Piedras Preciosas. Una nueva...

By GwenLightwood

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Todo ha vuelto a la normalidad. Si es que a esto se le puede llamar normalidad. Gwen y Gideon han derrotado a... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7 (Matthew POV)
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11 (Gwen POV)
Capítulo 12
Portadas (1/2)
Portadas (2/2)
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
PEQUEÑO AVISO

Capítulo 15

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By GwenLightwood

Matthew se había ¿sonrojado?

Desde hacía un minuto que Matt había abandonado la habitación y ese pequeño detalle seguía rondando por mi cabeza. No podía asegurar nada con respecto a mi salud mental (o por lo menos no desde la semana pasada) pero mi visión era básicamente perfecta y casi podía jurar que antes de cerrar aquella puerta las mejillas de Matthew habían adoptado un ligero tono rosado.

Imposible.

Raphael carraspeó.

-Yo...creo que iré abajo por los sándwiches. Te traeré algunos -dijo él mientras gradualmente la expresión de sorpresa (y terror) que había adquirido desaparecía -. Debería tener que ocurrírseme algo para nuestro asalto nocturno dentro de un par de horas. Sólo déjame pensar un rato, la comida ayudará -terminó de decir antes de guiñarme.

Asentí.

Aun no podía creerme que esto hubiese sido tan fácil y que ahora Raphael realmente fuera mi aliado, a pesar de que unos constantes escalofríos estuviesen ahogando mi euforia interior. ¿Cómo es que seguía escuchando esa voz? Y lo peor es que ya no era ni siquiera como si alguien me hablara, ahora la voz estaba directamente insertada en mi cabeza.

-Si consigo hacer algún progreso o consigo algún dato importante te avisaré de inmediato -siguió diciendo Raphael, ahora notablemente más animado, y sobre todo entusiasmado hablando de nuestro inexistente plan -. Lo más seguro es que vuelva a tu cuarto a eso de la medianoche para presentarte mis avances o por lo menos para intercambiar ideas.

Cualquiera pensaría que al iniciar las vacaciones, y sobre todo en Londres, todo sería pasear, disfrutar de la ciudad y dormir más que de costumbre; pues todo indicaba que durante estas vacaciones pasaría más tiempo despierta y desvelándome que en el año escolar, sin contar que Temple se volvería mi destino turístico principal.

-Está bien -contesté mientras consideraba las cantidades inhumanas de café que tendríamos que consumir, porque algo me decía que esta no sería precisamente una conversación de 30 minutos, mucho menos de una hora -. Entonces, nos vemos en la noche. Y gracias, por todo.

-Sí, de nada. Como dije antes, nunca es un problema rescatar a damiselas en apuros -puse los ojos en blanco -. Y además, hace mucho que no hacía algo que podría meterme en tantos problemas, y si con esto consigo que mi primo entre en razón de alguna manera y deje de ser tan desconfiado, estoy absolutamente dentro. Claro, también lo hago por el conde y todo eso, pero ya sabes, tengo otras prioridades -mostró otra de sus deslumbrantes sonrisas, pero yo estaba segura de que por dentro se estaba riendo de sus propias palabras.

Este chico era incontrolable y su sentido del humor también.

-Ya, ve de una vez por esos sándwiches -le ordené, tratando yo también de controlar la risa.

-Está bien, está bien -levantó las manos en gesto de rendición, se giró y abandonó la habitación murmurando sobre princesas demasiado mandonas, lo que provocaba en la población que condes maniáticos se escaparan y algo de la escasez de sándwiches.

Raphael cada vez me agradaba más, eso era seguro.


-Hey, Val, despierta. Ya es hora de cenar.

-Mañana por la noche tendré que volver a entrar a la Logia, soy el único que sabe dónde encontrar esos documentos...

-Vaya, y yo que pensaba que Gwenny tenía el sueño pesado. ¡Venga chica despierta, no tenemos todo el tiempo del mundo, hay un conde suelto y la cena es la comida más importante del día, si es que planeas derrotarlo o algo por el estilo, claro está!

