𝐍𝐎𝐓 𝐈𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄 | Fernan...

By celemilii

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-; SAGA SPEEDING HEARTS: BOOK XXIII |FERNANDO ALONSO Victoria está cansada de enamorarse una y otra vez para... More

SPEEDING HEARTS SAGA
NOT IN LOVE
00; the cupid team
01; welcome to bake-sonalities
02; social media is wild
04; truce
05; are u ok, Vicky?
06; today is my birthday
07; tolerate it
08; i would adore you
09; what do you want?
010; too ordinary
011; how about all life?; part 1
012; the starry night; part 2
013; when you and I kiss
014; she really likes you
015; it was a boost
016; time to move on
017; i love... loved you
018; marry me

03; home sweet home

912 98 103
By celemilii

El sol se ocultaba tras el horizonte, pintando el cielo de tonos cálidos mientras me encontraba sumergida en la complicada tarea de elegir el regalo perfecto para Alessia. Sus ojos brillarían con ese destello especial cuando desenvolviera el paquete, y eso era lo que buscaba. Pero entre las estanterías repletas de tiendas y la presión de encontrar algo único, mi mente divagaba hacia otro problema más inmediato.

Mi familia en España había enviado una invitación que, a todas luces, no podía eludir. Una fiesta adelantada por mi cumpleaños. ¿El motivo? Aún no lo comprendía del todo, pero la simple idea de regresar a aquel hogar donde los suspiros pesaban más que las risas me llenaba de inquietud. Me enfrentaba a una encrucijada de emociones mientras paseaba por la ciudad, ajena a las luces parpadeantes de las tiendas a mi alrededor. La relación con mi familia nunca fue fácil. Si bien la distancia geográfica me había otorgado una ilusoria sensación de libertad, el eco de los desencuentros resonaba en cada llamada telefónica.

Mis pensamientos se agolpaban mientras caminaba por la calle, tratando de evadir la realidad que se avecinaba. ¿Por qué, después de tantos años, insistían en organizar algo para mi cumpleaños? Era como si mi familia intentara forzar una conexión que nunca germinó.

Mientras sopesaba las opciones para el regalo perfecto, la sombra de la invitación familiar persistía en mi mente. ¿Debería ceder y regresar a España, enfrentando a la familia que abandoné de la noche a la mañana, o buscar una excusa plausible para quedarme y evitar esa inesperada e incómoda celebración?

Mis pasos se desaceleraron mientras me sumía en una profunda reflexión. A pesar de las espinas en mi relación con la familia, un murmullo de nostalgia y deber familiar comenzó a apoderarse de mis pensamientos. Quizás, solo quizás, esta ocasión sería diferente. Aún cuando las experiencias pasadas pesaran en mi espalda, una pequeña voz interna me susurraba que tal vez había llegado el momento de enfrentarme a ellos.

Al llegar a casa, el bullicio de Brackley quedó atrás, dejándome a solas con mi decisión. La realidad de la invitación se volvía más tangible con cada minuto que pasaba. Inspiré profundamente y, con determinación, decidí darle una oportunidad a ese encuentro familiar. Después de todo, las personas podían cambiar, o al menos eso quería creer.

Al abrir la puerta, la atmósfera hogareña me envolvió, mezcla de recuerdos amargos y la esperanza de que este cumpleaños pudiera marcar un nuevo comienzo. Con el corazón latiendo con fuerza, me dirigí a mi habitación decidida a enfrentar la situación. Una rápida búsqueda online y conseguí un vuelo para esa misma tarde. Cuanto antes estuviera allí, antes podría regresar a mi rutina.

La maleta abierta en mi cama se llenó rápidamente con las prendas necesarias. Quería que este viaje fuese breve, como arrancar un vendaje de un tirón en lugar de hacerlo lentamente. La idea de la cena adelantada por mi cumpleaños resonaba como un reloj que marcaba cada segundo hasta mi partida.
En el proceso de empacar, mi teléfono sonó, anunciando un mensaje de Alessia. Su entusiasmo al hablar sobre su próximo cumpleaños me recordó dónde comprarle el regalo perfecto una vez que llegara a España.

