Insanity

Por PamelaCeniceros

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La mente humana es un enigma perfecto; así como guarda recuerdos felices, suprime y oculta los que nos dañan... Mais

CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPITULO 11
CAPITULO 12
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPITULO 17
CAPITULO 18
CAPITULO 19
CAPITULO 20
CAPITULO 21
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CAPITULO 23
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CAPITULO 25
CAPITULO 26
CAPITULO 27
CAPITULO 28
CAPITULO 29
CAPITULO 30
CAPITULO 31
CAPITULO 32
CAPITULO 33
CAPITULO 34
CAPITULO 35
CAPITULO 36
CAPITULO 37
CAPITULO 38
CAPITULO 39
CAPITULO 40
Antes del final.
EPILOGO

CAPITULO 6

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Por PamelaCeniceros


DE LA BITÁCORA DE PETYR NORTHMAN

28 DE DICIEMBRE DEL 2012

Es sábado, me siento muy bien de que por fin sea fin de semana y poderme quitar el traje. Suzzane dice que el estilo relajado va más conmigo, confiaré en ella.

Temprano le ayudé a organizar un poco su garaje, en realidad no era gran cosa, pero no quería que fuera una total mentira lo que le dije a Anna... Por dios, cómo me incomoda esa mujer, pobrecilla... me exaspera y a la vez me da pena.

Por otra parte aún pienso en Victoria, jamás me hubiera imaginado que fuera psicóloga. ¡Aaaah, dios mío! Otra psicóloga... Creo que el recuerdo de Camille me sigue... pero no, Victoria y ella son muy distintas, para empezar Victoria es mi paciente. Me da un poco de miedo todo lo que esta mujer puede leer en mí, me siento en parte expuesto ante ella, siento que me estudia, no lo sé, quizá solo estoy paranoico.

Iré a la lavandería, después compraré algunos dulces y unos cigarrillos, quiero estudiar los expedientes y repasar mis notas.

Quizá deba cortar un poco mi cabello o quizá espere a que alguien me diga algo, al parecer a nadie le molesta que ya lo tenga tan crecido.

Debo llamar a mamá, hay algunas cosas que quisiera contarle y preguntarle por papá, sé que a él no le gusta hablar conmigo, pero igual me preocupo por él.

Iré a hacer mis deberes antes de que oscurezca, dice Suzzane que hoy nevará y me imagino que sí, el ambiente está húmedo y el viento ya trajo unas nubes.

¡Será relajante fumar un cigarrillo y beber algo caliente mientras veo caer la nieve por la ventana!

Petyr contaba las prendas que iba colocando dentro de la lavadora, ponía el detergente y colocaba las monedas. Suzzane le había ofrecido lavar su ropa, pero Petyr se negó rotundamente, la mujer ya hacía demasiado por él y no quería abusar de su amabilidad.

Las batas y la demás ropa blanca las pondría en una maquina aparte, eso se lo había enseñado su madre. Al vaciar los bolsillos de envolturas de dulces y algunas pequeñas notas, encontró el dibujo que Lily Potter había hecho para él, el dibujo de la torre donde supuestamente vive Vinker Varkole y en el cual Lily había agregado la figura de dicho personaje al lado. Al ver aquel dibujo, algo hizo que la piel se le erizara, en el dibujo Vinker vestía unas ropas muy similares a las que él usó en la cena de noche buena con Suzzane: la chaqueta de cuero, el gorro negro, jeans. Pudo haber sido una coincidencia, pero fue una que incomodó bastante a Petyr.

De camino a casa, Petyr pasó al mercado, al único que conocía, el mismo donde se había cruzado con Anna, lo único que esperaba era no verla de nuevo, no por lo menos hasta que fuera lunes. Ahí compró una bolsa nueva de dulces, esta vez serían solo de menta, dos cajas de cigarrillos, un pastel pequeño para compartir con Suzzane, un par de cajas de jugo de naranja y otras cosas de uso personal que necesitaba.

Ya estando dentro de su auto y mientras esperaba que el motor se calentara un poco, ya que la temperatura descendía muy rápido, sacó de nuevo el dibujo de Lily y lo vio detenidamente. Esa gran torre con enredaderas trepantes, la figura de "Vinker" a su lado, su atuendo tan parecido al que él utilizó antes... había algo en ese papel que no lo dejaba en paz. Cuando emprendió el camino de regreso a casa, Petyr acomodó el retrovisor y por un momento vio su propia mirada en el reflejo y empezó a hablar de nuevo con el mismo.

