Mundo de Héroes: El Fuego de...

By Metahumano

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Secuela de "Mundo de Héroes: El inicio de Los Vigilantes". Han pasado tres años desde la caía del régimen de... More

Prólogo.
1. Nueva Tokio.
2. El Fuego de la Libertad.
3. Reencuentro.
4. Operación Rescate.
6. Cenizas.
7. Un buen día.
8. Los adolescentes justicieros.
9. El sacrificio.
10. Ciudad Muda.
11. El Guardián Rojo.
12. La Torre del Silencio.
13. La gran fiesta.
14. La muerte de los Vigilantes.
15. En las sombras.
16. Buscando respuestas.
17. El Ojo.
18. Atrapados sin salida.
19. Devuelta a la realidad.
20. Tormenta de arena.
21. Cae el telón.
22. Detrás de las lineas enemigas.
23. El olvidado.
24. Encuentro inesperado.
25. El fin del juego.
26. Por los viejos tiempos.
27. El ritual.
28. Apagando el fuego.
29. La Llave.
Epílogo.

5. Reunión familiar.

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By Metahumano

Desperté en una especie de camilla de hospital, la cabeza me estaba matando y mi vista estaba nublosa, de manera que no podía ver muy bien lo que sucedía a mí alrededor. Sin embargo pude escuchar claramente una voz que me hablaba, aunque esta al principio parecía venir desde un pozo muy profundo.

‒¿Daniel? ¿Daniel? ¿Estas despierto? ‒preguntó la voz femenina.

Inmediatamente gire un poco el cuello y, tras enfocar un poco mi visión, noté que mi madre estaba sentada en una silla al lado de la cama, y mi hermana, la que pequeña Ana, se encontraba justo al lado de ella.

‒Mamá... ‒dije e intenté incorporarme en la cama.

En ese momento un dolor agudo que se inició en mi espalda recorrió todo mi cuerpo, haciéndome lanzar un desgarrador grito, y forzándome a recostarme nuevamente en la cama.

Inmediatamente mi madre se levantó de su asiento y apoyó levemente su mano contra mi pecho, logrando que me tranquilice un poco.

‒Los doctores dijeron que tienes unas quemaduras muy superficiales, pero que te van a doler si intentas moverte ahora... tienes que descansar y recuperarte, Daniel... ‒dijo mi madre, y en su cara se notaba claramente la preocupación‒ Tienes que...

La voz de mi madre parecía estar cada vez más lejos con cada segundo que pasaba, y antes de que pudiera advertirlo volví a quedar inconsciente sobre esa camilla de hospital

No sé cuánto tiempo paso, pero cuando volví a abrir mis ojos esta vez ya podía ver más claramente, y el dolor de cabeza ya se había ido casi por completo. Noté que mi madre ya no estaba sentada en la silla, y solo mi hermana me miraba pacientemente desde la silla.

‒Ana ‒dije con una amplia sonrisa en el rostro, y esta vez logré incorporarme en la cama, aunque aún quedaban vestigios del agudo dolor anterior.

‒Mamá fue a buscar algo de comer a la cafetería... va a volver en un minuto ‒mi hermana ni siquiera me sonrió, y sinceramente no parecía muy contenta de verme, algo que me sorprendió bastante.

‒¿Está todo bien, An? ‒pregunté, aunque sabía que no era así.

‒No, no lo está, Daniel ‒respondió secamente esa pequeña de doce años‒. Papá murió, y tú te fuiste.

‒Yo... ‒comencé, pero algo en su rostro me indicó que aún no había terminado de hablar, así que decidí esperar.

‒Ni mamá, ni yo pudimos estar de luto por papá, porque estábamos demasiado preocupadas pensando donde diablos estabas, o si estabas bien ‒concluyó la pequeña‒. Así que no, Daniel, no está nada bien.

Me sorprendió la ferocidad que había desarrollado mi pequeña e inocente hermana. En ese momento me di cuenta de que huir no fue una solución, solamente había empeorado las cosas, forzando a mi hermana a crecer sin su padre y su hermano, y teniendo que cuidar a su madre. Esa pequeña que estaba sentada a mi lado se había visto obligada a convertirse en una adulta demasiado temprano, y había sido mi culpa.

