Léiriú I: La rebelión

By LuxMatnfica

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La alocada Madelaine desea venganza. Para ello se unirá a un grupo muy peculiar de rebeldes liderados por una... More

Prólogo
Operación Desembarco: 1ª parte
Operación Desembarco: 2ª parte
1.Idril I: Cómo ser invencible
1.Idril I: La Promesa
2.Madelaine I: La niña que creyó en los cuentos de hadas
3.Rosalie I: La princesa colibrí
3.Rosalie I: Un superhéroe
3.Rosalie I: De acampada en la zona maldita
3.Rosalie I *última parte*
4.Gelsey I: Comienzan los preparativos
5.Idril II: El despertar del ensueño
6.Grisel I: La reunión
7.Adrián I: Destino irónico(Reescrito)
Adelanto especial
7.Adrián I: Churri
8.Elijah I: El Amo del Bosque
8.Elijah I: Huida magnabulosa
-SEGUNDA PARTE: La rebelión-
9.Madelaine II: El reencuentro
10.Rosalie II: El primer beso
11.Nissa I: El origen de los feéricos
12.Gelsey II: Tres mujeres
13.Elijah II: Enfrentamiento
14.Adrián II: Caos
15.Idril III: El salto del elfo
16.Grisel II: Tuli
17. Nissa II: El Hada Maravilla
ESPECIAL HALLOWEEN: Primera Parte
ESPECIAL HALLOWEEN. Segunda Parte (ARREGLADO)
18.Gelsey III: Limonada rosa
Entrevista de 100 preguntas a Idril
19.Idril IV: 57
20.Joker I: Una batalla muy peculiar (1ª Parte)
Epílogo
Índice de relatos
Información sobre la segunda parte
Entrevista al más magnabuloso
¡Entrevista intensa a Adri!
Adelanto Léiriú II
Nuevo adelanto: capi de Adrián (disponible temporalmente)
Adelanto: Capi de Idril
¡Tachán!
Una importante aclaración y una disculpa
¡La ilusión de Fehlion (#Léiriú 2) ya disponible!

Joker I: Una batalla peculiar (Segunda Parte)

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By LuxMatnfica

Al fin es jueves y, al igual que Maddie le llevaba los jazmines ensangrentados a Gelsey los jueves, era el destino que publicara el último capi xD.

El Joker está triste por cierto porque los capis de Gelsey tienen más comentarios que el suyo!! Así que hacedle feliz!!

Para quienes ya me conozcais sabés que siempre me guardo una carta bajo la manga para sorprenderos en el último capi muahahah.

¡Que lo disfrutéis!

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PALACIO DE LOS ESPEJOS. CALABOZOS. 1:40 AM

Madelaine empezaba a pensar que la bruja que se le había aparecido la noche anterior advirtiéndola de que el horóscopo estaba en su contra esa semana, tenía su razón, porque ¿cuáles eran las probabilidades de que un guardia resucitara para arrebatarle el medallón que tanto le había costado conseguir para perderse después en un laberinto? El Joker no volvía y eso la preocupaba teniendo en cuenta el malhallado estado en que se encontraba su misterioso camarada.

—Creo que voy a ir a buscarle —anunció colocándose bien las alas del sombrero.

—¿Tú sola? —se opuso Joshua.

—La magia feérica no parece afectarme, así que no le temo a este laberinto.

Sus oídos volvieron a estremecerse ante un repentino dolor. Todo el lugar temblaba y las puertas se abrieron para dar paso a un Gelsey con más cara de malvado que nunca. Venía acompañado, como no, de la elfa oscura que portaba una espada bastante imponente que la dotaba de un aire muy amenazador. Los ojos de Gelsey fueron a depositarse directamente en Madelaine.

—Cuánto tiempo sin vernos, ¿eh? Seguro que ya me extrañabas.

Madelaine no comprendía cómo había hecho para superar el fragor de la batalla que los rebeldes iban ganando gracias a las armas imbuidas en la Magia del Corazón del Bosque que ella había creado. Iba a responderle un «no, puto», pero la ironía siempre resultaba mejor.

—Sí, no sabes cuánto, cariño. Casi me corto las venas escuchando una canción depresiva. ¿Acaso no ves mi cara de desolación? —dijo efectuando ademanes melodramáticos.

Escuchó la risa de Gelsey, mas ésta poco a poco se oía más lejana. ¡¿Qué mierda estaba pasando?!

Joshua también se cubría los oídos con las manos hasta que notó algo viscoso resbalando: sangre.

—Es él el que está haciendo esto —comprendió.

Gelsey analizaba la situación. Se había dado cuenta de que algo no iba del todo bien en la humana.

—¿No me digas que he dañado tus oídos?

Se acercó a ella. Joshua trató de detenerle, no lo suficientemente rápido, pues Enora se lo impidió. La hoja reluciente destelló.

Gelsey llegó ante la humana, obligándola a incorporarse para poder susurrarla al oído:

—Ahora ya no podrás oír cómo digo tu nombre entre jadeos.

Gelsey todavía guardaba la esperanza de que Madelaine se pasara a su bando y se le entregara. Como Maddie simplemente temblaba de rabia, se retiró, dándola la espalda. No quería volver a envenenarse con la maldición de la humana, además le irritaba que llevase aquel sombrero. Unas raíces mágicas brotaron de debajo del suelo, resquebrajándolo, y se enroscaron en torno al cuerpo de la humana de cabellos rubizos.

Madelaine seguía luchando por librarse del efecto de los ultrasonidos del silfo. Juraría que le había susurrado algo como «Ahora diré el nombre de Enora entre jadeos» ¡¡Como si le importara lo que decía mientras le hacía el amor a su puta!! Las raíces la oprimían dificultándole la respiración, pero era la ausencia de sonido lo que más le asustaba. Quedarse sorda no entraba dentro de sus planes.

—¡¡¡TE ODIO, HIJO DE PUTA!!! —gritó. Al no oír, creía que todo el mundo se encontraba en su misma frustrante situación.