—¿Por qué me incomoda tanto?

—Quizá porque es algo que no puedes entender...

Empezó el dialogo con su propio reflejo.

—¿Qué cosa no entiendo, la esquizofrenia de Lilian, los delirios de Melina, la fijación de Nelly, los sueños recurrentes de Victoria? ¡Estás loco! Todo eso lo entiendo perfectamente, para eso estudié...

—¡Tremendo idiota que eres! Esas chicas por separado son internas comunes, pero lo que no entiendes es por qué todas tienen el factor "Vakole" en común...

—Me causas tanta risa... ¿Ahora es el factor "Varkole"? Ojalá mamá estuviera aquí, ella podría ayudarme a poner mis ideas en orden, no como tú, que solo dices tonterías.

—Sí, pero ella no está y debes aceptarlo, Petyr.

—¡Calla! ¡Cállate de una vez!

Petyr furioso acomodó correctamente el espejo retrovisor, trató de controlarse y de conducir lo más cuidadoso posible, ya que la noche lo había alcanzado, la nevada había comenzado y parecía que sería intensa.

Al llegar a casa, dejó la ropa limpia sobre su cama y las compras en la mesa de la cocina, solo tomó el pastel que compró y se dirigió a la casa de Suzzane.

—Está nevando demasiado, esto parece que se convertirá en tormenta, creo que mañana pasaremos el día quitando nieve de las entradas y poniendo sal —dijo Suzzane al abrir la puerta y apurando a Petyr para que entrara.

—Sí, creo que sí... —respondió Petyr mientras se quitaba la chaqueta y le daba a su amiga la caja con el postre dentro—. ¡Pon la cafetera, te traje un pastel!

—¿Pero y la cena?

—¡Cenaremos pastel!

—¡Muchacho! —dijo Suzzane con falso enojo y a la vez sonriendo—. ¡Por tu culpa me dará diabetes!

Se sentaron en la mesa del comedor, la taza caliente con el café humeante se sentía muy bien en las manos aún frías de Petyr. Mientras, sin que él se diera cuenta, Suzzane lo veía atenta y respetaba el silencio que de repente lo invadió.

—Lo siento —dijo él cuando por fin despertó de su letargo—. Me distraje un momento, ¿de qué estábamos hablando?

—No estábamos hablando de nada, te sentaste y sostuviste tu café por más de diez minutos. Petyr, algo te está consternando, y en verdad no quiero ser entrometida, pero... si quieres hablar de ello, puedes decírmelo.

Petyr la miró por un instante, supo que Suzzane trataría de comprenderlo sin juzgarlo, tenían poco tiempo de conocerse, pero un lazo especial se había creado entre ellos y fortalecido día a día. Entonces sacó el dibujo de la torre que había hecho Lilian, la hoja estaba doblada en varias partes y un poco arrugada ya, pero así se la extendió a Suzzane y esta la tomó, la desdobló con calma y estudió el dibujo en ella.

—Me lo dio una interna.

—¡Qué lindo dibujo! ¡Incluso trae tu gorro, qué dulzura!

—Sí, es muy lindo...

—¿Lo hizo alguna niña? No sabía que en el Mercy Grace tuvieran un ala infantil, ni tú me lo habías dicho.

—No la tienen —aclaró Petyr volviendo a tomar la taza de café para sentir nuevamente el calor en sus manos.

—Entonces creo que una interna tiene un leve "crush" contigo... Así dicen ahora, ¿no?

—No soy yo. Ese es el objeto de los delirios de cuatro de mis pacientes.

—Pero es que se parece a ti... —sostuvo.

—Sí, algunas me lo han dicho.

—Bueno, quizá solo se parece a ti, quizá es alguien que vieron en la TV o algo así.

—Ojalá, el tipo de este dibujo se llama Vinker Varkole —explicó Petyr, pronunciando el nombre con cierto desprecio, sonando como si quisiera limpiarse las letras de la lengua con el paladar—. Y no existe, ellas mismas admiten saber que no existe, pero aun así deliran en distintas formas con él.