De repente sentí como si el cansancio de los tres años que estuve fuera me cayera todo encima de golpe. Era increíble que me hubiera ido sin siquiera pensar en mi hermana y mi madre, y tenía que hacer algo para corregirlo, aunque tal vez era demasiado tarde para eso.

Estaba a punto de pedirle perdón, cuando la puerta se abrió y mi madre entró a la sala con algunas botellas de agua y unas bolsas de papás. Ana se apresuró a agarrar una de cada una y simplemente salió de la sala, dejándome a solas con mi madre.

‒Tienes que darle algo de tiempo, Daniel ‒dijo mi madre como si me estuviera leyendo los pensamientos.

Volví a clavar mi mirada en la mujer más valiente que había conocido, y ahora podía notar todo el cansancio que carga con ella. Claramente la muerte de mi padre y mi partida la habían afectado mucho más de lo que yo pensaba, sin embargo se las arreglaba para mantener una amplia sonrisa en su rostro, la que seguramente lograba esconder a la perfección toda la tristeza que tenía al ojo poco observador.

‒Mamá... yo... lo siento, no debí haberme ido... fui terriblemente egoísta y... ‒sin embargo antes de que pudiera seguir mi disculpa fui interrumpido por ella.

‒No tienes por qué pedir disculpas, cada uno hace lo que cree correcto, no te voy a reprochar por eso... pero tampoco deberías culparte por la muerte de tu padre ‒sus ojos se clavaron en mí y sentí una fuerte presión en mi pecho‒. Es lo único que te pido, que aceptes que él eligió su propio camino, y que, sin importar a donde lo llevo, fue totalmente su elección... por favor, no le quites eso a tu padre.

De repente la sonrisa se calló, y mi madre rompió en llanto. Inmediatamente salté de la cama, ignorando el terrible dolor que me inundo de repente y la abracé. No paso mucho tiempo hasta que las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos también, y fue sinceramente liberador... hacía años que no lloraba.

Estuvimos así por algunos minutos hasta que nos calmamos, y sentí que estábamos totalmente en paz, cada uno había podido desahogarse, y era un peso menos con el cual cargar. Sin embargo, sospechaba que arreglar las cosas con mi hermana no iba a ser para nada sencillo, pero como dijo mi sabia madre, solo debía darle tiempo.

‒Lo siento, Daniel, pero tenemos que volver a nuestro hogar ‒anunció mi madre, mientras se secaba las lágrimas de los ojos‒, pero deberías venir a visitarnos cuando puedas, te dejé la dirección en tu carcaj.

Antes de que pudiera despedirme, mi madre me beso en la frente y se marchó. Supongo que era menos doloroso de esa manera. Una vez que ella estuvo fuera, me tendí nuevamente en la cama y caí dormido a los segundos, aún necesitaba recuperarme.

Para cuando volví a abrir los ojos, noté que ya había otra persona ocupando el asiento en el que antes había estado mi madre, y esa persona era Amy, la cual me miraba sonriente. Lo primero que noté fueron los leves cortes que tenía en su rostro, sin embargo parecía tan feliz que me llevo a pensar que tal vez las heridas habían parecido mucho más graves en ese calabozo donde la tenían retenida, de lo que realmente eran.

‒Te dije que me buscaras una vez que acabaran con Cíclope ‒dijo la hermosa muchacha y me alcanzó un vaso de agua, el cual rechacé educadamente.

‒Sí, lo siento, estuve... ocupado ‒respondí al tiempo que me incorporaba‒ ¿Cuánto tiempo dormí?

‒Dos días y medio ‒contestó la joven mientras se empinaba el vaso que antes me había ofrecido‒, eres todo un oso dormilón.

‒Diablos... ‒dije mientras me levantaba de la cama y notaba que no tenía puesto pantalones, y solo estaba en mi ropa interior‒ Em... ¿Dónde está mi ropa?

‒¿Tu qué? Ah... tu ropa... lo siento, me distraje ‒contestó Amy.