-¿Qué? ¿No se suponía que la comida más importante del día era el desayuno? -pregunté completamente adormilada tratando de levantarme del suelo, en donde al parecer me había quedado dormida después de que Raphael se fuera a buscar los sándwiches de mister Bernhard.

-¿De qué hablas? -de nuevo Raphael estaba haciendo un gran, aunque no disimulado esfuerzo por no tirarse al suelo a reír. Tal vez creía que por fin había enloquecido.

Me incorporé y me tallé los ojos tratando de eliminar las pocas lagañas que se habían adherido a mis ojos. En cuanto me conseguí sentar me recargué contra el borde de la cama mientras miraba extrañada a Raphael.

-De lo que acabas de decir, ya sabes, la cena es importante pero no creo que la frase sea esa.

-¿Cuál frase? -ahora Raphael incluso me veía con cierta confusión, y hasta parecía un poco alarmado. Si se trataba de otra broma, no me estaba divirtiendo para nada.

-Este chico sí que es lento -escuché cómo claramente decía una voz sobre mi cabeza.

Inmediatamente levanté la cabeza: sobre nosotros, volando, se encontraba una extraña criatura que lucía como un gato alado con cuernos coronándole la cabeza y una cola que parecía de dragón. Ya no sabía qué era más extraño, los viajes en el tiempo o esto.

Cualquier persona que conozco hubiese comenzado a gritar, pero yo no podía dejar de mirar embelesada a ese misterioso ser.

Raphael me miraba a mí y a algún punto encima de su cabeza alternativamente. Pero qué demonios estaba pasando ahora...

Entonces la cosa se detuvo en mitad del aire e inclinó la cabeza mientras me analizaba inquisitivamente.

-Espera un segundo, ¿en serio, literalmente, puedes verme? -preguntó, sus ojos como platos y una sonrisa lentamente formándose en su gatuno rostro - ¿Como verme, verme? ¿No sólo me escuchas, ni me sientes?

Asentí levemente y entrecerré los ojos con cierta desconfianza. ¿Debería realmente hablar con una especie de gato volador como si esto fuera perfectamente normal?

-Sí, por supuesto que puedo. Y eres verdaderamente tierno, sólo por si te lo preguntabas -terminé diciendo, porque aquella cosa era realmente linda. ¿Y por qué Raphael seguía observándome de esa manera?

-Hummm...¿gracias? -dijo Raphael mientras se levantaba lentamente.

Espera ¿qué?

¿En serio Raphael no estaba viendo a ese extraño animal alado (si es que era alguna clase de animal)?

-¿Estás siendo sarcástica de nuevo? -preguntó Raphael tras un momento.

-¡Genial, sabía que tenía razón! Y dime pequeña Val ¿tienes algún perro o gato en casa que me quisieras presentar? -volvió a decir aquella especie de gato.

Yo me limité a mirarlo consternada. Si Raphael no podía verlo, no era precisamente una buena idea quedarme hablando con el aire como si nada; a penas llevábamos un par de horas con el plan como para que él se echara para atrás porque ahora creyese que yo era una clase de persona loca. Y además esa cosa sabía mi nombre.

Así que ignoré al gato volador.

-Yo...perdón, aún estaba un poco dormida. Supongo que pensé que de alguna manera seguía durmiendo y continué hablando sobre lo que estaba soñando -intenté disculparme con Raphael. Esa era verdaderamente una pobre respuesta, pero ya me las arreglaría dentro de un rato con ese gato.

-Está bien...-contestó Raphael, aun un poco desconfiado, alargando ligeramente las vocales -. ¿Eso significa que estabas soñando con comida?

Y entonces mi estómago volvió a rugir fuertemente.

-Sí, parece que sí -dije con una pequeña sonrisa.

-Oye, espera un segundo -exclamó el gato volador mientras yo me levantaba -. Puedes verme, venga no me ignores, sé que sigues escuchándome -le di la espalda mientras me alejaba de la cama evitando a toda costa volver a mirarlo -, además soy un excelente compañero: está comprobado científicamente que es imposible aburrirse con mi presencia.

Estupendo, un fantasma comediante.

