Contrato de Matrimonio

By avalonger

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Dónde Harry y Draco se ven obligados a fingir un matrimonio. Colección: Pármeno (#2) - 35 capítulos. - relaci... More

Contrato de Matrimonio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33

Capítulo 29

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By avalonger

Harry

El suave murmullo de las olas al romper contra la orilla me reconfortaba. Apoyé la cabeza en las rodillas y traté de perderme en la belleza de la playa. En las gaviotas que surcaban el cielo, en el rítmico movimiento del agua, en la absoluta paz.

Pero yo no estaba en paz. Me sentía perdido, dividido.

Agradecía que Penny ya no estuviera atrapada en una pesadilla interminable de momentos olvidados, pero la echaba muchísimo de menos. Su voz, su risa, la ternura con la que me acariciaba una mejilla, me besaba la frente o me pellizcaba la nariz, y durante sus escasos momentos de lucidez, sus consejos. Si estuviera a mi lado, podría preguntarle, contarle cómo me sentía, y ella me lo explicaría todo. Me diría qué hacer a continuación.

Estaba enamorado de mi esposo, un hombre que no me quería. Un hombre que creía que el amor debilitaba y quien también se creía incapaz de amar. Jamás reconocería sus virtudes, porque las había enterrado en lo más hondo de sí mismo para que nunca volvieran a hacerle daño.

Había cambiado mucho desde el fatídico día en el que me pidió que me hiciera pasar por su prometido. Poco a poco, había permitido que aflorara una versión de sí mismo más tierna, más cariñosa. Penny acabó de derribar sus barreras. Porque le recordaba a una época de su vida en la que sintió el amor de otra persona.

Remus Lupin le había enseñado a trabajar con la gente, no a competir con ella. Le había demostrado que había buenas personas y que podía formar parte de un grupo positivo. Su esposo y sus hijos le habían mostrado una versión distinta de lo que él consideraba que era una familia. Un grupo de personas dispuestas a ofrecer apoyo y cariño, no abandono y dolor.

Quería pensar que yo también tenía algo que ver con su cambio. Que, de alguna forma, de alguna manera, le había demostrado que el amor era posible. Tal vez no conmigo, pero que era una emoción que algún día podría sentir y recibir. Sin embargo, él no lo creía posible.

No sabía cuándo me había enamorado de él. La semilla tal vez se plantó el día de nuestra boda y creció cada día que él se despojaba de un trocito de su carácter cáustico e hiriente. Cada sonrisa sincera, cada carcajada alegre, regó el sentimiento, reforzándolo. Cada gesto bondadoso hacia Penny, hacia uno de los Black o hacia mí, alimentó la emergente emoción hasta que enraizó con tanta fuerza que estaba seguro de que nunca cambiaría.

El día que apareció Hermione en casa fue el día que descubrí que lo quería. La migraña lo había molestado durante todo el día, dejándolo en una posición inusualmente vulnerable. No solo permitió que lo cuidara, sino que también pareció disfrutar durante el proceso. Sus bromas fueron tiernas y graciosas, casi cariñosas.

Cuando se metió en la cama, me mostró una faceta de su carácter diferente. Su voz era un murmullo ronco que me consolaba en la oscuridad, y sus disculpas fueron sinceras cuando me pidió perdón por su forma de tratarme en el pasado.

Un perdón que le concedí, que le había concedido tal vez semanas o días antes, mucho antes de que me lo pidiera. Y, después, me abrazó y me hizo sentir seguro de una manera en la que no me había sentido desde la muerte de mis padres. Dormí contento y cálido entre sus brazos.

A la mañana siguiente, vi otra faceta de su carácter: su lado sexi y juguetón. Su reacción cuando despertó y descubrió que estábamos abrazados; la forma tan graciosa con la que le ordenó a Hermione que saliera del dormitorio; sus besos que me dejaron sin aliento.

