Después de aquella cena decidimos apostarlo todo.
Solo nos bastó mirarnos para saber que esta vez sería un sí. Un sí a todo.
Ya no teníamos nada que perder. Es más, teníamos todas las de ganar.
Me mudé con él a Colonia Basilia y pudimos completar un punto más de la lista que habíamos ideado aquella tarde en la costa.
Fue un volver a conocernos, porque ya no éramos los mismos.
Pero aun así, a pesar de toda la vida que había pasado, el latido en común seguía estando.
Nos volvimos a elegir como aquel otoño.
Y esta vez, el latido no tuvo límites.
Nos amamos por el resto de nuestras vidas.
Nos amamos siempre
FIN