisaremos cuando puedas entrar —le dijo Solange, suavizando su tono y su expresión—. Mi hermana está en la sala de espera, quédate con ella...

— ¿Irina está aquí? —pregunté asombrada. Theodore salió del cuarto justo cuando el médico estaba ingresando.

— Le pedí que viniera a ver a Theo, no quiero que esté solo —contestó ella, mirándome con pena. Otra vez esa mirada...

— ¿Podrías ir a buscar los informes, Solange? Mientras, revisaré a la señorita Lavezzi...

— Sí, doctor... —Solange obedeció y se retiró en busca de esos informes. George se aproximó y me puso una mano en el hombro para que me sentara de vuelta.

— No sé qué decirte, Fran... Sinceramente, no creí que Douglas fuera capaz de algo como esto —habló él. Yo tomé aire y me tragué el sufrimiento por esta nueva cara que me había mostrado mi tío.

— Nadie lo creía... —contesté.

— Hemos sido compañeros en la escuela... No puedo creerlo...

— ¿Qué te enteraste y cómo? —indagué.

— Bueno... —George se sentó a mi lado y entrelazó sus dedos. Su estetoscopio colgaba de su cuello— Hace unas horas te trajo un joven en brazos. Theo estaba en shock todavía, así que lo mandamos con Sussy, la psicóloga. Los niños no son su campo, pero lo atendió. A ti te trajeron conmigo, sangrabas... El chico que te trajo nos dijo que te habían disparado, pero que no tenías la bala. Todavía no sé cómo lo supo antes que nosotros, pero así era. El proyectil te rozó una costilla y salió. Te cosimos la herida de entrada y salida y te trajimos. Te desmayaste por un sobreesfuerzo. La pérdida de sangre, la impresión del momento, las emociones y el dolor te dejaron inconsciente... Theo había llamado a la policía antes, ellos se llevaron a Douglas. Empezaba a despertarse, así que no fue necesario traerlo aquí. Revisamos la cabeza de Theo también, ya que nos contó que Douglas lo había golpeado. Está bien.

— Él... ¿Qué dijo él? —Me miré las manos y jugué con mis dedos.

— No sé qué le dijo a la policía, pero sigue en la comisaría. El comisario Smith está igual de sorprendido que todos... —respondió—. Tu hermano le mostró a la psicóloga un video que tenía grabado en su cámara. Ella me lo mostró hace unos minutos. Sigo... Sigo sin creerlo... Había tanto odio en su voz que... —Se pasó la mano por su incipiente calva— No lo reconocí...

— ¿Hay un video? —pregunté. Él asintió—. ¿Qué muestra el video?

— Casi todo... La batería se terminó cuando él les apunta con el arma. Fue estúpido lo que hiciste, Fran. Pero le salvó la vida a tu hermano y te la salvó a ti.

— ¿Qué hice? —Levanté una ceja—

— Lo de forcejear con Douglas y lograr quitarle el arma, aún con el disparo en la costilla. Fue una suerte que el sobrino de Dean entrara en ese momento y lograra noquearlo. Los de criminalística están en este momento en esa isla buscando el lugar con su ayuda para investigar qué más sucedió. Pero es más que suficiente el video como evidencia.

— ¿No dijeron nada más? —Algo sobre sirenas, tal vez...

— No, nada más...

— ¿Cuánto tiempo tendré que estar aquí? —Lo miré—. No quiero dejar a Theo solo, y tampoco quiero que él se quede en este lugar.

— Si prometes hacer reposo durante una semana al menos, no moverte demasiado, te dejaré ir esta noche.

— ¿Qué hora es? —Me llevé la mano a la herida.

— Son las cuatro treinta de la tarde. Estás aquí desde hace dos horas. —Miró su reloj— Tu herida no es grave, por eso te dejaré ir. Pero no debes esforzarte, porque es tu costilla de la que hablamos. Es un hueso, y fue rozado por una bala. No tienes dudas de que duele.

— Y mucho...

— Deberás contratar una niñera para Theo. No podrás moverte más que para ir al baño durante una semana. No vas a cocinar, no vas a llevarlo a la escuela, no vas a esforzarte.

