Consorte [Saga Sinergia]

By AxaVelasquez

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«Mi futuro marido sabe todo de mí... yo solo sé que cuadruplica mi edad, y que pertenece a una especie que po... More

Sinopsis
Antes de leer
Prefacio
1: Duelo de reyes
2: Un pacto entre dos coronas
3: Los mandamientos del matrimonio
4: El sonido del silencio
5: Pluma carmesí
6: El enmascarado de Jezrel
7: Mariposa
8: Venganza
9: Justicia y honor
10: Juicio bastardo
11: Prisionera
12: El cuarto de la reina
13: El señor del silencio
15: Noche de las hojas rojas
16: La costa de Medusa
17: El anillo y la máscara
18: El beso maldito
19: Acuerdo nupcial
20: Boda ilegítima
21: Coronación inesperada
22: Noche de bodas
23: Al ritmo de dos corazones
24: La vagina de la discordia
25: Nukey

14: La princesa que más lee

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By AxaVelasquez


Ráfagas de húmedo viento entran a mi torre por las puertas del balcón. Hacen temblar las cortinas aterrorizadas, buscando ocultarse en el interior para escapar de la tormenta que se avecina. Me asomo a la noche, viendo cómo el verde ha absorto el cielo en una opacidad esmeralda. No hay rastro de las luciérnagas, ni pinceladas del rosa.

Un relámpago me saluda desde arriba, y con él mis ojos se cierran, evocando nuevamente la voz de Israem.

"La parte de ti que roce a mi reina, no volverá a tocar nada jamás".

Tanto tiempo de silencio, tantas oportunidades para hablar, y escogió decir esas palabras a esa persona.

La mujer en mí que aboga por el amor verdadero quiere aferrarse a ese hecho y chillar, sentirse inmune e importante, porque el rey de Jezrel se ha proclamado como su salvador; pero cuando ese mismo salvador es un potencial peligro en tu vida, entonces empieza la dicotomía.

Hay otro detalle que me cuesta asimilar, y es que él me ha tocado. El anillo en mi dedo es un recordatorio de ello. Y aunque su piel no haya hecho contacto directo con la mía, puedo tener paz al pensar en que no moriré por tomar su mano, al menos mientras él tenga esos guantes en ellas.

Busco en los cajones mi diario de hojas desnudas, más la tinta con la que pienso vestirlas.

Enciendo un cerillo y lo sacudo hasta que ya no queda más que un rastro débil de humo. La vela en mi mesita ahora está avivada, su llama iluminando el tomo inservible que me ha prestado Elius.

Empiezo a hacer anotaciones en el diario, en bahamita, la lengua que se habla en el reino de Baham. Antes de que Áragog se dividiera, Baham y Deneb eran sus principados de su territorio, así que muchos aprendimos bahamita como cultura general, en especial nosotras, las princesas.

Hago anotaciones de las cosas que me parecen relevantes, que debo cuestionar, y tomo la previsión extra de escribir solo anagramas de cada palabra. Porque cuando mencioné Baham haciendo referencia al calor de sus tierras, Elius dijo no saber qué es Baham; pero Cedric usó una frase en bahamita en la conversación que tuvo conmigo en esta misma torre. Quiero creer que Elius no mintió, y que Cedric estudia idiomas debido a su puesto como chismoso real. Como sea, no me arriesgaré a que destripen mis pensamientos.

Hago mi lista encriptada:

Las edades no concuerdan con el físico.
El rey murió hace al menos 20 años, según lo dicho por el alto lord de Polaris (que Israem gobierna hace dos décadas).
Hay un asesino al que llaman el enmascarado, es peligroso y todos le temen pero nadie lo atrapa, aunque parecen tener algunas nociones de él. ¿Por qué mata? ¿Por qué eliminar en específico al primer embajador de mi reino?
¿Qué sirios hace la reina embarazada si enviudó hace tanto (y está biológicamente decrépita)? ¿Quién es el padre? Además, hay una trampilla bajo mis pies, pero debo hacer como que no existe. Y para cerrar: Israem, sencillamente. Nada tiene sentido en él...

Podría seguir la lista hasta llenar el diario, pero un arrebato de paranoia me detiene.

Estoy siendo precavida, pero... ¿Y si alguien leyera lo que he escrito? ¿No sería condenatorio? Mis pensamientos no deberían existir sobre papel, aunque este me ayude a organizarlos.

Así que quemo la página, y me quedo a observar como la llama de la vela la consume hasta que no quedan más que virutas grises.