Faith permanecía hecha un ovillo en el suelo junto al cuerpo inconsciente de Idril. Se retorcía de dolor como todos los demás y al habérsele acabado la sangre que había tomado de sus presas aquella noche, la sangre que fluía de sus oídos y nariz era negra.

Enora continuaba enfrentándose al hechicero. La visión de Joshua había comenzado a volverse borrosa, pero tenía que aguantar. Los mataría a todos.

Las raíces habían apretado el walkie-talkie que colgaba de la cintura de Madelaine. Ella ya daba por perdido el que Adrián fuera a responderla alguna vez, sin embargo, de pronto sintió la vibración característica que anunciaba que alguien había cogido su llamada.

—¿Tiburón Salvaje?

Se esforzó por tratar de escuchar la voz de Adrián, pero apenas alcanzó a distinguir los que parecían los gemidos de una voz oscura y femenina.

—¿Qué dices? ¿Que me una a vosotros? Ni lo sueñes, puto —trató de adivinar.

Qué dices tú, loca. No dije nada de eso. Estoy abriendo el portal... Me distraes.

—¿Que te distraigo mientras le comes la boca y le abres las piernas? Vete a la mierda, ¡eres un burdo! Corto y cambio. —Se sentía ofuscada ante la frivolidad del íncubo.

—Ya basta, humana. Estás perdida.—Gelsey le arrebató el walkie-talkie, dejándolo caer contra el suelo, y después, destrozándolo con lo que parecía el extremo de un báculo.

El aparato se deshizo en una miríada de tuercas y tornillos que recordaban a un montón de hormigas retorciéndose, y la magia que lo componía expiró. Sonrió, satisfecho. Al fin se había impuesto sobre los problemáticos rebeldes. Le dirigió una mirada al inconsciente Idril.

—Al final tu estupidez me ha servido de algo. Gracias a ti, he conseguido reunir a todos los rebeldes aquí abajo. ¡Y ahora tú y la frágil de Rosalie me ayudaréis a dominar el Mundo!
Tenía a Madelaine bien sujeta y Enora se estaba encargando del hechicero, por lo que se acercó al híbrido para cargarlo. Faith trató de incorporarse, pero Gelsey la envolvió con más raíces. Idril ya era suyo. Una inesperada patada en la espinilla le hizo tambalearse e Idril aprovechó para atacarle con chispas azules y verdes que arrojaron al silfo contra los barrotes venenosos de una de las celdas.

—No, Gelsey. Yo no soy la herramienta de nadie.

Durante el tiempo que Idril había permanecido inconsciente, había tenido sueños confusos en los que aparecía su madre. Después, el clamor de la batalla y la insoportable voz de Madelaine le habían ido sacado poco a poco del trance. Se encontraba muy aturdido, pero había podido escuchar la conversación hasta el punto en que se encontraba perfectamente consciente, sin embargo decidió probar algo que había aprendido del Joker unos momentos atrás y que funcionó al pillar completamente desprevenido a su padrastro. Idril se sentía exultante por aquella pequeña victoria, aunque había algo que le perturbaba:

—¿Entonces lo de dominar el Mundo iba en serio? Yo sólo lo había dicho para ponerlos en tu contra...

Las ideas de Enora nunca habían estado claras, y mucho menos en aquellos momentos. Su único objetivo consistía en hacerse con la información que poseía tal vez no el mejor camarada. Gelsey era un hombre ambicioso y ella nunca había sido partidaria de aquel sentimiento, salvo en lo concerniente a la obtención de su información, claro. ¿Sabría Gelsey que su oído era mucho más perceptible al de cualquiera de los que estaban allí? Porque de saberlo, quizás habría sido más meticuloso eligiendo sus palabras, al no ser que no le importara que ella conociera sus verdaderas intenciones.

Justamente, aquellas palabras habían despertado en ella por primera vez el cuestionarse si estaba en el bando correcto. Aquella lucha había resultado muy fácil: él solo había podido dejar a todos los rebeldes a sus pies gracias al ultrasonido que producía, del que el muy desgraciado no la había advertido hasta segundos antes de iniciarlo, cuando le había avisado que se protegiera los oídos.

¿Era eso entonces por lo que la necesitaba? ¿Para protegerlo de los rebeldes y así poder hacerse con el poder de los jóvenes herederos? ¿Era su deber ayudarle a conseguirlo?

La respuesta llegó de manera espontánea a su mente.

Debía ayudarle hasta conseguir la información. Probablemente se marcharía de allí en cuanto la tuviera, sus problemas aristocráticos no le incumbían en lo absoluto. La muerte jamás había sido un impedimento para ella, había matado por alimento, unas almas más no harían la excepción.

Además, ya todos la consideraban su enemiga.

Divisó cómo el Don Juan del salón se acercaba a ella de manera desafiante, con un nuevo hechizo ya cargado en su mano. 

—Un hechicero, ¿eh? Ni lo pienses... —amenazó casi en un susurro.

Lo más probable era que no le hubiese escuchado, porque su rostro ni se inmutó, ni en ironía, temor, alegría, excitación... en nada.

Enarboló su espada legendaria y atacó al hechicero que se protegió con la suya, invocándola de una pulsera mágica. Sin embargo, su hoja quebrada no resistiría a la fuerza de la híbrida ni a su espada, por lo que tuvo que recurrir a la magia que ya tenía preparada. Sus ojos volvieron a adoptar la tonalidad escarlata que le permitía usar sus oscuros poderes, el colgante con forma de pentagrama resplandecía en su pecho. Los vampiros eran débiles al fuego, por lo que transformó la energía de su mano en energía ígnea, y lanzó el hechizo que logró prender pese a la humedad del lugar. Las llamas los rodearon brillantes, ardientes.

Las heridas de Joshua terminaban de sanarse, incluso las de los oídos. Un humillo surgía de ellas. Él sintió que se quemaba por dentro, mas no le importó, el sólo quería seguir luchando contra su rival.