-Vamos -Raphael caminó hacia la puerta y la abrió, haciéndose a un lado para dejarme pasar.


Durante la cena traté de concentrarme todo el tiempo posible en la comida que había frente a mí. Mi estómago aun no conseguía acostumbrarse al cambio de horario (mucho menos a no haber recibido las tres comidas obligatorias) pero tenía que admitir que la espera había valido la pena: la comida era absolutamente deliciosa y ni hablar del postre que, como había prometido Raphael, era de los mejores que había probado.

Ya solo me quedaba un pequeño pedazo de la rebanada que había recibido del pastel de chocolate, mientras Glenda, Grace y Lady Arista se encontraban enzarzadas en una intensa conversación sobre flores. Supongo que cada quien tenía sus maneras de distraerse de las realidades del mundo; por mi parte, yo seguía mirando fijamente mi tenedor para no ver a el pequeño gato volador que nos había seguido hasta el comedor y que ahora se encontraba colgado de cabeza sobre la araña que iluminaba toda la habitación.

-Así que piensas seguir ignorándome ¿eh? -estaba diciendo entonces, sin embargo yo seguí sin levantar la vista- Bueno pues me convertiré en tu demonio personal, y debo advertirte que puedo llegar a ser muy molesto, sin mencionar que no pienso ayudarte a entrar a la Logia si sigues con esa actitud, pequeña.

Inmediatamente alcé la vista sorprendida.

-Ah, con que ahora sí me pones atención -me soltó el gato, balanceándose perezosamente mientras tanto y esbozando una sonrisa de lado.

Raphael también levantó la vista de su plato y me dirigió una mirada inquisitiva; tanto él como Penélope parecían estarse muriendo de aburrimiento, pero ahora ambos tenían los ojos fijos en mí.

Raphael y yo nos miramos directamente a los ojos durante unos instantes, hasta que él hizo un gesto con la cabeza señalando a las mujeres, que seguían hablando sobre flores, y después sonreía, tal vez demasiado abiertamente.

Cuanto desearía no ser la única que escuchaba en aquellos momentos a aquel gato parlante.

-¡Hey, mírame! -gritaba ahora, volando directamente sobre la cabeza de Raphael -. Ya sé que ahora he captado tu atención, y que fue un golpe bajo el truco que usé, pero no es para que seas tan descortés. En serio, alguien debería enseñarte un par de lecciones de modales, pequeña, y lo más pronto posible si me lo preguntas. Ya quiero ver cómo mister Labios de Morcilla se desmaya ante toda esa excentricidad...-comenzó a mover sus brazos de manera teatral, imitando a alguien que se desmayaba de manera muy exagerada.

Me le quedé viendo fijamente, pues si me ponía a hablar con la pared así sin más todos me mirarían de manera extraña, sin mencionar que si lo fulminaba con la mirada tal vez Raphael pensaría que aquello iba dirigido hacia él sin ninguna razón aparente. En que lío me había metido.

-Lady Arista, me parece que he terminado con mi comida, si me permite, me encantaría retirarme a mis habitaciones -dijo entonces Raphael con voz excesivamente pomposa, levantándose de su silla y colocando su servilleta junto al plato.«Buen momento para abandonarme Raph», pensé antes de que siguiera hablando, mientras él rodeaba la mesa y se colocaba junto a mi asiento-, ¿podría, tal vez, acompañarme Valentina? -preguntó entonces, colocando una mano sobre mi hombro.

Suspiré aliviada.

-Por supuesto, si ya ha terminado con su cena, no veo porqué no -contestó Lady Arista, que incluso hacía de comer un pastel todo un ritual lleno de elegancia.

-Gracias -dije sonriente-, la comida estuvo deliciosa. Ah, y buen provecho -recordé decir mientras Raphael me arrastraba fuera de la habitación.

-Estupenda manera de salvarme de aquella locura, Raphael.

-Fue todo un placer, Val. Además, ya habías terminado tu postre, no había más razones para quedarse a escuchar cómo Lady Arista despotricaba contra los pobres floristas a los que les gusta un poco de color en sus plantas.

-Muy cierto.

