No debí haber escuchado esa conversación, pero tengo mala suerte, ¿sabes? Quizá el desconocimiento de las cosas malas hubiera sido más fácil.
Pensaba que era un día normal cuando entré a la sala de espera y vislumbre a tu familia con nuestro doctor, Robert. Nadie se dio cuenta del niño que se sentó a lloriquear en el suelo, nadie porque todos estaban igual o peor que yo.
Nadie se dio cuenta de mí.