Gelsey se recomponía del golpe. El veneno había quemado su camisa por detrás, pero su cuerpo de silfo era inmune a la mayoría de los venenos, y a los que no, él se había preparado durante toda su vida para serlo. Idril había roto el báculo que había cogido de la Cámara del Tesoro.

Mientras tanto, Maddie se las había apañado para sesgar las raíces con el cuchillo que cortaba la magia. Las muñecas le dolían un poco y seguía sin oír nada, pero podría luchar.

—BIEN HECHO, IDRIL. CREO QUE NOS ENTENDEREMOS —le dijo en un tono más amigable a pesar de gritarlo, aunque no creyese que sirviera de mucho ya que sabía que el híbrido la odiaba.

Idril y Maddie encararon a Gelsey, llenos de determinación.

A Gelsey le parecía demasiado irónico que la chica que le gustaba y su hijastro se le enfrentaran. Si pensaban que con eso le habían vencido, se iban a llevar una gran decepción.

—No estás entendiendo nada, Idril. Tu madre quería esto, al oponerte a mí te estás oponiendo a ella.

Sus palabras por un momento lograron impactar en Idril, pero se sobrepuso rápidamente, aumentando el odio con que le miraba.

—Eso no es cierto. Ella sólo quería protegerme pese a lo desastre que soy.

—¿Y por eso no quería ni verte?

Le había dado en el punto que más le dolía. Gelsey lo sabía e Idril también, pero el príncipe se mantuvo firme pese a la acuosidad acerada de su mirada. Como Gelsey veía que Idril se había vuelto en el transcurrir de una noche menos manipulable, lo intentó con la humana:

—Madelaine, es una pena que me odies tanto. Si no fueses tan cabezota, ahora ambos podríamos ser muy felices. Detén toda esta locura sin sentido y te curaré el oído —habló sacándose los restos de su camisa, pues al estar rota por detrás le estorbaba.

Maddie sostenía con firmeza el cuchillo de su madre, preparándose para atacar, mientras Gelsey le decía algo a Idril sobre Ellette y la prostitución, normal que el chico no se lo tomara a bien. A ella le dijo algo como «Maddie, eres una perra que huele raro. Si no fueses tan gorda, ahora podrías escapar y todos seríamos felices. Vete y haz la dieta al llegar a casa».

Después de esas palabras tan feas, estaba más resuelta que nunca a acabar con el silfo. Le entregó a Idril un arma muy especial que estaba reservando para un momento de necesidad y ese momento había llegado. Había llegado el final de Jazmín.

—¡YO NO ESTOY GORDA! —gritó al saltar contra el silfo.

Éste trató de esquivarla, pero logró cortarle en uno de los pectorales, bajo el pezón derecho. Temblaba de adrenalina y furia al contemplar la sangre del silfo resbalando por la hoja de su cuchillo. Gelsey ni se inmutaba por el corte, parecía mucho más preocupado por las llamas.

Idril sostenía el arma que Maddie le había pasado sin tener ni idea de qué hacer con ella. La extraña respuesta de Maddie, el que ella hubiera atacado primero y la amenaza del fuego habían servido al menos de distracción que Idril aprovechó para volverse invisible y colocarse detrás del silfo. Se dispuso a atacarle con la extraña arma, pero Gelsey le sintió y reaccionó rápidamente, tomando a Madelaine a modo de escudo. Idril se quedó inmóvil en el aire, volviendo a hacerse visible.

—Usando a la gente para variar, ¿eh?


PALACIO DE LOS ESPEJOS. LABERINTO DE LOS CALABOZOS. 1:40 AM.

JOKER

Ellette me tenía atrapado, o eso se pensó ella, pues atraparme a mí... no era una tarea en absoluto fácil. Una rápida patada circular la desestabilizó y yo aproveché para realizar una voltereta hacia atrás, arrebatándole el arma con los pies durante el giro. Volví a incorporarme, haciéndome con la daga de orichalcum. Era una pena que ésta fuera también una ilusión. Ellette se incorporaba, sacudiéndose la piel. Varios mechones se habían soltado de su recogido, volviéndola todavía más deseable. No parecía molesta por que hubiera tomado la ventaja. Seguía sosteniendo en una mano el medallón.

—¿Por qué siempre tenemos que luchar? —preguntó, extinguiendo el fuego blanco.

No la escuché, no iba a embaucarme, no iba a dejar que mi mente me ganara.

En una intuición, corrí hasta el lienzo. Su expresión al fin se crispó de horror.

—¡¡¡No!!! —gritó—. Eso es mío, nadie tiene derecho a tocarlo.

—Yo soy un gran artista, puedo hacer lo que me plazca.

Ahora el lienzo estaba en mi poder. Ellette me miraba suplicante, una mirada que podría haber hecho dudar al más malvado... si éste tuviera un corazón. Yo se suponía que no lo tenía o, al menos, con ella no le daba la gana funcionar. Di unos pasos hacia Ellette, amenazando con hundir la daga de orichalcum en el cuadro.

—¿Por qué siempre eliges esa forma?

—¿Acaso hay alguna otra para mí? —me jacté.

—Deberías haber aprendido...

—¿El qué? Ésta es la única manera que parece funcionarme.

Una lágrima resbaló por la mejilla del hada.

Apreté la daga contra el lienzo, desgarrándolo. La pintura comenzó a caer como cascadas de una sangre muy oscura y espesa que brotaba de la herida que acababa de provocarle. El mismo agujero surgió en el pecho del hada. Terminé de acercarme a ella antes de que fuera demasiado tarde para absorberle su magia, la necesitaba.

—Me has matado por segunda vez —me dijo con una voz terriblemente acusadora.

—No se puede matar lo que ya está muerto —respondí.

Terminé de deshacerle el moño, liberando por completo su pelo plateado que cayó suavemente sobre sus hombros, tapando sus pechos. Me concedí el enredar mis dedos en unos mechones una última vez.