Y comenzamos a subir las escaleras a toda prisa hasta llegar al tercer piso, en donde estaban nuestras respectivas habitaciones.

-Voy a darme un baño -anuncié sólo para que no se le ocurriera entrar mientras yo estaba dentro. No tenía intenciones de cerrar la puerta con seguro y correr el riesgo de hacer algo mal y quedarme encerrada, ya me había pasado demasiadas veces; además las únicas personas que usábamos este baño éramos, en este momento, Grace, Raphael, Matthew y yo.

Espera un segundo...

-Oye, Raph ¿sabes en dónde se metió Matthew?, fue muy extraño no verlo durante la cena -pregunté con una mano sobre el pomo de la puerta del baño, recordando repentinamente la ausencia de Matt.

-No tengo ni idea, ya sabes, anda muy misterioso últimamente, igual y está encerrado en su cuarto, como todo el resto de la tarde, berreando sobre el conde y sus planes malignos.

Aquello sonaba muy extraño, sobre todo considerando que la última vez que lo habíamos visto se había ido podría decirse que enfurecido (y que justamente Raphael y yo estábamos haciendo nuestros planes conspirativos).

-Ah bueno, gracias.

En cuanto entré al baño cerré la puerta detrás de mí y me deslicé contra ella hasta quedar sentada en el frío suelo de azulejos.

-El chico rubio tiene razón, el pequeño diamante lleva toda la tarde murmurando tonterías -dijo el gato alado, que estaba sentado sobre la taza del baño.

-¿Qué haces tú aquí? -le espeté mientras lo miraba alarmada -. O aun mas importante ¿por qué tan siquiera hablas o puedo verte? Nada de esto tiene sentido, mucho menos que sepas mi nombre, y que me estés siguiendo a dondequiera que vaya; ¿sabes? de hecho es bastante incómodo.

-Para un segundo, esas son demasiadas preguntas -comenzó a sacudir su cabeza reprobatoriamente -. En primer lugar, estoy aquí porque, a pesar de mis múltiples protestas y de que no soy niñera de nadie, Gwen me pidió que los cuidara, y en especial a ti. Parece que eres un poco traviesa y piensan que te vas a meter en muchos problemas, y ya veo por qué -me miró de arriba a abajo, como si en mi frente tuviera escrita la palabra «problemática».

-¿Qué me dices de que puedo verte? Estoy segura de que no debería de poder hacerlo -aquello era lo que más me inquietaba, por más que no lo admitiera, porque, aunque fuera un fantasma, aun no me explicaba la clase de criatura que era -. ¿Y a qué te refieras con eso de que Gwen te pidió que nos cuidaras? No estarás diciéndome que ella también puede verte ¿cierto?

Puso los ojos en blanco.

-¡Pues claro que puede verme! -exclamó con un ademán exagerado- ¿Cómo esperabas que me hablara si no? -me encogí de hombros-. Y pues de ti, no tengo ni la menor idea de cómo es que me ves, pero desde el primer día ya estabas viendo hacia el vacío hacia dondequiera que yo estaba.

Alcé una ceja, totalmente confundida. Esta conversación no me estaba aclarando nada.

-No me mires así -me soltó con tono exasperado -, no soy ninguna enciclopedia como para saberlo todo.

-¿Sabes? La mitad del tiempo no tengo ni idea de lo que estas hablando, como hace un rato en el comedor y cuando te apareciste en el viejo cuarto de Gwen -me levanté del piso y me recargué contra la pared con los brazos cruzados sobre el pecho -. ¿Siempre sueles ser así de parlanchín? Para empezar, ni siquiera conozco tú nombre.

-¡Por qué estoy rodeado de ineptos! -volvió a hacer un gesto dramático, como si estuviese a punto de desmayarse. Después se recompuso y me miró con expresión severa -. Yo, pequeña, soy Xemerius, el asombroso, importante, lindo e inteligente daimón de esta casa; para nada tierno -con cada palabra dicha se elevaba más y más, hasta que llegó al techo del baño.

