Amelie Moore y la maldición d...

Par siriusblack33

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Hasta sus once años, Amelie fue una chica muy normal... o creyó serlo. Por más asombroso que parezca, ella t... Plus

Sinopsis
Advertencia
El día en que todo cambio
Más allá de la plataforma 9 ¾
Sexto año
Volar en escoba, por Amelie Moore
Entre cazadores y capitanes
-NotadeAutora-
¡GUERRA!
Vacaciones de mal genio
El enigma de la mujer de la fotografía
Zorras por Francia
Las tres D
La mejor no cita del universo
Programa de infidelidades
Baile de pociones (Parte 1)
Baile de pociones (Parte 2)
Gwenog Hera Moore
Compañeras de cuagto
-NotadeAutora-
Pica-pica
Lily Evans
Séptimo año
Jamelie
Jodidas debilidades
Bufandas para el frío
El plan
La asquerosa mariposa del amor
Otra vez... ¡¿Qué?!
Visitas inesperadas
Si ella lo dice...
Por ti
La trágica historia de una patética pelirroja friendzoneada
Desde James
Tercera, la vencida
El clásico
Chicles de sandía (Parte 1)
Chicles de sandía (Parte 2)
Epílogo
Albus Potter y la maldición de los Potter
One-Shots
PLAGIO

Los Weasley

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Par siriusblack33

Feliz Navidad.

Perdóname.

Potter.

Estaba abandonado en el alféizar de la ventana y Amelie nunca lo hubiera encontrado si no fuera por Surrey, la cual había estado golpeando el vidrio una hora entera con su pico. Cuando Amelie al fin decidió dejarla salir, la lechuza le mostró la nota; al parecer, había visto a la lechuza de James antes de que se fuera.

Era un trozo de papel que parecía recortado en un apuro. Tenía la letra desprolija y destartalada, podría decirse que parecía temblorosa.

Había algo raro en todo. Eso era verdad: no sólo por el estado en que había llegado el saludo sino, también, por la hora en que se lo había mandado. Si al despertar lo encontró, eso significaba que había llegado por la madrugada, mientras ella dormía.

Rápidamente, contestó, preguntándole si algo había ocurrido y porque tendría que perdonarle. ¿James había olvidado comprarle algo y por eso se disculpaba? Si era por eso, ya decía que era una estupidez. No le importaba lo que él le obsequiara, con tal que la saludara y le hubiera gustado su regalo, todo estaba más que perfecto.

Agregó al envío una tableta de chicle de sandía.

-Am, ¿puedo pasar? -escucho a su hermana tras la puerta y, con su pijama de princesas, salió a recibirla.

Gwenog estaba con unas inmensas ojeras que hacían ver a sus ojos negros más oscuros de lo que ya eran, por no mencionar que su cabello pelirrojo estaba parado en todas direcciones.

-¿Participaras en algún tipo de película de terror? Porque te digo que te vendría bien el papel de payaso demoníaco.

La muchacha gruño en respuesta y empujó a su hermana para adentrarse en la habitación sin siquiera pedir permiso. Bruscamente, se arrojó a la cama, tapándose la cara con ambas manos, provocando que la nota rebotara amenazando con caer.

Murmurando un par de improperios, Amelie tomó la nota entre sus manos como si fuera un preciado tesoro.

-¿Qué es? -curioseo Gwenog.

-De James -dijo Amelie, guardándola prolijamente en su caja de recuerdos.

-¿Qué te regalo?

-Nada.

Su hermana se sentó rápidamente sobre la cama, con una ceja alzada. Parecía furiosa.

-¡¿Nada de nada?! ¡¿Por qué los hombres tienen que ser una mierda?!

-Cálmate, Gwen. Creo que... creo que paso algo. De alguna forma lo presiento. Estoy algo... preocupada -sonrió tristemente sólo para tranquilizar a su hermana y luego se acostó junto a ella en la litera.

Surrey no volvió a la hora siguiente. Tampoco a la otra... ni a la otra...

Sin darse cuenta, ambas hermanas se habían quedado dormidas. Últimamente descansaban tan poco que cualquier siesta de unos pocos minutos les venía bien. El problema fue que durmieron como por dos horas y hubieran seguido si la desconocida y pequeña lechuza blanca no picoteara tan fuerte el vidrio.

Llevaba una carta sujetada fuertemente y la dejó soltar sobre la mesilla de luz en cuanto Amelie le abrió la ventana.

