Amar nunca es un error

By palo_89

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Jennifer Morrison y Colin O'Donoghue. El destino cruzó sus caminos, y pronto se dieron cuenta de que no podía... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11 (final)

Capítulo 9

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By palo_89

**Este capítulo es un poquito más largo de lo normal, pero necesitaba contar esta parte exactamente así. Espero que no os importe, ¡y gracias por leerme!


A las 11 de la mañana, Colin pasó a recoger a Jen por su hotel. Para evitar llamar la atención, ella decidió esperarle directamente en el parking. Cuando llegó y la vio, con unos pantalones blancos ajustados, camisa verde y su melena suelta perfectamente peinada, Colin contuvo el aliento. Quitó el seguro al coche y Jen subió.

- Buenos días. - le dijo la rubia con una sonrisa.

Sin poder contenerse, Colin se acercó a ella para besarla.

- Estás guapísima.

- Gracias. Tú tampoco estás mal. - le devolvió el cumplido, mientras le daba un repaso. Esos vaqueros oscuros y la camisa gris le quedaban como hechos a medida.

Se pusieron en camino. Aunque era sábado, como Colin y su abogado se conocían hace mucho, éste les había hecho el favor de abrir el bufete para la reunión de aquella mañana, y hacia allí se dirigieron. Se notaba que ambos estaban nerviosos, porque apenas abrieron la boca en los 15 minutos escasos que tardaron en llegar. Aparcaron en la puerta.

- ¿Lista? - preguntó Colin, que notaba la tensión en el rostro de Jen.

- Si en algún momento la cosa se pone fea...

- Toma. - antes de que dijera algo más, le puso las llaves en la mano. - Al primer segundo que te sientas incómoda, coges el coche y te vas donde necesites.

- Vale. - le sonrió Jen, ahora un poco más tranquila.

- Quería decirte que... lo que pase a partir de que entremos ahí puede cambiar mi vida para siempre. Es un paso muy importante para mí, y no sabes cuánto te agradezco que hayas venido.

- No tienes que agradecerme nada. Vamos.

Bajaron del coche y entraron en el bufete. Robert salió al hall a recibirles, y le estrechó la mano a Colin.

- Robert, ésta es Jennifer. - dijo Colin, presentándoles.

- Es un placer, Jennifer. Me han hablado mucho de ti. - con una sonrisa, le tendió la mano también a ella. Jen respondió al saludo. Le pareció un hombre agradable.

- Espero que bien. - contestó, mirando a Colin con dulzura.

- Créeme, todo lo que ha salido de la boca de Colin han sido buenas palabras.

En ese momento, la puerta se abrió, y entró Helen, con Evan en brazos y un hombre detrás de ella, que todos dieron por hecho que era su abogado. Cuando vio a Jen junto a Colin, se quedó blanca.

- ¡Evan! - exclamó Colin en cuanto le vio. El pequeño giró la cabecita al escuchar su nombre.

- ¡Papi! - como empezó a revolverse en sus brazos, Helen le dejó en el suelo, y el niño avanzó con pasitos cortos y todavía algo torpes hasta su padre, que le cogió y le abrazó con fuerza en cuanto le tuvo delante.

- Dios, cuánto te he echado de menos. - murmuró Colin. - ¿Cómo estás, hombrecito?

- "Mien"... mami y yo "paque". - balbuceó Evan.

- ¿Mami te ha llevado al parque? ¡Qué bien! - volvió a apretarle contra él, y le besó en la frente antes de dirigirse a Helen. - Muchas gracias por traerle.

- De nada. Preguntaba mucho por ti. - respondió Helen, tensa. - Colin, ¿qué hace ella aquí? ¿Pretendes humillarme?

- No, en absoluto. - Colin, con Evan aún en brazos, se acercó hasta Helen. - Escucha, sé que tienes un mal concepto de lo nuestro, pero necesitaba que ella me acompañara hoy, eso es todo. Estaba pensando... quizá podríamos hablar tú y yo de todo esto, a solas, sin gritos ni reproches. Vamos a una sala, somos completamente sinceros y expresamos lo que sentimos y queremos. Nuestros abogados pueden esperarnos aquí fuera, y entrar una vez que hayamos aclarado nosotros las cosas. ¿Qué te parece?

Jen observaba todo desde una cierta distancia. Primero, había experimentado una inmensa felicidad al ver a Colin con su hijo, pero ahora volvía a sentirse algo inquieta. ¿Colin quería estar a solas con Helen? Eso le preocupaba.

- Vale. Hablemos tú y yo primero. - accedió Helen. Se volvió hacia su abogado. - Sr. Parker, ¿puede esperarnos aquí unos minutos?

