Su ángel caído

By almarianna

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Libro 3 Trilogía Oscuridad. Historia corta. ♡ Considerado el hechicero más versátil y poderoso, Jeremías, el... More

Sinopsis
Booktrailer
Nota de autora
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Personajes

Epílogo

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By almarianna

Tras la batalla final en la que perdieron la vida muchos soldados de la rebelión, ahora denominada el orden establecido, una progresiva atmósfera de bienestar y seguridad comenzó a respirarse en la Tierra. Los primeros meses fueron duros y requirieron de mucho trabajo y planificación, así como de acuerdos de paz entre ángeles y demonios. Sin embargo, definitivamente había valido la pena.

Poco a poco, las misiones se volvieron más simples, con muy poco riesgo, y los cuarteles se convirtieron en bases de operaciones y centros de entrenamientos. La mayoría se mudó a viviendas particulares y se mezclaron con humanos, determinados a llevar una vida normal entre ellos y más importante aún, con ellos. Los niños, a su vez, empezaron a asistir a las escuelas regulares, conviviendo todos juntos en completo equilibrio y armonía.

Por supuesto que los problemas no desaparecieron del todo. Todavía había demonios oscuros y malignos sueltos, susurrando entre las sombras para capturar presas débiles o atormentadas, mucho más susceptibles a su influencia. No obstante, esos lugares estaban bien custodiados por guías y guerreros, dispuestos a todo para brindarles un espacio seguro en el que pudieran crecer y fortalecerse. Era tiempo de dejar las diferencias de lado y unirse en solidaridad y amor.

Pese a que Miguel había tenido que marcharse por asuntos celestiales que requerían de su atención y presencia, dejó como refuerzo a muchos ángeles, en especial los llamados guardianes, quienes estuvieron de acuerdo en quedarse y darles el apoyo necesario para construir una mejor sociedad con firmes valores y el deseo sincero de ayudar al prójimo. Todavía quedaba un largo camino por recorrer, pero por fortuna, lo peor había quedado atrás.

Para cuando el verano llegó, a pesar de que Gaia era una mujer muy activa, su gran tamaño le impidió seguir moviéndose con la misma soltura a la que estaba acostumbrada. Dos meses antes habían advertido que no se trataba de un embarazo normal. Dos bebés crecían en su vientre y aunque la noticia al principio los asustó a ambos, el sanador se apresuró a calmarlos y les aseguró que todo iba bien. Solo entonces y una vez procesado el impacto de las buenas nuevas, ella rompió en llanto, mezcla de alivio y felicidad. Jamás creyó que tendría la oportunidad de ser madre y ahora estaba a punto de experimentarlo por partida doble.

El que no se había quedado demasiado tranquilo fue Jeremías. Su necesidad de proteger a quienes amaba por encima de todo le hacía muy difícil relajarse y aceptar los cambios. Aunque en verdad se sentía feliz, también sentía muchísimo miedo. ¿Y si el parto se complicaba? ¿Si llegado el momento el cuerpo de Gaia, un milagro en sí mismo, no lo soportaba? Aterrado por las posibles consecuencias, comenzó a atosigarla y no se separaba de ella por más de media hora.

Por su parte, Rafael se mostraba muy confiado y optimista, lo cual era necesario porque todos esperaban su opinión cuando se trataba de salud. Por supuesto, les había pedido que no se preocuparan, ya que no había ningún motivo para que hubiera problemas. No obstante, su escritorio estaba lleno de libros y ensayos médicos, así como grandes y antiguos tomos relacionados al poder de sanación aplicado a féminas embarazadas. Ya se había equivocado con ella antes y no quería volver a decepcionarla. El arcángel le había dado una nueva oportunidad y él lo daría todo para que sus hijos nacieran sanos y fuertes.

Si bien Ezequiel parecía ser el más sereno y centrado al respecto, estaba pendiente de cada cambio anímico a su alrededor y en cuanto percibía alguna fluctuación, se apresuraba a ejercer su don en su cuñada con la intención de ayudarla a transitar un proceso tan delicado con la mayor calma posible. Por otro lado, le recalcaba a su hijo, que acababa de cumplir los seis, la importancia de cuidar a los miembros más vulnerables de la familia, en este caso, su tía embarazada. De momento, ella era quién más protección requería de todos ellos.