Querida Amelie:

Probablemente no te has enterado pero hubo un gran problema. Hace un par de horas atrás ha fallecido mi suegra, la madre de Ginny: Molly. Sé que no la conoces o tal vez la hayas visto alguna que otra vez, pero debes saber que es una de las personas más preciadas de James. Es su mejor amiga, su confidente, él la valoraba por sobre todo.

Estoy seguro de que no te lo ha contado, no tan sólo porque en ningún momento ha tan siquiera hablado, sino más bien porque sé que tratará de fingir que está bien, que no necesita ayuda. Pero está destruido.

Nunca había visto a James así. Era él quien tenía una de las mejores relaciones con Molly, estaban juntos en lo que sea.

Como sé lo que es una pérdida, no permitiré que mi hijo sufra tanto como lo he hecho yo al no pedir ayuda. Todos necesitamos a alguien en los momentos duros de nuestra vida, alguien que nos pueda sacar una sonrisa y nos escuche, que nos preste su hombro.

Y sé que el alguien de James eres tú.

El entierro será en el Valle de Godric. Espero verte allí, Amelie.

Gracias desde ya.

Con mucho cariño,

HJPE.

P.D.: ¿Podrías avisar a sus amigos?

Cuando Gwenog observó las lágrimas cayendo de los ojos verdes de su hermana, se sobresaltó y corrió a consolarla. Amelie no había conocido a Molly, había hablado con ella tan sólo una vez. Lloraba más bien porque sentía algún tipo de conexión con aquella mujer y, por sobre todo, porque James debía estar ahogándose en miseria... y Amelie no estaba allí ahora.

Quería abrazarlo. Abrazarlo hasta que se desahogara y decirle cuanto se disculpaba por haber dudado de él.



Su madre había insistido en acompañarla, para saludar y dar sus condolencias a la familia Potter. Así que ambas estaban allí, frente a la entrada de la sala velatoria del Valle de Godric, dudando de en qué momento entrar. Desde fuera, podían verse las cabelleras pelirrojas, vagando como zombies, totalmente acabados. Tan sólo dar un paso hacia adentro, Harry corrió a saludarla.

-Viniste -sonrió de una forma completamente agradecida y la apretujo entre sus brazos.

El hombre parecía diez años más viejo. Las ojeras lo poblaban y oscurecían sus siempre brillantes ojos verdes. Podía notarse que había tratado de reemplazar las horas de sueño por unas numerosas tazas de café.

-Claro que sí, Harry -murmuro Amelie, devolviéndole el abrazo con la misma intensidad-. Lo siento.

-Gracias, gracias, gracias por venir -exclamó, separándose de ella y limpiando las lágrimas de sus ojos.

Amelie se mordió el labio con fuerza, tratando de no derrumbarse también. Realmente sentía todo lo que les dolía y eso era algo tan... tan fuerte. No soportaba ver llorar a la gente que quería, por lo que sabía que tendría que ir guardando fuerzas para cuando viera a sus amigos.

Su mamá vino tras ella, en el momento en que Teddy Lupin también se les unía.

-Amelie Moore, una de mis mejores alumnas -saludo el metamorfomago con una inmensa sonrisa. Ante todo, él siempre trataba de verse simpático: esa era su personalidad-. ¿Sabía usted eso, señora Moore?

Mientras su mamá charlaba con los mayores, Amelie busco con la mirada a una persona en particular. Avanzó cuidadosamente, observando sus pasos y tratando de no chocar con el montón de gente que había ido a despedir a Molly Weasley.

Cruzó a la profesora McGonagall y a cada uno de los profesores de Hogwarts. Había personas de todas las edades, con expresiones igual de dolidas.

Una pelirroja se abalanzó contra ella antes de que pudiera darse cuenta. Dominique comenzó a llorar sobre su hombro, mientras Amelie trataba de devolverle el imprevisto abrazo con fuerza.

Tras su amiga, pudo ver al resto de los primos Weasley, los cuales habían perdido el brillo de sus cabellos pelirrojos y sus ojos azules. Acompañando estaban Dylan, Dean, Scorpius, Emily, los gemelos Scamander y todos los hermanos Peyton, Longbottom, Wood y Thomas.

Pero faltaba Molly, la hija de Percy, y... y James.

Saludo a todos y a cada uno, tratando de posicionarse junto a Kyle, aunque estuviesen peleadas. Sabía que, a pesar de todo, no la dejaría sola en esta.