El hada se deshacía en regueros de pintura mientras la sostenía entre mis brazos. Su cuerpo no emanaba calor alguno, lo que me daba a mí la razón en cuanto a que ella no era real. Mis ojos se encendieron en la oscuridad que estaba reapareciendo, devorando el hermoso claro del bosque, y yo terminé de absorber toda la energía que conformaba aquella poderosa ilusión.

Una parte de mí se sentía miserable. Aquella condenada hada siempre se las apañaba para desestabilizarme, para hacer que ni las máscaras o el maquillaje fueran capaces de ocultar la verdad. A pesar de todo, me recompuse y mantuve firme, y tras recomponerme, me decidí a poner fin a ese capítulo de mi libro. El medallón ya lo tenía en mi poder, se lo había arrebatado antes de que desapareciera. Tan sólo me faltaba ponerme en contacto con Adri, pues resultaba sumamente primordial que los dos abriéramos el portal al mismo tiempo o el resultado desembocaría en algo catastrófico. Tenía mis dudas acerca de si el íncubo podría ser capaz de cumplir con su tarea, pero prefería acallar esos temores diciéndome que él no podía mentirme, o que al menos no se atrevería a hacerlo.


Con mi magnabulosa camisa y mi apreciada capa ya puestas en su sitio, extraje mi propio walkie-talkie mientras recorría tranquilamente el camino de regreso. Volvía a sentirme mucho mejor y ya la magia del lugar no me afectaba. Decidí dejar de lado los pensamientos más oscuros y enfocarme en el presente, al fin y al cabo no tenía más que eso.

Una de las cosas entretenidas de colaborar con la loca de Maddie era que nunca sabías con lo que podías encontrarte. Aquella vez me topé con un muro de fuego y la humana e Idril enfrentándose al patético de Gelsey, descamisado. Por algún inexplicable motivo, parecía que siempre tenía que haber en escena alguien luciendo pectorales. De todas formas, Gelsey jamás podría llenar el vacío que mi «encamisamiento» dejaba.

Me sentí bien al ver que el muchacho ya se había recuperado.

Analizando la situación con más detenimiento, había algo extraño en la humana, por lo visto sus oídos habían quedado dañados. Al tomar consciencia de ello me pregunté cómo era que hacía Maddie para meterse en tantos problemas... Seguramente su libro estaba lleno de colores y letras diferentes, es difícil no terminar cogiéndole cariño a una historia así.

Tras la intensa conversación con Adri, no apta para todas las edades, decidí intervenir yo también, no iba a perderme la batalla final, era demasiado genial para eso.

A un gesto, las llamas se apartaron de mi camino. Idril sostenía un objeto muy especial. Sin saberlo, poseía en sus manos algo que podía volver más peculiar aún aquella batalla.

El chico empezó a agitar el aparato, frustrado por que no parecía servir para nada. Chispas mágicas comenzaron a surgir de él. Lo agitó con más fuerza y entonces, todo el lugar se echó a temblar, literalmente. Yo sonreí, esto se volvía realmente interesante, ahora sólo quedaba por ver las consecuencias.

Un pilar de luz rosa se disparó, atravesando el techo, los suelos del palacio y perdiéndose más allá de las nubes, liberando sígiles de luz líquida dorada. El resplandor los cegó a todos menos a mí que previsor, me había cubierto la vista con la mano, y entonces cuando lo absurdo parecía haber sobrepasado todos los límites, algo nuevo surgió, algo especialmente grande y colorido, algo que realmente sólo podría venir de un objeto de la loca de Madelaine.

Un dinosaurio rosa que medía unos cinco metros de altura sonreía bobaliconamente al que lo había invocado.

Idril parpadeaba muy perplejo ante la criatura que tenía delante.

—¡Dino!

Gelsey también se estaba recuperando ya del resplandor, por lo que Idril reaccionó, ordenando al dinosaurio que se comiera a su padrastro, sin embargo el adorable Dini no cumplió la orden, es que comerse a Gelsey debía de producir, como mínimo, indigestión. En su lugar, se puso a bailar, girando descontroladamente sobre sí mismo y barriendo a todo lo que pillaba por el camino con su cola. Cuanto más giraba, más perdía el control. Se sentía tremendamente hambriento y eso le enfurecía.

Faith, quien había cubierto sus oídos con retazos de tela de su vestido y se había liberado de las raíces, logró saltar a tiempo para esquivarlo, una pena.

Enora, por otra parte, estaba tan concentrada en su lucha contra el hechicero con el cual estaba descubriendo que tenía mucho en común, que no tuvo tiempo de esquivarlo, y el colazo la empujó hacia el otro lado, muy próxima a las llamas. Joshua aprovechó aquella oportunidad para sacar ventaja. Sus labios temblaron bajo el efecto de las palabras que acababa de pronunciar. El frío vaho de sus labios distorsionó la atmósfera y una espiral de agua negra rodeó el cuerpo de la híbrida.

Enora sólo había querido comprobar qué tenía el hechicero que ofrecerla, un simple descuido ante la estupefacción de la criatura que había entrado en escena y que le costó muy caro. Un fuerte pinchazo la hizo inclinarse de dolor. Una mancha negra había comenzado a extenderse por su piel blanca. Ni sus habilidades curativas parecían funcionar contra aquel extraño poder.

Concentró una feroz mirada en Joshua. Sus ojos se habían vuelto violetas e implacables por la furia. Con toda su fuerza vampírica, empujó al hechicero, que se arrojaba contra ella para rematarla, y lo hizo volar hasta el otro lado. Enora aterrizó con ambos pies, doblándose sobre sus rodillas.

—¿¡Y ahora que, Gelsey!? ¡¿Piensas dejar que todo esto se te escape de las manos?!