- Sin problema. - afirmó el hombre.

- Sr. Parker, soy Robert Smith, hablamos por teléfono. - se saludaron. - Si le parece, podemos esperar en la sala adyacente tomando un café, mientras nuestros clientes hablan.

- Me parece una gran idea.

Y en medio de todo aquello seguía Jen, sin saber muy bien qué hacer. Empezaba a arrepentirse de haber ido, hasta que Colin se acercó a ella.

- ¿Te encuentras bien?

- Sí... es sólo que me siento un poco fuera de lugar.

- Sé que parece egoísta por mi parte, pero de verdad, esto es mucho más fácil para mí sabiendo que tú estás aquí. - dijo, acariciándole la mano.

- Colin... ¿vamos? - preguntó Helen, unos metros por detrás de ellos. No había perdido detalle de la conversación.

- Ve ahí dentro y soluciona este asunto. Te esperaré aquí. - dijo Jen en voz baja, para que Helen no pudiera oírles.

Fue entonces cuando Evan, que seguía en los brazos de su padre, fue consciente de la presencia de Jen junto a él.

- ¡Jen! - y lanzó automáticamente sus bracitos hacia ella.

- ¡Hola, cariño! - su primer impulso fue coger al niño, pero se contuvo. No quería cabrear a Helen, ahora que parecía dispuesta a dialogar.

- ¿Evan, te quedas con Jen mientras papi habla con mami? - preguntó Colin al pequeño, que, en respuesta, mantuvo sus brazos extendidos hacia la rubia. Jen miró primero a Colin, que asintió levemente con la cabeza para animarla, y luego a Helen. Ésta no hizo ningún gesto para detenerla, parecía resignada... así que Jen no se lo pensó más. Recibió al nene de brazos de su padre, y se sentó con él en una de las butacas del hall.

- No tardaré. - le aseguró Colin con una sonrisa, antes de unirse a Helen dentro de una sala que Robert les indicó, a la vez que éste se metía con el Sr. Parker en otra.

Antes casi de que Jen pudiera empezar a pensar en que daría cualquier cosa por escuchar la conversación entre Colin y Helen, Evan empezó a reclamar su atención.

- ¡Jen!

- Dime, mi amor.

- Jen "bapa". - dijo, cogiendo mechones de pelo de Jen entre sus deditos.

- ¡Tú si que eres guapo, príncipe! Cada día estás más grande. - murmuró, apretando con ternura sus mofletes.

- Papi "bapo". Papi se "die".

- ¿Papi se ríe? Créeme, no hay nada que me haga tan feliz como que tu padre sonría.

- ¿Jen "quiede" papi?

- ¿Que si quiero a tu papi? ¡Pero tú cuando te has vuelto tan listo! ¿Sabes a quién quiere Jen? A esta barrigota preciosa que tienes. - y tumbando a Evan encima de sus piernas, empezó a hacerle cosquillas. El pequeño se reía con todas sus ganas, y consiguió que Jen dejara de preocuparse por lo que estuviera pasando en esos momentos en aquella sala.



Las carcajadas de Evan llegaban con claridad al interior de la estancia, y Colin no pudo evitar sonreír. El sonido de la risa de su hijo siempre le ponía el vello de punta de la emoción, y saber que era la mujer que amaba la que la provocaba sólo amplificaba ese sentimiento. Notó que Helen le miraba, y volvió a la tierra. Sin duda, ella también lo había escuchado.

- Helen, gracias por esto, por acceder a hablar y por traer a Evan.

- Colin, no quiero ser desagradable. No estoy contenta con cómo me comporté el otro día por teléfono, pero es que esta situación me supera. Veros juntos, saber que está ahí fuera con mi niño... me duele. Y aunque te juro que quería alargar todo esto y ponerte las cosas difíciles, mi abogado me ha hecho ver que eso sólo prolongaría también mi sufrimiento.

- Que sepas que nunca he querido hacerte daño. Me daba pánico esta reunión; después de cómo han ido las cosas estos días, no sabía lo que podía pasar, y la necesitaba a mi lado. No pretendo restregarte nada, y mucho menos humillarte. Has sido una persona importantísima para mí, y tengo un millón de recuerdos preciosos a tu lado. Aún te quiero, y te voy a querer siempre, ya te lo dije... pero era injusto para los dos mantener lo que teníamos. Yo no era feliz, y tú tampoco.

- Yo era feliz hasta que dejaste de luchar por nosotros, Colin.

- Lo siento, ¿vale? Pero, ¿qué podía hacer? ¿Ignorar lo que estaba sintiendo por otra persona? Yo no puedo decirle a mi corazón a quién tiene que querer, ojala fuera tan fácil...

