Enredos del corazón

By Ash-Quintana

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Thea viaja a la otra punta del país como estudiante de intercambio y la familia que se ofrece a acogerla es u... More

1. Quien tenga miedo a morir, que no nazca
2. Me morí
3. Plan B
4. Erik huye
5. Erik celoso
6. Los que se pelean se aman
7. Le vendo mi alma a Sophie
8. Félix al rescate
9. El Imperio romano de Erik
11. Planes para San Valentin
12. Reunión del consejo (y Thea)
13. Me convierto en un rompehogares
14. Me di cuenta (no se burlen)
Extra: San Valentín de Drake y Sophie
15. Me confesé (voy a vomitar)
16. Agarren a Thea que se va ✈️
17. Amor en tiempos de disputas familiares
18. Erik suelta el chisme
19. Qué queee

10. Las cartas de Drake

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By Ash-Quintana


Querido Erik: En la escuela me enseñaron el juego de la llorona. Lo jugamos en el baño y se nos apareció una niña en el espejo. Lo jugamos?

Dorotea: Sí, pero de día, porque si lo hacemos de noche la niña se va a quedar a dormir y me va a jalar las patas.

Querido Erik: Eso ya lo hago yo.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.


ERIK

Estaba obsesionado con ella.

No sabía cuándo había comenzado todo esto, pero sí cómo. Desde que éramos pequeños, incluso aunque me quedaran pocos recuerdos de mi infancia, sabía que Dorothea había ocupado cada espacio libre de mi cabeza. Fuera porque sentía una tonta rivalidad con ella y quisiera superarla en todo, porque me hacía rabiar más que nadie, o porque cuando estaba cerca de mí, era feliz.

Después de que se fuera, las cosas cambiaron. Seguí pensando en ella por un tiempo, pero poco a poco los recuerdos comenzaron a desaparecer. Conocí a Drake y pensé que había olvidado a Dorothea por completo, hasta que recibí la noticia de su llegada. Fue como abrir el cierre viejo de un abrigo y dejar que el frío entrara en mi pecho. De repente el vacío que solía reservar para mis pensamientos comenzó a llenarse de ella.

Dudas. Me pregunté si también me recordaba, si me había guardado rencor por jamás responder a sus llamadas o me culpaba por echar a perder nuestra amistad. Entré en pánico. Temía volver a verla y al mismo tiempo me di cuenta con el paso de los días de que hacerlo se estaba volviendo una necesidad. La busqué en redes, miré sus fotos de perfil por horas, escuché las listas de canciones que compartía, incluso revisé su cuenta de Goodreads para ver qué cosas leía.

Mientras menos faltaba para verla, más ansioso me volvía. No entendía por qué alguien a quien apenas recordaba podía disparar tantas emociones en cadena.

Estaba listo. O creía que lo estaba. Porque cuando ella llegó, presionó mi rostro entre sus manos y dijo "¿Eres tú?" sentí que algo antiguo y profundo se sacudía dentro de mí. Algo sin nombre había despertado después de diez años y me di cuenta de que mi mente podía olvidarla, pero mi corazón no. Latió tan fuerte que creí que me estaba por dar un ataque de pánico.

No quería sentirme tan vulnerable con alguien y mucho menos por una persona que ya tenía pareja. No podía dejar que ella supiera cómo me sentía, porque sabía que iba a rechazarme y luego iba a contárselo a él, porque siempre le contaba todo.

Así que guardé las distancias lo mejor que pude durante las siguientes semanas, pero continué mirándola cuando no se daba cuenta. Aprendí muchas cosas sobre ella que no sabía si eran nuevas o si siempre las hizo. Como que sus contraseñas eran secuencias de ceros y unos, que formaban otros números en el código binario; que durante el desayuno llamaba a su padre y luego de la cena, a su madre. Aprendí que podía terminar novelas enteras en menos de una semana y que cuando estaba leyendo una escena emocionante, golpeaba lo que tuviera más cerca (la mesa, mi brazo, su propia cadera). También, que le gustaba bañarse por la noche, le daba comida a Baltasar cuando creía que yo no la veía, hablaba sola cuando cocinaba, como si estuviera en un programa de cocina, y nunca estornudaba una sola vez: siempre eran dos, o cuatro. Una vez estornudó cinco veces seguidas y cuando terminó soltó tantas groserías que tuve que apretar los labios para que no me escuchara reír.

