Katniss P.O.V.
La carretera cada vez se hacia mas estrecha. Tomé una respiración entrecortada.
Cada vez más terrorífica, cada vez más solitaria. Tuve la obligación de tranquilizarme más de una vez, este maldito lugar es horrible y muy lejano de la civilización y... ¡Perfecto! ya no tengo cobertura en mi teléfono. Vaya mierda.
Si me quedaba cierta esperanza de volver viva a casa ya se está apagando. Una lágrima se desliza por mi mejilla, esto debe de ser una pesadilla, una pesadilla muy real. Ni siquiera he hecho algo mal, no lo merezco y mucho menos Prim, ella es la que menos debería sufrir. Bien hay varios almacenes pero "ella" me dijo que era el tercero, detengo el auto. El clima es frío y el suelo no está asfaltado, mis pies tocan el suelo terroso y cierro el auto. Por Prim, todo por ella, porque ella no tiene la culpa, jamás la tendría.
Delante de la puerta del almacén oxidado, huelo humedad y su asqueroso aspecto no me da buena espina. ¡Qué demonios! Estar aquí es venir a mi propia muerte yo misma lo sé y no voy a perder el tiempo negándolo.
Empujo la gigantesca puerta y me encuentro con Prim y con ella. Mi hermana está atada a una viga en la pared y sus ropas están rotas y manchas de sangre estaba atada con cuerda y sus ojos estaban cerrados, aunque las lágrimas seguían bajando y respiraba... Estoy tan ridículamente feliz de que respire. Ella sí que tiene algo de esperanza. Al verme se sacudió pero no dijo nada, le habían puesto un trapo impidiendo que hablase o... gritase ¿Qué le ha hecho? Maldita. Las lágrimas picaban en mis ojos pero las contuve porque por primera vez desde que llegue aquí la rabia superó el miedo.
—Nunca imagine que fueras tú.— le dije con desprecio en cuanto la vi, jamás imaginé que fuera ella. No me he movido de la puerta y no pensaba hacerlo hasta que soltase a mi hermana.
—Cariño, era lo mas obvio.
¿Obvio? Que fuera ella no tenia ni pies ni cabeza. Fruncí el entrecejo.
—No te he hecho nada malo.
—No a mi directamente, a mis hijos, sí. Ahora toma asiento y escucha el porqué— señaló una silla que estaba junto a ella casi al final del maldito almacén pero yo estaba indispuesta a "tomar asiento" la mujer estaba loca.
—¿Sabes? Prefiero quedarme aquí.—dije con toda la convicción que fui capaz de expresar.
— Como quieras—se encogió de hombros, pero yo me quede allí, quieta. Por nada del mundo me movería de ahí, hasta saber con certeza que no me mataría y a Prim ¿no lo mencioné antes? Tiene un endemoniado revólver en la mano.—, verás, antes de comenzar la bella historia con, lógicamente un hermoso final feliz— sonrió con suficiencia. —, necesito tu teléfono.
No tuve problemas en dárselo, me refiero, aquí no hay cobertura, no podría perdir ayuda ni aunque quisiera... que quiero.
—Bien todo comenzó el día en el que supe que asesinaron mi hijo, él no tenía la culpa, sólo era un chico, muy joven y yo no estaba en casa lo suficiente para poder prestarle atención. Él sólo quería ser como su hermano mayor. Quería que lo tomaran en cuenta así que hizo trabajos para tu padre. El señor Eveerden—dijo con asco y repulsión—, pero Marvel, así se llamaba mi hijo: Marvel. Confió en él y al equivocarse con un mínimo error en la comercialización de las drogas... Tu padre decidió que él no tenía perdón. ¿Y cuál fue su consecuencia? Muerte, una muerte fría que no merecía. ¡Tu padre lo mató! Y ustedes, las tres mujeres Eveerden lo van a pagar, me lo van a pagar.
Me mordí la lengua, no quería pensar que papá era capaz de eso. No quería si quiera imaginarlo pero ya ven, la realidad es más cruda de lo que pensamos. Yo no encontraba el porqué nosotras debíamos pagar, mi padre ya pagó su error, o más bien todos sus errores, él murió, ya no hay nada más que se le pueda reclamar. Nosotras no pintamos en esa historia.
—Yo... Nosotras no tenemos la culpa de que mi padre matara a tu hijo.—fue mi única respuesta. Tampoco querría hacerla rabiar.
—Tienes razón, la culpa no es de ustedes. Pero tú si que tienes la culpa en algo, niña. Y por eso hice todo lo que te ha afectado de alguna manera. ¿Crees que tu madre volvió solo por ti? ¿Crees que a Peeta lo amenazaron a muerte por casualidad y vino porque quiso? ¡Todo fue planeado! Johanna tuvo ese accidente porque lo desee así, tu madre se fue porque la obligue a ello, Prim esta aquí porque era la única forma en la que vinieras sin tu ridículo novio.