Sonreí nuevamente, esta vez ante la desesperación de nuestros enemigos. Ellos no tenían un corazón preparado para lo inesperado. Vivían tan inmersos en sus Cortes y comunidades estrechas que cualquier cosa les pillaba desprevenidos. Desprevenidos y atónitos difícilmente podían actuar, y de esa sorpresa siempre se puede sacar ventaja, ésa era otra de las lecciones que un buen aventurero debía aprender: no los ataques, sorpréndelos, un acto impensado hiere más que un puñal.

Gelsey no podía ver a su compañera, pero sí que la escuchó, aunque daba igual porque estaba demasiado frustrado, incorporándose del suelo tras caer por culpa del dinosaurio. Que los planes no salgan como uno tiene planeado produce ese efecto en los malvados de las historias que ya se ven a sí mismos dominando el Mundo y él acababa de volver a perder a Maddie y, aunque aún no sabía del todo qué posibilidades tenían realmente esos dos, yo me encargaría de que fuera así.

—El dinosaurio del que hablaba Rosalie... ¿¿¿A qué te has dedicado todos estos años??? —le preguntó muy enojado, impresionado por los amigos que la humana había logrado reunir. El silfo sabía que había ignorado las señales, subestimando el poder de los demás.

Por otro lado, la loca de Maddie estaba ensimismada observando con una ternura conmovedora a su mascota descontrolada, por lo que no notó que Gelsey la estaba hablando. Idril había sabido invocarlo, pero no había estudiado la parte del entrenamiento que le enseñaba a controlar animales peculiares que todo el mundo daba por extintos, al menos en este planeta, así que la humana se puso a tararear una relajante canción que siempre lograba calmar al dinosaurio. Por qué un dinosaurio se calmaba así era un misterio que realmente no me interesa revelar, porque no tengo pensado entrar en el pasado de su raza y aún menos en el de Maddie.

—Ven, pequeño... —Ella sabía que tanto Gelsey como la vampira estaban atónitos, las reacciones de Joshua y la secuaz loca de Gelsey no las podía saber debido a las llamas—. Parece que funciona. Idril, tienes que subirte a él. Tranquilo Dini, es un amigo... y más tarde te sacará a pasear y te dará una croqueta de cocodrilo... Vale, ¡de canguro!

Idril seguía perplejo ante las ocurrencias de Maddie y eso que él era el que más rápido reaccionaba ante los sucesos peculiares de todos los que estábamos allí. La verdad es que a pesar de todo, igualmente estaba reaccionando bastante bien, tomando en consideración que una humana loca le hablaba a un dinosaurio rosa con tendencias artísticas.

—¿Cómo pretendes que me suba a esa cosa?

—Tienes que pronunciar un conjuro —le dije, apareciendo a su lado.

—¡Joker!

—¿QUÉ ESTABAS HACIENDO? —me reprochó Maddie, gritando como si estuviera sordo.

—Tuve complicaciones... y no pude resistirme a tener un poco de sexo telefónico con Adri.

—¿A TI TE LLAMÓ TAMBIÉN PARA OFRECERTE QUE TE LES UNIERAS? SÍ QUE TENÍA GANAS DE HACER UN TRÍO.

La pérdida de audición de Maddie, aunque era divertida, iba a suponer todo un problema a la larga. La chica lo malinterpretaba todo, su subconsciente debía de estar muy sucio y no me gustaba que me hablaran a gritos, sobretodo prefería evitar que especialmente ella me hablara tan alto.

Dini estaba empezando a espabilarse de nuevo tras los efectos de la canción relajante.

—Necesito que ganéis tiempo mientras abro el portal —les dije—. Idril, escucha con atención...

Le susurré al oído las palabras que tenía que decir. Él asintió con la cabeza, afirmándome que lo había comprendido, aunque no parecía muy convencido.

—¿Para qué tengo que realizar ese conjuro?

—Hazlo y verás.

No me sorprendió que la vampira se acercara a Idril para acosarlo nuevamente. Las mujeres a mi alrededor eran todas una sueltas de cuerpo, y luego se preguntaban por qué prefería a Adri...

—Idril, ¿qué demonios hace un dinosaurio en medio del calabozo?

—No lo sé, pero la cosa se pone emocionante, nena.

Clavó la vista en su objetivo y se preparó para realizar el hechizo. Cada vez que extraía magia de su interior le dolía, pero sabía que tenía que hacerlo. Iba a tener que encargarme de adiestrarlo personalmente porque Gelsey no era más que un inútil. Idril abrió los ojos. Se parecían perturbadoramente a los de Ellette, desvié la mirada un segundo.

Las palabras retumbaron y llovieron escombros del techo. Del propio Idril salió un enorme resplandor verde que tiñó el fuego del mismo color. Las llamas verdosas habían envuelto al dinosaurio en un armazón flamígero.

—¡¡¡MI DINI!!! ¿¿¿QUÉ LE HAS HECHO??? —Maddie se volvió en un vendaval de furia hacia Idril quien todavía seguía asimilando lo que acababa de hacer.

—Está bien, este fuego no nos quemará a ninguno de nosotros —les expliqué.

«Pero sí a los demás imbéciles», me regocijé para mis adentros.

—¿QUE QUIERES QUE DINI SE QUEME EN UN JUEGO? ¡ERES UN SÁDICO!

—¡Dini no! Joder, ¡ESTÁS SORDÍSIMA! —grité yo también, gesticulando exageradamente para que captara mi mensaje. Decidí que había llegado la hora de recuperar mi sombrero, así que se lo arrebaté.

Idril extendía una mano vacilante hacia el dinosaurio. La calidez de las llamas le hicieron cosquillas.

—¿Confías en mí? —le insté con el sombrero ya bien colocado.

—...No. No lo hago, pero para estas cosas sí.