La puerta de mi habitación se cerró con un click, dejando atrás un rastro de incertidumbre y anticipación. El camino hacia España se extendía ante mí, y mientras ajustaba el cierre de la maleta, sabía que este viaje podría cambiarlo todo y, quizás, solo quizás, podríamos convertirnos en la familia que fingimos ser delante de todos por tanto tiempo. Con un suspiro, me encaminé hacia el aeropuerto para que esta tortura terminara lo antes posible.

El vuelo transcurrió en un torbellino de pensamientos. Miré por la ventanilla mientras el avión descendía sobre la familiar tierra española. El nerviosismo creció con cada minuto que pasaba, pero me repetí a mí misma que este viaje no duraría mucho más que este fin de semana. Al aterrizar, el temporal español abrazó mi piel, un recordatorio constante de que estaba de vuelta en casa. Tomé un taxi que me condujo a la casa familiar, rodeada de viñedos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El aroma a uvas frescas impregnaba el aire, una mezcla de nostalgia y familiaridad.

Mis padres, ocupados entre las hileras de viñas, apenas levantaron la vista al llegar. Aunque una parte de mí esperaba un recibimiento cálido, recordé que en la familia, el trabajo era la prioridad. Me adentré en la casa, donde la quietud se mezclaba con el eco de mis propios pasos.

La tarde avanzaba, y decidí dar un paseo por los viñedos. El sol arrojaba destellos dorados sobre las hojas verdes, y el silencio solo se interrumpía por el susurro del viento entre las vides. Cada rincón evocaba recuerdos de infancia, algunos amargos, otros llenos de inocencia.

Al regresar a la casa, el aroma a comida casera flotaba en el aire. Me encantaría decir que es mi madre quien está cocinando pero es Carmen, la mujer que me cuidó durante toda mi infancia. A su lado, como siempre, estaba Rocky con ojos de cachorrita, rogando que le dé un poco de lo que está cocinando. Le silbo a mi perrita, quien, cuando se percata de mi presencia, corre hacia mí y comienza a saltar.

—¡Victoria! —saluda la mujer con emoción. Se acerca a mí y me abraza con fuerza—. Ven aquí, déjame verte —pide, llevando mi rostro hacia la luz—. Mira qué bonita estás pero estás muy pálida. Hija, ¿has comido algo?

—No pega mucho el sol en Inglaterra —le cuento.

—¿Cómo está todo por allí? —me recuesto en el suelo para estar a la altura de Rocky para abrazarla. Cuando me fui, decidí que quizás no era bueno hacerla pasar por todo el estrés que conlleva que viaje con el resto del equipaje así que la dejé aquí.

—Bastante bien, el trabajo es bueno y estoy viajando mucho. Estoy contenta —digo con una sonrisa sincera—. ¿Aquí cómo va todo? —Rocky se sube sobre mis piernas y recuesta su cuerpo contra mi pecho.

—Igual que siempre, aquí las cosas no cambian. Hiciste bien en irte, ya te lo digo yo —dice mientras revuelve la paella—. El chico ese... ¿cómo se llama?

—¿Mi hermano?

—¡No! Con el que salías.

—David.

—¡David! —recuerda—. Ese viene aquí y comienza a dar órdenes como si fuera el rey. No sé quién se cree que es... Después de lo que te hizo, Victoria.

—Ya, es el poder que le dan mis padres supongo.

—Pues, que se vayan a tomar por el culo todos, que ya estoy cansada —se queja—. Soy la próxima en irse, hazme caso.

—¿Hace cuánto vienes diciendo eso? —me levanto y me acerco a abrazarla mientras la miro cocinar.

—Ya hasta perdí la cuenta. ¿Qué edad tienes tú?

—Voy a cumplir 33.

—Pues 35 entonces porque me llamaron para que cuidara de tu hermano y luego llegaste tú a... —la puerta de la cocina se abre y puedo ver a mi madre, quien se encarga de observarme de arriba a abajo, como si estuviera buscando algún error en mi.