La pasión vibraba bajo la superficie, y su voz era ronca a causa del sueño. Su comentario sobre la posibilidad de expandir nuestros límites me aceleró el corazón, y supe por primera vez en la vida que me estaba enamorando. Por desgracia, sabía que él jamás cambiaría hasta el punto de aceptar mi amor. Sabía que jamás lo querría.

Pactamos una tregua. Para su sorpresa, y para la mía, nos hicimos amigos. Sus insultos se convirtieron en bromas, y su actitud despectiva desapareció. Sin embargo, sabía que yo solo era eso para él. Un amigo, un colaborador.

Suspiré mientras enterraba los dedos de los pies en la fresca arena. Tendría que entrar pronto. Una vez que se pusiera el sol, bajaría la temperatura y ya tenía un poco de frío, aún con la chaqueta puesta.

Sabía que pasaría otra noche paseando de un lado para otro de la casita. Seguramente acabaría de nuevo en la playa, arrebujado con una manta, tratando de agotarme para poder sumirme en un sueño inquieto y poco reparador. Ni siquiera dormido podía escapar de mis pensamientos. Dormido o despierto, era en él en quien pensaba.

En Draco.

Se me llenaron los ojos de lágrimas al pensar en cómo me había cuidado cuando Penny murió. Parecía creer que podría romperme en pedazos como el cristal si hablaba demasiado alto.

Cuando me llevó a la cama, con la intención de consolarme, supe que tenía que dejarlo. No podía ocultar mucho más tiempo el amor que sentía por él. No podía soportar la idea de ver cómo su expresión se transformaba en la antigua máscara altiva y desdeñosa tras la que solía ocultarse mientras despreciaba mi confesión, porque eso haría.

Hasta que no fuera capaz de amarse, no podría amar a otra persona. Ni siquiera a mí.

Me limpié las lágrimas con gesto impaciente y me abracé con fuerza las rodillas. Le había entregado el único regalo que podía darle: a mí mismo. Era lo único que tenía y, a decir verdad, fue un acto egoísta. Permití que me poseyera porque así podría atesorar ese recuerdo como el más querido de todos.

Pensar en aquel momento aún me resultaba doloroso, pero sabía que con el tiempo el dolor se suavizaría y podría sonreír al recordar la pasión. Al recordar su boca sobre la mía. Al recordar la perfección con la que encajaban nuestros cuerpos; la calidez de sus caricias, y el sonido ronco de su voz al pronunciar mi nombre.

Incapaz de soportar la descarga de recuerdos, contuve un sollozo y me puse de pie al tiempo que me sacudía los vaqueros. Al volverme, me quedé petrificado.

A la mortecina luz del atardecer, alto y serio, con las manos en los bolsillos del abrigo y los ojos clavados en mí luciendo una expresión insondable, estaba Draco.

Draco.

Volvía a estar demasiado delgado. Se le notaba incluso con la chaqueta puesta.

Después de la muerte de Penny, su apetito desapareció, y en los pocos días que habíamos estado separados supe que no había comido.

Estaba sufriendo tanto como yo.

Cuando llegué a la hilera de casitas, aparqué lejos para no alertarlo de mi presencia por si acaso estuviera allí de verdad. Lo vi mientras caminaba por la arena, a lo lejos. Un bultito en la arena contemplando el horizonte. Parecía perdido y diminuto. La necesidad de acercarme a él, de tomarlo en brazos y de negarme a soltarlo era muy fuerte.

Jamás había sentido una emoción tan intensa. Sin embargo, la resistí, consciente de que debía acercarme a él con cautela. Ya había huido de mí una vez y no quería que lo hiciera de nuevo.

Nos quedamos de pie, mirándonos.

Empecé a andar hacia él con pasos lentos y calculados hasta que estuve a escasos centímetros de su cuerpo. De cerca parecía tan destrozado como yo me sentía. Esos ojos verdes estaban enrojecidos y me miraban con recelo. Estaba más blanco que nunca y tenía el pelo lacio y sin brillo.