Su respuesta me dejó algo trastocado. Igual a su madre, sin duda. Jamás me perdonarían unas muertes de nada. Como si no hubiera idiotas por el mundo... Teníamos unos cuantos frente a nosotros, y es que además era imposible que no hubiera bajas cuando luchábamos contra el status quo de las cosas. Las estructuras, para derrumbarse, necesitan sangre y si no eres capaz de saber que sólo así podrás lograr tus objetivos, acabarás perdiendo la batalla y las oportunidades que se presenten ante ti.

Idril trepó por el cuerpo de Dini. Las llamas, en efecto, no le hacían nada. Una vez en lo alto de la cabeza, buscó a Gelsey, su objetivo. El chico con el traje que le había proporcionado y nuevamente cargado de determinación, se veía muy bien.

—Gelsey, ¡más vale que te rindas o pagarás muy cara tu traición!

El enorme dinosaurio comenzó a correr tras el silfo, quien trató de detenerlo haciendo crecer más raíces, mas el fuego las debilitaba y la fuerza monstruosa de Dini terminaba de romperlas. Llegó un momento en que Gelsey no tenía por dónde huir, estaba acorralado entre el fuego y Dini. Sus ultrasonidos, en vez de detenerlo, sólo le hicieron enloquecer más y por poco le embiste con la cabeza e Idril se cae de su montura. Gelsey no tuvo más remedio que parar ya que a sus planes no les convenía que Idril se partiera la crisma.

—Por última vez, ¡arrodíllate y pídeme perdón o en serio que protagonizarás una escena muy perturbadora!

—¿Y qué harás, derramar mi sangre? Te conozco muy bien, tú no harías algo así nunca. —Aunque trataba de mantenerse altanero, no podía ocultar el nerviosismo que la proximidad del fuego le provocaba.

—No subestimes mi amabilidad. ¡Soy el hijo de Kra Dereth! Quizás de pronto he desarrollado una vena cruel y despiadada. Además, ¡heriste a Grisel! Debo vengar a mi chica.

¿Acaso no podía dejar de pensar en la bruja amargada ni en un momento como aquel?

—Claro. Entonces Madelaine y tú sois hermanos, ¿no? Porque ella ya me ha venido esta noche también con el mismo cuento.

—¿¿¿Qué??? —Se volvió hacia Maddie muy confuso.

Sin comentarios. En serio prefiero no comentar qué pensaba de aquella escena. Tenía que preguntarle a Maddie por qué iba diciendo esas cosas, cuando ya se le hubiera pasado la sordera, claro. No quería que se pensara que le proponía algún juego depravado cuando yo era un hombre muy digno y todo un modelo a seguir.

Si no me concentraba, quién sabía qué podía ser lo próximo que ocurriera a continuación, aunque me tentaba retrasarme a propósito para que Gelsey sufriera la peor muerte posible de la historia... Como si hubieran adivinado mis pensamientos, más escombros cayeron del techo. Vale, vale, lo captaba, ese lugar amenazaba con derrumbarse. Pobre del Capitán Elías o como se llamara que se hallaba preso en alguna de las celdas. La próxima vez se lo pensaría antes de intentar asesinar al hijo de Kra Dereth... si es que tenía una próxima vez, porque os aseguro que lo normal es no tenerla.

La vampira contemplaba fascinada a Idril. Parecía pasar por completo de la interminable pelea que estaba llevando a cabo su hechicero Don Juan contra la esbirra de Gelsey, la cual a saber si había visto el ridículo que había hecho su jefe o lo que fuera corriendo delante de un dinosaurio rosa envuelto en llamas, debí traer un invento de Maddie para grabarlo.

—¿¿Qué mierda están diciendo esos dos de mí?? ¡Malditos silfos!

Maddie se encaminó hacia su hijo simbólico, debía de haberse propuesto ganar el título de madre del año.

—¡BÁJATE DE MI HIJO! —le gritó a Idril mientras ascendía por el cuerpo de Dini.

Realmente no sé si era sólo yo, pero la sola idea de ver a una chica de veinte años menuda y vestida de gala, subiéndose a un dinosaurio rosa y gritando que era su hijo... pues me perturbaba bastante, casi tanto como la risa que me invadía... y es que uno intentaba mantenerse serio, pero era imposible en situaciones como ésas.

—¡Ey! ¿Por qué vas diciendo que eres mi hermana?¿Acaso estás insinuando que soy tío de este bicho? ¿Qué tienes fantasías incestuosas?

—¡QUE NO ESTOY GORDA! Y DINI ES TÍMIDO, PERO ¡ESO LE HACE ADORABLE!

—¡Nunca he dicho que estés gorda! De hecho lo que te falta son más curvas. ¡Ey, no me toques! ¡¡Me vas a tirar!! Ah, ya sé: ¡pretendes violarme de nuevo! ¡¡¡Encima de tu propio hijo!!

Gelsey se había puesto a trazar runas en el suelo con su propia sangre. Intentaba algo cuando su destino consistía en formar parte del almuerzo de Dini.

—¡Idril, cuidado! —traté de advertirle, en vano.

Dini estiró una pata hacia delante y pisó la barrera mágica que el silfo había trazado. El dinosaurio se sacudió de dolor, así como sus dos jinetes. Maddie se cayó e Idril logró atraparla del vestido a tiempo, aunque la tela no aguantaría mucho tiempo.

—Mentira, ¡sí que estás gorda! —forcejeaba.

—Idril, NO ME SUELTES, ¡POR LO QUE MÁS QUIERAS! Que sólo soy una humana y estamos a cinco metros de altura...

Le tendió con dificultad la mano, esperando que la ayudara a subir.

—¡No puedo cogerte la mano! Tu tacto es venenoso —le recordó, aunque Maddie no podía oírle y sólo se estaba desesperando más.

Faith dio un salto que más bien parecía que volaba, igualito que unos murciélagos que habitaban por el este, ¡os lo juro! y cogió a los dos jóvenes, depositándolos en el suelo lo más lejos de Gelsey posible. No me pasó desapercibido que la muy fresca aprovechaba para toquetear a Idril todo lo que podía. Ahora que yo estaba allí, las cosas iban a ser muy diferentes e iba a encontrar una manera de acabar con las acosadoras indignas.