Me reclino en la silla, todavía atestada de pensamientos que se acumulan como un peso sobre mis hombros.

La flama ilumina la portada del libro que me ha dado Elius. Me río por lo bajo. Israem se comporta como un animal, y Elius como alguien que no entiende de seres humanos. Comprendo por qué hasta parecen amigos.

Recuerdo las palabras de Isidora sobre eso que no tiene Elius. Mi tardía reacción es porque no podría importarme menos lo que tiene entre sus piernas, sin embargo, ahora que revivo esas palabras me surgen preguntas: ¿Por qué?

No es de mi incumbencia, pero... Israem no se siente intimidado por Elius, el mismo Elius dijo que el que yo lo pensara es abominable. ¿Será el rey responsable de la mutilación? ¿Sería el precio a pagar para convertirlo en su mano?

No tendría que importarme excepto porque es posible que esté por casarme con un hombre que mutila otros para no sentirse intimidado. Israem varias veces se ha expresado declarándome de su propiedad y, si tomo lo dicho por Elius como literal, él es más animal que un gripher. Es posible que para él no existan matices: yo soy suya. Entonces... ¿Hasta dónde es capaz de llegar con su posesividad?

Me enternecería, pues el tío Antares quemaría el bosque congelado por defender a mi hermana Lyra. Pero he conocido otro tipo de posesividad, la del rey maldito que encerró a Lyra por tres años.

Y temo. Por primera vez desde que estoy en Jezrel, me permito estar asustada porque voy a casarme con un hombre que desconozco, y que podría ser mi verdugo.

Me limpio las lágrimas sin entender en qué momento han surgido, lo hago con rabia, con vergüenza de mi misma. Nadie me ha obligado a estar aquí, no tengo derecho a quejarme.

Abro el libro que me dejó Elius para distraerme de lo que siento. Empiezo a hojear sin retener ni una palabra de su texto somnífero, hasta que un detalle llama mi atención.

Al principio me genera una especie de molestia porque hay una mancha en el texto, sutil como una gota de café. Pero sigo pasando las páginas y advierto que no es la única, ni parecen gotas deliberadas. Es como si alguien hubiera empapado un pincel en café, y lo usara para resaltar una palabra cada ciertas páginas.

Tambores retumban en mi pecho mientras me apresuro a retomar mi diario y la pluma. Vuelvo a la primera página, donde una pequeña gota resalta solo dos letras: y, o.

"Yo."

Tomo nota y sigo pasando las hojas del libro hasta hallar el segundo manchón.

Desenfrenada, anoto también la nueva palabra resaltada.

"Sí"

He perdido el siguiente, pero estoy segura de que vi al menos uno más. Paso las páginas con frenesí, mis ojos radiando una y otra vez el texto todo lo veloz que pueden.

Hasta que aparece, y pego mi dedo de golpe a ella como si así pudiera evitar que se borrara.

La palabra es "hablo".

Me desplomo contra el respaldo de la silla y cierro el libro de golpe al no encontrar una palabra más.

¿"Yo sí hablo"?

¿Israem? ¿Será él dejándome un mensaje de que puede hablar? Si es así, me decepciona, porque no solo ya lo sé, sino que dejarme palabras ocultas en un libro que podría no leer nunca no es la mejor manera de demostrar que puedes hablar.

Pero, ¿y si no ha sido él?

¿Elius? ¿De qué trata esto? Yo sé que habla, el problema es callarlo.

¿Y si...?

Un escalofrío me recorre, así que me fuerzo a suprimir el pensamiento. No quiero creer que él está enviándome mensajes.

Me levanto al espejo de cuerpo completo, donde analizo mi reflejo.

Me toco el cuello y lo flexiono de un lado a otro, incrédula de que al fin pueda hacerlo. Y que debo, según me recomendó Elius.

¿Esto será normal? Sentir que tu corazón languidece, que has librado mil batallas, y tu armadura sigue sin bruñir; que has sobrevivido por suerte, o destino, y que jamás serás más que los escombros de cada pérdida.

A veces, me cuestiono si es cierto que la tragedia nos hace más fuerte, cuando siento que a mí solo me ha vuelto más cobarde, renuente a vivir una más.

Soy como la rosa que Israem me ha regalado, físicamente agradable, a la que han cortado sus espinas para no intimidar, y cuyo deterioro simboliza la caducidad de las vidas ligadas a ella.

Tengo prohibido marchitarme.

