Amelie Moore y la maldición d...

By siriusblack33

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Hasta sus once años, Amelie fue una chica muy normal... o creyó serlo. Por más asombroso que parezca, ella t... More

Sinopsis
Advertencia
El día en que todo cambio
Más allá de la plataforma 9 ¾
Sexto año
Volar en escoba, por Amelie Moore
Entre cazadores y capitanes
-NotadeAutora-
¡GUERRA!
Vacaciones de mal genio
El enigma de la mujer de la fotografía
Zorras por Francia
Las tres D
La mejor no cita del universo
Programa de infidelidades
Baile de pociones (Parte 1)
Baile de pociones (Parte 2)
Gwenog Hera Moore
Compañeras de cuagto
-NotadeAutora-
Pica-pica
Lily Evans
Séptimo año
Jamelie
Jodidas debilidades
Bufandas para el frío
El plan
La asquerosa mariposa del amor
Otra vez... ¡¿Qué?!
Visitas inesperadas
Los Weasley
Si ella lo dice...
La trágica historia de una patética pelirroja friendzoneada
Desde James
Tercera, la vencida
El clásico
Chicles de sandía (Parte 1)
Chicles de sandía (Parte 2)
Epílogo
Albus Potter y la maldición de los Potter
One-Shots
PLAGIO

Por ti

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By siriusblack33

-Diría que eres hermosa, pero eso sería una mentira -afirmó James con seguridad, reprimiendo una risa.

Amelie lo golpeó en la cabeza, indignada, mientras trataba de no burlarse. Lo más entretenido es que había cerrado las cortinas (por más que había sido muy difícil despegarlas de la asquerosa baba violeta que habían usado los merodeadores para su última broma) por lo que los rayos de sol apenas se colaban a la habitación, para la mala suerte de James.

-Estas mal de la cabeza, yo si soy hermosa -indicó ella, tratando de imitar su gruesa y arrogante voz.

-No estoy mal de la cabeza, estoy sin mis anteojos -gruño James-. Si me los devolvieras, tal vez cambiaría de opinión.

Amelie soltó otra inmensa carcajada cuando lo observó entrecerrar los ojos hacia todas direcciones. La muchacha estaba exactamente sobre la litera de Fred, aprovechando que el merodeador no estuviera en su cuarto para sacarla a patadas.

La silueta borrosa de la pelirroja se dibujó en las pupilas de James.

-Fred se enojara si te ve allí.

Amelie giro y balanceo las gafas entre sus dedos con diversión, apoyándose contra la pared en espera de James, quien se había parado a buscarla, con sus ojos entrecerrados y el ceño fruncido en concentración. Por no mencionar que parecía un auténtico zombie con su lenta y tiesa caminata de brazos estirados, rogando para no chocar con nada.

Cuando estuvo un poco más cerca de ella, la puedo ver mejor. No del todo, claro, pero mejor en comparación. Palmeo la cama antes de sentarse en el borde, a un par de centímetros de Amelie.

-¿Quieres devolverme mis anteojos?

-La palabra mágica -canturreo Amelie.

-Hay miles de palabras mágicas.

-Sabes a que me refiero.

-Por favorrrrr -el mohín de James con su labio inferior convenció a Amelie totalmente de sentarse junto a él, hombro con hombro.

Sin decir más, le entregó a James sus gafas, aprovechando para observarlo con deleite por una millonésima vez más sin que él lo note.

Últimamente, Amelie había estado mucho por la habitación de los merodeadores. De hecho, estaba pasando con James más tiempo que el que una persona común acostumbraría, algo que ciertamente no sabía si le gustaba o no. ¡Alto! No malentiendan: claro que le gustaba pasar tiempo con James, el problema es que ya temía enterrarse aún más en la friendzone.

No había tenido ningún tipo de encuentro amoroso con James desde el funeral de su abuela. No había vuelto a probar sus labios y ni siquiera había obtenido algún tipo de cumplido insinuador. No hacían entre ellos más que bromas y juegos, y... se abrazaban, sí. Pero como amigos.

Eran amigos.

-¡Al fin! -murmuro James y sonrió en cuanto se volvió a ella-. Tengo que mostrarte algo.

Con un sólo movimiento de varita, las cortinas dieron paso a los potentes rayos del sol, provocando que Amelie tuviera que entrecerrar los ojos con dolor. Se sentía como un vampiro que, si no controlaban, se abalanzaría sobre James para prender sus dientes en el cuello.

Bah, ni era necesario que fuera un vampiro para desearlo.

Mientras Amelie volvía descansar sobre el respaldar de la cama de Fred, James se había subido a la litera de Dylan que quedaba por sobre la de su primo. La pelirroja levantó una ceja con intriga al ver a Potter levantar todo el colchón para sólo sacar un viejo y arrugado pergamino.

-Esto, querida Amelie, es el secreto de nuestro éxito.

Pero no necesitaba presentaciones. Aunque James no lo supiera, Amelie ya había conocido el "mapa del merodeador" hacía ya algunos años. Cuando Albus había optado por heredar la capa de invisibilidad de su padre, James había elegido el legado de su abuelo, lo que tampoco significaba que, muchas veces, hicieran un trueque entre las reliquias. Una de aquellas veces, Albus se había ofrecido a Amelie a averiguar si era cierto que Ethan Corner la estaba engañando, razón por la cual no le había quedado otra opción que mostrarle el mapa de su hermano, bajo el juramento de que nunca le contará a nadie sobre él.