-James está afuera, no sé dónde -informó Fred, quien estaba sobre una banca, con sus codos sobre sus rodillas y la mirada fija en el piso.

-Se encuentra aún peor que Molly -comentó Albus en un susurro.

Sintiendo la sangre hervir, observó cómo Alice tomaba la mano del menor de los Potter, tratando de consolarlo. ¡Que sinvergüenza! Entendía que tenía que apoyarlo y todo lo demás, pero... rayos, Amelie en serio que no quería ver a su amigo sufrir una vez más por aquella niñata.

Y si Amelie, siendo tan sólo su amiga, estaba así... que sería de Paris.

-Albus -susurro la francesa-. ¿Quieres un café?

El muchacho río en respuesta, levantando la cabeza de su mano enlazada a Alice para observar a su mejor amiga. Aunque tenía los ojos tristes, podía verse la forma en que Paris había conseguido alegrarlo aunque sea en una pequeña cantidad.

-¿Esa es tu barata excusa para también prepararte uno? -Paris se encogió de hombros fingiendo inocencia y reprimiendo una sonrisa, lo que hizo que Albus abandonará la compañía de Alice para seguir a su mejor amiga hacia la cocina-. Capuchino doble con croissant.

-¡Hey! Que sea mitad francesa no significa que sepa hacer croissants.

Todos volvieron a sumirse en un incómodo silencio, causando que Amelie comenzara a inquietarse, al igual que todos aquellos que no llevaban el apellido Weasley en sus venas. La tensión era tan palpable que parecía mortal el cruzarse entre las miradas asesinas que se daban Frank Longbottom y Dylan Belby entre ellos, ambos peleándose con la mirada para ver quien consolaba a Roxanne, la cual estaba completamente ajena a su trío amoroso. Amelie resistió la tentación de regañarlos por ser tan estúpidos.

Por otro lado, pudo ver a un hombre robusto de cabello pelirrojo al ras, con sus brazos musculosos rodeados de feas quemaduras, hablando animadamente con Liam y Dominique, quienes no podían dejar de darse pequeñas y rápidas miradas entre ellos. Charlie Weasley no parecía darse cuenta, pero claro que no fue algo que pasó desapercibido por Bill Weasley, quien se encargó de rodear los hombros de su hija con uno de sus brazos, marcando su límite y mirando receloso a Liam.

Pudo sentir a alguien toqueteando su brazo, llamándola, y, en cuanto dio media vuelta, Dean le sonreía haciendo señas con su cabeza hacia Kyle. Esta, estaba arremangando su campera, dejando al descubierto la pulsera que le había obsequiado Dean para Navidad.

-Gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias -repitió el merodeador una y otra vez, abrazando a Amelie con fuerza y provocando que todos volvieran su atención hacia ellos.

Kyle tenía el ceño tan fruncido que Amelie creyó que las cejas se encarnarían hasta los orificios de su nariz. Es que era obvio... la pelirroja nunca había tenido una buena relación con Dean y, al parecer, Kyle estaba más que confundida al observarlos en tal estado de armonía. Pero también era evidente que Amelie lo había ayudado con el regalo, es decir, con los malos gustos de Dean, ¡nunca sabría haber elegido ese lindo brazalete!

Una persona carraspeo tras ellos, haciendo que Dean y Amelie se separaran para que una señora de tez morena le sonriera.

-Hola, soy Parvati Finnigan, la madre de Dean -se presentó con alegría, estirando su mano para estrecharla con Amelie.

-Yo soy Amelie Moore, un placer.

Pero al parecer, no era la persona que Parvati quería conocer, dado que frunció su ceño con curiosidad hacia su hijo. Entonces... Kyle llegó a escena.

-Mucho gusto -musito la muchacha, ocupando el lugar de Amelie-. Soy Kyle Wood.

-¡Así que tú eres la famosa Kyle! -exclamó con alegría.

-Mamá... -la regaño Dean en tono de advertencia. Tenía sus mejillas adorablemente sonrojadas.

Sabiendo que interrumpía a una posible futura familia, Amelie abandonó el lugar disimuladamente, vagando por el resto de la sala y tratando de no cruzarse con el cajón de Molly. Realmente era algo que no quería ver. Llámenle inmadura o no.