—¿Y ahora qué? —preguntó Idril, recomponiéndose del vuelo—. Se supone que soy el héroe, pero aquí no hay hermosas doncellas, sólo mujeres locas que no saben valorar lo bueno.

...Podía luchar por mí, para impresionarme como aventurero... por ejemplo. Sólo era una idea, pero el chico solamente parecía pensar con las hormonas.

—¡MI DINI ESTÁ SUFRIENDO POR CULPA DE ESE MALDITO SILFO!

Aceleré mi trabajo. Unas gotas de magia negra aderezadas con unos versos en una lengua hacía mucho tiempo olvidada. El verdor del fuego distorsionaba la atmósfera, ondulándola. Mi desarrollado oído captó el crujir del tejido de la realidad de este mundo. El medallón vibraba fuertemente. Una pizca más de magia arcana...

—¿Adri? —Probé a llamar al íncubo. El portal ya casi estaba, sólo me faltaba confirmar que él había hecho su parte porque sino, por muy sexy que fuera, me iba a cabrear.

Dini definitivamente se había vuelto loco y giraba como una gigantesca peonza sin importarle qué era lo que se llevaba por delante.

—¿¿Adri?? —insistí, pero mi walkie-talkie parecía haberse quedado sin magia. Tendría que jugármela y hacer la señal.

Allá iba mi última carta.

—¡Idril! Ven acá —llamé al muchacho.

Alcé mi brazo izquierdo hacia atrás y lancé un gran rayo de luz escarlata que se hundió entre las estrellas como una lanza. Más escombros cayeron, pero los esquivé. Uno, dos... Idril se acercó a mí, confuso.

¡Tres!

Una esfera de luz se había formado entre mis manos. La lancé al centro y ésta empezó a crecer, convirtiéndose en un agujero, en una puerta hacia otro plano. Era el acceso al Tobogán Interdimensional.


El vórtice empezó a absorberlo todo, ahora que había sido abierto demandaba mucha energía.

—¿¿Qué es eso?? —preguntó Idril, haciéndose oír por encima del tornado que se había levantado.

Yo le sostenía a él y a mi sombrero a la vez que me sujetaba a una columna.

Enora no sabía por cuánto tiempo resistiría. Por el momento, la mancha negra de su brazo no parecía afectarle en nada. Joshua, sorprendentemente, estaba resultando más persistente que una cucaracha y con suerte se desintegrarían mutuamente durante el viaje. Gelsey se agarraba también a donde podía, era fuerte, pero no tanto como le gustaría.

—¡¡Tenemos que saltar a esa cosa!! —le dijo a su inseparable esbirra.

—¿¿Estás seguro?? —Enora estaba empezando a pensar que se había vuelto loco.

—Estoy seguro de que ese portal lleva hasta Kra Dereth.

—¡¿Y eso es una buena idea?!

Formulé unas palabras más y la intensidad del vórtice aumentó. Que se los tragara a todos, un nuevo juego estaba por comenzar. Maddie, Gelsey y todos los demás eran absorbidos por el portal, pero la humana no podía conformarse y no soportaba que el silfo y Enora cayeran bien, por lo que ordenó a Dini que les empujara con un fuerte colazo.

El portal se fusionó con el suelo. Su energía comenzó a mermar, se estaba cerrando, aunque nuestras cabelleras eran fuertemente agitadas por el aire.

—¿A dónde van todos? —me preguntó Idril.

Todavía no tenía la certeza de que Adri lo hubiese hecho bien, pero intenté ser optimista por una vez.

—¿Quieres saber qué es lo que hay al otro lado?

—¿Una aventura? —trató de responder como si de un acertijo se tratara mi pregunta.

Las comisuras de mis labios se curvaron un poco.


RUINAS DEL ACTUAL PALACIO DE LOS ESPEJOS. CUATRO MESES ATRÁS.

Un capullo rojo apareció en medio del idílico paisaje. El capullo se expandió, abriéndose como una flor. Se trataba de Adrián, usando la capa del Joker para teletransportarse.

—Tenías razón, Gelsey planea llevarse consigo el medallón mágico —les anunció a las otras dos figuras que se encontraban allí de pie.

La sonrisa del más alto se hizo efectiva.

—Yo siempre tengo razón, querido Adri... —Sus ojos se detuvieron disimuladamente en la capa. En SU capa. Le dolía que todavía no se la quisieran devolver.

Desde allí arriba, aunque muy lejana, podía sentirse la brisa marina entremezclada con los secretos del bosque. Un viento mucho más violento les removía el pelo y los ropajes. A un kilómetro más abajo, el mar rompía incansablemente sobre las recortadas rocas del acantilado. Las malas hierbas y las margaritas siendo estremecidas por el fuerte viento que huroneaba entre los restos de los arcos y las bóvedas semi-derruidas era el único sonido que se podía apreciar allí. De vez en cuando un par de cuervos revoloteaban a bastante altura, trazaban un par de círculos y se lanzaban en picado sobre alguna diminuta presa.

De repente, el Joker se arrodilló. Un resquebrajado muro se partió en dos y aparecieron dos tipos más: el primero era muy alto, casi tanto como el Joker, e iba completamente embozado en una densa y aparatosa túnica negra; el segundo era sumamente bajito y algo más cabezón de lo normal. Pese a todo, sus rasgos masculinos no resultaban del todo desagradables, pues tenía una barba caoba bien cuidada y una melena cobriza recogida en una larga y fina coleta.

—Mi Señor... —pronunció el Joker, todavía con la rodilla hincada en el suelo.

—¿Quién, yo? —preguntó el bajito. Su ojo izquierdo, de color verde frente al derecho de un cálido marrón, relució con un brillo de ingenua sorpresa.

—No, idiota —le recriminó con una durísima mirada.