Como Amelie respetaba sus promesas, mantuvo cerrada su boca en una fingida expresión de asombro en cuanto James trató de llamar su atención. Había que admitir que la forma en que se trazaban los planos del castillo sorprendía fácilmente a cualquiera. Era imposible no admirar un artefacto tan ingenioso como ese.

La gran incógnita estaba en... ¿Para qué quería enseñárselo?

Por la mirada intensa de James, Amelie supo que no sería por algo que surgió en un momento. En estos últimos días había conocido perfectamente a James y lo había visto incontables cantidades de veces como estaba ahora: indeciso. Él quería decir algo, pero sus palabras siempre se atoraban en su boca. Y no era la primera vez que le pasaba, últimamente hacia eso seguido.

-Te has tildado otra vez, Potter. ¿Qué te ocurre?

El aludido reaccionó de pronto y llevo las palmas de sus manos a sus ojos, para al mismo tiempo rascar la linde de su cabello y frente con furia. Parecía a punto de entrar a un ataque nervioso.

-No es difícil, Moore. ¿Sí? Pienso que te enfadarás conmigo, que me dirás que no, que-que soy demasiado orgulloso y no volverás a hablarme y, y, y, yo... no quiero eso -había comenzado a divagar, tartamudear y balbucear: todo al mismo tiempo-. Porque... porque...

-Ya -lo cortó Amelie, colocando una mano sobre su hombro-. Va en serio, ¿Qué pasa? No pareces estar del todo bien. Se te zafo tu última neurona, Potter.

Trataba de molestarlo por un momento para que olvidara todo lo que lo frustraba. Quería de una vez por todas que el largara lo que quisiese decirle y, al mismo tiempo, no. No estaba sabia decididamente en sí era algo malo o bueno, pero la ansiedad y la curiosidad la carcomían.

«¡Habla, James!» quería gritarle, pero parecía totalmente injusto al ver como sufría él de sólo intentarlo. ¿Que podría querer decirle?

-Vamos, Potter -lo alentó Amelie por última vez-. Ni que quisieras proponerle casamiento a alguien... -como James no respondió, ahora fue su turno de alterarse-. Oh, por Merlín, sí es eso... ¡Ni te molestes en preguntar! ¡No planeó casarme tan joven!

James bufo y alzó ambas cejas con escepticismo.

-¿En serio, Moore? No seas idiota, claro que no me casare contigo.

-Si me sigues mirando así, pensare que quieres violarme.

Había tomado confianza con James en tan poco tiempo que ahora respondía a sus jueguitos de coqueteo casi tan rápido y mejor de lo que él lo hacía. Y sería algo halagador, todos pensarían que eran definitivamente una pareja si los vieran... pero el problema era que James coqueteaba con cualquier cosa que se moviera. Hablando en serio: la última vez había alabado a la seña Norris II preguntándole como hacía para que su pelaje quedara tan brilloso. Como si la estúpida gata pudiera responderle.

Sin embargo, el comentario de Amelie pareció despertar a James, quien sacudió la cabeza de lado a lado y volvió su mirada al piso. La intensa mirada que le había dado antes... él estaba tratando de ver más a allá de ella, quería leer sus ojos y expresiones y, como Amelie era muy mala tratando de esconder sus sentimientos, sabía incomodarlo para conseguir lo que quería.

No iba a permitir que James la siguiera mirando así, eso podría provocar que se delatara en cualquier momento.

-Deberías dejar de juntarte conmigo, has aprendido como intimidarme. Eso no es bueno.

-Eres fácil de leer, Potter.

-Es gracioso que tú lo digas –murmuro James, guiando sus ojos hacia las manos de la pelirroja, con el mapa en ellas-. Es un mapa de... bueno, casi todo el colegio. ¿Adivinas que falta?

Amelie recorrió sus pupilas negras por el mapa con mayor detenimiento, observando rincón por rincón y haciendo memoria de los corredores y salas que conformaban cada uno de los pisos. Los nombres de los alumnos viajaban a través del pergamino, en grupo o individuales, llamando la atención de Amelie que trataba de concentrarse en la pregunta de James.

Llegó a examinar el séptimo piso y allí lo descubrió.

-Falta la sala de menesteres.

-Si –murmuro él, acercándose más a ella para también mirar el mapa-. Pero... no era lo que quería que buscaras, es decir... conozco la sala de menesteres y me gusta que no figure en el mapa porque es como el único lugar secreto de este castillo. El problema está en que note que hay algo que falta más allá de eso, un lugar que muy pocas personas conocieron y que... oh, por Merlín. Me mataras.

Otra vez volvió a sujetar sus cabellos azabaches con fuerza para dirigir la mirada al piso. Estaba siendo demasiado melodramático por un estúpido lugar y Amelie no tenía idea de que podría ser tan grave como para que ella se enojara con él. Porque... ¡Vamos! Nunca podría llegar a enfadarse con James Sirius Potter.