—¿Y ellas se conocen entre sí? Digo, ¿ellas se lo inventaron a la vez?

—No, de hecho todas provienen de distintas partes. La única que es originaria de aquí es una chica llamada Victoria Rice.

—Creo que conozco a su madre, ¿Acaso no es una chica pelirroja? —Petyr asintió con la cabeza—. Sí, el padre de Victoria se suicidó cuando ella era niña, tenía nueve u once años, no lo recuerdo exactamente. Violet, su madre, es una mujer de esas que nunca están conformes y que ven defectos en todo. Recuerdo que desde que Victoria era pequeña su madre se quejaba de que la niña era rara, primero porque era demasiado inteligente; yo no le veo el problema a eso, pero Violet sí. Después, cuando la chica se matriculó en la universidad, fue peor, porque Violet no aprobó que estudiara psicología, decía que le parecía algo muy morboso, pero la chica se impuso e hizo lo que quiso.

—Y cuando la internaron, ¿qué pasó?

—Violet siguió su vida normal, dijo que su hija solo necesitaba descansar y ya, pero la chica ya tiene buen tiempo siendo paciente del Mercy Grace, a mí me parece mucho descanso ya. ¿Ella es tu paciente entonces?

—Sí.

—¿Y a ella qué le pasa? Claro, si es que puedes decirme...

—Te diré porque sé que no le dirás a nadie más. Victoria tiene sueños recurrentes con el tipo de ese dibujo.

—¿Y el dibujo no lo hizo ella?

—No, fue otra.

Petyr le explicó claramente los padecimientos de las cuatro chicas y Suzzane escuchó atenta. Le contó lo acontecido en las consultas y su sentir ante el tema. Por el resto de la velada ese fue el tema de conversación.

Al día siguiente, Petyr trabajó en sus notas, estudió a fondo los expedientes, analizó mil respuestas lógicas posibles, pero ninguna lo dejaba satisfecho.

DE LA BITÁCORA DE PETYR NORTHMAN

29 DE DICIEMBRE DEL 2012

No encuentro respuestas. Solo me queda entrevistarme con los doctores que las trataron antes, aunque no creo que logre obtener mucho de ellos. Las familias de Nelly, Lilian y Melina están muy lejos, creo que debo de buscar a la señora Rice... conocer su lado de la historia... pero presiento que tampoco obtendré muchas respuestas de ella...

Lo más sensato será primero pedir consejo del doctor Torrence...

Por dios, en unos días será Año Nuevo y desde que llegué aquí no he llamado a mamá, soy un idiota. ¡Lo haré ahora mismo!

Bueno... al parecer no están en casa, quizá salieron al cine o de compras, trataré mañana desde la oficina, por lo menos le dejé un mensaje en la contestadora.

La semana que siguió fue de muy poca actividad gracias a que se atravesó el año nuevo, no hubo consultas personales, muy pocas juntas y rondas. Petyr se sentía un poco aburrido sin hacer nada, así que se dedicó a labores físicas en su casa y en la casa de Suzzane, la acompañó a hacer las compras, y por fortuna (por lo menos en esa semana) ya no tuvo más roces con Anna.

Fue hasta después de las fiestas y al empezar la semana, cuando Petyr fue a la oficina del doctor Torrence.

—Buenos días, Alice. ¡Feliz año nuevo!

—Buenos días e igualmente para usted, doctor Northman —respondió Alice sorprendida y sonrojándose un poco ante la presencia de Petyr, el cual al ver esta reacción sonrió.

—¿Se encuentra ya el doctor Torrence?

—Sí, permítame anunciarlo. —De inmediato Alice lo anunció por intercomunicador y la voz del doctor se escuchó dándole el pase—. Adelante.

—Gracias, Alice —dijo Petyr mirándola a los ojos, la secretaria le respondió con una hermosa sonrisa.

Cuando Petyr entró en la oficina, fue como entrar a una densa nube de vapor de café, igual que la primera vez que se vio con el doctor Torrence... Olor a café, cigarrillos, pero esta vez había algo más...

—¡Buenos días, doctor Northman! —dijo enérgicamente el doctor Torrence, que se estaba sirviendo una taza de café—. ¿Gusta un café? Este es como usted, ¡es suizo! Mi querida Jenny me lo regaló en navidad. Esa mujer es tan detallista.