—Me dejaste.

—No tenía sentido que me quedara.

Fruncí el ceño.

—¿No tenía sentido?

—Remus canceló el período de prueba. Penny había muerto. Ya no necesitabas la fachada de nuestro matrimonio.

—¿Qué creías que iba a decirle a la gente, Harry? ¿Cómo esperabas que explicase tu repentina desaparición?

Agitó una mano para restarle importancia al asunto.

—Siempre dices que se te da muy bien improvisar sobre la marcha, Draco. Supuse que les dirías que estaba abrumado con la muerte de Penny y que me había ido para aclararme las ideas. Podrías haberlo estirado durante bastante tiempo, y después decirles que teníamos problemas y que yo había decidido no regresar.

—Así que esperabas que te culpara. Que te responsabilizara de todo.

Pareció perder el equilibrio un momento.

—¿Qué importa? Ni que fuera a protestar…

—Por supuesto que no. Porque no estabas allí.

—Exacto.

—Pero sí importa. Me importa a mí.

Frunció el ceño mientras me miraba.

Di un paso hacia él, deseando estar más cerca. Necesitaba tocarlo, movido por la preocupación de lo roto que parecía.

—Dejaste cosas atrás. Cosas que creí que eran importantes para ti.

—Iba a ponerme en contacto contigo y a pedirte que me las enviaras… Cuando tuviera claro dónde instalarme.

—No te llevaste el coche ni la tarjeta de crédito. ¿Cómo planeabas acceder al resto de tu dinero?

Alzó la barbilla con gesto obstinado.

—Solo tomé lo que me merecía.

—No, Harry, merecías mucho más.

Le temblaron los labios.

—¿Por qué has venido? ¿Có… cómo me has encontrado?

—He venido hasta aquí por ti. Un amigo me sugirió que empezara por el principio.

—No lo entiendo.

—Remus me dijo dónde encontrarte.

—¿Remus? —Frunció el ceño, confundido—. ¿Cómo… cómo lo averiguó?

—Tenía sus sospechas y como es capaz de escuchar mucho mejor que yo, sabía que la respuesta estaba en casa. Me dijo que buscara. Se negó a decirme el lugar exacto. Me dijo que debía averiguarlo yo solo.

—No… no lo entiendo.

—Después de que te fueras, pensé largo y tendido. Me regodeé en mi sufrimiento, bebí demasiado y corrí de un lado para otro, buscándote. Al final, me di cuenta de que no podía seguir así.

—¿Así cómo?

—Por fin comprendí lo que sentías. Mi vida se había convertido en una sucesión de mentiras. Era incapaz de distinguir dónde acababa la realidad y dónde empezaba la ficción. Incluso en mi época más oscura, cuando me comportaba como un cabrón, siempre fui honesto. Llevaba demasiado tiempo escondiéndome y no quería seguir haciéndolo. Así que le conté a Remus que me habías dejado.

Una lágrima resbaló por una de sus mejillas.

—Y después se lo conté todo. Todas y cada una de las mentiras, joder.

Él estaba sin aliento.

—¡No! Draco… ¿por qué lo has hecho? Lo tenías todo. ¡Tenías todo lo que querías! ¡Todo aquello por lo que tanto habías luchado! ¿Por qué has renunciado a todo?

Lo aferré por los brazos y lo zarandeé con exasperación.

—Harry, ¿no lo entiendes? ¿No lo ves?

—¿Qué es lo que tengo que ver? —gritó.

—¡No lo tenía todo! ¡No sin ti! No tenía nada y, sin ti, lo que tuviera no significaba nada. ¡Lo único real que he tenido, lo único verdadero, eres tú!

Abrió los ojos de par en par mientras movía la cabeza.

—No lo dices en serio.

—Estoy hablando completamente en serio. He venido aquí por ti.