Bueno, al menos eso había descubierto en las últimas semanas.

-Ya dilo, Potter. Llegaste demasiado lejos. Deja tu aura de misterio y suspenso y escupe de tu inmensa bocota lo que tengas que decir.

Era divertido ver como habían cambiado los papeles. Realmente, Amelie se estaba juntando mucho con James y Hallie Zabini. Las actitudes bruscas y mandonas se le estaban haciendo costumbre.

James suspiró, vaciló, titubeó y, finalmente, habló:

-Quiero conocer la cámara de los secretos.

Sus ojos cafés habían vueltos a clavarse sobre los de Amelie, mientras ella sentía que su piel se estaba volviendo más pálida que de costumbre. Ahora entendía porque James dudaba tanto de si mencionarlo o no: porque él creía saber perfectamente que Amelie no quería volver a relacionarse nunca más con esa parte de ella. Le gustaba tenerla escondida.

Y, aun así, ¿Cómo se supone que lo ayudaría? Ella no tenía idea alguna de donde estaba la cámara. Por más que había leído millones de libros y artículos sobre ese lugar, ninguna explicaba la forma de entrar ni su ubicación. Lo que era totalmente lógico y sensato, dado que cualquiera podría ir y...

Ya, nada. Ya no había más herederos de Slytherin, el último había sido el mismísimo Lord Voldemort, así que nadie podría ir a controlar a un inmenso basilisco, el cual -por cierto- estaba más muerto que la magia de Filch.

Oh, por Merlín. ¿Desde cuándo hacia comentarios tan crueles? En serio debía dejar de juntarse con Potter.

-Sabes que...

-No lo has contado, ¿verdad? –soltó Amelie bruscamente, dispuesta a interrumpirlo.

-No, no, no –respondió James, agachándose frente a ella para poder mirarla a los ojos, dado que Amelie parecía encontrar el piso de la habitación sumamente interesante-. En serio, te juro que no había pensado en eso en un buen tiempo, pero... Am, por favor. Quiero conocer la cámara y sé, muy bien, que tu estas igual de intrigada que yo.

-Sí sabes que no sé dónde está.

-Eso no es problema, podría preguntárselo a papa.

-¡¿Y que él sepa que estaremos allí?! ¡¿Crees que nos dejara?! –explotó, porque definitivamente no podía estar pensando en todo lo malo que podría pasar si los encontraban por un lugar tan prohibido como ese.

Hasta era preferible ir al bosque lleno de acromántulas antes que aceptar la propuesta de James. No solo que podrían llegar a ser expulsados del colegio, sino, también, que Amelie no estaba dispuesta a hacerlo, bajo ningún concepto. Y eso no tenía nada que ver con sus prioridades de alumna perfecta.

-Solo le pediré que me cuente la historia, él lo hará... ama hablar sobre sus hazañas –James levanto el mentón de Amelie con su mano y una asombrosa delicadeza-. ¿Qué te ocurre?

Ella estaba aterrada.

-No lo entiendes. Es... es difícil. Es horrible.

Tapo su cara con ambas manos, tratando de no recordar sobre el don que misteriosamente había heredado. Simplemente, se sentía una traicionera, se sentía como si perteneciera al lado de los malos.

-No es nada malo, Am.

-Sí que lo es, es como si traicionara a mi casa, ¿Lo entiendes? Hablar Parsél es algo asqueroso, Potter. Si se enteraran de eso, pensarán que soy un monstruo y les importaría bien poco todo lo bueno que he hecho y todo lo que puedo demostrarles. Me trataran como escoria y hasta pensarían llevarme a Azkaban...

-No es como si fueras descendiente de Slytherin. Es solo algo que paso, ¿bien? No sé cómo, pero tienes que aprovechar de tu don, no olvidarte de él, porque, después de todo, es una parte de ti.

-La parte que elijo dejar enterrada –aseguro Amelie.

Se puso de pie inmediatamente e, ignorando las suplicas de James, camino con paso firme hacia la puerta de la habitación. Tras suyo, escucho como su amigo se atropellaba para ir a buscarla, ganándose un portazo en sus narices.

No, no, no. ¡Ella sí que no haría eso! Y odiaba que James tuviera razón con que se enojaría con él y es que... ¿Por qué tenía que sacar ese tema a colación? Había quedado tan bien enterrado en el tiempo, tan bien oculto y olvidado que Amelie se había llenado de esperanza de que desapareciera de la mente de James.

Pero no. Claro que no.

Una horrible pregunta se formuló en su cabeza: "¿Acaso James había planeado esto desde hace mucho?" y si su respuesta era que sí, significaba que nunca había deseado acercarse a ella si no fuera por ese asqueroso don. ¡O! Aun peor, ¿Qué tal si James había descubierto que causaba en ella sensaciones que hacían alterar sus hormonas? Tal vez se estaba aprovechando de eso, tal vez el ser amigos era solo una excusa para mantener una línea y, de paso, conseguir lo que quería.

Oh, Merlín. No. No estaba dispuesta a creer eso, no era sano para su salud.