Y una noche quedó demostrado no solo que el niño había entendido a la perfección la tarea de cuidar a los más débiles, sino también que contaba con el poder necesario para hacerlo. Gaia se encontraba sentada en el sofá de su casa leyendo un artículo científico mientras aguardaba a que Jeremías terminara de preparar la comida. Desde que se había enterado de que esperaban mellizos, prácticamente no la dejaba hacer nada que requiriera que estuviese mucho tiempo de pie.

Los niños estaban allí. Faltaba muy poco para el parto y todos, especialmente los más pequeños, se sentían ansiosos por la llegada de los nuevos integrantes, por lo que solían visitarlos a menudo. Le encantaba la compañía y adoraba el modo en el que cuidaban de ella, atentos a cualquier cosa que pudiera necesitar. No le extrañaba en absoluto de David, él siempre había sido un príncipe, pero Aurora logró sorprenderla al imitar a la perfección las acciones de su primo. Eso demostraba una madurez superior a la esperable para su edad.

De pronto, una fuerte patada de sus bebés hizo que el abdomen se le endureciera en una violenta contracción. No era nada raro. En las últimas semanas había tenido varias a lo largo del día y, según lo que le dijo el sanador, se trataba de algo completamente normal a esa altura del embarazo. Aun así, la conmocionaba cada vez que pasaba y esa no fue la excepción.

Intentando relajarse, abandonó la lectura y se acarició el vientre en un intento por aplacar el malestar, pero le resultaba imposible cuando el más mínimo movimiento se volvía una tortura.

—¿Estás bien? —preguntó Jeremías con preocupación mientras alzaba en brazos a Aurora para poder sentarse a su lado.

Ella asintió a la vez que exhaló despacio. En realidad, no estaba tan segura de estarlo, pero no iba a decirle eso. Era consciente del agobio que sentía su compañero a causa de su estado y no quería alarmarlo aún más. Rafael ya le había advertido que cuando llegara a la recta final todo se volvería bastante incómodo. Sin embargo, comenzaba a preocuparle la puntada que venía sintiendo desde hacía un tiempo en la parte baja.

Entonces, sucedió lo inesperado.

Volteando hacia ella de golpe, David frunció el ceño mientras fijó la mirada en su panza. Como si alguien lo hubiera llamado o percibiera algo extraño. Sorprendiéndola, apoyó la mano con suavidad sobre su vientre y cerró los ojos por un momento. Al instante, una maravillosa sensación de calma la invadió y su abdomen por fin se relajó.

—Listo, ya se durmieron. Por un rato, no volverán a moverse.

Los dos intercambiaron una mirada de asombro al tiempo que esbozaban una sonrisa. Estaba claro que el poder psíquico del niño empezaba a manifestarse. Tal vez muy pronto verían sus alas.

Una semana más tarde, las verdaderas contracciones comenzaron y ya no se detuvieron. Jeremías caminaba por las paredes, nervioso, mientras Rafael intentaba hacer su trabajo a pesar de la gran agitación de su hermano. Se trataba de un parto de riesgo el cual podría convertirse en cesárea de un momento a otro. Ezequiel, por su parte, permanecía fuera de la habitación junto a Alma, Luna y los niños, todos aguardando con entusiasmo la tan ansiada llegada de sus sobrinos.

Pese a las complicaciones, el sanador fue capaz de sortear los obstáculos y con increíble destreza y cuidados, recibió al primero de los niños. Los ojos del hechicero se llenaron de lágrimas en cuanto el llanto del bebé desgarró el silencio de la noche, seguido por la repentina explosión de un trueno en el exterior. No llovía, ni siquiera estaba pronosticado. Simplemente era la naturaleza dándole la bienvenida. Era un varón, fuerte y hermoso, que se tranquilizó en cuanto fue envuelto en una manta y depositado sobre el pecho de su madre.

Pero Gaia apenas estaba consciente, afectada no solo por el agotamiento propio del parto, sino también por el de la transición que ya comenzaba a dar sus primeros indicios. No obstante, fue capaz de pujar de nuevo cuando la cabecita del otro bebé ejerció presión. Con un gemido de liberación, lo ayudó a nacer al tiempo que el viento se arremolinó alrededor de la casa, silbando una hermosa melodía, y ya sin fuerzas, perdió por completo el conocimiento.

Si bien estaban preparados para que eso ocurriera, no dejaba de impactar el modo en el que las mujeres se desplomaban tras el parto. Sin perder tiempo, Rafael repitió los mismos pasos que con el anterior y luego, se encargó de los cuidados maternos. Jeremías temblaba cuando recibió en sus brazos el diminuto y cálido cuerpo de su pequeña y, pese a que su compañera seguía dormida, la colocó sobre su pecho, al lado de su hermano. Al instante, la niña dejó de llorar.