—¿Por qué? No me necesitas.

Le pasé las manos por los brazos, por los hombros y por el cuello, y le tomé la cara entre ellas. Esa cara tan hermosa, pero de expresión exhausta.

—Sí te necesito. —Lo miré con decisión y dije las palabras que solo había pronunciado una vez en la vida. En aquel entonces, las dije con mentalidad infantil, y las palabras carecían de significado. En ese momento, sin embargo, lo eran todo—. Te quiero, Harry.

Me aferró las muñecas con las manos, la duda más que evidente en su aterrorizado rostro.

—No —susurró.

Apoyé la frente en la suya.

—Sí. Te necesito. Echo de menos a mi amigo, a mi marido. Te echo de menos.

Un sollozo desgarrador brotó de su garganta. Lo estreché entre mis brazos, renuente a permitirle que huyera. Él forcejeó empujándome el pecho, resistiéndose al consuelo que yo necesitaba darle.

—No puedes huir. Te seguiré adonde vayas, cariño. Te seguiré a cualquier lado. —Lo besé en la cabeza—. No me dejes solo otra vez, Harry. No podré soportarlo.

Y entonces rompió a llorar. Me rodeó el cuello con los brazos y enterró la cara en mi pecho mientras las lágrimas me empapaban la camisa. Lo levanté en brazos y eché a andar por la arena compacta en dirección a la casita azul situada al final de la hilera. La casita con las contraventanas blancas que había descrito en su diario.

Lo abracé con fuerza mientras lo besaba en la cabeza. No pensaba dejarlo marchar.

●●●

La casita de alquiler era exactamente tal como me la había imaginado gracias a la descripción del diario. Un sofá desgastado por el uso y un sillón se emplazaban frente a la chimenea. A la izquierda había una cocina rudimentaria con una mesa y dos sillas. Una puerta abierta daba acceso a un reducido dormitorio, junto al que se encontraba un cuarto de baño. Eso era todo.

Dejé a Harry en el sofá y me volví hacia la chimenea. El humo y la ceniza de años de uso habían dejado su huella en las piedras y en los ladrillos, de manera que habían adquirido un tono gris mate. Coloqué la leña y varias ramitas para encender el fuego, ya que quería calentar el frío interior.

—El tiro está bloqueado. —Harry se arrodilló a mi lado y extendió un brazo para darle un tirón al mecanismo que lo abría.

Encendí una cerilla y, tras asegurarme de que el fuego prendía en las ramitas, me puse de pie y coloqué la pantalla. Después, me agaché para ayudarlo a incorporarse, le quité la húmeda chaqueta bajándosela por los brazos y la arrojé a un lado. Lo abracé y lo estreché con fuerza, abrumado por el alivio.

Él se estremeció y dejó escapar un largo suspiro. Le tomé la cabeza entre las manos y le besé la coronilla. Él ladeó la cabeza y la luz del fuego iluminó su rostro, resaltando los atractivos contornos de su cara.

—No puedo creer que estés aquí.

—¿De verdad pensabas que no intentaría dar contigo, Harry?

—No lo sé. No me paré a pensar. Solo sabía que tenía que irme.

Lo insté a sentarse en el sofá y le tomé las manos.

—¿Por qué, cariño? ¿Por qué tenías que huir?

—Porque me había enamorado de ti y estaba convencido de que tú no me corresponderías. Ya no podía ocultarlo más y sabía que cuando descubrieras mis sentimientos…

Se me encogió el corazón al escuchar sus palabras. Me quería. Le di un apretón en las manos para invitarlo a seguir hablando.

—¿Qué creías que iba a hacer?

—Convertirte de nuevo en el Draco que yo odiaba y que se reía de mí. Ya no me necesitabas y me dirías que me fuera. Pensé que sería más fácil si era yo quien decidía irme.

—¿Pensabas volver en algún momento?