Así, sin más, llegó a la cocina, donde sólo había un par de pequeños bocadillos para calmar el hambre y grandes tarros de café. Paris y Albus charlaban entre susurros mientras la francesa batía sus granos en una taza.

-Hey, Am.

Mientras la aludida se acercaba a ellos, pudo ver a Hugo, los mellizos Peyton y los gemelos Scamander jugando animadamente sobre uno de los sillones. El primero de estos la observó con curiosidad.

En su camino, observó como la sonrisa de Albus disminuía al ver entrar a su hermana llorando. Sin pensarlo dos veces, corrió hasta ella y se agachó en el piso para abrazarla.

-¿Quieres... ¿Quieres que vayamos afuera? -ofreció Paris algo incómoda, observando a su mejor amigo con una tierna sonrisa.

-Claro.

La brisa del aire dio de lleno en su cara, haciendo que sus cabellos pelirrojos se despeinaran sin piedad. Haría frío si no fuera por el brillante sol que se asomaba entre las gruesas nubes.

Se quedaron bajo el pórtico de entrada, observando sin importancia alguna el camino de tierra que se encontraba frente a ellas, justo en la cima de la pequeña colina. Desde adentro, podían escucharse las conversaciones en voz baja y los espasmos de llanto. Era algo triste y tan fuerte que Amelie tuvo que reprimir las lágrimas por ver a sus amigos y seres queridos tan tristes, sin que ella pudiera hacer nada.

-¿Cuando fue que ocurrió?

-Unos veinte minutos antes a que el reloj diera las doce -informó Paris, observando sus Converse-. Estábamos todos en la madriguera, yo era la única intrusa. Paso tan rápido todo...

Suspiro y trató de recomponerse. Paris sí que conocía a la señora Weasley y al parecer le tenía un inmenso aprecio, ya que tuvo que sentarse sobre el peldaño del pórtico para poder estabilizarse. Froto sus ojos y sorbió su nariz ruidosamente, casi sin notarlo.

-Ella estaba hablando con James, una "charla privada" -indicó, dibujando comillas al aire- y de pronto comenzó a quedarse sin aire. Se le estaba cerrando el pecho. Fuimos directo a San Mungo, pero a los pocos minutos ya había fallecido. James y Arthur no se han separado de ella en ningún momento. Nunca los había visto tan devastados.

Amelie cubrió la cara de sus manos, imaginando toda la horrible situación. No habían podido pasar una navidad feliz... eso sí que era totalmente desafortunado.

-Por cierto... he visto tu regalo, muchísimas gracias -se giró Paris hacia ella, con una inmensa sonrisa-. Acompañe a Harry a la madriguera para buscar conjuntos de ropa y comida para todos, fue entonces cuando encontré todo lo que habías mandado. Quise escribirte, pero Harry me dijo que quería hacerlo él mismo.

Se quedaron calladas unos largos minutos, con el silbido del viento resonando entre el silencio. Los frondosos árboles se sacudían con violencia, provocando que las pocas hojas que los conformaban fueran desperdigadas sobre todo el camino de tierra. Hacía un frío a horrores.

Por el único espacio que habían dejado las pelirrojas entre ellas, apareció Ginny Potter. También se sentó sobre el peldaño y miro fijamente a toda la extensión verde que se alzaba en frente.

-¿Saben dónde está James? –parecía cansada, con su voz ronca y desalentadora.

En respuesta, Paris y Amelie se encogieron de hombros, dando tiempo a la mujer a suspirar pesadamente. Al parecer, James había sobrepasado los límites y se había escapado de su familia por un largo tiempo para estar a solas. ¿Dónde podría estar? ¿Con quién? Nadie lo sabía, razón por la cual, Ginny parecía que se derrumbaría en cualquier momento.

-Amelie... ¿Podrías acompañarme a dar una vuelta? –de repente, la madre de James se volvió hacia ella-. Quiero presentarte a alguien.

Ignorando el hecho de que su corazón había comenzado a latir en sobremanera por los nervios, Amelie asintió demasiado rápido, consiguiendo sonsacarle una pequeña sonrisita de labios sellados a Ginny. Sin más, la mujer se levantó y se despidió de Paris con un movimiento de cabeza, insistiendo a Amelie a que la acompañara.

Muy concentrada en sus zapatillas, Amelie siguió a Ginny por el caminillo de tierra. Pasearon por el borde de la colina sin alzar sus cabezas y se escabulleron por un pequeño bosque de secos árboles, completamente pobres en hojas debido a la época. Ninguna se atrevió a decir nada, lo que no significaba que hubiera sido un momento incomodo; todo lo contrario, ambas tenían demasiadas cosas que aclarar en su cabeza.

