𝒩𝒶𝓇𝓇𝒶 𝒞𝒶𝓅𝓇𝒾𝒸𝑜𝓇𝓃𝒾𝑜
Los minutos pasan lentamente mientras que Virgo va a la cocina.
Apoyo el mentón en el escritorio y observo el ordenador con los ojos entrecerrados. Memorizo cada parte de su habitación: el color de sus muebles, la luz que entra por la ventana e ilumina un poco la cama deshecha, las motas de polvo que no se ven a simple vista, pero que sé que están presentes...
Cierro los ojos un momento imaginándome en esa habitación y a Virgo cerrando la puerta tras de sí. Su melena, ahora mucho más corta que cuando nos conocimos, fluye mecida por un brisa.
Al girarse me sonríe y formula algo, pero su voz no se proyecta.
Abro de nuevo los ojos, volviendo al presente.
"Ha pasado casi un mes desde la última vez que nos vimos." reflexiono. "Me gustaría estar ahí y abrazarla."
Cambio de posición con un largo suspiro. Algunos mechones me impiden ver más allá del escritorio, lo que me recuerda a que tendría que pasar por la peluquería un día de estos.
Escucho su voz a través de la pantalla y giro la cabeza en su dirección.
-¿Te has quedado pasmado?- pregunta cerrando la puerta.- No he tardado tanto.
-Estaba esperando.- respondo estirando la espalda en la silla.
-Ale, ¿por donde íbamos?- ignora mi respuesta mientras se acomoda en la silla.- ¿Quieres jugar a algo?
-Nah, sigamos hablando.- sugiero cambiando nuevamente de posición.
-Vale, ¿de qué?
-¿Vas a venir a la exposición?- la pregunta lleva varios días resonando en mi cabeza.
Aparta un vaso hacia un lado y me dedica una mirada breve.
-¿Ya tenéis fecha? Lo digo porque si coincide con clases no sé si podré escabullirme.
-No te coincide, es un sábado.- aseguro haciendo memoria.
A continuación, el recuerdo de una conversación hace que sonría fugazmente y me dejo llevar por él.
Parece algo insignificante, pero no lo fue para mi.
A principios de verano, tras los exámenes finales de Virgo, nos escabullimos para pasar el día en una playa fluvial. El viaje duró cerca de dos horas desde mi apartamento, por lo que Virgo estuvo más horas en el autobús de lo esperado.
Le había ofrecido quedarse a dormir la noche anterior, pero no quería. Creo recordar que había quedado con sus amigos para tomar algo el día después de los exámenes.
De todas maneras, el día que fuimos nos levantamos demasiado temprano para ser verano. Virgo venía con las pilas cargadas y con un libro en su bolsa, por sí se daba la ocasión.
Como dice siempre que sale de casa.
A las 11:00 estábamos de camino a la playa fluvial. Como el día anterior había estado hasta tarde con unos amigos de la universidad, el viaje en autobús se resumió en echar una cabezadita.
Lo cual alegró a Virgo, porque podía leer tranquila.
Llegamos pasada la 13:30 a la estación de autobús. El trayecto se había alargado más de lo esperado por un repentino atasco a medio camino.
Sin embargo, no tuvimos ningún problema al emprender la caminata hacia la playa; estaba bien señalizado. Esto nos llevó cerca de 40 minutos, así que cuando llegamos agradecimos que hubiese alguno que otro puesto de bocadillos.
Me sorprendió ver que no fuimos los únicos con la idea de pasar el día allí; había más gente de la esperada.
Tras comer, la tarde pasó muy rápido. Probamos a meternos en el agua, pero estaba fría de narices. Yo no me metí, pero Virgo disfrutó como una enana mientras recorría toda la playa con brazadas amplias y rápidas.
Ese día descubrí muchas cosas de ella, como que había estado en un club de natación en la primaria y que odiaba no ir lo suficientemente preparada a los sitios. Según ella, nos podríamos haber ahorrado el dinero de los bocadillos de haberlo pensado antes.
Fue una tarde que, inevitablemente, se quedó grabada en mis recuerdos.Verla sonreír siempre me inspira y me teletransporta a una realidad paralela en dónde solo existimos nosotros.
Supongo que gracias a esta sensación no me di cuenta del cambio en el tono de nuestra conversación. Pasamos de estar hablando de simplezas y de vídeos, a tener una conversación más profunda.