—Solo para ver qué querías hacer y para recoger mis cosas. Suponía que ya no querrías que me quedara a tu lado.

—Pues te equivocaste. En todo. Te necesito. Te quiero de vuelta. Te… —titubeé—. Te quiero.

Harry bajó la vista hasta nuestras manos unidas y después me miró de nuevo a los ojos. Su expresión era de desconcierto. La incredulidad se había adueñado de su mirada. No podía culparlo, pero quería desterrar ambas emociones.

—No me crees.

—No sé qué creer —admitió.

Me acerqué a él, consciente de que necesitaba encontrar la manera de demostrarle que estaba siendo sincero. Recorrí con la mirada el interior de la casita mientras reflexionaba sobre mis palabras y la detuve en la pequeña urna que descansaba en la repisa de la chimenea.

—¿Has traído las cenizas de Penny para esparcirlas aquí? —le pregunté.

—Sí. Teníamos muchos recuerdos felices de este lugar. Se esforzó mucho para asegurarse de que yo pudiera venir todos los años. Burt y ella también solían venir. Esparció sus cenizas en la playa.—Tragó saliva y le tembló la voz—. Pensé que quizás así podrían reencontrarse y estar juntos en la arena y en el agua. —Alzó la vista y me miró a los ojos—. Supongo que parece una tontería.

Me llevé una de sus manos a los labios y le besé los nudillos.

—¿Una tontería? No. Me parece un gesto muy tierno. Algo que solo se le ocurriría a un alma sensible como la tuya.

—¿Un alma sensible?

—Tú lo eres, Harry. Me di cuenta hace unas semanas, cuando dejé de ser un cabrón. Te observé, vi cómo tratabas a Penny. Tu forma de relacionarte con la familia Black. La amabilidad que demostrabas al personal de la residencia de ancianos. —Le acaricié una mejilla con los nudillos—. Tu forma de tratarme. Tu generosidad. Siempre lo das todo. No había visto nada igual hasta que llegaste a mi vida. No pensaba que existiera alguien como tú sobre la faz de la tierra. —Me incliné hacia él porque necesitaba que viera la sinceridad de mi mirada—. No pensaba que alguien como tú pudiera formar parte de mi vida.

—¿Porque no lo merecías?

—Porque no creía en el amor.

Su respuesta fue un susurro.

—¿Y ahora?

—Ahora sé que puedo amar a alguien. Ahora amo a alguien. A ti. —Levanté las manos cuando él trató de hablar—. Sé que tal vez no me creas, Harry. Pero es verdad. Tú me has enseñado a amar. Me has demostrado que todo lo que decías era cierto. Lo que siento por ti me hace más fuerte. Hace que quiera ser un hombre mejor para ti. Un hombre honesto y real. Por eso le conté toda la verdad a Remus. Sabía que si quería tener la oportunidad de recuperarte y de mantenerte a mi lado, debía sincerarme. Hacer que te enorgullecieras de mí.

—¿Cuándo?

—¿Cómo?

—¿Cuándo empezaste a cambiar? ¿Cuándo dejé de caerte mal?

Me encogí de hombros.

—Creo que el día que me dijiste que me follaran. Esa fue la primera vez que vi al verdadero Harry. Hasta entonces habías escondido todo ese fuego.

—Tenía que hacerlo. Necesitaba el trabajo. Penny era mucho más importante que tú o que tu desagradable actitud.

—Lo sé. Me porté fatal. Todavía no entiendo cómo conseguiste hacer la vista gorda y accediste a estar conmigo, aunque fuera por Penny. La noche que me contaste tu historia y me dejaste bien claro lo que pensabas de mí me abriste los ojos. Creo que nunca me he recuperado tan pronto de una borrachera. Y otra vez me perdonaste… y te casaste conmigo.

—Te había dado mi palabra.