Mientras más reinos visito, más me convenzo de que esta dolencia es parte de ser mujer. No he conocido a un hombre al que se le adoctrine callar por supervivencia. Y estas son las consecuencias de un corazón que no grita.

Un nuevo relámpago hace que mire a un lado, hacia el balcón abierto.

Y entonces lo siento en mi nuca.

Es su respiración.

Me petrifico esperando que esto no sea más que otra alucinación, una manifestación de mi paranoia.

Pero cada vello desde mi cuello hasta mis brazos me dice que esto es real.

—No importa cuánto lo maquilles —murmura su voz, esa que todavía evoco, aferrándome a ella por si algún día me sirve para identificarle—. Yo sigo viendo la marca de mis dedos en tu cuello.

Volteo al espejo, y ahí está. Su antifaz rojo, la gabardina a juego, y un cabello que es tan largo como de curvas está plagado. Y ahí, junto a la sien, el mechón blanco que me parece más grueso que la primera vez. Sus ojos ahora se me revelan con total impunidad, de un dorado que no resulta tan innatural como los de Elius, un tono que solo he visto en Antares Scorp.

Entonces, ¿qué era aquel rojo que vi brillar en el balcón? ¿Otro arrebato de mi paranoia? ¿O es esta la alucinación?

La idea de estar perdiendo mis facultades mentales me enfurece tanto que saco la daga que he ocultado en mi cinturón para dejar de recurrir al broche, y la lanzo contra el espejo sin pensarlo.

El acero se clava en el vidrio, justo donde está el reflejo de su rostro, y por un momento todo se relentiza mientras las grietas se esparcen por toda la superficie. Hasta que sucede lo inevitable.

El espejo estalla en cientos de pedazos que se esparcen en todas direcciones y lo único que puedo hacer es cubrirme el rostro con mi brazo para protegerme.

Y cuando vuelvo a alzar la vista, apenas con unos rasguños encima, ya no hay rastro de lo que he visto. Nada, en ningún rincón de la torre.

Mi mente ya no parece segura, pero creo en ella. Debo hacerlo. Así que elijo pensar que estuvo aquí. El maldito enmascarado me acecha, y no conforme con ello, está quebrando mi cordura.


He decidido vivir con el balcón cerrado, sin importar lo deprimente y asfixiante que pueda llegar a ser estar encerrado en una torre sin poder mirar el exterior. Cualquier alternativa es preferible a ser observada por un asesino serial que me mandó a cirugía y amenazó a mi hermanita.

Eva ha tardado en volver, pero apenas la veo noto que algo anda mal. Su labio está hinchado, y tiene una cortada nueva en la mejilla. Viene cabizbaja, distinta de su actitud habitual.

—Eva...

Ella se apresura a explicar sin aguardar mi pregunta.

—Hubo un almuerzo importante, alteza, y me enviaron a servir al alto lord de Polaris. La corte de Jezrel está haciendo una especie de acuerdo por ostras. De este lado no hay, y parece que el hombre, el alto lord, está aumentando el precio al doble y lord Elius junto a lord Cedric se esforzaban en negociar. La reina madre está indispuesta por su embarazo, así que ella no estaba presente. La cuestión es que mientras le servía más té al alto lord, lo vi a los ojos. Así que me pegó con el revés de su mano, y lady Isobel me envió a un adoctrinamiento... y entonces las demás doncellas hablaron. —Eva exhala con dificultad, como si quisiera ahuyentar el llanto—. Dijeron que yo... Dinero que yo la tuteo, alteza, y que la toco y le interrumpo mientras habla, y que hago preguntas impertinentes. Sus palabras me valieron tres azotes. Luego se me explicó que ellas son damas, yo una esclava. No tengo permitido tocar, mirar ni tutear a nadie.

Hago ademán de salir de la habitación, pero su voz me detiene.

—No es su culpa.

—¿Cómo dices, Eva?

—Usted quiere ver todo blanco o negro, y no es así. Lady Isobel me hizo lo que su ley le exige que haga a las personas como yo. Pero no es su culpa.

Aprecio que defienda a la anciana, pero me hierve la sangre su comentario. Todos creen saber quién soy, qué quiero y cómo pretendo conseguirlo, y a la vez todos parecen tan seguros de que me equivoco. Quisiera que, por un instante, todos cerraran la boca, que cesen sus opiniones y me dejen actuar según mis ideales que, erróneos o no, son míos.

