BENNY WILLIAMS: EL REINO DE L...

Par DanielFMuoz

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¡2DA PARTE DE LAS AVENTURAS BENNY WILLIAMS! Benny intenta retomar su vida con una nueva carrera, pero un nue... Plus

Capítulo 1: LA SALA DEL TRONO
Capítulo 2: LA NUEVA NORMALIDAD
Capítulo 3: REUNIÓN FAMILIAR
Capítulo 4: LA DECISIÓN
Capítulo 6: EL FIN DE LA NORMALIDAD
Capítulo 7: CULPABLES
Capítulo 8: ISABEL VLADIMOR
Capítulo 9: UNA DRÁSTICA DECISIÓN
Capítulo 10: EL VIAJE COMIENZA
Capítulo 11: LA RUTA POR LA MONTAÑA
Capítulo 12: LA LLEGADA A DRACUVIA

Capítulo 5: EL CHICO NUEVO

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Par DanielFMuoz

Lo llantos de un bebé se escuchaban entre los árboles, bajo la penumbra de la noche. A su alrededor se escuchaban rugidos guturales y sombras pasando a gran velocidad entre los troncos. Benny se encontraba desconcertado, sin saber cómo llegó allí, pero dispuesto a encontrar al infante y llevarlo a un lugar seguro; tenía que llegar antes que ellos. Corrió por la flora del lugar, mirando a todos lados con la esperanza de encontrar al niño, pero nada. De pronto, cayó por una ladera, rodó y chocó contra una roca. Se levantó tosiendo y luego, a su alrededor, vio como varios pares de ojos rojos lo observaban, como si calcularan sus movimientos y preparándose para saltar.

—¡Benny! —gritaba Valeria.

El rostro preocupado de su novia vampira apareció sobre él. Benny se sacudió violentamente mientras ella le sostenía de los brazos.

—¡No, suéltame! —gritaba Benny apretando los ojos y los dientes—. ¡Debo ir por ese bebé! ¡Me necesita!

—¡Benny! —gritó la chica aún más fuerte y con convicción, a lo que Benny pareció calmarse—. Fue solo una pesadilla. Relájate, estás en casa. —El chico la miraba jadeando—. Concéntrate en mí.

A Benny le tomó unos segundos ubicarse. Ya no estaba en el bosque a medianoche, tan solo se encontraba en la casa de los Cortez. "¿Por qué?"; se preguntaba tratando de recordar.

De pronto, Cortez entró en la sala, vistiendo un saco y camisa, y unos pantalones negros con una funda para su arma.

—Si sigues así, Benny, serás un mejor despertador del que tengo —comentó el detective mientras caminaba a la cómoda y sacaba su pistola del cajón—. Vamos Benny, desayunaremos en el camino.

La mente de Benny volvió a ordenarse. Llevaba dos días en esa casa, luego de tener una tensa discusión con su padre. No era como si nunca las tuvieran, pero esta vez lo conversado había sacado a relucir noticias alarmantes sobre el reino de la noche. Por si no fuera suficiente, las cosas no salieron muy bien cuando intentó conversarlo con Valeria, quien luego había estado evitando el tema por los últimos días.

—Val —dijo Benny agitado.

—Tuviste una pesadilla —dijo Valeria acariciándole la cabeza mientras mantenía su rostro a unos pocos centímetros, acercándolo y alejándola por milímetros, como si estuviera evitar la sensación de besarlo—. Quise usar el vínculo, pero con solo intentarlo me dolió la cabeza.

—¿Por qué?

Valeria se encogió de hombros y se levantó, dirigiéndose hacia la hielera azul que se encontraba en la esquina de la sala. Sacó una bolsa de sangre, la abrió usando sus colmillos y bebió de un sorbo todo el contenido. Mientras tanto, Benny la observaba, suspirando y deseando poder hablar con ella como antes.

—Bueno, no más pesadillas —dijo Cortez rompiendo el silencio, y se dirigió hacia la puerta sin dejar de ver a Benny—. Tienes quince minutos para cambiarte. No te demores mucho.

La puerta se cerró de golpe y el chico se volvió hacia la vampiresa, levantándose lentamente.

—¿Valeria?

Ella lo miró por encima del hombro.

Benny dudó en acercarse, pero aún así lo hizo.

—¿Sigues molesta?