—De la que te podrías haber retractado sin problemas. Esperaba que lo hicieras, pero me sorprendiste de nuevo. No dejas de sorprenderme. —Sonreí y le coloqué un mechón detrás de la oreja—. Pocas cosas me sorprenden, pero tú lo haces constantemente. Me gusta.

Me devolvió la sonrisa. Su expresión ya no era tan recelosa.

—Pero lo que me resultaba, o me resulta, más sorprendente es tu forma de ser conmigo.

—¿A qué te refieres?

—Lo único que te pedí, lo único que esperaba, era que fingieras que estábamos juntos. Esperaba que pasaras de mí por completo cuando estuviéramos en la intimidad de nuestro apartamento. Sé que yo había planeado pasar de ti, pero…

—¿Qué?

—Que no pude pasar de ti. Estabas en todas partes. Sin intentarlo siquiera, te metiste en mi cabeza. Pensar en ti era tan natural como respirar. El apartamento se convirtió en un hogar desde que llegaste. Bromeabas y te reías conmigo. Me cuidabas. Nadie lo había hecho antes. Tu opinión era esencial para mí. Quería compartir contigo todo lo que hacía. En vez de pasar de ti, quería pasar más tiempo contigo. Quería saberlo todo sobre ti.

Me miró con los ojos abiertos de par en par.

—Y Penny. Me encantaba estar con ella. Oír las historias que contaba sobre ti. Cada vez que iba a verla, conseguía conocerte un poco mejor y, cuanto más sabía de ti, más me gustabas, hasta que me di cuenta de que estaba enamorado hasta las cejas. —Le tomé las manos y se las apreté—. Mi crueldad no te cambió. Al contrario, tu bondad me cambió a mí, Harry. Penny y tú conseguisteis sacar a la luz al niño que todavía es capaz de amar.

—¿Y si lo olvida de nuevo?

Negué con la cabeza.

—No lo hará. No puede hacerlo. No mientras te tenga a mi lado. —Le levanté una mano—. Dejaste el anillo de compromiso y la alianza atrás, pero llevas este. —Le di unos golpecitos al anillo de diamantes que lucía en el dedo—. Te lo has cambiado a la mano izquierda. ¿Por qué?

—Porque tú me lo regalaste. Fue el primer regalo que me hiciste sin que tuvieras que hacerlo. —Se le quebró la voz—. Me… me lo he puesto ahí porque así está más cerca de mi corazón.

Cerré los ojos con la esperanza de haber interpretado bien el significado de sus palabras. Me llevé su mano a la cara, abrí los ojos y lo miré. Esos ojos verdes estaban cuajados de lágrimas.

—También te he entregado mi corazón, Harry. ¿Lo cuidarás?

Respiró hondo y se estremeció por entero.

—Me entregaste tu cuerpo, pero quiero tu corazón. Quiero tu amor. Lo necesito. Te necesito.

—Dilo, Draco. —Una solitaria lágrima se deslizó por una de sus mejillas.

—Te quiero, Harry Malfoy. Quiero que vuelvas a casa conmigo. Mi vida solo está completa si estás a mi lado. Haré lo que sea necesario para conseguir que me creas. Para conseguir que creas en mí.

—Ya lo hago.

Le tomé la cara entre las manos y tracé círculos sobre su piel con los pulgares mientras se me aceleraba el corazón.

—¿Y?

—Te quiero, Draco. Te quiero tanto que me asusta.

—¿Por qué te asusta?

—Porque puedes destrozarme.

Negué con la cabeza.

—Eres tú quien me ha destrozado, Harry. Soy todo tuyo.

—Yo también soy tuyo.

No necesité nada más. Lo atraje hacia mí y cubrí sus labios con los míos, gimiendo por la sensación de tenerlo cerca.

Nuestros labios se movieron y nuestras lenguas se acariciaron mientras nos reencontrábamos. Le eché los brazos al cuello y lo estreché mientras él me abrazaba con todas sus fuerzas.

No pensaba soltarlo… jamás.

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