—¿Quién te ha dicho que pretendía ir a hablar con lady Isobel? —es lo que le digo antes de salir de la torre como tenía previsto en un principio.

Llego a los aposentos de la reina madre y, aunque tarda un poco, terminan por permitirme la entrada.

Está postrada en ropa de cama, sudorosa, con el cabello húmedo y enredado. Al final no era falso lo de su estado físico.

—Majestad —saludo.

—No tengo tiempo para rodeos, niña. ¿Por qué la insistencia? Hoy es tu día libre, mañana retomarás tus deberes sociales previos a la boda.

—Quiero saber si mis doncellas son nobles.

—No todavía, son plebeyas a las que hemos dado trabajo de criadas. —Ella se incorpora con dificultad, y al verlo tengo el impulso de pedirle que desista. Se ve tan frágil que temo pueda lastimarse—. Pero te insto a aceptar algunas propuestas de los nobles que ofrecían sus hijas para ti. Tomar doncellas de la nobleza te deja en una buena posición con las familias a las que ayudas. ¿Por qué? ¿Has pensado en una en particular?

—¿Qué derechos tiene una esclava?

Ella frunce el ceño por el cambio abrupto de tema, pero no se demora en su respuesta.

—Ninguno. —Levanta su dedo para detener mi opinión al respecto—. Mas bien diría que tienen los derechos que su esclavista les dé, siempre que no se impongan sobre los derechos de otra persona. ¿Se entiende?

—Es decir, que no puedo exigir a otra persona que respete a mi esclava.

—Si tu esclava no está haciendo nada, puedes exigir que no se le moleste. Pero si, por ejemplo, ella molesta a alguien más, él puede castigarla. Lo que podrías negociar es ser tu quien imparte el castigo.

—¿Qué cuenta como molestar?

—Querida, básicamente tu esclava no tiene permitido existir cerca de otras personas, a menos que te esté atendiendo directamente. Cualquier cosa que se salga de esa norma cuenta como transgresión y le da derecho a cualquiera a exigir un castigo. Pero, ¿por qué decidiste venir con tanta urgencia a hacer preguntas sobre derechos de la esclavitud?

—Porque ya no me siento conforme con las damas que se me han asignado, y en lugar de escoger nuevas entre la nobleza, quisiera poder adaptar a mi servicio otras tres esclavas.

La reina madre alza los ojos al dosel de su cama a la vez que pega su cabeza a la pared. Me soporta entre poco y nada, pero al menos lo intenta.

—Niña, jodes mas de lo que nos beneficias.

—Lo entiendo, y bajo ninguna otra circunstancia exigiría algo distinto a lo que se me ofrece, pero luego de mucho pensarlo he concluido que esto no es del todo un favor. Hemos hecho un acuerdo por mi silencio, y justo he pensado que tener a Eva a mi servicio no me compensa todo lo que su hijo permitió que yo padezca en esa celda. No pretendo chantajearla, ni volveré a tocar el asunto, solo le pido me extienda su generosidad una vez más. ¿Qué daño haría?

—Las esclavas no vienen adoctrinadas para tus necesidades. ¿Estás segura de querer esto?

—Lady Isobel puede darles las instrucciones necesarias, al igual que hace con Eva.

—Como quieras.

—Gracias, majestad.

—Ahora largo, tus problemas de princesita no eran precisamente lo que pretendía para animar mi reposo.

—Oh, cierto... Recupérese, majestad.

—Por Ara, lo que te faltan son arcoíris en los ojos.

—Es que no consumo drogas.

Ella me mira fija e impasiblemente.

Claramente, mi sentido del humor no es de su tipo.


           Cuando al fin tengo a las nuevas doncellas a mi cargo, les doy una única instrucción:

—Mi nombre es Freya, y no solo soy su nueva dueña, sino que seré su reina. Así que, si a alguna de ustedes se le ocurre comentar una sola palabra de lo que sucede conmigo, junto a mí, en mi entorno o a cualquier persona en mi servicio: entonces los azotes los recibirán de mí, y les juro que me hace falta descargar algo de energía. ¿Alguna objeción?


Nota: Yo sí quiero los dedos del enmascarado en mi cuello... Se imaginan que yo dijera eso en mi nota de autora?

Díganme que les ha pareció el capitulo, su opinión sobre lo que encontró Freya en el libro, la supuesta aparición del enmascarado, lo que decidió Freya al final y todas esas cosas. Esta es una doble actualización, así que subiré otro cap probablemente en la madrugada. Espérenlo, y no se olviden de comentar.

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