Corriendo y huyendo de las miradas curiosas de todos los alumnos, llego a su habitación. Ignoro también las quejas de Dean al empujarlo por estar sobre su litera y rebusco entre su guardarropa el uniforme de Quidditch.

-No es justo, Moore. Te la pasas todos los días con Potter en mi habitación y cuando vienes me echas de la maldita cama. ¡Como si fuera a contaminártela!

-Solo no quiero que se llene de idiotez y mal gusto.

Escucho la risa reprimida de Kyle desde el otro extremo de la habitación. Su amiga estaba echada sobre su propia litera, pasando las páginas del libro de Pociones con tranquilidad. Era obvio que su única intención era ignorar a Finnigan, es decir, ¿Desde cuándo Kyle estudiaba?

Por más que ella ahora estaba en su habitación, no habían vuelto a ser amigas de nuevo. Apenas se cruzaban o se miraban, trataban de evitarse de todas las formas posibles, algo que se lograba perfectamente con Amelie pasando todos los días con James o Hallie.

-¿Cómo entraste? –inquirió Amelie, sacando su mochila de Gryffindor y rellenándola de todo lo que necesitaría para el entrenamiento.

-Hua si es buena amiga –explico Dean, entrecerrando sus ojos hacia la pelirroja.

Al parecer, el merodeador seguía enojado porque la semana pasada lo había dejado dos horas fuera de la habitación sin dejarlo pasar. ¡Ese chico no se detenía con nada! Fueron dos horas de incesantes golpeteos a la madera. Cuando Amelie había salido para gritarle que parara, él se había caído sobre ella porque había estado golpeando la puerta con la frente.

En cuanto Amelie se reconciliara con Kyle, lo primero que le pediría es que dejara de hacerse la difícil con el insoportable de Finnigan, porque su comportamiento molestaba a todos.

-Hua sí que es una idiota.

-¡Oye! –la cabeza rubia de la aludida se asomó desde la cucheta de arriba.

-Lo siento, pensé que no estabas –se disculpó Amelie con una sonrisita realmente arrepentida.

-¿En serio creíste que me iría y dejaría a Kyle completamente sola e indefensa a garras de este maniático acosador?

-¡Oye! –reclamo Dean esta vez.

Riendo a carcajadas del rostro ofendido del merodeador, Amelie abandono su habitación con la mochila colgando de su hombro. El salir de la Sala Común fue toda una especie de clase detectivesca para no ser descubierta: rezaba a todos los dioses por no cruzarse con James.

Por suerte, el muchacho no estaba ni en los sillones ni junto a las escaleras, por lo que fue más que fácil atravesar el cuadro de la Dama Gorda sin impedimentos. Ahora, lo verdaderamente difícil, iba a ser encontrar un lugar por el que James no se le ocurriera pasar y refugiarse allí hasta que sea la hora del entrenamiento. Sin embargo, cuando se cruzó todo el castillo hasta la alejada y siempre solitaria Torre del Reloj, se culpó por estúpida: James Potter tenía un magnifico mapa con la ubicación de todos los alumnos de Hogwarts. Iba a ser más que fácil para el encontrarla, así que no le quedo más que cruzar sus dedos para que no decidiera buscarla.

Necesitaba estar sola y, de paso, pensar en su propuesta.

Aun así, cuando llego a la cima de las escaleras frente al enorme ventanal desde el que podía observar las canchas de Quidditch, se dio cuenta que no estaba sola. Podía sentir la respiración pesada de alguien en la Torre del Reloj.

-¿Desde cuándo vienes por aquí?

Paris Pauline Peyton estaba sentada en uno de los rincones más alejados, con las rodillas abrazadas a su pecho y con una curiosa mirada hacia Amelie. Considerando que la francesa era parte Veela, la recién llegada supuso que había estado llorando hasta hace muy poco, porque sino, la magia de su sangre habría podido ocultar sus párpados levemente hinchados y sus ojos acuosos.

-¿Qué te ocurre? –inquirió Amelie, ignorando fervientemente su pregunta y sentándose junto a ella.

La muchacha esbozo una sonrisa que termino resultando una fea mueca apenada. Era raro ver a Paris así, acostumbrada a que siempre tuviera el ánimo por las nubes y que nunca dejaba de sonreír. Cuando la muchacha se sorbió la nariz con delicadeza, Amelie recordó la última vez que la había visto. Seguramente era por eso.

-¿Es por Albus?

Ante la extrañeza en los ojos verdes de Amelie, Paris sonrió y negó con la cabeza suavemente.

-Él está feliz, después de todo es mi amigo y, supuestamente, debería sentirme feliz de que él este así, aunque no lo logro. Por ahora me conformo de estar junto a él... deberías verlo, está muy enamorado de Longbottom y no puedo hacer nada contra eso. Además, me decidí a intentarlo con otra persona.

-¿En serio? –musitó Amelie, incrédula-. ¿Quién?

-James.

La desencajada expresión de Amelie, provoco una estrepitosa carcajada en Paris, quien parecía haber borrado cualquier pena de su rostro para retorcerse sobre su estómago de la risa. Amelie, por su parte, rodo los ojos y bufo enfadada.