- Ya, yo tampoco. Llevo días intentando odiarte, intentando odiarla a ella, y me he dado cuenta de que me estaba convirtiendo en alguien que no reconocía. No soy mala persona, es sólo que... desearía que nunca hubieras hecho ese casting.

- Helen...

- No, déjame decirlo. - le interrumpió. - Sé que yo fui la primera en animarte a hacerlo, pero actué anteponiendo tu felicidad a la mía. ¡Mi hogar está en Irlanda! Mi familia, mis amigos, todo está allí. No se puede mantener un matrimonio pasando 16 horas al día fuera de casa, es injusto para mí.

- Es difícil, pero hay parejas que lo hacen, puede funcionar. Yo lo intenté...

- Puede funcionar cuando las dos personas se aman. ¿Cuándo dejaste de quererme, Colin? En serio, ¿qué hice mal?

Toda la actitud fría y arisca de Helen se había esfumado. Parecía a punto de echarse a llorar, y a Colin le destrozaba saber que era por su culpa.

- No hiciste nada mal. Eres una mujer maravillosa, de verdad.

- ¿Sí? ¿Pues qué tiene ella que no tenga yo? Porque no puede ser sólo físico... prefería pensar que sí porque así me dolía menos, pero es obvio que no.

- No tiene nada que ver con el físico. Y no se trata de que ella tenga algo que tú no, es simplemente... - Colin no sabía bien que decir. ¿Qué explicación lógica puede tener amar a una persona y a otra no? - No sé qué es, no puedo darte un motivo. Pero el hombre que soy ahora se ha enamorado de ella, y no podía seguir haciendo daño a todo el mundo viviendo una mentira.

- El hombre que eres ahora... en Drogheda todo era perfecto, ¿verdad? - Helen no pudo contener más las lágrimas, pero siguió hablando. - Has cambiado tanto en los últimos años... ¿Sabes? A día de hoy, creo que yo tampoco estoy enamorada de ti, del "tú" actual, sino de tu recuerdo. Te miro ahora, y siento que tus ilusiones, tus metas, tus sueños, son diferentes a los que tenías, a los que ambos teníamos, y pienso que yo ya no los comparto. Ésta no es mi vida, Colin. Yo no quiero ser la mujer de un actor de éxito, ni que me reconozcan por la calle... yo quería ser la esposa de aquel chiquillo inocente y tímido que fuiste, formar una familia y ver a nuestros hijos crecer rodeados de naturaleza. Llevo meses amargada, no puedo más. Me negaba a divorciarme... el ideal romántico de que el matrimonio es para toda la vida me lo enseñaron desde muy joven. Estaba convencida de que podíamos volver a lo de antes, que podías volver a mirarme como solías hacerlo... pero ahora la miras así a ella. Quiero firmar esos papeles, y acabar con esta historia.

- Siento muchísimo el daño que te he hecho, Helen. Siento muchísimo haber cambiado, pero...

- Por favor, no quiero seguir dándole vueltas a esto. - se secó las mejillas y respiró hondo. - ¿Podemos hablar del acuerdo?

- Vale. Tengo que preguntarlo... ¿vas a volver a Irlanda?

- ¿Tú que crees? No tengo nada que me ate aquí.

- ¿Y qué va a pasar con Evan?

- Bueno, teniendo en cuenta que tú apenas estás en casa, lo lógico es que viva conmigo.

- Estoy de acuerdo.

- Pero no estoy tan resentida ni soy tan mala persona como para pedir la custodia única y separarle de ti. Leí tu propuesta: por supuesto, podrás visitarle cuando quieras, siempre y cuando me avises antes. Y lo del fin de semana al mes... puedo traerle yo y aprovechar esos días para ver a la gente que dejo aquí, no me importa. Y hablaremos con tiempo de las vacaciones, a ver cómo nos organizamos.

- ¿De verdad estás dispuesta a todo eso?

- Lo hago sobre todo por Evan, necesita a su padre. Y por lo demás... creo que lo justo es que yo me quede la casa de Drogheda y tú la de Vancouver, y que establezcamos la pensión que los abogados crean oportuna, ni un centavo más. Te quería a ti, Colin, no a tu dinero...

Aquella sí era la Helen que él conocía, y no la que había soltado barbaridades el otro día. Colin se levantó de la silla, fue hasta ella, que también se puso de pie, y la abrazó. Necesitaba despedirse de la mujer con la que había compartido tantos años. Helen le abrazó también, y un delicado olor a colonia proveniente de la camisa del hombre la envolvió. Contuvo una sonrisa triste... hasta su aroma había cambiado.