-¿Eso debería sorprenderme? -pregunté con una ceja alzada y una sonrisa en el rostro. Era muy divertido hacer rabiar a Xemerius.

Soltó un aún más tierno bufido.

-Simples mortales. Me voy de aquí, ya hablaremos más tarde cuando recupere mi paciencia -¿estaba siendo paciente?¿en serio? Uf -. Haré mi patrulla nocturna, sólo espero que no seas de esas chicas que se tardan horas en el baño, ya hay muchas de esas por aquí -me señaló acusadoramente antes de atravesar la puerta (literalmente) y desaparecer con cara de ofendido.

No podía esperar a contarle todo lo que había pasado el día de hoy a Frida, y mucho menos a Jonás (que ahora estaba haciendo una extensa investigación), pero antes merecía un baño. Por lo menos mi toalla seguía aquí.


-¡¿Que ahora puede ver qué?! -gritó desde el otro lado de la línea Frida, mientras yo escuchaba cómo Jonás luchaba por quitarle el teléfono de las manos. Últimamente esos dos tenían que pasar mucho tiempo juntos.

-Fantasmas, bueno por el momento solo daimones, aunque ahora que lo pienso parecía una gárgola. En realidad no lo sé, pero es asombroso -a excepción de cuando era perseguida a donde fuera por el daimón en cuestión.

Seguí secándome el cabello con la toalla mientras caminaba como un león enjaulado por toda la habitación. Ahora estaba vestida con mi pijama gris, y había algo en ese hecho que me hacía sentir un poco más en casa y menos impactado por las últimas semanas.

-Espera un segundo...-dijo Jonás. Aun se escuchaban muchos ruidos de fondo, como si estuviera rebuscando entre el desastre de su cuarto-. Eso me recuerda a algo, pero dónde está...dónde lo pude haber dejado...

-¡Por Dios, Jonás! ¿Es que nunca limpias este lugar? -chilló Frida a lo lejos-. ¿Cómo planeas encontrar algo entre esa pila de papeles?

Aun no comprendía cómo no se había matado ya ese par; ambos eran estupendos amigos, pero en lo que a mí respecta nunca se me habría ocurrido dejarlos solos durante tanto tiempo, menos con sus lados explosivos tan a flor de piel.

-¡Oh sí, aquí está! -dijo finalmente Jonás, tan fuerte que tuve que alejarme un poco del teléfono- . Sabía que habías mencionado algo parecido antes y esto encaja a la perfección, ¿te suena de algo las profecías sobre el Rubí y una supuesta magia del cuervo?

-No seas tonto, claro que me suenan -en momentos como este, extrañaba poder estar frente a Jonás tan sólo para poder lanzarle una almohada. Eso era lo que odiaba de las llamadas telefónicas-, ninguno de los tres sabía de todo esto hasta hace unas dos semanas.

-Como sea, el punto es que la magia del cuervo era uno de esos datos que parece que tanto Gideon como Gwendolyn olvidaron mencionar, y lo de ver fantasmas podría ser precisamente esa magia -nunca había escuchado tanto entusiasmo en Jonás, ni cuando le dimos sus regalos de cumpleaños. Bien pensado podría ser el próximo Sherlock Holmes, y yo por mí sería Watson -. Es decir, sólo Gwen y tú pueden ver al bicho ese, ambas son el Rubí y el cuervo suele ser asociado con la muerte ¡todo tiene perfecto sentido!

-No puedo negar que tiene su lógica -repuso Frida, al parecer de nuevo en posesión del teléfono -, sip, aquí lo dice: «Rojo rubí con la magia del cuervo dotado, sol mayor cierra el círculo que los doce han formado»

Y ahí iba de nuevo con todas esas intrincadas profecías. Si a la excursión a la Logia le sumaba el explicarle ahora lo de los fantasmas a Raphael, estaba en lo cierto con que esta sería una larga noche.

Y ese fue el primer capítulo del maratón, ya saben voten, comenten y sigan leyendo. Por lo pronto yo me voy a seguir escribiendo los siguientes capítulos. Hasta el siguiente capítulo viajeras (o viajeros, yo sigo con la duda), los quiero :)

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