-Eres muy obvia, Am. Y, por Merlín... ¡Por nada del mundo estaría con James! ¡¿Qué carajo tienes en la cabeza?! Tengo que admitir que entiendo porque a él le gusta molestarte tanto, eres realmente divertida cuando te ves enojada.

-Deja de cambiar de asunto y lárgalo ya –mascullo Amelie, mientras Paris volvía a insinuar otra indulgente sonrisa de labios sellados.

-Colin Creevey. No me preguntes porque, pero logro llamar mi atención y... eso es algo raro. Albus, Gaia, Scorpius y Rose lo aprueban.

-No parece mal chico, aunque creo que me odia –comento Amelie, mientras recordaba a Colin, el alumno de quinto año de Gryffindor que había sido elegido como "titular" frente a Amelie.

-Obvio que sí, piensa que James lo echo del equipo solo para poner a su novia.

La francesa le dio una sonrisa azuzadora mientras arremangaba la camisa del uniforme. Tenía los extremos de la manga mojados y Amelie supuso que era por el llanto que había tenido antes de que ella llegara.

-No soy su novia –refunfuño Amelie.

La puerta rechino un poco en contacto con el leve viento que se alzaba del exterior. Por más que era invierno, el clima se encontraba impecable, perfecto para un buen entrenamiento del Quidditch al que, por más que quisiera, Amelie no podía faltar. No quería cruzarse con James, pero no le quedaba de otra dado que el capitán del equipo había pedido exigentemente que no se ausenciaran los pocos entrenamientos anteriores que tenían a los partidos del torneo. En la siguiente semana, tendrían un enfrentamiento con los Ravenclaws y no podían fallar si querían llegar a finales.

Aprovecho esos minutos de silencio para pensar en lo que había hablado con James... ¿Sería prudente aceptar su proposición? Sabía que podía confiar en él ahora, porque simplemente dudaba en que fuera fallarle: James realmente parecía valorarla. Y Amelie no sabía de qué forma él la apreciaba, pero era algo fácil de ver por cómo se pasaba todos los días tratando de protegerla, por como la miraba y la hacía sentirse especial... James era uno de los favoritos en la lista de todos aquellos que lo conocieran bien. Valía la pena arriesgar y dar todo para saber más de él. Y Amelie se arrepentía de no haberlo hecho antes.

Definitivamente, hace dos años no sabía todo lo que se perdía al rechazarlo. ¿Por qué había sido tan terca? Bien que James no había sido del todo un caballero con ella en ese momento, pero... oh, rayos. Se odiaba y lo odiaba por no haber intentado ser su amiga nunca antes.

-Se llama Pierre Phillippe Peyton –murmuro Paris de pronto, con su mirada fija en un punto indefinido-. Es muggle y, por alguna razón que desconozco, enamoro a mi mamá. Ella sabía cómo era él... y por eso no le dijo nada sobre sus raíces mágicas. Yo nací por error, realmente no me desearon y lo sé por más que mi mamá lo niegue. No me malinterpretes, sé que ella me ama, pero resulta que quería aún más tiempo para ocultar todo de mi progenitor.

Sus ojos avellanas habían vuelto a aguarse y Amelie reprimió la tentación de abrazarla para indicarle su apoyo, porque sabía que eso no provocaría más que incitarla a seguir llorando.

-Luego nacieron los mellizos y, ese mismo año, di mis primeros indicios de magia, así que... a mamá no le quedó otra opción que contárselo y, tal como lo había creído, él huyó. Así sin más. Nunca más volvió a contactarse con nosotros hasta el año pasado y ha estado tratando de reparar sus errores, bajo la excusa de que debíamos entender que había hecho todo eso solo porque sentía que había estado viviendo bajo una mentira y... lo entiendo, de cierta manera entiendo que se sienta engañado, pero el problema va más allá de eso. ¡Él nos abandonó sin pensarlo dos veces! ¿Entiendes eso, Am? Mamá ha pasado años y años cuidándonos sola, sin la ayuda de nadie y aun así quiere que le demos una oportunidad, porque "sigue siendo nuestro padre" –imito una voz chillona, dibujando comillas en el aire-. Yo no lo siento así. Por más que Pierre siga insistiendo y ya haya logrado comprar a los mellizos... yo no le daré mi perdón tan fácil. No puedes perdonar a la persona que se ha desparecido de tu vida por quince años.

Por más que ya había superado su problema con las erres, Paris aún conservaba su típico acento francés que resonaba con mayor importancia cuando fuertes sentimientos la agobiaban.

Amelie nunca hubiera creído que Paris era una chica con problemas, siempre parecía demasiado animada y activa como para poder ocultar cosas tan grandes como esas. Estaba más que obvio que ella prefería engañar a los demás antes de que todos preguntaran, porque eso es lo que había descubierto de la francesa: que siempre ponía los sentimientos de los demás sobre los suyos, como si prefiriera la alegría de su alrededor más que arreglar su alma destruida.

-Tal vez deberías probar... digo, si quiere intentarlo y tu madre y hermanos están de acuerdo con eso... entiendo que no quieras saber sobre él, yo también me sentiría algo reacia a cualquier contacto, más que nada considerando lo que le hizo a tu madre. Pero, después de todo, aunque no lo quieras, es tu padre. Sé que tal vez no sea la mejor persona dando consejos, pero realmente quiero ayudarte, Paris. No debe ser tan malo conocerlo, tan solo intenta y...