—Buenos días, doctor. No, gracias, ahora no —respondió Petyr rechazando el ofrecimiento de su jefe y colega—. Vengo a pedir consejo sobre mis pacientes base.

—Sí, dígame, ¿en qué puedo ser útil? —contestó interesado, mientras agitaba despacio su café con una cucharilla y se dirigía a tomar asiento detrás de su escritorio e invitaba a Petyr a hacer lo mismo.

—Bueno, pues... no las comprendo. Ellas por separado son casos comunes y nada especiales, pero tienen ese factor en común y eso es lo que no comprendo. Doctor, ¿por qué me las asignaron las cuatro a mí?

—Creo que con el que tiene que hablar no es conmigo, es con el doctor Mayer y con los demás que tuvieron esos casos antes que usted.

—Sí, también quisiera hablar con ellos, pero usted es el que asigna los casos base, usted es el que me dio los cuatro casos a mí, los cuatro con el mismo factor en común. Las chicas no se conocen, fuera de aquí jamás se habían visto y sus patologías son muy distintas pero se basan en el mismo objeto. ¿Dígame si eso no le parece extraño? —Petyr cada vez hablaba más de prisa y con más intensidad, quería obtener algo, cualquier cosa que le sirviera—. Yo sé que sí, por algo quiere que las trate el mismo psiquiatra. Doctor Torrence, si usted sabe o sospecha algo de esto ayúdeme, dígame, deme cualquier cosa. ¡Ayúdeme a ayudarlas!

Petyr rogaba por un poco de ayuda, por una pista. Pero su jefe solo se hundió un poco más en su silla, bebió un sorbo de su café, estudio por un momento al doctor y vio como la ansiedad se apoderaba de él.

—Vinker Varkole. Un nombre poco común, difícil de olvidar, aunque admito que la primera vez que lo escuché, de la misma Victoria Rice, no le puse mucha atención; eso fue hace un poco más de siete años —comenzó el doctor Torrence dejando su taza de café sobre una servilleta en el escritorio, mientras abría un cajón a su lado derecho de dónde sacó una caja de cigarrillos. Tomó uno y le ofreció otro a Petyr, el cual aceptó con gusto ante la oportunidad de escuchar por fin algo que lo ayudara a comprender; tras encenderlo, el doctor continuó—. El padre de Victoria y yo fuimos amigos desde la preparatoria, yo asistí a su boda y él a la mía, me pesó mucho su muerte y sus circunstancias, así que en nombre de nuestra amistad, seguí en contacto con su viuda y procurando a su hija. Cuando Violet me comentó lo que pasaba con Victoria yo hablé con ella y me contó acerca de sus sueños, me dijo que quería detenerlos, la aconsejé y le recomendé a su madre terapias. Pero después, cuando Violet vino a mí diciendo que su hija se había tratado de suicidar y que quería internarla... —El doctor Torrence suspiró con pesar y continuó—: Al principio me negué porque no vi nada malo en la chica, nada que un antidepresivo leve no calmara. Pero su madre me dijo que si no la aceptaba yo, la llevaría a otra institución, así que preferí que estuviera aquí donde pudiera estar al tanto de su progreso.

—¡Pero no ha habido tal progreso, ella sigue soñando con lo mismo y en realidad, fuera de sus sueños recurrentes, no le veo nada que le impida hacer una vida normal fuera de aquí! —espetó casi desesperado.

—Sí, lo mismo le he dicho a Violet varias veces, pero ella no está conforme, así que pienso que está mejor aquí dentro que con ella.

—¿Cómo va a estar mejor aquí que en su casa? ¡Eso es una locura!

—Petyr. Aprecio tu interés, pero yo sé que si Victoria regresa a su casa con su madre, ella la volverá loca, loca de verdad.

—Pero... ¿Y si Victoria viviera lejos de su madre?

—No puede, Violet la declaró incompetente al internarla aquí, así que da lo mismo lo que Victoria quiera, su madre decide sobre ella en todo.

Leyes son leyes, pensó Petyr y ese era un terreno totalmente desconocido para él, lo que si sabía era que el declarar a una persona incompetente era una acción común en su área de trabajo, así los pacientes dependían por completo de la voluntad de sus parientes o tutores.