Inmediatamente se dio vuelta y me alcanzó una pila de ropa que estaba detrás de ella. Inmediatamente la tomé y, aún sonrojado, me dirigí al baño de la habitación. En ese lugar volví a ver mi imagen en el espejo y decidí que era hora de arreglarme un poco, y aparentemente el resto del equipo pensaba igual, ya que, "casualmente", en el baño de mi habitación se encontraba un pote de crema para afeitar, una navaja y unas tijeras.

Tras afeitarme y cortarme el pelo, me di una larga y reparadora ducha, algo que no había podido disfrutar mucho en los tres años que estuve fuera. Una vez seco, me coloqué la ropa que me había dado Amy y salí del baño.

La joven que habíamos rescatado aún estaba ahí, y me dedicó una larga mirada, con la cual recorrió todo mi cuerpo.

‒¿Quién eres, y qué hiciste con el vagabundo que estaba en esta camilla? ‒preguntó con una gran sonrisa en su rostro.

‒¿Desde cuándo trabajas para Los Vigilantes? ‒pregunté, evadiendo su sarcástica pregunta.

‒Veamos... ¿Cuándo cayó Cíclope? Ah... sí, hace tres años ‒respondió aún sonriente.

‒Pero... ¿Por qué?

‒¿A qué te refieres con "por qué"?

‒Me refiero a que... tienes una hermana pequeña, deberías estar con ella, alejarte de toda esta locura.

‒Dice el tipo que se fue por tres años y dejo a su hermana pequeña sola con su madre ‒de inmediato pareció arrepentirse de haber dicho eso‒. Mira, Daniel, yo elegí esto... y en parte fue por lo que ustedes hicieron por nosotros... por todo el mundo... Ustedes nos inspiraron, nos hicieron creer que todavía había esperanza, y por eso lucho... porque quiero que este mundo sea lo mejor posible para Clara.

Amy se levantó, se me acercó, y acarició mi rostro con sus suaves manos.

‒Todos estamos felices de que estés aquí ¿Lo sabes, no?

Acto seguido me besó levemente en la mejilla y se retiró de mi habitación. Por algunos segundos me quedé mirando embobado la puerta, no podía creer que ella fuera la misma chica que había conocido en el calabozo de Trok, el mundo había cambiado demasiado en mis tres años fuera.

Cuando finalmente reaccione, salí de mi habitación y descubrí que aún estaba en la base de Los Vigilantes, solo que me encontraba en el área de medicina. Inmediatamente me dispuse a buscar al resto de mis compañeros para que me pusieran al tanto de todo lo que había pasado los días que estuve dormido.

Tras pedir indicaciones dos o tres veces, finalmente logré llegar al área en la que me había encontrado con Los Vigilantes, y allí estaban todos.

Jax, Kevin, Emma y Rachel, se encontraban sentados en la mesa de reuniones, mientras que Joel estaba sentado en una enorme computadora cercana con Edward a sus espaldas, supuse que el resto de ellos se encontraría entrenando.

‒¡Hijo de puta! ‒exclamó Joel y se tomó la cabeza con frustración.

En ese momento todos se percataron de mi presencia en el lugar y se me quedaron mirando por un rato.

‒Pero si es la bella durmiente ‒comentó Jax con una sonrisa en su rostro.

Me acerqué a la mesa y me dejé caer en uno de los cómodos asientos que estaban a su alrededor, aún con las miradas de todos puestas sobre mí.

‒¿Pasó algo mientras dormía? ‒pregunté.

‒No mucho, nadie de El Fuego de la Libertad volvió a asomar la cabeza en estos días ‒respondió Kevin‒. Y Joel está tratando de desbloquear todos los archivos que robo de la base, aún sin éxito... creo que se está frustrando demasiado.

Miré al joven Green escribir con velocidad y furia en su computadora y noté que su hermano tenía razón. En ese mismo momento estaba en un peor estado que yo. Parecía que no había dormido desde que habíamos llegado y tampoco se había acercado a una ducha en todo ese tiempo, y las múltiples latas de energizantes a su alrededor parecían confirmar mi teoría.

La puerta de la sala de entrenamiento se abrió, y de ella salieron Felicity, Damien y Mark, los cuales se sentaron a la mesa para descansar.

‒¿Todavía nada? ‒preguntó Felicity, mirando fijamente a Joel trabajar.