No sé con exactitud cómo surgió, pero hablamos de cómo nos veíamos a nosotros mismos en los próximos 5 años.
Admito que el planteamiento me dio vértigo; intento no pensar demasiado en el futuro.
Sin embargo, escucharla hablar sobre los pequeños proyectos que tenía en mente y sobre cosas que quería hacer, hizo que se redujera la sensación de caída libre.
-Quiero publicar un libro.- me dijo entonces en medio de un murmullo.- Sé que es un sueño infantil y que no tengo talento, pero quiero hacerlo.
-¿Un sueño infantil? Creo que tienes una mala percepción de ello.- le respondí con una sonrisa. Nuestras manos se entrelazaron con discreción, el sol se preocupaba de que estuvieran cálidas.- Siempre te han preguntado qué querías ser de mayor y siempre has contestado una profesión alocada, como astronauta. ¿En aquel momento no te decían que era infantil, no?
Ella me miró y sentí que el mundo se detenía. La intensidad de su mirada me paralizó y por un momento no supe si había metido la pata o no.
-¿Crees que es posible?- formuló luego de unos segundos.
Recuerdo que acaricié su mano con ternura.
-Seguro que eres capaz de ello si le pones empeño.
La respuesta pareció gustarle y eso me hizo feliz, porque me gustaría ser un apoyo para ella.
Desde aquella tarde pasaron muchas cosas, pero sé que gracias a esa conversación decidió apuntarse a un curso de escritura creativa que empieza dentro de unas semanas, en septiembre.
Vuelvo al presente con un pestañeo, fijándome de nuevo en ella.
-Entonces si que voy.- sonríe tras responder.- No quiero perderme la primera vez que uno de tus cuadros entra en una galería de arte.
Parpadeo varias veces impresionado por sus palabras.
"No sabes el daño que te han hecho hasta que viene alguien y te trata como te mereces." Me asalta una frase que encontré hace unos días en internet.
La borro de un plumazo.
-Me alegra que puedas venir.- desvío la mirada hacia el teclado.- Puedes quedarte a dormir, así aprovechamos todo el día.
Puedo asegurar que se le han iluminado los ojos, y que a mi me ha pasado lo mismo.
-Me parece una buena idea. ¿Es dentro de dos semanas, no?
Asiento cogiendo un bolígrafo para juguetear con él entre los dedos.
-Entonces has terminado el cuadro, ¿no?- vuelve a preguntar.
-No del todo...me queda retocarlo.- hago una breve pausa.- Siento que le falta algo.
-Pero esa impresión la tienes siempre.
No me había dado cuenta de que estaba mirando el bolígrafo hasta ahora. Alzo lentamente la cabeza hacia la pantalla, conectando con sus ojos.
Me dedico un momento para sopesar esa respuesta.
Es verdad. Cuando dejo el pincel en el vaso, lleno de agua marrón, y me levanto del taburete para observar el lienzo desde lejos, pienso en lo mismo; le falta algo. Pero nunca sé qué le falta, ni quién podría decírmelo porque nadie ve lo mismo que veo yo al plasmar la idea.
Desde esa distancia parece que aún está medio vacío. Es muy diferente a cuando me acerco y el cuadro me engulle por completo; abriendo una puerta a otra dimensión.
-Ya, nunca sé qué le falta.- murmullo más para mí mismo.
-Creo que es normal el no saber si está completo.- la escucho con atención.- Quieres que sea tal como te lo has imaginado, pero no es posible estrujar tu cabeza y pintarlo exactamente. Hay un filtro, ¿sabes?
La observo durante unos instantes. "Ahora me encantaría atravesar la pantalla y acariciarla."
-Siempre vas a tener esa sensación. Siempre vas a querer superarte a ti mismo y dar lo mejor de ti.- me mira decidida.
Me ha robado el aliento. Parece que ha mirado dentro de mí.
Hay sensaciones que no puedo pintar. Hay momentos que no puedo describir como lo haría ella. Sobre todo, hay emociones que no puedo expresar cómo desearía en el momento en el que ocurren.
Ahora mismo, quiero tantas cosas que no consigo ordenar mi cabeza.
La quiero a ella. Aquí, a mi lado.
Estiro los labios en una breve sonrisa.
-Eres la única que lo ve así.- pronuncio a media voz.- Pero es así, justamente así.
Ella también sonríe.