Creí que con el tiempo, si me acostumbraba a ella, dejaría de reaccionar como un idiota cada vez que la tenía cerca. Pero fue todo lo contrario. Mientras más la conocía, más me enamoraba. Y la llegada de San Valentín empeoró todo.

Los primeros días de febrero fueron una locura. El instituto de pronto se tiñó de rosa y rojo, habían corazones de cartulina pegados en todas partes y globos en cada pasillo. Pusieron un stand en la entrada para enviar rosas el catorce de febrero y era normal ver a estudiantes parándose en casilleros que no eran los suyos para dejar cartas de amor, firmadas o anónimas.

Yo estaba tenso. Temía que en cualquier momento saliera Félix de una alcantarilla para declarársele a Dorothea, porque prefería arrancarme los ojos antes que ver eso.

—A lo mejor si aceptaras una sola carta, no la pasarías tan mal en estas fechas.

Sin dejar de caminar hacia mi casillero, suspiré. No me gustaba cuando Drake se ponía en el papel de consejero, porque usualmente era yo quien portaba la voz de la razón en nuestra amistad.

—No me interesa.

Solía recibir algunas cartas durante estas fechas. No tantas como Drake o incluso Macy, pero siempre un par o más. Y siempre las rechazaba.

—A lo mejor estás esperando una de cierta persona. —Guardó silencio, a la espera de mi reacción, pero ni siquiera lo miré. El pasillo estaba casi lleno de estudiantes luego de la última hora, todos emocionados por salir de la escuela de una vez, y yo seguí avanzando—. Cierta persona cuyo nombre comienza con "D" y termina con "orothea".

—No —mentí vilmente.

¿Había pasado las últimas semanas leyendo y releyendo todas las notas y cartas que nos enviamos durante nuestra infancia? Sí. ¿Me lamenté por haber terminado nuestra amistad y destruido cualquier posibilidad de recibir una carta de ella de nuevo? También.

¿Iba a llorar por eso? Sí, probablemente.

Pero algo que no pensaba hacer era reconocerlo. Y menos con Drake, de quien estaba seguro que en cuanto tuviera una mínima sospecha de mis sentimientos se apresuraría a elaborar un plan para conquistar a Dorothea y vender a Félix a la mafia paraguaya.

Él me dedicó una mirada sospechosa que no me gustó para nada.

—Lo que sea que te estés imaginando, Drake, no es así.

—No me estoy imaginando nada.

Apartó la mirada y sonrió con inocencia.

Drake y yo dejamos de caminar cuando llegamos a nuestros casilleros. Los estudiantes que iban detrás de nosotros nos esquivaron y continuaron con su camino, pero una chica que iba por delante nuestro, no. Era lo suficientemente baja como para ser de primer año y tenía su cabello negro recogido en trenzas pequeñas. Estaba parada frente a mi casillero, como si estuviera esperándome. Entonces, metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, sacó un papel doblado y se puso de puntas para meterlo entre los agujeros de ventilación.

Debía de ser otra chica dejando una confesión.

—Yo no haría eso si fuera tú —le aconsejé—. Cualquier cosa que sea, no estoy interesado.

La chica dio un respingo, gritó y soltó la carta. Cayó al suelo y se apresuró a recogerla. Luego, me miró con el terror de alguien que acababa de ser descubierto.

—Lo siento. Tú... yo... —Estrujó la carta entre sus manos y debí de tener muy mala cara, porque inmediatamente apartó la mirada y buscó apoyo en Drake, quien seguramente parecía más amistoso—. Yo quería...

—¡Ah! Esa debe ser una nota de la profesora de historia. ¿No es así? —El rubio le sonrió—. No tienes que dármela. Ya sé que tengo que devolverle unos libros. Puedes irte.

Ella tardó un momento en comprender lo que estaba diciendo, y cuando lo hizo, comenzó a asentir con energía.

—¡Sí! Era eso. Lo siento.

Pasó a mi lado y nos esquivó. Se fue por el lado contrario de la salida y se perdió entre la marea de estudiantes. Antes de que pudiera regresar a mi casillero, sentí una punzada en las costillas. Drake me había dado un codazo antes de acercarse a mi lado y susurrar.