—Comprendo... —dijo Petyr en un suspiro, sabiendo que se había topado con un muro legal en el caso de Victoria y sin entender del todo las razones de la madre de su paciente—. Ahora explíqueme lo de las otras tres chicas.

Petyr tenía otras tres pacientes, no solo a Victoria, y estaba ahí para entender todos los casos por igual.

—Con el tiempo llegó Nelly Chandler con su obsesión y recordé el nombre, me pareció extraño y, como me imagino que ya lo has hecho tú, me dediqué a investigar sobre este hombre, pero no encontré nada. Después llegaron la señorita Tyler y la señorita Potter, mencionando en sus terapias el mismo nombre. Por mucho tiempo se les trató por separado, sin resultado alguno, piezas sueltas de un todo, pero sin forma. Ahora, cuando lo contraté, pensé que quizá funcionaria ponerlas a las cuatro con un mismo doctor, alguien que explorara sus mentes por separado, pero que se hiciera una idea en común. Pensé que así sería más fácil encontrar una solución para sus patologías y quizá en el camino resolver el misterio de Vinker Varkole.

—Doctor Torrence, yo solo soy un psiquiatra común, no un investigador paranormal.

—Lo sé, pero también sé de su interés. La jefa de enfermeras Guissel me puso al tanto de sus cambios en las medicaciones, no solo en las prescripciones de la señorita Tyler, sino en la de las otras chicas. Me dijo que, a pesar de sus pocas expectativas, los cambios han funcionado, también me dijo que se interesa en ellas y en lo que les pasa fuera de las consultas, esa clase de atenciones solo la tienen los médicos jóvenes como usted. Muchas veces los médicos viejos como yo perdemos el interés, perdemos un poco el camino y vemos a los pacientes solo como hojas en un expediente, pero usted aún le es fiel a la vocación, vive su juramento. Petyr, eres el más joven de todos los doctores en este sanatorio, y si alguien tiene la fuerza y la vitalidad para ayudar a estas chicas, eres tú.

—Gracias por la confianza, ¿pero no se ha puesto a pensar que a veces tanta confianza y esperanzas puestas en una sola persona, más que un aliciente, pueden ser una carga?

—Sí, sí lo sé.

—Usted me está encomendando más que a unas pacientes, me está dando una misión, una que podría frustrarme como ser humano y como doctor. ¿Qué pasará si no puedo ayudarlas? ¿Si pasan los años y no puedo hacer nada por ellas? Ellas se deteriorarán en este recinto y yo tendré ese cargo de conciencia que no me dejará ayudar a nadie más después. Y usted sabe que eso nos pasa, sabe bien que esas son cosas que nos marcan como profesionales.

—Entonces seremos dos y quizá un día ocupes esta silla. Petyr, no tengas miedo, atrévete a tomar estos casos, te estoy ofreciendo libertad para que las trates a como tú más creas conveniente. Prescribe el medicamento que quieras, terapias de cualquier tipo, lo que necesites estará a tu disposición, pero ayuda a Victoria y a esas chicas.

—Las trataré, pero si no veo ningún tipo de resultado en un plazo máximo a diez meses, volveremos a hablar de este tema.

—Es un trato.

Ambos médicos sellaron el trato con un apretón de manos, el doctor Torrence con una sonrisa tranquilizadora y Petyr con una de incertidumbre. Petyr ahora tenía tanto en que pensar, había entrado ahí en busca de respuestas y solo obtuvo una carga mayor de la que creía poder soportar.

Cuando Petyr estuvo en la puerta y con un pie afuera de la oficina, regresó y cerró esta de nuevo, caminó un par de pasos hacia el escritorio del doctor Torrence con una sola pregunta más en la mente.

—Doctor Torrence, ¿a quién no pudo ayudar? ¿Quién dejó ese cargo de conciencia en usted?

El doctor Torrence agachó la mirada, tan solo el recuerdo de aquel chico lo perturbaba, pero si quería la ayuda de Petyr tenía que ser sincero con él. Entonces el doctor Torrence llamó a Alice a su oficina.

—¿Sí doctor? —preguntó Alice al entrar a la oficina.

—Lleva el expediente de Leonard White a la oficina del doctor Northman, por favor.

—Sí, por supuesto. ¿Es todo?