— Pero...

— Pero nada. O lo haces, o te quedas aquí. —Me miró con severidad.

— Bien...

Solange volvió con los papeles (cosa extraña, ya que se había demorado bastante sólo por eso. Parecía haber estado esperando a que nuestra conversación terminara). Me quedé allí, revisaron la herida y salieron. En el transcurso de la tarde, Theo estuvo conmigo. Vi que trataba de no llorar, de sonreír y aparentar estar bien. Con sólo diez años él ya estaba guardándose esos sentimientos. Él había tenido que crecer de golpe, cuando creía que no podía crecer y madurar más. Si seguía así, iba a ser un anciano a los veinte...

A las siete de la tarde llegaron Azul, Max, Ramy y Billy, extremadamente preocupados. Habían recibido un mensaje de Theo y salieron lo más rápido posible. Les conté lo que sucedió, Billy lloró, Azul se burló, todo normal. Iba a tener que acostumbrarme a eso de "tener amigos". Joe también estaba con nosotros, mirando mal a Billy cuando me coqueteaba descaradamente (en broma) o me decía cuán enamorado estaba de mí.

A las nueve de la noche, me dejaron volver a casa. Ramy nos llevó en la Hummer cuando Joe ya se hubo ido en su motocicleta. La nieve había dejado de caer, pero seguía estando frío. Mañana tendría que recibir en mi casa al comisario para declarar y a poner las denuncias correspondientes para meter a Doug en la cárcel de una vez por todas. Con todo el dolor de mi alma, lo haría. Haría justicia por mi familia destruida. Azul y Billy se ofrecieron a quedarse conmigo para llevar a Theo a la escuela al día siguiente y ayudarme con las comidas y la mantención de la casa. Dijeron que se turnarían con Ramy y Max, cosa que agradecí enormemente.

Estuve a punto de llorar como bebé al darme cuenta de que tenía en quién contar, que no estaba sola, que tenía varias manos a las que aferrarme...

Les ofrecí la habitación de huéspedes para que se quedaran. Como había dos camas allí, no era un problema. Me metí a la cama a las doce, luego de comer una deliciosa cena preparada por Azul. Me tapé hasta la nariz y observé el techo.

¿Dónde estaría Cassian? ¿Y Katharia? ¿Sería Dean su verdadero tío? ¿Dean era también un tritón? ¿Y Melinda? ¿Vivirían en el agua o en una casa?

El ruido en mi ventana me alarmó, abstrayéndome de mis pensamientos. Detrás de la cortina, una gran silueta se alzaba en contra de la luz. Noté que forcejeaba el seguro, quería entrar. Me senté con lentitud y me tapé todo menos los ojos. Cualquier cosa que entrara por ahí (fuera un ladrón, violador, asesino y/o monstruo), sería motivo suficiente para mandar a la mierda el reposo y correr, o al menos gritar y moverme con tosquedad.

Jadeé cuando la ventana cedió y me tapé más la cabeza con la colcha. La posición que tenía estaba haciendo que los puntos de mi herida apretaran, pero no me importaba. Con lentitud, una figura se adentró a mi habitación, aún sin mover la cortina. Mi respiración se cortó, y no pude siquiera tratar de gritar para pedir ayuda. Mis latidos se descontrolaron, la adrenalina se disparó en mi interior, mis ojos se pusieron húmedos y empecé a temblar. Se movía con demasiada lentitud... Estaba torturándome.

Vi que su mano se aferraba a la cortina y la corría con parsimonia. Era un hombre... ¿Iba a matarme?

— ¿Fran? —Oí esa grave e hipnotizadora voz.

— Cassian... —susurré, soltando todo el aire y todo el terror que había estado experimentando—. Cielos... Pensé que alguien más iba a entrar a matarme...

— Yo... —pronunció. No se movía, estaba parado en el mismo lugar. La oscuridad no me permitía ver nada más que su silueta. La luz de la luna se reflejaba en su espalda desde la ventana.

— ¿Qué sucede? —pregunté—. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué subiste por la ventana?