—Victoria, me alegro que hayas llegado —se acerca y me da dos besos—. ¿Por qué no sales de la cocina? Vas a llenarte de olor a comida.

—Estoy bien aquí.

—Tenemos que hablar, Victoria, por favor —insiste. Comparto una mirada curiosa con Carmen y pero parece que ella tampoco se entera mucho.

Salimos de la bulliciosa cocina, dejando atrás los aromas familiares de la cena. El suelo de piedra fresca crujía bajo nuestros pasos mientras nos adentrábamos en el viñedo, envuelto por la oscuridad de la noche estrellada. La luz de la luna iluminaba las vides, que se extendían como un manto verde ante nosotros.

—Victoria, necesito hablarte de algo importante —mi madre comenzó con un tono serio, interrumpiendo el murmullo de las hojas bajo nuestros pies.

La tensión en el aire me hizo fruncir el ceño, y una mezcla de curiosidad y aprehensión me embargó. ¿Qué podría ser tan crucial como para alejarnos de la comodidad de la cocina?

—Has estado ausente durante mucho tiempo, pero hay algo que debes saber sobre tu hermano Manuel —comentó, su voz llevando consigo el peso de los años dedicados al negocio familiar.

Mi hermano siempre ha estado inmerso en la empresa vinícola. Desde joven, había tomado el timón con una dedicación que yo, conscientemente, evité. La idea de pasarme la vida entre viñedos y barricas de vino nunca fue atractiva para mí.

—Manuel ha trabajado incansablemente para hacer crecer nuestro legado —continuó mi madre, sus ojos reflejando un orgullo innegable—. Ha invertido tiempo y esfuerzo, y quiero que seas consciente de ello.

Incliné la cabeza, sin estar del todo segura de a dónde llevaba esta conversación. ¿Por qué resaltar ahora los logros de Manuel?

—Victoria, querida, la razón por la que te hablo de esto es porque he tomado una decisión. Como regalo de cumpleaños, he decidido darte mi parte de la empresa.

Mis pasos vacilaron. Mi madre seguía caminando, pero mi mente se quedó atrapada en la magnitud de sus palabras. La empresa familiar, la que nunca me interesó, de repente me estaba siendo entregada en bandeja o, al menos, parte de ella.

—¿Por qué ahora? —pregunté, buscando entender el motivo detrás de esta repentina generosidad. Mi madre nunca hace algo porque sí, y sé que hay algo oculto detrás de todo esto.

—Porque quiero que entiendas lo importante que es para nosotros, para tu hermano. Quiero que seais parte de esto, que sigáis el camino que hemos trazado junto a tu padre —explicó, su mirada buscando la mía con determinación.

Un debate interno se desató en mi interior. Siempre quise hacer feliz a mi familia, pero eso no implicaba sumergirme en el mundo de los viñedos. La responsabilidad se cernía sobre mí, y me sentí atrapada entre el deseo de complacer y la lucha por mantener mi propia identidad.

Caminamos en silencio por un momento, las sombras de las vides proyectándose sobre el suelo. Finalmente, mi madre rompió el silencio.

—Victoria, solo quiero que tomes tu tiempo para pensar en ello. Esta decisión no tiene que ser inmediata pero me gustaría tener tu respuesta antes de que vuelvas a Inglaterra. La parte de tu padre se la quedará tu hermano —entonces no es un regalo, es una división de poder.

—¿Y si digo que no, quién se quedará con tu parte?

—Pues, pensábamos en dársela a David para que la empresa quede en la familia.

—Pero David ya no es familia.

—David, Vicky —pronuncia con malicia, sabiendo el efecto que ese apodo tiene en mí—, es el hermano que Manuel nunca tuvo. Sabes que siempre será familia, no importa qué.

La brisa nocturna acariciaba suavemente mi rostro mientras absorbía las palabras de mi madre. A lo lejos, las luces de la ciudad titilaban como estrellas distantes, y en ese momento de silencio compartido me encontré enfrentando una encrucijada que cambiaría el curso de mi vida. 

