Ese mismo día después de almorzar, nos encontramos en la esquina del bar. Me dijo que esos días de ausencia, había recorrido algunos lugares recomendados por Daniel, el dueño del bar.
—¿Has llegado al Parque Gregorio? —Negó. —Es mí favorito, así que vayamos ahí.
Tomamos el bus que nos dejó en una de sus esquinas. El parque era enorme. Dentro tenía varios sectores: el estanque, el rosedal, el lago, una parte que simulaba un bosque Siempre me había gustado.
Él avanzó a mí lado maravillándose por lo que observaba.
—Esto es muy lindo.
—Lo es —le dije mirándolo a él.