Cuando la cantidad de árboles comenzaba a disminuir a medida que avanzaban sobre el camino, Amelie pudo distinguir a lo lejos una gran cantidad de lápidas... ¿Estaban en el cementerio?

El silencio aumento a gran cantidad, que Amelie creyó que el viento había abandonado su labor. Pero no, el problema era que estaba demasiado aturdida como para atender a sus cinco sentidos a la vez. Por lo menos por parte de la joven, el silencio ahora sí que se había tornado algo incómodo e indeseado.

Ginny avanzaba entre las lápidas como si se conociera el camino de memoria, fijando su vista en algunos detalles particulares, como las flores secas que habían depositado sobre las tumbas. En un momento, la mujer toco brevemente con su mano uno de los numerosos mármoles con flores nuevas y coloridas -que parecían haberse colocado hace muy poco-, y que llevaba el nombre de Ignotus Peverell.

Finalmente, Ginny se agacho frente a una gran lápida que se destacaba por su brillante mármol blanco y no parecía tener ni un deje de polvillo. Amelie, quedando un paso tras de ellas, pudo leer con toda su curiosidad rebosándole los nombres tallados:

JAMES POTTER

NACIDO EL 27 DE MARZO DE 1960

MURIÓ EL 31 DE OCTUBRE DE 1981


LILY POTTER

NACIDA EL 30 DE ENERO DE 1960

MURIÓ EL 31 DE OCTUBRE DE 1981


El último enemigo que debe ser destruido es la muerte.

Respirando pesadamente, Amelie se agacho junto con Ginny y, sacando su varita del bolsillo, creo una colorida corona de flores sobre la tumba.

Se mantuvo en silencio, con dudas carcomiéndole la piel a mordiscos, deseosa por saber porque la mujer estaba tan interesada en mostrarle a los padres de Harry, aunque Amelie no podía negar que era algo que había anhelado desde hacía muchísimo tiempo. Lily y James Potter eran como héroes y, de alguna forma, ella se sentía conectada a ambos por algo más que una simple admiración.

-Me hubiera gustado conocer a Lily –comento Amelie, meditando sus palabras-. A James también, claro, solo que dicen que se parece mucho a mi James... digo, eh, emmm... no MI James, di-digo, el James de ahora, o sea...

Ginny la miro con una inmensa sonrisa, haciendo que su tristeza desapareciera por unos minutos de sus ojos. Parecía reprimir una risa y Amelie realmente no se enfadaría si se le escapara... como había actuado, había sido realmente vergonzoso.

-Ya, ya. Te entiendo, Am. Normalmente me enfadaría si alguien trataría a MI hijo como suyo, pero bueno, considerando que tal vez tenga que compartírtelo... la verdad es que eres la mejor elección del universo y no me molestaría en lo absoluto si James quisiera salir contigo –explico, insinuando una sonrisa pícara hacia la muchacha-. Con respecto a Lily... creo que eres la persona que posiblemente más la conozca.

Amelie la miro interrogante, al tiempo que rogaba porque el frío del viento pudiera apagar sus sonrojadas mejillas.

-Los que conocieron a ambas dicen que son muy parecidas, tanto físicamente como en carácter y personalidad.

La sonrisa que se dibujó casi sin pensar en sus labios le fue devuelta por Ginny. Ya había escuchado ser comparada con la abuela de James muchas otra veces y, en parte, no fuera algo que le desagradara; a decir verdad, todo lo contrario. De alguna forma, quería decir que James y ella eran una pareja perfecta, tal como lo habían sido Lily y James Potter en sus días. ¡Oh! ¡Si eso realmente se cumpliera!

Mientras Ginny se daba media vuelta y la dejaba sola frente a la tumba, Amelie se encontró a si misma hablando de James a sus abuelos. De alguna forma, presentía que ambos la escuchaban y, completamente asombrada, se dio cuenta de cuan loca estaba por él. De cuanto se moría por estar a su lado.

No le gustaba simplemente. Estaba completamente enamorada de James y quería pasar el resto de su vida junto a él. Si solo él lo notara...