-Lo hare por mis hermanos -la corto Paris-. Ellos ya estuvieron con él en las vacaciones mientras yo estaba con los Potter. Sabía que él iría, por eso estuve totalmente agradecida a que Harry me ofreciera quedarme, pero ahora sé que debo, al menos, intentar llevarme bien con él... solo por mi madre y mis hermanos, para no estar mal y peleada con ellos.

-Es lo que yo haría –añadió Amelie, quedamente, para luego sonreírle con sinceridad y observar la hora de su reloj.

Estaba incomoda: de lo que menos idea tenia Amelie era de dar consejos, así que agradecía a toda la conspiración del universo por hacer que su reloj marcara exactamente las siete horas, regalándole exactamente diez minutos para llegar a tiempo al campo de Quidditch.

Poco había podido pensar sobre lo que le diría a James al verlo, razón por la que se decidió a ir por lo fácil: evitarlo, ignorarlo y pretender que no existía. Lo que nunca falla.

Se despidió de Paris con un abrazo apresurado y corrió escaleras abajo. Bueno, corrió en realidad hasta que sus pies no dieron más. No estaba acostumbrada a llegar tarde a los entrenamientos, de hecho, nadie lo hacía porque eso significaría que James se enfadara hasta que su rostro se convirtiera en una bola de fuego... y les daría un castigo, claro. El tenía todo el derecho a hacerlo y se lo había demostrado el año pasado a Amelie ante su única falta de impuntualidad, lo que había llevado a hacerla ganar una hora perdida de pulir todas las escobas y... bueno, luego besar a James por primera vez.

¡Oh, por Dios! Ahora que lo pensaba no sería tan malo llegar tarde y recibir un castigo. Pasaría tiempo con James y... ¡Alto, Amelie! Por Merlín, mujer, recuerda que estas enojada con él por la inexplicable razón de tu miedo a hablar Parsél que es la única cosa en tu mundo que no lo involucra.

Ahora que Amelie lo pensaba, James no tenía la culpa de nada, no podía culparlo porque hubiera recibido ese asqueroso don. Aun así, estaba decidida a ignorarlo, porque si no, el seguiría insistiendo y ella realmente no quería enfrentarse a su verdadera naturaleza. No otra vez.

Tomo el atajo de Damara Dodderidge y, antes de que pudiera notarlo, estaba a unos metros de la cancha, desde donde podía a ver a todos reunidos en un círculo, ya con sus uniformes puestos. Definitivamente había llegado tarde.

-¡Me importa un gusarapo lo que te haya dicho McGonagall, Scamander! -grito James a Lorcan, mientras el gemelo no se dejaba opacar y le devolvía una mirada tan desafiante como la que el mayor le demostraba-. ¡No puedes venir así como así, llegar tarde y atrever...

El dedo índice del capitán que señalaba a uno de sus jugadores más pequeños se petrifico en su lugar al ver llegar a Amelie. El resto del equipo se quedó en completo silencio, alternando sus miradas de James a la recién llegada, tal vez sintiendo la tensión del ambiente.

Lily Luna carraspeo un poco incómoda, a la vez que Hugo mantenía su mirada fija en su primo y Lorcan removía su cabello rubio de un lado a otro. Fred había comenzado a silbar con las manos en los bolsillos, fingiendo que no le interesaba lo que ocurriera, mientras que Ernie Abercombie murmuraba algo por lo bajo para sí mismo.

-Lo siento –murmuro Amelie-. No era mi intención llegar tarde.

No diría en donde había estado, porque lo que había tenido con Paris era una conversación altamente privada y no quería darla de excusa. Era buena amiga, nunca contaría a nadie de eso y el tan solo nombrarla provocaría que James exigiría más explicaciones.

No obstante, el exigente capitán se limitó a ladear la cabeza en dirección hacia los vestuarios.

-Ve –murmuro suavemente, esquivando su mirada.

Tal vez, su huida apresurada había provocado que James se sintiera mal y culpable. Oh, mierda.

Y, como era de suponerse, aquella actitud extremadamente cortés de James fuera de su papel de capitán exigente que hasta hace un segundo había estado gritando a niños cuatro años más pequeños que él, había sorprendido a todos. Hasta a los molestos de las gradas.

-¡ESO ES FAVORITISMO! –escucho chillar al metenarices de Dean Finnigan desde el pequeño público. Estaba sentado junto a Kyle, pegándose junto a ella cada vez que la muchacha lo empujaba a un lado.

-¡CÁLLATE, IDIOTA! ¡NO DORMIRÁS EN MI HABITACIÓN ESTA NOCHE!

-¡Que la habitación es mía también! –exigió Fred tras él, acallándose rápidamente ante la mirada homicida de su primo-. Bien, bien... toda tuya.

-¡Marica! –le chillo Roxanne Weasley, quien parecía bastante entretenida manteniendo a Dylan Belby en el aire con un Winguardium Leviosa, bien alejado de ella.

-Déjalo, Rox –pidió Jenna Adams, siendo escudriñada fríamente por su cuñada.