Jax negó con la cabeza y esa fue la única respuesta que tuvo Rocket. Claramente todos estaban algo preocupados por Joel, ya que no se lo acostumbraba a ver tan estresado como estaba en ese instante. Pero de un momento al otro, el pequeño Green saltó de alegría.

‒¡Sí! ¡Sabía que estos idiotas no podían superarme! ‒de repente el pequeño comenzó a hacer una extraña y graciosa danza mientras que Edward lo miraba con confusión.

No pude evitar esbozar una sonrisa, y Emma se percató de esto.

‒Vaya, ahora hasta sonríe... yo sugiero que le incendiemos la espalda más seguido ‒comentó la joven mientras se levantaba con todos los demás para ver que había en los archivos robados por Joel.

Todos nos reunimos alrededor de la computadora en la que el pequeño genio trabajaba arduamente, y miramos expectantes las pantallas mientras que Joel apretaba tecla tras tecla, haciendo que cada vez más y más archivos.

‒No van a creer esto... ‒dijo Joel de repente, y se detuvo en seco.

‒¿Qué diablos es eso? ‒preguntó Edward sin quitar la vista de la pantalla en la que habían aparecido algunos archivos.

‒Los videos de seguridad de los días de los atentados... creímos que habían quedado destruidos en la explosión... aparentemente alguien se los robó ‒dijo Surfer, mientras que seguía introduciendo complicados comandos en la computadora‒. Aquí está el del primer atentado, en el museo del Louvre de París.

Joel apretó una sola tecla y la grabación comenzó a reproducirse. De inmediato, una nítida imagen del interior del bello museo, apareció en pantalla y el video comenzó a correr. Miramos expectantes durante diez minutos, y ya se estaba empezando a tornar bastante aburrido, cuando, de la nada, observamos que un sujeto se paraba en el medio de la sala, y acto seguido, simplemente estallaba con una fuerza impresionante, haciendo volar todo a su alrededor y cortando el video en ese mismo instante.

‒Bien... ya tenemos a nuestro bombardero... ‒comentó Edward por lo bajo‒ ¿Puedes ponerlo desde otro ángulo? Tal vez si podemos identificarlo, podemos encontrar algún vínculo con El Fuego de la...

‒Ya estoy en ello... ‒respondió Joel sin dejar terminar a Edward‒ Cielos, es como si ni me conocieran.

Ahora en la pantalla aparecía el video, pero esta vez podíamos ver el rostro del bombardero. Antes de que alguien lo sugiriera, Joel acercó la imagen hacía la cara de nuestro objetivo, y todos notamos algo extraño en el momento justo antes de la explosión, algo que obligó al joven Green a ponerle pausa al video, congelando la imagen en el momento justo.

Todos observamos algo confundido los ojos de nuestro bombardero, los cuales, segundos antes de la explosión, se habían vuelto totalmente rojos.

‒Entonces... por eso es que no encontrábamos rastros de una bomba... no hay una bomba... ‒dijo Joel por lo bajo.

‒¿Estos tipos están usando superhumanos para volar edificios? ‒preguntó con cierta confusión Mark.

‒No lo sé, supongo que una vez que logremos identificar al sujeto vamos a saberlo ‒respondió el joven Green y volvió a la carpeta de los archivos‒. Un momento... Tienen que ver esto...

Un documento detallaba las coordenadas del próximo atentado, y la fecha indicaba que iba a ocurrir mañana. Sin embargo, no había mucho más que eso, no decía como planeaban detonar el lugar, ni tampoco revelaban la identidad del terrorista que iba a explotar.

Joel se apuró a ingresar las coordenadas en un mapa virtual que había generado por computadora, y estas de inmediato indicaron que el próximo atentado iba a ocurrir en la Casa de Ópera de Sydney, en Australia.

‒Joel... ¿ellos saben que les robamos esta información? ‒preguntó Edward sin quitar la mirada de la pantalla.

‒No tienen manera de saberlo, tal vez si no hubieran detonado las malditas computadoras podrían darse cuenta, pero...

‒No se diga más ‒lo interrumpió Gladiador antes de que el joven Green pudiera terminar‒. Mañana van a impedir un atentado...



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