Luego de un par de minutos más, decidió levantarse y seguir los mismos pasos que había hecho en dirección contraria para poder volver a la sala velatoria. Sin el silencio amortiguador de estar junto a Ginny, llego mucho más rápido de lo pensado, encontrándose a Dylan, Kyle y Dean a la orilla de la colina, observando disimuladamente hacia abajo.

-... una pequeña nota, algo para avisarme –decía Dean, cruzado de brazos.

-¿Qué paso?

-Estábamos diciendo que James debería habernos avisado de alguna forma –le explico Dylan, observándola de pies a cabeza-. Ni siquiera nos mandó una nota o algo. Somos sus amigos, estamos para apoyarlo en cosas tan importantes como estas.

-¿Tu cómo te enteraste? –curioseo Kyle.

-Me aviso Harry. Me dijo que les contara a ustedes y que Potter no se había separado de su abuela en ningún momento como para contárnoslo.

-Lo entiendo –murmuro Dean, con la mirada perdida hacia los pies de la colina-. Lo que menos se le ha pasado por la cabeza es enviarnos una carta, simplemente estaba demasiado preocupado.

-¿No les ha mandado un saludo de Navidad?

Por la mirada de Dean y Dylan, Amelie pudo deducir que la respuesta era meramente negativa. Si James había estado tan ocupado... ¿Por qué le había escrito un mensaje de Navidad disculpándose?

-¿A ti si?

Amelie asintió quedamente, al tiempo que sus tres amigos se observaban entre ellos, algo sorprendidos. Tal vez porque James la había saludado tan solo a ella y ni siquiera a sus amigos... a lo que, probablemente, la explicación estaba en que habían pasado demasiados tiempos juntos los últimos días.

Sabía que James estaba comenzando a tenerle mucho aprecio y eso la hacía sentir mínimamente feliz, hasta que recordaba que estaba metida en el maldito laberinto de la Friendzone que era aún peor que tener que combatir con un par de penitentes.

-Ni siquiera le ha deseado "Feliz Navidad" a su familia.

El viento se fue tornando más frío a medida que el cielo oscurecía. Se estaba haciendo de noche demasiado rápido.

-Debe estar muriéndose de frío –murmuro Kyle, mirando fijamente hacia abajo, al igual que Dean y Dylan.

¿Qué era lo que tanto miraban?

Muy entre los árboles, si entrecerrabas los ojos ligeramente, podías ver una pequeña banca que se alzaba a los pies de la colina. Por el cabello azabache desordenado y su amplia espalda, Amelie pudo darse cuenta que no era nada más ni nada menos que James: las manos apoyadas sobre sus rodillas y su cabeza gacha.

¡Quería correr colina abajo y abrazarlo hasta exprimirlo! Pero claro que no podía, no tan solo porque tropezaría, rodaría y caería a sus pies interrumpiendo todo tipo de situación, sino, simplemente, porque no era coherente. James necesitaba estar solo para pensar y Amelie respetaba su decisión.

-Harry lo encontró cuando fuiste a pasear con Ginny, trato de hablar con él pero en ningún momento le respondió. Luego lo intento Fred... nunca había visto a James insultar a su mejor amigo de tal forma –Dean miro tristemente al merodeador, al tiempo que mordía su labio y negaba quedamente con la cabeza.

Observo a James por unos momentos, hasta que se dio cuenta que definitivamente no podía despegar sus ojos de él e, involuntariamente, una lágrima escapo por el rabillo de su ojo. Pretendió disimularla, pero sus tres amigos ya lo habían notado, guardándose el silencio para no molestarla.

Permanecieron callados unos minutos más, cada uno sumidos en sus pensamientos, hasta que Dean y Kyle comenzaron a pelear entre murmullos por la pulsera, dado que el muchacho estaba insinuando el amor que ella le ocultaba al llevarla.

Rayos, ese chico no iba a aprender nunca.

-Am –murmuraron tras de ella y, cuando Amelie se dio vuelta, encontró a su madre con su abrigo a mano-. ¿Vamos?

-Claro, solo... -volvió a fijar su atención en James-. Espérame afuera.

Bajo las atentas miradas de sus amigos y su madre, Amelie comenzó a bajar la colina tratando de no tropezar con sus propios pies. Aunque no lo pareciera, la eminencia era algo empinada, por lo que tuvo que clavar firmemente sus talones al piso.

Por suerte, mientras bajaba, pudo distinguir una salida al otro extremo, lo que era genial: no pensaba subir esa monstruosa colina a la vuelta y tampoco creía que pudiera lograrlo.