Valeria tomó una bocanada de aire y se volteó completamente hacia su humano, avanzando a grandes zancadas y colocando ambas manos en sus hombros.

—Mi Benny —le dijo—. No estoy molesta, es solo que... Que siento que no puedo olvidarme de ellos. Me gustaría que no vinieran a joderme, pero sé que volverán, y la verdad no quiero saber de ellos hasta que lleguen.

—Val —insistió Benny.

—¡No Benny, ya déjalo! —gruñó con las manos en la cabeza, como si estuviera luchando contra un dolor de cabeza.

Benny dio un salto hacia atrás y ella suspiró, calmando su actitud violenta.

—Lo siento Benny —dijo acercándose a él—, pero sabes lo mucho que me molesta ese reino. ¿Podemos dejarlo ya?

—Está bien —suspiró Benny.

Valeria meneó la cabeza hacia un lado, dibujando en su semblante una expresión melancólica. Rápidamente, la vampira estiró el brazo hasta alcanzarlo y levantando su rostro hacia ella.

—Por favor dame tiempo —dijo ella y paso su mano por su mejilla—. Aún no estoy lista para hablar, pero te prometo que lo estaré. Ahora ve con mi padre, no le gusta que le hagan esperar. Mientras tanto, iré a entrenar a Allison.

Ambos intercambiaron una carcajada, como el arrebato violento de Valeria no hubiera pasado. Luego el muchacho tomó unas prendas y se dirigió al baño a cambiarse. La vampiresa se quedó observando a su humano y luego se giró hacia la mochila en la que sobresalía el cañón de la bazuca. Frunció el ceño y se mordió el labio.

(...)

En el auto, Cortez manejaba con cuidado con Benny como copiloto. El chico llevaba consigo una mochila negra y se había vestido con ropa simple sin estampado.

—Gracias por esto.

—De nada —suspiró Cortez sin perder de vista el camino—. Noté que Valeria ha estado algo distante. ¿Está todo bien?

—Sí —respondió el chico con un suspiro—. Solo que no le gusta que toque el tema de su ciudad...

—Después de lo que ha pasado...

—No fue mi intención.

—Sé que no —dijo Cortez y giró el tomó hacia la izquierda—. ¿Y por qué salió el tema de la ciudad de vampiros?

—Mi padre... Henry Williams —vaciló Benny—. Él me dijo que Dracuvia prepara una segunda oleada, decía que debía entregarla, pero... No creo que eso los haga retroceder. No sé que hacer, Hernán.

—Algo es seguro —afirmó—. Los vampiros ya deben haberse enterado de los detalles del año pasado. "Unos humanos los derrotaron". Recuerda lo orgullosos que son, y no creo que dejen en paz la ciudad.

Benny se quedó mirando al detective, preocupado y luego se volteó hacia el parabrisas.

—Es lo que temo.

(...)

Tras unos minutos llegaron a la comisaria del distrito. Cortez estacionó frente a la puerta y bajó del auto seguido por el muchacho, que cargaba con dificultad su mochila. Al cruzar la puerta, fueron detenidos por un guardia.

—Coloca tu mochila allí —ordenó señalando a una mesa.

Benny miró a Cortez esperando una indicación y el asintió.

Cuando la abrió, salió a relucir la bazuca de Benny. Al chico se le hizo un nudo en la garganta y su semblante se volvió pálido ante la idea de ser detenido al confundirlo con un terrorista.

—Vaya, el gran justiciero de Lima —comentó con una sonrisa, mirándolo con una mezcla de incertidumbre y emoción.

—Estoy retirado —respondió el chico.

—Menos mal —dijo el guardia con un suspiro, como si estuviera decepcionado—. Las calles no son lugar para los temerarios.

—Eso me han dicho —suspiró Benny con una leve sonrisa.

El guardia asintió e hizo un gesto para que entraran.

Al llegar al recibidor, Benny dio un vistazo a todo el lugar. El recinto era amplio y cuadrado, con varios oficiales de policía caminando de un lado a otro ocupados en sus asuntos. Cuando algunos voltearon a verlos, saludaron cortésmente y Cortez les devolvió el saludo alzando la mano. Luego llegaron a un pasillo verde con un ventilador en el techo, el detective le dio un gesto a Benny con la mano para que sentara y él lo hizo colocando su mochila sobre sus rodillas. Mientras tanto, pensaba en Valeria y en que seguramente ella había colocado la bazuca en su mochila.