Al llegar a la casa otra vez, la atmósfera parecía teñida de nostalgia y expectación. Mi padre, que normalmente se sumía en su propio mundo de responsabilidades en el teléfono, levantó la mirada y me recibió con una sonrisa genuina.

—¡Victoria! —exclamó, extendiendo los brazos para abrazarme—. ¡Qué alegría verte de nuevo por aquí!

El calor de la bienvenida me envolvía, y por un breve instante, parecíamos una familia unida, como la que siempre fingimos ser. Mi hermano se unió al abrazoy, entre risas, la distancia de los meses pareció acortarse.

—Nos alegra mucho que hayas decidido venir, Victoria —comentó Manuel, sus ojos reflejando un sincero afecto.

Sin embargo, la calma se quebró abruptamente cuando una voz familiar resonó detrás de mí.

—¡Vicky, cuánto tiempo! ¡Qué alegría verte de nuevo!

Me giré, y allí estaba David, mi exnovio, con una sonrisa que no lograba disimular su arrogancia. La sorpresa y la incomodidad se apoderaron de mí mientras él se acercaba para saludarme.

—David —murmuré, sin ocultar mi desconcierto.

—Sí, mi nombre no ha cambiado de momento —dijo con una risa que me resultó insoportable.

Intenté ocultar mi malestar, pero la presencia de David revivía heridas que aún no habían sanado por completo. Mi familia sonreía satisfecha ante el reencuentro pero yo no podía sentirme peor.

Durante la cena, David se sumó a la conversación como si no hubiera pasado el tiempo, como si no hubiera destrozado mi confianza no solo en mí, sino en el mundo. Hablaba de sus logros y de sus viajes, y aunque su presencia era conocida, me sentía como una intrusa en mi propio hogar.

La incomodidad se instaló en la mesa como una sombra indeseada. Cada risa forzada y comentario innecesario de David resonaba en mis oídos. Mientras mi familia parecía disfrutar de su compañía, yo me hundía en una sensación de desasosiego. Cada vez que Carmen se acercaba a servir un plato de comida, compartíamos una mirada cargada con la misma incomodidad.

Me dedico a observar a cada integrante de mi familia y a David, quien lleva en su mano izquierda un anillo de compromiso. En un año logró dejarme y comprometerse con otra mujer, un récord. Mientras me sumergía en un espiral mirando al anillo de mi ex, un calor en mi pierna llamó mi atención. Miro hacia abajo y me encuentro con los ojitos de Rocky mirándome así que la acaricio.

—Victoria, por favor, que estamos en la mesa —me regaña.

—¿Disculpa?

—Que no acaricies a la perra ahora, puede esperar un poco. Hay visita.

—Pensé que David era familia, no creí que contara como visita —contraataco. 

—No me pongas en esta posición... —advierte.

—Fuiste tú la que empezó a opinar.

—Pues porque parece que has perdido tus modales, niña. Primero te encuentro sentada en el suelo de la cocina con la perra y ahora la acaricias en la mesa.

—Es mi perra, ¿qué quieres que haga?

—Que te la lleves —mi padre la miró sorprendido ante esa respuesta porque él ama a Rocky tanto como yo.

—No te preocupes que mañana se va conmigo.

—¡Suficiente, ambas! —sentencia mi padre. Inhalo y exhalo, dispuesta a dejar el asunto atrás pero mi madre no se calla la puta boca.

—Pensé que Inglaterra la haría un poquito más civilizada, ya te lo digo yo—exclama al aire. Dejo la servilleta en la mesa y me levanto.

—Voy a tomar el aire. Con permiso —salgo hacia el patio de la casa y suelto el aire que había aguantado sin siquiera notarlo. Rocky salió conmigo así que se acurruca a mis pies, como cada vez que me estreso. Unos pasos detrás mío me hacen suspirar antes de hablar—. Estamos bien, Carmen —digo, haciendo referencia a los sentimientos de Rocky y a los míos.

—Pues me alegro que lo estéis, pero no soy Carmen —dice David con gracia—. Quería saber qué tal te ha ido en Inglaterra.

—Nadie ha muerto por empezar de cero, ¿no? Al menos eso es lo que dicen.

—Ya pero apuesto que no fue fácil.