— Vine a ver cómo estabas... —respondió. Yo apreté la sábana con mi mano, derritiéndome de ternura por ese tono casi aniñado y vergonzoso que había soltado ese intimidante ser.

— ¿Por qué...? —traté de decir, pero la voz me había fallado. Carraspeé y me lamí los labios—. ¿Por qué no te sientas? —Salí de mi refugio de gruesas telas y señalé el costado de mi cama. No tenía el valor para prender la luz y mirar sus ojos. Aunque la luz de la luna estaba bastante potente. Una corriente de aire helado se coló por la ventana, lo que me hizo cubrir mis hombros. Cassian se acercó con cautela a mí y se sentó en el espacio que le había apuntado.

— Siento que estés así... Tendría que haberle dicho a Katharia que lo durmiera antes...

— No te culpes... Él fue quien ejecutó el disparo, no tú. —Relamí mis labios y escondí mis manos por debajo de las frazadas— ¿Fue Katharia?

— Sí, ella quiso maldecirlo.

— ¿Maldecirlo? —curioseé. Me acomodé un poco para poder estar de frente.

— Ella tiene una capacidad... diferente. Antigua. —Se pasó una mano por el cabello. Parecía incómodo— Crea profecías. A veces a voluntad, a veces sin querer.

— Tú... —Lo miré y tragué saliva. Podía verlo a la perfección con el reflejo de la luz que entraba.

— No, yo no tengo esa habilidad. Nadie más la tiene.

— ¿Te molesta si me quito las dudas? —tanteé.

— Debería hacerte olvidar todo...

— ¿Hacerme olvidar? —cuestioné confundida. Él me miró, pero luego agachó la cabeza.

— No lo entiendo...

— Pues yo entiendo mucho menos.

— ¿Por qué me tienes de esta forma? —Me miró de vuelta, esta vez podía ver su desesperación. El aliento se me escapó en un segundo al oír eso— ¿Por qué eres...? —Me señaló y se encogió de hombros— ¡Así!

— ¿De qué hablas? —inquirí.

— ¿Sabes lo que has estado ocasionándome? —Se arrimó más a mí. Me erguí y ladeé la cabeza.

— ¿Jaquecas? ¿Rechazo?

— Por la luna, ¡no! Me ocasionas de todo menos rechazo... —Levantó su mano y me apartó las colchas de los hombros. Agarró mi mano y la acercó a él— Tienes... ese aroma... ese maldito aroma... —Aproximó mi mano a su nariz y luego apoyó su mejilla en mi dorso, mirándome, como si suplicara piedad. Jamás lo había visto así.

— ¿A qué huelo? —pregunté.

— No tengo ni la más remota idea... —Observó mi brazo y acercó su otra mano a él, rozando con suavidad mi piel, desde mi muñeca hasta mi hombro. Sentí que mis vellos se erizaban, pero no por el frío— No quiero que lo olvides...

— ¿Qué...?

— No quiero que me olvides...

— ¿Y por qué iba a hacerlo? —murmuré, casi ausente. Su piel ronzando la mía atraía toda mi atención.

— Tengo que hacer que me olvides... Y a Theo también... Es mi obligación. No pueden saber de nosotros...

— ¿Ustedes? —susurré, jadeando al sentir que besaba mi mano. Él me soltó y me miró a los ojos.

— No debimos salvarlos. Está prohibido cualquier contacto con humanos en nuestra forma natural. Pero, cuando Katharia y yo los vimos así... —Negó con la cabeza y maldijo entre dientes, revolviéndose el pelo con frustración. A pesar del frío que sentía, salí un poco más de la colcha y posé mi mano en su hombro. Él me miró al instante, con tanta profundidad, que mi alma se engrandeció. Había algo encendiéndose en mí, por él...

— No quiero olvidarme de ti... Ni de Katharia... —corregí, a punto de enrojecer—. No quiero olvidar que nos salvaron. No me alcanzaría la vida para terminar de agradecerles... —Escuché que él murmuró algo como "Literalmente", pero lo ignoré— No sé qué es lo que quieres hacer para que me olvide de lo que vi, pero no lo hagas... —Busqué su mirada cuando dije eso— Mírame. —Levanté la voz al ver que no me miraba de frente. Cassian llevó sus ennegrecidos ojos a mí, otra vez— No lo hagas.

