Mis manos estaban atadas en la espalda, el cuello me dolía, y estaba asustada.
Tenía la cabeza cubierta, y lo único que podía ver a través de las fisuras de la tela, eran luces, muchas luces, un par de voces inundaban la habitación junto al correteado sonar de mis latidos.
―Está muy sucia―la voz de una mujer se hizo presente―, ¿qué es esto? ¿Tiene una cicatriz?
―Fue un accidente― Garden habló, y sentí como tocaba la piel de mi pierna―. Se le cayó un cigarrillo.
―Como sea, tenemos que limpiarla, y realizar los estudios― otra vez esa mujer―, vete de aquí Garden, tengo suficiente con tener que escuchar tus relinchidos al hablar.
El sonido de una puerta cerrarse llenó el lugar donde estaba; quitaron la tela de mi cabeza y la luz me cegó completamente, la cabeza me daba al mil y no sabía realmente que estaba pasando, había perdido total noción de muchas cosas últimamente y esta era una de ellas.
―Bien, tienes linda cara― la mujer tomó mi barbilla y la volteó a un lado y a otro―, no estás mal, un poco de maquillaje y te vendes como pan recién salido del horno
Moví la cabeza bruscamente liberándome de sus manos, odiaba el contacto de estas personas y su poca trata humana, quería gritar y escupirles.
― ¿Quién es usted? ―mi voz sonaba ronca.
―Yo, soy Marina. Y tú querida, eres Emily, ¿no?
Se alejó de mí y tomó unos papeles de una mesa.
―Tengo que hacerte unas cuantas preguntas― negué―, no me importa que no quieras.
Se acercó a mí de nuevo e insertó algo en mi brazo, fue como si sintiera cada milímetro de la aguja perforar en mi piel y no viera un terminar en esto.
―Ahora lo dirás, quieras o no― regresó a los papeles y tomó un bolígrafo―, ¿nombre completo?
―Emily Wiley―no era mi nombre completo, pero le bastó.
―La droga sirve, hasta las más tercas se rinden.
Las siguientes preguntas obtenían una respuesta sin pensarlo, las palabras simplemente salían.