Benny resopló una sonrisa ante la idea.

Luego del incidente con el Dr. Cruel, Benny quedó perdido, no tenía ganas de volver a retomar su carrera en otra universidad o de realizar sus actividades como vigilante nocturno. En lo único que ocupaba su mente con las salidas junto a su novia vampira y sus amigos; de esa manera trataba de olvidar todos sus pesares, pero en cuanto volvía a su cuarto los volvía a recordar. Creyó que un cambio de ambiente sería lo mejor, pero no estaba funcionando.

Tras mudarse con Valeria, Benny se pasó los siguientes días mirando su celular, leyendo las noticias del mundo; quería saber si al menos la ciudad necesitaba que saliera a proteger las calles. Las estadísticas de delitos no habían subido ni bajado desde que él se retiró; nada había cambiado. Fue entonces cuando el detective Cortez entró en escena, dándose cuenta de su inquietud, le propuso unirse a la fuerza policiaca.

Benny esbozó un suspiro al recordar todo lo ocurrido en esos dos días. No podía creer que, gracias a su suegro, tenía otra oportunidad de tomar otra carrera.

Entonces salió Cortez de la oficina. Su respiración estaba agitada, nervioso por la idea de presentar al muchacho a su capitán. Lentamente le hizo un gesto de afirmación y Benny se le levantó para seguir al detective.

La oficina no era pequeña ni grande, se por lo que veía y calculaba era un cuadrado de cuatro metros, con las paredes pintadas de azul y adornada por cuadros de los cadetes que sirvieron en la comisaría y algunos honorarios. La enorme ventana al lado del escritorio permitía una gran iluminación y ventilación. Detrás del escritorio, un hombre se encontraba absorto en su trabajo, mostrando la coronilla de cabeza que rodeaba su calva. Era regordete, llevaba un uniforme policial de color verde y marrón, con una etiqueta de policía junto con su nombre "Alberto Olivares".

—Capitán, buenos días —saludó Cortez mientras se sentaba y le hacía un gesto a Benny para que lo siguiera.

El chico arqueó las cejas, prefería esperar a que el capitán le diera el permiso, pero estuvo claro que Cortez tomaba la decisión correcta. Olivares miraba a Benny con una mirada fuertemente severa y él cayó en el asiento, como si de un imán se tratase.

—Así que... —empezó a decir desviando la mirada de los archivos—. ¿Quieres unirte a la fuerza?

Benny desvió la mirada a Cortez, quién de inmediato mantuvo los ojos en su capitán.

—No lo mires a él —espetó con firmeza.

Rápidamente, Benny se volteó hacia el capitán.

—Ahora responde la pregunta —repuso.

—Sí, me quiero unir —vaciló asintiendo con la cabeza.

Olivares se inclinó hacia adelante, rodeando la oreja con la mano como si no escuchara lo último que dijo.

—¿Perdón? ¿Qué dijiste? —retó.

Benny entendió que era una prueba. El capitán Olivares quería gente fuerte y comprometida en la fuerza policiaca, todos dispuestos a ofrecer su vida por la seguridad de la ciudad. Con esa idea, la frase del guardia en la entrada cobraba más sentido.

—Sí señor, me quiero unir —repitió Benny, asintiendo con la cabeza y más decidido.

Entonces, Olivares cruzó los dedos y se reclinó en el asiento mientras tomaba una bocanada de aire. De forma instintiva, Benny mostró una sonrisa tímida enseñando los dientes, esperando así que la entrevista siguiera.

El capitán se mordió el labio inferior y abrió la carpeta que tenía sobre el escritorio. En ella se encontraban varios datos de su biografía y una foto de Benny de hace varios años sobre un fondo blanco; específicamente cuando lo arrestaron. Puede que haya acabado en buenos términos con Cortez, pero en aquel entonces fue procesado como cualquier otro arresto.

—Benny Williams —empezó seriamente.

La sonrisa se le borró de su rostro y tragó saliva. Sabía bien que cuando alguien decía su nombre y apellido de forma tan seria era señal de que un regaño se avecinaba.

—No sé si pueda permitir tu ingreso a mi comisaría —siguió y empezó a pasar las páginas—. Según entiendo, eres una especie de justiciero que salía a combatir el crimen con una... ¿Bazuca?

—Eso era antes.