-Problemas en el paraíso –comento Ernie Abercombie esta vez, ya que nunca sabia quedarse callado.

-Yo aún me siento indignado.

La declaración de Lorcan fue lo último que Amelie escucho antes de atravesar el cuarto de los vestuarios. Se cambió rápidamente con las túnicas nuevas y, en cuanto fue a tomar su Shaker 7, descubrió a James apoyado contra el umbral de la puerta de entrada mirándola fijamente.

Estaba removiendo su cabello incesantemente y sus nervios se trasmitieron hacia Amelie, quien deseo con intensidad poder aparecerse dentro del castillo para evitar con más momentos incómodos como este.

-Creo que... debo ir a entrenar.

Trato de ser lo más escurridiza que pudo y evitar a James para pasando bajo el espacio entre su brazo y la puerta, pero le aseguro su dominio y directamente la tomo por el estómago, evitándole el paso. De una patada cerró la puerta y la arrastro hasta uno de los largos bancos junto a los casilleros donde guardaba sus pertenencias. Por un segundo, pensó que James realmente era tonto al soltarla, puesto que echó a correr terriblemente rápido para abrir la puerta y evitar todo tipo de conversación.

Pero James no era tonto.

A un segundo de girar el pomo de la puerta, escucho el sonido de una llave girando sobre la cerradura de esta. Alguien la había dejado completamente encerrada y no servía de nada golpear una y otra vez la madera como el demonio de Tasmania.

-Por estas cosas es que agradezco tener un primo como Fred –sonrió James, girando la varita de Amelie entre sus dedos.

Ya aprendería a ser más atenta la próxima vez. Ahora debía enfrentarse a una estúpida charla no deseada sobre sus miedos.

Rendida al completo, se desplomo sobre la banca, abarcándola al completo para establecer un espacio entre ella y James. No quería no sentir su adictivo olor a chicle de sandía cerca y, tenerlo parado frente a ella, ayudaba a darle un mejor ángulo de toda su masculinidad. James cruzado de brazos y en pose altiva y decidida era tan perfecto como... bueno, era James. Él era perfecto de cualquier forma.

-¿Estas enojada conmigo?

-En parte si, en parte no... -murmuro Amelie como niña enfurruñada y caprichosa, girando su vista a la pared.

Se sentía patética pero en verdad no se podría seguir enfrentando a James si él la veía así, tan arrepentido: la hacía sentirse culpable. Por no mencionar que ahora se había agachado a su lado y estaba increíblemente cerca de nuevo.

Los nervios estaban haciendo un agujero negro de ácido en su estómago.

-Vamos, Am. No quise hacerlo, de veraz. Nunca pensé que reaccionarías así -había juntado las palmas de su mano en pose de ruego-. Por favor, perdóname y juro que no volveré a molestar con ello.

Por más que él estuviera arrodillado y en una pose que no favorecía su altivismo, Amelie se vio indefensa, ya que James no parecía abandonar su increíble altura. Rápida y ágilmente se enderezo sobre el banco, sobresaltando a su capitán.

-¡Es que no lo entiendes! -exclamó Amelie con impaciencia, gesticulando exageradamente con sus manos-. Entrar ahí sería como... como volver a recordar quien soy realmente. Y no quiero. Yo no quiero.

-No voy a negar que no lo entiendo, pero que liberes esa parte de ti no significara que los demás te marginen. Nadia haría eso... pero, si sigues sin creer lo que te digo, quiero que sepas que no te dejare sola. Nunca. Entiendes eso, ¿verdad?

Amelie sintió que su corazón se derretía como una pataleta de frutilla muggle. ¡Oh, por Merlín! ¿Por qué este chico tenía que ser tan perfecto? ¿Es que no entendía que cualquier cosa que le dijera hacia que su corazón latiera mil veces más rápido de lo normal? Porque sí. No podía evitar sentir ilusiones por la forma en que él le hablaba... hasta que recordaba que James la creía solo su amiga. Y eso era frustrante.

Tanto, tan frustrante, que prendió una llama de rabia e impotencia en su interior.

-Claro, Potter. Sé que mis amigos siempre estarán para mí, eso no lo dudo. ¿Pero sabes todo lo que podría pensar la gente de solo escuchar lo que puedo hacer? Creerán que soy descendiente de Slytherin, que el mal vive en mí y que llegue al mundo solo para matar a tu padre –comenzó a divagar, hablando rápidamente, mientras que una sonrisilla inconsciente se asomaba por los labios de James-. Y eso sí que sería extraño.

-Oh, por Merlín, tienes razón –murmuro James en una fingida voz asustadiza-. ¡Podrías matarme a mi también!

-Ni siquiera eso –rio Amelie, observando como James la apuntaba con su dedo índice-. Me tirarías al piso con tu patronus-serpiente.

-No es gracioso que recuerdes eso –dijo, con el ceño fruncido, mientras discretamente deslizaba el dedo índice con él que la había señalado hacia el mechón pelirrojo suelto de Amelie.

Cuando sintió la cálida mano de James flotar sobre su mejilla, su respiración se detuvo. No podía hacer más que estarse muy quieta y observar los ojos cafés de James, quien estaba concentrado en la dirección de su movimiento.