—Podrías al menos agarrar la carta.

Lo ignoré y abrí mi casillero.

—No me intere...

—Sí, ya sé que no te interesa. —Abrió si casillero, que estaba junto al mío, de mala gana—. Pero no tenías por qué hacerla sentirse mal. A las personas les cuesta escribir sobre sus sentimientos.

No hacía falta que me lo dijera. Eso ya lo sabía, Y también sabía lo doloroso que podía ser que te ilusionaran, así que no pensaba ilusionar a nadie. Era mejor dejar en claro desde un principio que no me interesaba.

Apenas Drake abrió la puerta de su casillero, los papeles cayeron. Cartas pequeñas y dobladas varias veces, de colores y con formas de corazón u origami y blancas con papel de cuaderno. Fueron tal vez unas cinco o seis que cayeron al piso.

—Ese debió de ser un grupo —opinó Drake mientras se agachaba para recogerlas.

Él no las descartaba como yo. Usualmente las leía y luego se las devolvía a su dueño o dueña, para rechazarla en persona. A mí me parecía demasiado trabajo cuando simplemente podía tirarlas y tener el mismo resultado. Pero a él le importaba demasiado lo que pensaran los otros.

Lo vi guardarlas dentro de su mochila antes de cambiar sus libros por los que iba a usar para estudiar y los dos partimos hacia la biblioteca para comenzar con la monografía de historia que debíamos entregar a final de año. Lo bueno era que la profesora nos había dejado hacerla de temas relacionados a lo que estábamos estudiando en el club de historia, así que todo nuestro trabajo de investigación estaba casi hecho. Nos quedaba decidir qué dirección debíamos tomar cada uno y luego filtrar el material de estudio.

Para eso Macy había cancelado varias reuniones del club. O, mejor dicho, las había movido a la biblioteca, donde tendríamos acceso a más libros en caso de necesitarlos.

Cuando llegamos encontramos a Sophie y Macy sentadas en una de las largas mesas de adelante. Usualmente no usábamos esas, porque estaba cerca del escritorio de la bibliotecaria y significaba que podíamos ser estorbados por el sonido de la gente entrando y acercándose para hacer consultas. Pero durante la última hora no solía llenarse tanto, porque la mayoría de los estudiantes preferían estudiar en sus casas.

Drake se detuvo en la entrada para comprar dos cafés de la máquina, como solía hacer, y yo ocupé mi lugar junto a Macy, quien ya tenía varios libros abiertos delante de si y parecía ir por su segundo vaso de café, lo que quería decir que vino antes que nosotros, durante su periodo libre.

—¿Dónde está tu seguidora? —preguntó sin dejar de escribir en sus notas ni levantar la cabeza.

—Ella no es mi seguidora. —Es mi amiga—. Y debe de estar volviendo a casa.

—De hecho, la invité, pero dijo que no quería venir.

Sophie, sentada frente a mí, cerró uno de sus libros. Desde que había comenzado esa competencia con Drake para entrar al cuadro de honor se veía más cansada y desalineada, como si ni siquiera le diera el tiempo para estudiar y ocuparse de si misma. Sus trenzas estaban medio deshechas y habían leves sombras bajos sus ojos. Su saco azul del uniforme colgaba del respaldo de la silla y su camisa estaba arremangada.

—¿Y te dijo por qué?

Intenté no parecer demasiado interesado para no delatarme. Mi relación con Dorothea en estos días no era ni buena ni mala. Nos llevábamos, a veces hablábamos y a veces peleábamos, casi como solía ser antes, pero sin la confianza. Aún así me daba miedo que que ya no me soportara e intentaba evitarme. No quería que se alejara. Era egoísta. La quería siempre con distancia, ni muy cerca, ni muy lejos, pero eso no quitaba que la quisiera.

Sophie me dedicó una mirada curiosa, la misma que Drake había hecho antes en el pasillo.

—Porque ella no tiene historia y dijo que sólo iba a estorbarnos.

—Bueno, pero pudo haber estudiado cualquier otra cosa —insistí.