En cuanto su hermano abandonó la habitación, se dispuso a acomodar a sus bebés de modo que pudieran alimentarse de su madre. Tal y como había sucedido con sus cuñadas, ella estaría dormida por días hasta que el cambio hubiese terminado y aunque la violenta desconexión que había sufrido en el instante en el que se desvaneció le había arrebatado el aliento, procuraría enfocarse en sus hijos. Era la única forma de sobrellevar su desgarradora ausencia.

Pero entonces, Gaia abrió los ojos y sin más, los fijó en los suyos. De alguna manera que no podía explicar, la transición se había completado.

—Estás despierta —afirmó más que preguntó.

El temblor en su voz denotaba su angustia contenida.

—Mi amor... —susurró ella al tiempo que le acariciaba la mejilla con delicadeza.

Ambos se estremecieron cuando percibieron el suave susurro de la Tierra que le daba su acogida a la nueva familia. Los bebés eran fuertes y saludables y Gaia se encontraba en perfectas condiciones. Otro milagro acababa de suceder y con este, la promesa de vivir juntos y felices por siempre.

Con el cuerpo tembloroso y la emoción colmando su corazón, bajó la mirada hasta sus pequeños. Sonrió al verlos y sus ojos se humedecieron en el acto. No podía creer que después de todo el dolor vivido, pudiera llegar a ser tan afortunada.

—¡Son hermosos! —dijo entre sollozos.

Jeremías sonrió a la vez que se inclinó para depositar un tierno beso en su cabeza.

—Por supuesto que sí. Se parecen a su madre.

Ella alzó la vista de nuevo hacia él, conmovida por la dulzura con la que siempre la trataba. Era un excelente compañero, protector, leal y más sexy que el mismo infierno, y estaba segura de que sería un gran padre también.

—¿Qué nombres les pondremos?

—Pensé que tal vez querrías usar los de tus padres.

Una risita escapó de sus labios al escucharlo. Amaba que hubiera pensado en eso y sin duda, sería un honor tanto para ella como para sus hijos llevar el nombre de personas tan importantes en su vida. Sin embargo, quería que solo les pertenecieran a ellos y también que representara la mágica conexión que los unía.

—¿Por qué no mejor los llamamos Adrián y Celina? —propuso, entusiasmada—. Significan mar y cielo.

—Adrián y Celina —repitió él con una sonrisa—. Me encantan. Son los nombres perfectos para ellos.

Sin nada más que agregar, le alzó el mentón con un dedo para poder besarla. Adoraba el dulce sabor de sus labios y aunque también ansiaba sentir su hermoso y suave cuerpo retorciéndose de placer bajo el suyo mientras se hundía una y otra vez en su ardiente fuego, de momento se conformaba con su boca.

—Quiero que sepas que soy el ángel más afortunado del maldito planeta. Te amo, cielo.

—Yo también te amo, mi amor, y nada me hace más feliz que estar a tu lado.

—Por siempre.

—Por siempre.

Ambos comprendieron, en ese preciso instante, que hasta el más condenado es capaz de alcanzar la redención si permite que el amor ingrese a su vida. No importa cuantas sombras habiten dentro de uno, si se ama de verdad, en cuerpo, alma y corazón, siempre serán las luces las que finalmente predominen.

------------------------
¡Y llegamos al final!

¿Cómo expresarles, en pocas palabras, la emoción que me embarga en este momento? Jamás creí que fuese capaz de escribir un romance fantástico, pero lo hice y la verdad que lo disfruté un montón.

Ezequiel, Rafael y Jeremías se ganaron un lugarcito especial en mi corazón y nunca se irán de allí. Cada uno con su personalidad y forma de ser me robó sonrisas y lágrimas, sobre todo en esta última parte de la trilogía. ❤️

Muchas gracias a todos los que fueron leyendo mientras la publicaba. Estuvieron a mi lado en todo el camino de este maravilloso mundo literario y me hicieron sentir muy querida. ¡Gracias, gracias, gracias!

Muy pronto estaré de regreso con una nueva historia que ya está en proceso en mi mente. En breve, subiré la sinopsis y el booktrailer, aunque para el resto, habrá que esperar un poco más. Les aseguro que, en cuanto tenga el esquema, ¡arrancamos!

En el siguiente apartado podrán ver los personajes.

¡Espero que les haya gustado!
Si es así, no se olviden de votar, comentar y recomendar.

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