—¡Lolo! —exclamó Maddie, acercándose al gnomo con dificultad debido al fuerte viento—. Veo que supisteis encontrar el camino sin problemas. Si es que mis indicaciones son las mejores.

—Sí, no tuvimos problemas, pues nos trajo un elegante carruaje tirado por kelpies... pero hay algo que me preocupa. Mi acompañante... no ha dicho ni una sola palabra en todo el camino. ¿Le caigo mal?

El Joker se adelantó a explicarle la situación para que Maddie no metiera la pata.

—Es que no puede hablar... una terrible historia, por eso yo suelo hacer de traductor, pero desafortunadamente no puedo ir con vosotros ni acompañar a mi querido Amo, así que te he preparado esto. —Le entregó un manuscrito bien enrollado—. Ahí está todo perfectamente explicado para que aprendas a traducir sus gestos.

—Oh, perfecto. ¡Muchas gracias!... Porque resulta que no he podido saber ni su nombre.

—Llámalo K.D.

—¿K.D.? —inquirió el gnomo, muy extrañado.

—Es que sus padres le pusieron un nombre muy complicado. Es más práctico así y suena también más moderno —le aclaró.

—¡Ah! Bien... —Se volvió hacia su compañero de viaje, pero éste tenía un aura intimidante que le ponía un poco nervioso, aunque le daba vergüenza admitirlo. Se volvió hacia Maddie—. Sol de mi girasol, ¿tú no puedes venir con nosotros? Siempre te han gustado las aventuras.

El aire aumentó la intensidad con que removía sus ropajes. El silbido que producía intimidaba casi tanto como la presencia del tal K.D.

—No puedo, Lolo —negó con voz afectada. Una lágrima rodó por su mejilla—. Los rebeldes me necesitan, pero confío en ti y en tus grandes dotes de jardinero para organizar el mejor torneo del mundo.

—Todo saldrá bien. He leído muchos libros de filosofía, sé cómo tratar a esos centauros... Cuida de nuestro pequeño.

—¡Lo haré! Nos veremos dentro de cuatro meses.

Manolo abrió los brazos para despedirse de su adorada flor efusivamente, pero Maddie lo rechazó sin ningún tipo de tacto. Una cosa era concederle ciertas cosas y otra, pasarse de lo íntimo. Adri prefería permanecer lo más ausente posible de esa escena mientras que el Joker lanzaba miradas de reojo al enigmático K.D. que permanecía de pie, escrutando lo inescrutable con sus misteriosos ojos.

—Bien, ¿os vais ya o qué? —preguntó Adri. Con el aire que hacía no había manera de fumar así que tenía prisa por volver, las manos se le estaban congelando.

—Amo, ya sabe lo que tiene que hacer —le dijo el Joker con mucha solemnidad al encapuchado K.D.

Éste extrajo una reliquia mágica: un cuchillo de algo parecido al cobre, de aspecto muy vetusto, e introdujo la punta por el anillo del gnomo. Comenzó a extraer magia de ellas.

El Joker pronunció las palabras que K.D. no podía pronunciar y un portal mágico apareció frente a ellos.

—¡Confiamos en vosotros, no nos falléis! —se despedía Maddie, agitando efusivamente un pañuelo blanco se que ondeaba como una bandera—. ¡Organizad el mejor torneo del mundo!

Manolo se despedía de ella conteniendo lágrimas de masculinidad mientras que K.D., tan silencioso como hasta ese momento, se introdujo por el portal.


PALACIO DE LOS ESPEJOS. CALABOZOS. DE VUELTA AL PRESENTE OTRA VEZ.

Mucha tinta se había empleado para llegar a este capítulo. Todo lo que había tramado desembocaba en aquel momento. Tan sólo faltaba que diéramos el último paso, que hiciéramos un salto de fe, e Idril abandonaría ese maldito palacio. Sin embargo, la tentación estaba creciendo fuertemente en mí. Todos se habían ido por el portal. Sólo quedábamos nosotros dos. Los demás me daban igual, yo ya tenía lo que quería. Podía huir con el chico, le enseñaría a realizar el conjuro que me liberaba de mi carta.

La puerta se estaba cerrando e Idril me miraba entre confuso y expectante.

—¿Si saltamos iremos a Léiriú? —insistió.

¿Qué decisión debía de tomar? ¿Daba el salto? ¿Me arriesgaba? ¿Y si todo salía mal y le perdía para siempre?

—Kra Dereth aguarda al otro lado, ¿estás seguro de que quieres ir?

—¿¿Mi padre??

Pude leer en sus facciones que eso no le hacía ninguna gracia.

—Estoy listo para enfrentarlo —respondió sin embargo, esforzándose por sonar determinado.

—Bien. Entonces vayamos allá. ¡Lo haremos a la vez!

«Juntos»

Me solté de la columna, el vórtice ya no era tan fuerte como para arrastrarnos. Miré el borde y de nuevo busqué los ojos de Idril una vez más. Por algún incompresible motivo creía que si los miraba antes de saltar, no volveríamos a separarnos.

Nos disponíamos a dar el salto cuando la vampira loca apareció de repente, llevándose a Idril por delante hacia el interior del portal. Extendí la mano todo lo que pude para agarrarlo a pesar de que tuve que soltar mi sombrero, pero era demasiado tarde, habían vuelto a arrebatármelo. Una vez más.

Sin pensármelo dos veces, salté, cerrando así aquel capítulo. Juré que jamás volverían a separarme de Idril. No lo permitiría.

-----------

Y aquí el final del primer libro. Sé que es un final muy abierto, pero es que estaba pensado para ser sólo la mitad de un libro pero como quedó muy largo he tenido que cortar por aquí.

Dos años me ha costado escribir este primer libro, me lo he pasado muy bien aunque ha sido más difícil de lo que imaginé. También el resultado es mucho mejor de lo que habría esperado =D De haberla escrito rápidamente la mitad de las cosas ni se me habrían ocurrido!

El sábado subiré el epílogo que es muy cortito pero intenso ;)

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