—He tenido que pasar por cosas más difíciles contigo, créeme —murmuro y sonrío cuando siento que mis ojos se llenan de lágrimas—. Pero tú te me casas. ¿Quién es la desafortunada?

—Isabel, mi...

—Tu secretaria —completo por él. Ahora que soy secretaria, no me entra en la cabeza cómo es que alguien puede terminar enredado de esa forma, sobre todo teniendo pareja. No podría tocar a Toto ni con un palo, no solo porque es mi jefe sino porque tiene esposa—. La recuerdo bien.

—Lo recuerdas todo muy bien, ¿eh? —responde, tratando que el ambiente se vuelva un poco ligero.

—Lo recuerdo muy bien, demasiado bien —me cruzo de brazos y trato de enfocarme en el viñedo a unos metros del jardín de mi casa.

—¿Tú sales con alguien?

—Sí, me casé con mi trabajo.

—¿Siendo secretaria? Vic, por favor, sabes que puedes hacer más que eso.

—Pues, tu prometida es secretaria, yo que tú gastaría cuidado con lo que dices.

—Sí, pero ella no es...

—¿No es qué? —pregunto ofendida. La tal Isabel no es de mi agrado, me engañó con ella, pero no voy a permitir que siga rebajando a cada una de las mujeres de su vida por el simple hecho de que se siente el ombligo del mundo.

—Ella no tiene la misma capacidad que tú.

—¿No vas a cambiar nunca? —cuestiono con dolor— ¿Vas a ser toda la vida el mismo idiota que absorbe la energía de sus novias hasta dejarlas sin nada?

Por más difícil que haya sido en ese momento que David me deje, noté que fue lo mejor porque, de alguna forma u otra, había seguido el mismo patrón que con mi relación anterior, que terminó en un altercado con violencia física. David nunca me levantó la mano, sé que no se atrevería, pero me usó, me minimizó y me hizo sentir como la persona más tonta e inútil del mundo y eso también es violencia. Por más difícil que sea, hay que romper el patrón antes de que el patrón rompa con nosotros.

—No voy a discutir eso contigo.

—¿Por qué no?

—Porque por algo te dejé. Eras insoportable y demandabas demasiado —lo miro incrédula mientras suelta esas palabras con rencor.

—En serio, y lo digo de corazón, espero que algún día madures y seas capaz de ver todo lo que perdiste, David —finalizo la conversación. Entro a la casa y, mientras me alejaba, él quedaba atrás.

Mentiría si dijese que no me dolieron sus palabras. Que mi corazón no se retorcía bajo mis costillas tratando de encontrar un recoveco por el que escapar y volver a su lado. Que no me mata la idea de que, después de tanto amor y tantos años juntos, este fuera nuestro final. Sin embargo, dicen que el tiempo pone cada cosa en su lugar. Solo espero que me ayude a ser yo otra vez.

Sin despedirme de nadie, voy a mi habitación, cuya puerta cierro con un suspiro de alivio. La cena había sido agotadora y la idea de descansar me resultaba tentadora así que me cambié, le abrí la puerta a Rocky para que durmiera conmigo y me puse a buscar noticias locales en el móvil. 

Estaba por dejarlo e irme a dormir pero mis ojos se desviaron hacia una nota en específico. El nombre "Fernando Alonso" atrapó mi atención de inmediato ahora que tengo visto al español. No es una persona que me caiga del todo bien, pero algo en su presencia mediática logra captar mi interés. Con gesto dubitativo, decidí darle un vistazo a esa entrevista.

La luz tenue de la lámpara iluminaba la habitación mientras me sumergía en las palabras del piloto. Aunque mi intención inicial era simplemente curiosear, me sorprendí a mí misma leyendo cada respuesta, cada detalle de su vida que se revelaba en la pantalla.

Fernando Alonso, el hombre que trata de conquistarme como si estuviéramos en el instituto, un completo imbécil. No podía negar su talento, pero su actitud en el pasado había dejado un sabor amargo y contradictorio. ¿Quién va al trabajo de alguien que ni siquiera conoce?
A medida que avanzaba en la entrevista, me encontraba cayendo en la trampa de su carisma, desentrañando capa a capa el misterio que envolvía su figura.