Cortez le golpeó con el codo ligeramente y expresó un gruñido.

—Lo siento —murmuró el chico sintiendo un nudo en la garganta.

Olivares lo observó con detenimiento.

—Como sea —resopló el jefe de la policía, y volvió la mirada el archivo de Benny—. Según entiendo también, que usted, señor Williams, también realizó actos de vandalismo durante su época escolar. Una silla pegada a un alumno y una antena desplomada sobre el auto de uno de su profesor, los cuales, curiosamente están desaparecidos actualmente. ¿Coincidencia?

Benny se quedó en silencio y Cortez le miró con el ceño fruncido. Él sabía de Dr. Cruel, pero no de la venganza con la silla que había ejercido a Esteban.

—Me sorprende que no hayas estado en una correccional —comentó Olivares.

—Pues —dijo Benny rascándose la cabeza, buscando las palabras correctas para decirle a la persona frente a él—. No fueron para tanto.

—¿No fueron para tanto? —gruñó Olivares con el ceño fruncido; claramente molesto.

—Quiero decir que... —saltó Benny, atragantándose con las palabras—. Lo que hice fue para ayudar a mis amigos que eran constantemente humillados por ese matón. Y lo de la antena... Fue un accidente.

—¿Y sobre sus desapariciones? —preguntó el capitán alzando una ceja y jugueteando con los dedos cruzados.

En ese momento, Benny se quedó en silencio. No sabía si Olivares estaba consciente o no, pero había tocado un nervio delicado. Ahora que lo recordaba, tanto Esteban como el Dr. Cruel fueron declarados como desaparecidos por un tiempo, todo orquestado por el detective Cortez, quien no quería arriesgarse a que las autoridades peruanas se enteraran del mundo sobrenatural al que enfrentaban.

—El profesor Castro y yo trabajamos durante mucho tiempo —empezó a decir Benny—. Era como un padre para mí...

—¡Maldición Alberto! —exclamó Cortez de un salto—. ¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio? Se supone que es una entrevista de trabajo.

—Lo siento Hernán, pero... Tu muchacho conoció al científico, y tengo a la familia preocupada por la desaparición... Si él sabe algo, lo mejor es que lo diga de una vez. ¿Acaso no te preocupa la familia?

—Yo no sé nada —mintió Benny—. Yo dejé de verlo cuando nos cerraron el proyecto... De allí el profesor Castro no quiso saber nada de nadie —Hizo una pausa y tomó temblorosamente una bocanada de aire—. Estaba destrozado.

Olivares carraspeó.

—¿Y qué quieres hacer acá, Williams?

—Yo quería proteger al inocente —afirmó—. Por eso salía a las calles, porque estaba harto de que las pandillas se salieran con la suya, de que se liberarán de las cárceles después de que varios oficiales de policía se esforzaban tanto en atraparlos. Solo quería ayudar.

—Sí, malditos abogados, ¿no? —comentó Olivares con sarcasmo, luego recuperó la compostura y se inclinó hacia el muchacho—. ¿Entiendes que estás acá sin siquiera haber estado en la academia?

—Sí —asintió con seguridad, mientras se le hacía un nudo en la garganta.

—¿Y de que eres conocedor de una víctima en un caso de desaparición? —siguió el jefe de la policía—. Eso te pone en un radar bastante alarmante.

Benny quería replicar, pero entendió que lo mejor era quedarse callado; ya estaba esperando que una vez que terminara la entrevista, unos guardias entrarían y lo llevarían al calabozo. Miró a Cortez tratando de encontrar consuelo, pero su amigo miraba directamente a su jefe.

—¿Confías en este chico, Hernán? —preguntó Olivares reclinándose en su asiento—. ¿A pesar de todo lo que hablamos?

Cortez miró a Benny y sonrió.

—A veces es un dolor de cabeza —comentó—. Pero es un buen muchacho, valiente y le confiaría mi vida.

Las miradas del detective y su capitán se cruzaron.

—Bien —asintió Olivares resoplando una risita—. Si tú confías en él, entonces no me opondré —Extendió la mano hacia Benny y él la recibió, notando la fuerza del jefe al estrecharla—. Estarás a prueba por estos días, no te confíes y no hagas tonterías. Recuerda que te estoy vigilando... —Luego mostró una sonrisa amigable, pero bastante maliciosa—. Bienvenido a la fuerza. 

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