—Sí, gracias, Alice. —Alice se retiró tan sigilosa como era ella y el doctor Torrence se dirigió por fin a Petyr pero sin verlo, no podía, solo miraba su reflejo en el muy bien pulido escritorio—. Será más fácil para ambos si usted lee ese expediente.

—Está bien, lo leeré. —Pero Petyr no se iría de ahí sin antes decirle algo, algo referente a lo que percibió desde que entró a la oficina—. Doctor Torrence, permanezca fuerte, que el ansia no le gane y, por favor, no se tome ese café.

—¿Por qué? —preguntó Torrence nervioso.

—Porque si bebe ese café suizo con whisky, no podrá parar hasta que se termine la botella entera de Jack, que de seguro está detrás de todos esos frascos de café, en la alacena de esa mesa —dijo señalando la mesa donde estaba siempre la cafetera y las tazas favoritas del doctor Torrence—. Yo le recomiendo que tome esa taza y esa botella, vaya al sanitario, tire el contenido de ambas y jale la cadena.

—Petyr, hay veces que el hombre necesita sucumbir a la debilidad —respondió el doctor Torrence con pesadumbre, él en realidad quería beber ese café y después llenar la taza de nuevo, llenarla una y otra vez hasta perder la conciencia.

—Sí, doctor, pero que hoy no sea ese día —pidió con autoridad.

—Tienes razón. Un día a la vez, ¿cierto? —Petyr asintió con la cabeza mientras tomaba la taza de café y la llevaba hasta el baño y tiraba su contenido. Después de devolverle la taza a su dueño, emprendió camino hacia la puerta, pero el doctor Torrence lo detuvo—. Petyr, puedes llamarme David.

Petyr sonrió pesarosamente y asintió con la cabeza ante la propuesta del doctor Torrance de llamarle por su nombre de pila, pero este ya no tenía más nada que decirle por el momento.

Estando ya en su propia oficina, de pie al lado de la ventana un poco abierta, mirando el blanco cielo invernal mientras fumaba un cigarrillo, pensaba en toda la responsabilidad que tenía en sus manos con sus pacientes y ponía en una balanza lo que él quería y lo que ahora tenía. Entonces escuchó a Anna tocar la puerta antes de abrirla y anunciarle a Alice que traía en las manos el expediente de Leonard White.

—Disculpe, doctor Northman, este expediente es muy importante para el doctor Torrence y me dijo que se lo entregara en sus propias manos.

—Está bien. Por favor, toma asiento, Alice. Gracias, Anna, hablaré un poco con Alice. —Al ver que Anna no se movía de la puerta, le dijo de manera más que sugerente—: Hablaré con ella a solas.

Anna con muy poco agrado cerró la puerta, mientras que para sí misma empezaba a ver a Alice como una enemiga.

—Alice —dijo Petyr tomando asiento al lado de ella—. ¿Tú sabes lo que encontraré en esas hojas?

—Sí —respondió la joven pero sin dar más detalles.

—Alice, ¿te gustaría salir a tomar un café conmigo?

Alice abrió sus ojos sorprendida y fue hasta ese momento cuando Petyr se dio cuenta de que Alice tenía unos hermosos ojos grises con destellos azules, los cuales resplandecieron cuando Petyr sonrió.

—Doctor... yo...

—No me digas que no, prometo que solo será un café y té llevaré temprano a casa... —Pero fue entonces cuando Petyr recapacitó en un detalle que no había considerado—. ¡Ooh por Dios, soy un imbécil! De seguro tienes novio, ¿cierto?

—¡No! ¡No tengo novio! —aclaró Alice rápidamente mientras se sonrojaba—. Solo que yo nunca salgo; bueno, salgo para venir aquí e ir de compras y a veces a comprar libros, peliculas o CDs, pero...

—Alice, di que sí —insistió Petyr de nuevo, ya esperanzado al saber que Alice no tenía pareja.

—Está bien —aceptó ella mirando al suelo en un intento inútil de esconder sus rojas mejillas.

—¿Te parece bien a la hora de salida? ¿O quieres que te recoja en tu casa? ¡Como tú gustes!

—Esta es mi dirección —dijo mientras escribía su domicilio en un pedazo de papel—. Pase por mí a las ocho y media.  

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