— No puedo... —contestó contrariado, volviendo a mirar el suelo—. Se supone que debo cumplir con mi palabra...

— Por favor... —susurré.

Cassian no dijo nada. Se quedó unos segundos con los ojos pegados al suelo. Apreté un poco mis dedos en su hombro, pero no reaccionó. Tenía los ojos cerrados, como si durmiera. Deslicé mi mano hasta llegar a la piel de su nuca, lo que hizo que abriera sus ojos. Ladeó su rostro hasta mirarme, cosa que hizo que perdiera el aliento. Dejó de apoyar sus codos en sus piernas y, lentamente, acercó su mano a mi rostro. Puso su palma en mi mejilla y, con una extrema delicadeza, delineó el contorno de mis labios. Quitó la mirada de mis labios y miró mis ojos. Se veía confundido, contrariado, lejano.

Soltó un casi imperceptible suspiro, parpadeó y frunció el entrecejo. Vi que tragaba saliva antes de acercar su rostro al mío. Me quedé inmóvil y tensa, sorprendida. Dejó un beso en mi cabello, y se mantuvo allí por varios segundos, respirando mi esencia. Se separó con lentitud y bajó a mi frente, dejando ahí otro duradero beso. Sus dedos acariciaron detrás de mi oreja, lo que me hizo cerrar los ojos al instante, relajada. Despegó sus labios de mi frente, pero sentí su calor aún cerca. Sus suaves labios se posaron en uno de mis párpados. Mi aliento me abandonó por completo, igual que mis pensamientos. No tenía lugar para nada más que para el momento, para su energía, su magnetismo, su calor...

Apretujé con mi puño su suéter, mientras él descendía a mi mejilla. Después de unos segundos se apartó y me miró a los ojos. Sólo existían él, sus curiosos ojos cambiantes, su hipnotizadora esencia, sus tibias caricias, y esos besos... esos besos que alborotaban a cada una de mis células, que eran dados con tanta... intensidad.

Eran sólo centímetros los que nos separaban, estaba muy cerca de él. Ya no me sentía nerviosa, ni ansiosa, mis latidos no estaban descontrolados. Éramos una sola aura de serenidad, concentración y fascinación.

No pude resistir más, así que me incliné hacia adelante y, poniendo mi mano en su cuello, lo besé. Él inhaló cuando eso sucedió, al parecer iba en serio lo de mi fragancia a no-se-qué. Enterró su gran mano en mi cabello y profundizó el beso. Se sentía maravilloso, tibio, reconfortante para mis ansias. Besaba estupendamente bien y, a pesar de que al beso lo había empezado yo, él llevaba el control. No podía estar más a gusto con ello...

Sentía su aroma, su calor, la piel de su otra mano en mi hombro, sus dedos en mi cabeza, jugueteando con mi cabello. Llevó su mano desde mi hombro a mi cintura, y trató de acercarme a él aún más. Sentí un pinchazo de dolor al moverme, pero lo ignoré. No planeaba dejar de besarlo sólo por esas heridas. Puse mi mano en su pecho y sentí sus latidos, cosquilleaban bajo mis dedos como mi piel ante sus particulares besos. Jamás me había sentido de esta forma. Nadie había logrado hacerme sentir que estaba en un paraíso, sólo con estar presente, con existir.

Y cuando sentía que ya había demasiada emoción (buena o mala) en mi vida, aparecía este sujeto, con su mal carácter, con su aura misteriosa y peligrosa, con su secreto, su vida, su rara existencia... Aparecía para agregarle más color y aventura a mi desastrosa subsistencia. 


Irina en la multimediaaaa. Photoshopeé una foto de Cara Delevingne para hacerla castaña de ojos oscuros :3 También hice una pelirroja, pero a ésa no la voy a subir porque no tiene nada que ver con ningún personaje.



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