—¡No te he hecho nada!—grité al borde de las lágrimas, porque tenía razón todo había pasado porque fue obligado a ello pero me niego a pensar que Peeta está aquí sólo por las amenazas, él volvió por mí y Rooba se fue porque quería no porque ella la obligó. Me niego a creerlo.
—¡Lo has hecho! Metiste a mi esposo y a mi único hijo vivo a la cárcel, y los has condenado a cadena perpetua! —rugió, ya se le había agotado la paciencia conmigo y avanzaba en mi dirección. Prim, que estaba al tanto de la historia, se sacudió y trató de gritar, en sus ojos noté pánico y miedo. En serio lamento que mi hermana deba presenciar esto.
—¡Se lo merecían, Mags!—repliqué.
—¡Tú mereces la muerte maldita hija de perra! — gritó de vuelta hecha una furia. Levantó el revólver y con toda la determinación del mundo me apuntó a la cabeza.
—¡No!—esa voz yo la conocía.
Mags presionó el gatillo y Peeta se interpuso entre la bala y yo.
Peeta P.O.V.
Olía a desinfectante y tristeza. Ya sabía que estaba en el hospital, no debían decírmelo dos veces. He pasado más tiempo aquí del que querría admitir. Tengo tanto miedo de moverme, sé que la bala me tocó, sé que impactó con mi cuerpo en vez del de Katniss.
Era lo que debía suceder, prefiero esa bala en mi cuerpo que en el de ella. No lo soportaría. No soportaría verla empotrada en una cama de hospital, ni verla débil ante mí. Ella siempre ha sido la fuerte, la mujer que amo no debería sufrir cuando yo puedo padecer su dolor.
Recuerdo que después de que me llamara la busqué por cielo y tierra hasta que fui a la policía Rue no me dijo que tenía un rastreador en el auto de Katniss por seguridad, así que avisamos a las autoridades y fuimos directo a la nada. No fue muy difícil de encontrar, escuché sus gritos, pero el pánico invadió mi cuerpo cuando vi a Mags apuntándole con ese revólver.
Salvé a Katniss. Y por el infierno que no me arrepiento, de lo que sí me arrepiento es de no haber podido quedarme conciente para ver como detenían a esa mujer.
Mis párpados se sienten pesados pero hago un gran esfuerzo por levantarlos, he escuchado la voz más dulce que he oído en mi vida, además esa voz está empapada de preocupación, no puedo dejarla así.
Katniss P.O.V.
—Peeta...—le nombro por enésima vez, está tan pálido. Pero los doctores dijeron que estaba bien, me ha dado un susto de muerte, no debió de haber hecho eso. Paso mi mano por su rubio cabello en un inútil intento de peinarlo sin embargo sé muy en el fondo de mi corazón que es para sentirlo y para poder sentir su cálidez, estos últimos dos días han sido un infierno sin él.
—Estupendo —murmuró con voz ronca sobresaltándome. —. He muerto y despertado en el cielo.
Suspiré de alegría, así se siente respirar.
—Cállate, tonto. Me has preocupado mucho.—traté de reñirle pero la estúpida sonrisa en mi rostro no me dejaba.
— Awww, mírate toda preocupada por un pobre panadero ¿Quién lo diría?
—Es un panadero con suerte. —le seguí el juego. Me acerqué y le besé castamente los labios. Sí, lo extrañaba.
—Dios, le tengo mucha envidia.—susurró atrayendome hacia él de nuevo hasta que reaccioné separándome de él.
—Y por supuesto que estoy preocupada. Al amor de mi vida le disparó mi psicótica secretaria.—quería regañarlo pero eso sonó más a una declaración.
Peeta sonrió y levantando las manos hizo que me acercarse más a su camilla. En otras palabras, me invitó sentarme allí. Y con una pequeña mueca descubrió que la bala le había llegado al hombro izquierdo y que lo tenía vendado, lo ignoró súbitamente y continúo con su tarea de acomodarme junto a él...
—Tú también eres el amor de mi vida.—dijo en mi oído sonando totalmente aliviado.
— Peeta. Nos van a reñir.—le advertí.
Me abrazó más hacia su pecho, negó con la cabeza y cerró los ojos. Él también parecía que en estos dos días no había respirado del todo bien.
—Eso me importa poco. Me siento mucho mejor si estoy contigo.
—Bien. Porque te amo Peeta.—admití en voz baja, no se lo dije en su momento pero después de pasar lo que pasamos creo que éste es el mejor de los momentos para decirlo.
—¿Ah?—la confusión en su voz me hizo voltearme y verle a los ojos.
—Te amo.—repetí.
—Yo también te amo, Katniss Everdeen.—le besé de nuevo antes de dejarlo caer en un profundo sueño e irme a llamar a los demás y avisarles que despertó.