—Mejor para mí. —Macy dio vuelta su hoja y continuó escribiendo. Estaba tan concentrada copiando un texto que ni siquiera se había acomodado el cabello que se le caía de detrás de la oreja—. Creo que es mejor si estamos todos estudiando y hablando de lo mismo. Tiene razón: habría estorbado.

En ese momento las puertas de la biblioteca se abrieron y Galia, la capitana del equipo de fútbol entró y miró a su alrededor. Era una chica alta, de cabello corto y color vino que llevaba una sudadera del equipo de fútbol sobre su uniforme y zapatillas deportivas. En cuanto nos vio, se apresuró a nuestra mesa.

—Ah, veo que están estudiando. —Dejó su mochila en el suelo y se sentó en la punta, entre Sophie y Macy—. Qué coincidencia. Yo venía a lo mismo.

—Sí, qué coincidencia. ¿A quién se le ocurriría venir a la biblioteca a estudiar? —me burlé.

Macy me dio un codazo. ¿Por qué todos me estaban dando codazos hoy?

Automáticamente la rubia dejó todas sus cosas de lado para ofrecerle ayuda a Galia con sus estudios y las dos comenzaron una conversación sobre la tarea de química que no tenía nada que ver con la monografía de historia, según yo. A Sophie no le molestó en absoluto su presencia. Después de todo, eran compañeras en el equipo de fútbol. Imaginaba que para ella era genial que sus dos amigas se gustaran.

Garabateé un "Hipócrita :P" en el anotador de Macy y lo dejé sobre sus papeles. Ella estaba tan enfrascada en su conversación con Galia sobre fórmulas desarrolladas que ni siquiera se dio cuenta. Sophie me vio y la comisura de su labio se estiró ligeramente antes de retomar su lectura, como si quisiera sonreír.

Sentí un escalofrío. No había querido hacerla sonreír y esperaba que eso no se volviera a repetir.

Recuperé el bolígrafo y dibujé algo más en su anotador.

8==D

Drake llegó unos segundos después con sus dos vasos de café y le ofreció uno a su novia. De haber sido por mí, me habría quedado más tiempo, pero era difícil mantener el interés de cinco personas para que estudiaran cuando uno de ellos parecía no haber dormido en dos días, los otros dos ni siquiera estaban estudiando lo mismo y el otro tenía la capacidad de concentración de un niño de cinco años (sí, estoy hablando de Drake). Así que nos despedimos una hora más tarde. Galia ayudó a Macy a guardar sus cosas y se ofreció a llevar su bolso. Ellas fueron las primeras en irse. Luego yo terminé de guardar mis cosas en silencio mientras Sophie y Drake se devolvían sus libros.

—¿Qué es esto?

Levanté la cabeza de mi bolso. Sophie estaba de pie, con la mochila de Drake abierta sobre la mesa, un libro en una mano y las cartas de amor que le habían dejado en el casillero en la otra. El corazón rojo de cartulina destacaba entre todas.

-.-.-.-.

Cada like es un ave maria para que Drake no muera a manos de Sophie.

Ahora habrá que ver cómo le va a explicar el tontísimo qué hacían esas cartas en su mochila. Erik no quiere decirle "te lo dije" , pero SE LO DIJO.

¿Ustedes habrían botado las cartas como Erik o las habrían leído para responderlas/rechazar a quienes las escribieron?

Amo que Erik vea a Félix como si fuera un goblin que sale de la alcantarilla para molestar jajaj un día de estos Félix lo va a patear (Si Drake no lo vende primero a la mafia paraguaya).

ANUNCIO: Si son de Buenos Aires, Zona Norte, este sábado 11 y domingo 12 voy a estar en la feria del libro de Vicente López, ubicada en la plaza de Olivos, "Vicente López y Planes". Voy a llevar ejemplares de "Ella sabe que la odio" y merch del libro y de cambio de corazón. Tengo algunos stickers de de Drake y de Sophie. Pásense a saludar o a jugar una partida de among us, así no me aburro jajaj

PD: En instagram subí una portada alternativa de "cambio de corazón" con temática de halloween. Es cambio de corazón si fuera libro de terror. Y quedó muy bonita. Pueden pasarse a verla en mi ig: ash.quintana

Like si quieren que actualice el próximo viernes

Bai bai

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