Su cabeza estaba dando cortocircuitos y se volvió peor cuando las yemas de sus dedos acariciaron su piel suavemente, justo unos milímetros antes de su oreja. Tuvo que presionar sus labios entre su para detener el suspiro que estuvo tentada a soltar.

No podía ser que un simple toque le provocara eso. No podía ser que James pudiera actuar así como así cuando el estómago de Amelie estaba dando vueltas de 360°. No podía ser ni suceder. Era demasiado para sí misma.

Para evitar sentimientos confusos, lo alejó de un manotazo. Había llamado con toda su fuerza al autocontrol que siempre parecía salir de vacaciones cuando James se acercaba.

Él la miro confundido.

-¿Estas bien?

-Oh, mierda, ¡Claro que no! -de un brinco se levantó de la banca-. No puedo creer que intentes algo tan barato como esto.

-¿Qué? ¿Qué carajos te ocurre? ¿A qué te refieres?

En cuanto se siguiera haciendo el estúpido, Amelie le dejaría el ojo morado nuevamente. No le sobraban las ganas.

-¡No te hagas el idiota!

-Me dices que soy idiota continuamente... y realmente me haces creerlo, porque sigo sin entender porque me gritas -se puso sobre sus pies nuevamente, enfrentándose a Amelie con su gran altura.

Iba a reventar de los nervios y realmente no quería que su boca piense más rápido que su cerebro, así que trató de buscar una rápida forma de escapar.

-¿Dónde está mi varita? -exigió. James se la mostró sobre la palma de su mano, pero cuando Amelie intento arrebatársela, él la apartó ágilmente-. Dame mi varita.

-No hasta que me expliques.

Tal vez de acostumbrarse a verlo hacer a todos los hombres Potter, Amelie sacudió su cabello pelirrojo. Sólo que con rabia, porque estaba realmente furiosa y frustrada. Seguramente, hecha un desastre, pero poco le importó en el momento.

-¿Para qué explicarte algo que ya sabes? -James alzó ambas cejas ante su respuesta y sacudió la varita con su mano, recordándole con qué condiciones se la daría-. ¡Bien! ¡Deja de... de hacer eso!

Con toda su expresión relajada, James había vuelto a intentar colocar su mechón pelirrojo tras la oreja y, nuevamente, Amelie lo aportó de un manotazo, sólo que mucho más fuerte.

-Sé que lo haces sólo para convencerme que diga que sí y... ¡Ya te he dicho que no quiero ir a esa mierda de Cámara!

-¿Y porque se supone que haciendo eso dirías que si? -inquirió él, alzando tan sólo una ceja.

-Porque aunque no me lo digas, sabes que estoy loca... ¡Sabes que estoy loca por ti! Y no dejaré que te aproveches de eso, créeme que no.

Agradeciendo la expresión sorprendida y perpleja de James, le arrebató la varita de la mano y corrió hacia la puerta por la que habían entrado.

¡Por Merlín! ¡Se lo había dicho! Ya no importaba si James sólo suponía que ella estaba enamorada, o si tal vez ni siquiera había cruzado por su cabeza. Se lo había confesado de la peor forma posible y quería darse un terrible golpe en todo su sentido común por ello.

Cuando estaba a punto de alzar su varita y conjurar un "alohomora" a la cerradura, la puerta se abrió dando paso la pecosa cara de Fred Weasley. Él sonrió.

-¿Que paso con tu cabeza, eh? -el estúpido movió sus cejas de arriba y abajo con insinuación al ver su cabello despeinado-. Justo venía a llamarlos para...

Amelie lo ignoro al completo y pasó sobre él sin ninguna expresión en su rostro. Ya no creía poder soportar a nadie y lo único que necesitaba ahora era encerrarse en su habitación, valía mierda el entrenamiento ya, quería tan solo enviar una carta a Dominique y Gwenog pidiendo consejos.

Corriendo a más no poder, hizo oídos sordos a lo que le gritaron sus compañeros de equipo y los espectadores de las gradas, y no paró hasta llegar a la Sala Común de Gryffindor.




******

¡Perdón por la tardanza!

En verdad lo siento. Tuve muchas evaluaciones, lecciones orales, tareas y trabajos que entregar, todos y cada uno de ellos con calificaciones.

Bueno, pero aquí está... ¿Qué piensan de lo que dijo Amelie? Era hora, ¿verdad?

Y... ¿Qué creen que vaya a hacer James (oh, por Merlín, amenazas sutiles, plis)? ¿Ella podrá seguir huyendo todo el tiempo? ¿Qué pasará con la Cámara de los Secretos?

Me estoy dando cuenta de que me estoy dando mi tiempo para escribir porque no quiero que termine. Y me odio por eso.

Con respecto a la secuela... no habrá sobre Amelie, definitivamente no y la voy a extrañar un montón. Pero si habrá una historia de Albus, como creo que ya les había dicho, lo que significa que es posible que sigan viendo a James, Paris, Scorpius, Rose... ustedes me entienden.

Es el capítulo número 30 *cara sorprendida del wpp*.

¡SEIS CAPÍTULOS PARA EL FINAL!



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