Cuando quedo a unos pasos de él, trato de no hacer ruido. Como James no se inmuto, supo que no la había escuchado.

-Ay, Potter, eres un especialista en sacar mis nervios a flote... -vio como James alzaba levemente la cabeza-. ¿Tienes idea de lo preocupada que he estado yo y todos al no encontrarte? No vuelvas a hacer eso.

El no respondió. Ni se volteo. Siguió en la misma posición, como si directamente no la escuchara. Por esa razón, para llamar su atención, Amelie hizo su intento de suerte y apoyo su mano sobre su hombro.

-Entiendo que quieras estar solo y, pensar y... bueno, lo único que quiero que sepas es que tienes todo mi apoyo, Potter. Que no te dejare estar solo, ¿sabes? Si necesitas ayuda, tan solo dímelo, por favor. Estaré para todo lo que necesites.

Sin más, suspirando pesadamente al no recibir respuesta, Amelie le dio un tierno beso en la coronilla de su cabeza. A lo lejos, vio a su madre sobre las rejas abiertas que daban paso a la calle del Valle de Godric y avanzo decididamente.

Nada más dar un paso, sintió como la tomaban de la mano suavemente, como una caricia, lo que provoco que volviera su vista hacia atrás. James estaba allí, con la cabeza en alto, los ojos hinchados y huellas de lágrimas en sus mejillas.

La miraba suplicante, con sus hermosos ojos brillando. Y Amelie se derritió allí mismo, observándolo ensimismada, sin saber qué hacer ante su reacción. Abrió y cerro la boca una y otra vez como un pez fuera del agua y, cuando al fin decidió que decir, descubrió que James -aunque se viera totalmente agotado- no había perdido ningún tipo de fuerza.

Así sin más, la atrajo hacia él y la tomo por la cintura, obligándola a que se sentara sobre su regazo, dejando que las piernas de la muchacha reposaran sobre el banco.

James rompió en lágrimas y Amelie no pudo resistirse a imitarlo.

Se acurruco sobre su pecho, haciendo que las respiraciones de James volaran sus cabellos. Ninguno de los dos podía dejar de tener espasmos abruptos: ambos estaban destruidos.

Definitivamente, era duro ver a James así, él siempre que era tan fuerte y que insistía en que los demás lo vieran impenetrable...

-Lo siento, lo siento, lo siento –soltó Amelie entre lágrimas.

-¿Tú la mataste? No. No me vengas con eso, Am. No lo lamentes.

-Lamento el no haber estado contigo cuando todo sucedió. Siento que soy la peor amiga del mundo y que no te merezco, cuando tú siempre lo estas para mí.

-No te avise porque no quería que me vieras así –explico James, tratando de recomponerse y levantando levemente el mentón de Amelie, buscando sus ojos-. Pero creo que realmente cometí un error. No tienes idea alguna de lo bien que me hace que estés junto a mí.

Sin poder evitarlo, Amelie se sonrojo. James... oh, James la creía importante. Realmente la apreciaba si creía que junto a ella todo se solucionaba. Y, la pelirroja, por su parte, se sintió orgullosa de sí misma con todas las letras: había conseguido que James la valorara y que, momentáneamente, pudiera desahogarse con alguien... lo que era doblemente bueno si ese alguien se trataba nada más ni nada menos que de ella.

-Es una lástima que no la hayas conocido en verdad. La hubieras adorado –soltó una pequeña risa, repleta de añoranza, sobre el cuello de Amelie-. Ella era tan especial... oh, no tienes ni idea.

Más lágrimas silenciosas se escaparon de los ojos de Amelie, tentando a James el limpiarlas con el dorso de su dedo pulgar, siguiendo su camino por sus mejillas, hasta los carnosos labios de la muchacha.

-Ella quería conocerte. Estaba loca por conocerte –susurro débilmente, mirando fijo a su amiga, observando cada uno de los detalles de su rostro.

Tras segundos de indecisión, James presiono sus labios quedamente sobre los de Amelie, para luego rodear su cabeza con una mano y obligarla a recostarse sobre su pecho, permitiéndole oír los latidos de su corazón. Con sus ojos aun cerrados, Amelie sintió el aliento del muchacho entre sus cabellos y sobre su oído.

-Gracias.



*************

ME ODIO.

OCHO CAPÍTULOS PARA EL FINAL.


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