- Gracias por ponerme las cosas tan fáciles. - le dijo Colin con franqueza.

- De nada. Al menos nos merecemos terminar bien, ¿no? ¿Avisamos a nuestros abogados para que vengan y nos preparen el acuerdo definitivo, y firmamos?

- Perfecto. Espera aquí, voy a buscarles.

Colin salió de la sala y se dirigió hacia donde estaban los hombres reunidos, pero antes de llegar, pasó por el hall y la vio. Estaba sentada en el suelo, se había recogido el pelo en una cola de caballo, y sonreía sin parar mirando a Evan, que, sentado a su lado, jugaba con el contenido de su bolso. En esos momentos, el niño "atacaba" una hoja de papel con lo que parecía ser un pintalabios. Entonces, Jen notó la presencia de Colin, y levantó la vista. Al ver la forma en la que Colin les miraba, entre sorprendido y divertido, se encogió de hombros.

- Tu nene quería pintar. Está hecho todo un artista, como su padre. - dijo, sonriente, a modo de explicación. - ¿Cómo ha ido ahí dentro?

Le hubiera dicho tantas cosas en ese momento... pero aquel no era el lugar adecuado, y tampoco sería justo hacer esperar a Helen. Así que sólo se acercó a ella, le dio la mano para ayudarla a levantarse, y cuando la tuvo a su altura, la besó con pasión. No le importó que Evan estuviera allí mismo... aunque para ser justos, el pequeño parecía más preocupado por su dibujo que por ellos.

- ¿Eso significa que ha ido bien? - dijo Jen, cuando recuperó el aliento.

- Significa que ha ido muy bien, y que tú eres lo mejor que me ha pasado. ¿Te importa esperar un rato más? Voy a ver a los abogados para que redacten el acuerdo final y podamos firmarlo.

- Claro, lo que haga falta.

Con una sonrisa cargada de sentimientos, Colin se despidió de Jen (no le dijo nada a Evan porque sabía que era mejor no interrumpir a su hijo cuando estaba tan entretenido), y entró al despacho donde charlaban los abogados.

Una hora y media después, todo había acabado. Con los papeles firmados, Colin y Helen estaban oficialmente divorciados. Jen vio salir a los cuatro de la sala. El Sr. Parker se despidió de todos, y Robert tenía que volver a su despacho para archivar los documentos, así que tras decirles adiós, dejó a Helen, Colin, Jen y Evan solos en el hall. La primera se acercó al niño, que daba los últimos toques a su dibujo.

- "Mia", mami. - dijo Evan, tendiéndole a Helen la hoja de papel, llena de garabatos rojos.

- ¡Qué bonito, tesoro! Lo vamos a poner en la nevera, ¿vale? - le cogió en brazos, y se giró hacia Colin. - El lunes empezaré con la mudanza, intentaré tardar lo menos posible.

- No te preocupes, lo que necesites. Te ayudaría, pero...

- ¿Con tus horarios? Complicado. - indicó, con una media sonrisa. - Dejaré todas tus cosas aparte, y te avisaré cuando vayamos a irnos, para que puedas despedirte.

- De acuerdo. Gracias.

Iba a marcharse ya, pero entonces Helen se volvió un momento hacia Jen.

- Quiero disculparme por las cosas que dije el otro día. Estuvo fuera de lugar... tengo más educación y dignidad que eso, aunque no lo pareciera.

Jen no se esperaba aquello. Tardó unos segundos en reaccionar.

- Tranquila... no pasa nada.

- Espero que tú sepas hacerle feliz. - añadió, y como no quería volver a emocionarse, se dirigió rápidamente a su pequeño. - Evan, diles adiós.

- "Adió", papi. "Adió", Jen. - dijo, sacudiendo la mano regordeta en la que llevaba su dibujo.

- Adiós, Evan. - le despidió Jen, con cariño.

- Adiós, mi vida. - Colin se acercó y besó la coronilla a su hijo. - Cuídate, Helen.

Sin mirar atrás, Helen y el pequeño salieron por la puerta. Colin respiró hondo cuando les vio marchar; no se podía creer que todo hubiera salido bien. Un momento después, notó los brazos de Jen alrededor de su cintura, y se giró lo justo para quedar de frente a ella.

- ¿Estás bien? - preguntó la rubia.

- Mejor que nunca. - le respondió, feliz.

Le dio un beso tierno en la frente, y cogiendo su mano, salieron del bufete con una sensación nueva y reconfortante dentro de ellos: por primera vez, sentían que no estaban haciendo nada malo por quererse.



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