En un rincón de mi mente, intentaba convencerme de que era un idiota, alguien que no valía la pena, pero mis ojos seguían anclados a cada palabra impresa. ¿Por qué dedicarle tiempo a alguien que, según mi propio juicio, no merecía mi atención?

La ironía de la situación no pasó desapercibida. Trataba de convencerme a mí misma de que no me importaba, pero allí estaba, inmersa en las páginas virtuales de la vida de un hombre que, en teoría, no debería significar nada para mí.

Al final de la entrevista, cerré la pantalla con un gesto resuelto.

—No vale la pena —le digo a Rocky—, no lo vale —me digo a mí misma.

Decidí apartar esos pensamientos y centrarme en lo que realmente importaba en ese momento: la decisión que se cernía sobre mí como una sombra. Mis padres esperaban mi respuesta respecto a la participación en la empresa familiar.

La noche avanzaba, y mientras el sueño acariciaba mis párpados, me enfrenté a una encrucijada vital. La posibilidad de regresar a Inglaterra y dejar atrás la oferta de mi madre estaba siempre presente, pero algo en el ambiente de la casa, en la mirada de mi familia, me hacía dudar.

Al día siguiente, desperté con la decisión clara. Mi corazón, aunque tembloroso, se inclinaba hacia aceptar la oferta y, no porque me interesara sino porque no estoy dispuesta a dejar que un idiota como David siga arrebatándome nada. 

Bajé al desayuno con una resolución que se reflejaba en mi mirada. Mi madre, al verme, sonrió con expectación, mientras que Manuel y mi padre esperaban con gestos serios.

—He tomado una decisión —anuncié con calma—. Acepto la oferta pero tengo varias condiciones que tendréis que aceptar si me queréis dentro —mi madre hizo un gesto para que continuara—. El vino no puede importarme menos. Seré dueña de la mitad de la empresa pero no me pidáis que esté aquí porque estoy harta de que me arrastréis a vuestra mierda, sobre todo tú —exclamo, señalando a mi madre—. Manuel ha hecho un trabajo maravilloso y me parece irrespetuoso irrumpir en él. Por otro lado, no voy a dejar mi trabajo en Mercedes si esa era vuestra intención.

—Tu madre y yo seguiremos manejando todo —aclara mi padre—. Lo único que cambiaría es tu firma en el contrato pero no tienes que dejar nada —la sonrisa que me da me hace entender que lo dice en serio.

—¿Dónde firmo entonces?

El silencio que siguió fue roto por un suspiro aliviado de mi madre y una sonrisa de orgullo de Manuel. Mi padre asintió con aprobación, y aunque la sensación de compromiso pesaba sobre mis hombros, una pequeña chispa de esperanza brilló en mi interior.

Entre el ajetreo, Alessia seguía enviándome mensajes emocionados sobre su cumpleaños, recordándome la tarea pendiente de encontrar el regalo perfecto. Creo que ya lo tengo. Cerca de aquí hay un lugar donde venden instrumentos hechos a mano, podría pedir un violín y que lo tallen con su nombre. 

Finalmente, más tarde ese mismo día, saldría mi vuelo y, sí, Rocky vendría conmigo. Mis padres, conscientes de mi compromiso con el trabajo, no me insistieron que me quedara, dudo que lo hubieran hecho de cualquier forma. 

Al llegar a Inglaterra, la familiaridad de Brackley me envolvió. La ciudad, con sus calles familiares y la tibia luz de la tarde, me recordó a las decisiones que había tomado y a las que aún debía enfrentarme. 












holisss, cómo andan??
espero que les haya gustado

funa a la familia de vic y a su ex YA, por más que acá lo parezca, nadie es un santo
por su parte, nuestra mujer siente cada vez más curiosidad por fer y se niega a aceptarlo, veremos cuánto dura 👀

btw, saben que no soy española así que si ven un error no duden en hacérmelo saber!

gracias por leer, votar y comentar
las quieroo <33

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