La Guardia Seráfica

By ZorenLespach

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¿Quien es el señor?, ¿es acaso el creador de mi corazón, y el ánima de mi cuerpo? ¡No entiendo muchas cosas... More

Un despertar en ciudad Azul
Una oración y un corazón
Un escrito misterioso
Iluminus Brillante
En un lugar, en una tarde bajo el canal
La luna y las estrellas
La foto de un recuerdo
El dibujo dentro del faro
Una llama de esperanza

El amor de un Dios desconocido

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By ZorenLespach


Aquel día el sol estaba más brillante que de costumbre en el cielo. Y las nubes blanquisimas se arremolinaban al astro celeste, dando formas caprichosas a la imaginación de las personas.

Theo como siempre acostumbrado a andar, se dirigía caminando al parque central de las aguas. Aquel sitio era un populoso y hermoso parque urbano,  que estaba cerca al condominio de casas antiguas, donde él vivía.

Aquel parque central, era un sitio y un punto intermedio, donde las personas confluían hacia varios puntos y lugares de ciudad Azul, como un sitio de paso a sus labores.

Unas piletas antiguas y ornamentales estaban colocadas en varios puntos de aquel gran parque, que hacían fluir agua de una manera artística, como un espectáculo a la vista de la gente. Y allí, cerca de esos sitios, mucha gente de toda edad como estudiantes, oficinistas, trabajadores y cualquier otro tipo de condición pasaba de un lugar a otro.  Y que decir de los vendedores con sus casetas de ventas, que como trincheras se colocaban en lugares estratégicos.

Theo, como siempre, se dirigía a su clase de Karate, que estaba un poco lejos de su casa.

Con mochila en la espalda, el joven se apresuraba a ir al terminal de trenes.

En el parque de las aguas se erigía preciosamente una alta construcción que se parecía a una torre, muy llamativa y con ornamentos artísticos que daban la hora.

Tenía aspecto de un reloj antiguo que marcaba la hora que transcurría. Y aquel ornamento al tiempo,  estaba justo en la mitad del parque de las aguas.

Era un día como cualquier otro, pero eso estaba a punto por verse.

Abajo de la estructura, en la base del recinto del reloj, que habia como una entrada cerrada por unas rejas, unos tipos con motos, que eran como cuatro personas, aguardaban la llegada de Theo.

El joven pasó silbando delante de ellos, sin percatarse de quienes eran. No se había dado cuenta de la presencia de aquellos sujetos, pues su mente estaba pensando como volver a practicar el parkour, ya que habia tenido serios problemas y en eso andaba su mente.

Uno de ellos, el mas agarrado de todos y el que tenía una bandilla en la cabeza y lentes oscuros, se le acercó rápidamente y lo agarró del hombro deteniéndolo de una sola mano diciendo.

—Vaya, vaya, miren a quien tenemos aquí. A nuestro pequeño amigo.

—¡Eh!, ustedes. —dijo Theo asustado

La banda de aquellas cuatro personas, se rieron.

—Porque tan asustado, pequeño conejito. —dijo uno que era gordo.

—Siii, porque tan callado. —dijo uno flaco y desgarbado.

Y volvieron a reírse, Theo sintió que estaba en problemas.

—Buenoo. —Dijo asustado el joven volteando a su derecha, mientras uno de ellos, se abalanzaba a detenerlo por atrás.

—No pequeñín, no te vas a ir, llego la hora, tienes que, ¡pagarme!.

Dijo el hombre de las gafas oscuras, le cogió el mentón con dureza, mientras, uno de ellos le quitó su mochila.

—¡Hey espera! —dijo Theo asustado por sus cosas.

—Mira jefe —dijo el más sucio de los cuatro— tiene ropa nueva, y..., me parece que es algo relacionado a un arte marcial. Que cosa mas rara.

Dijo aquel pestilente, sacando su atuendo de la mochila y mostrándolo a su grupo.

—Ohhh, no me digas, ropa de... ¿Karate?, jajaja, que cosa más estúpida. Ahora nuestro payaso es karateka, jajaja 

Dijo el hombre de gafas oscuras. De repente uno de ellos, sacó un cuchillo, y sin pensarlo rompió de un tajo el traje de karate.

—¡Nooo! —grito el chico desesperado y consternado.

La gente que estaba allí se quedaron inmóviles, al ver esto, y muchos de ellos se asustaron, volviendose tras el grito de Theo y su ropa de karate cortada.

—¡Amigos no se asusten!, este bribón es un ladrón. Y es justo por justo, lo que he hecho. Le eh prestado dinero siempre y nunca me lo a devuelto. Y se burla de mi haciéndome el tonto, varias veces escapándose de su responsabilidad. Por eso es necesario corregir a los hijos, su madre que ni le importa su bienestar, debe estar feliz, por esto.

Theo, se llenó de rabia de lo que dijo de su madre, de repente el joven se zafó del que le estaba cogiendo, y le dio un empujón al que estaba detrás de él, haciéndolo caer.

Y Theo con mucha ira al hombre de la bandilla y de los lentes oscuros le dio un fuerte puñetazo en la cara.

Y el chico, como alma en pena se fue corriendo del sitio.

—¡Desgraciado, arrgg, ahora veras!, ven para aquí, ¡asqueroso puerco, espera a que te atrape!. ¡Atrápenlo, trío de tontos! 

Dijo el hombre de las gafas oscuras muy enfadado, mientras se limpiaba la sangre que salia de su nariz.

Theo, como un trueno corrió por su vida, y se lanzó a una huida mortal tratándose de ocultar de los maleantes

El joven con mucha agilidad, rebasaba a las personas que iban de aquí para allá.

Y las personas asustadas se quedaban atónitas ante la velocidad del chico.

Los tres maleantes corrían y maldecían detrás de él.

Pero eso no era mucho para la banda de aquellos tres sujetos que lo perseguían por venganza.

Empujando a varias personas, Theo corría por su vida. Nunca había luchado con el bandido, que lo conocía.

Corriendo con el corazón en la garganta y un gran escalofrió de muerte, velozmente empujaba personas en el acto.  Las personas se quejaban de su actitud muy molestas y asustadas, y que decir cuando cruzo la avenida, los autos se detuvieron en seco, maldiciendo y gritándole cosas a Theo que corría por su vida. Dirigiéndose al otro lado de la avenida se perdió en una esquina, metiéndose  entre un pasaje de casas antiguas, y corriendo con temor, vio adelante una gran oportunidad. Al otro lado en una callecita, se abría como una bendición, una puerta de un autobus. Alli con toda velocidad se subió a la justas, cansado y jadeando miró como los maleantes buscaban al muchacho y como arte de magia, como este había desaparecido ante su sorpresa.

Las personas que estaban en el bus, se quedaron estupefactas al verlo tan asustado.

Pero nadie dijo nada, excepto una voz conocida.

—¿Theo eres tú? ¡Oh, qué sorpresa!

Theo se volvió a su alrededor, y él se quedó aún más estupefacto.

—Yria, ¿¡eres tú!?

Ella se rió de su asombro y temor. Theo aterrorizado, se volvió a su alrededor y se agacho a su costado.

—¿Qué haces?, ¿Qué te pasa? —dijo ella anonadada.

Theo con algo de temor y vergüenza por el público, le dijo.

—Es algo complicado, Yria.

—¿Dinero? —dijo ella muy amena.

—¡Uyyy!, creo que...

—Le debes a Jack... —dijo ella sabiendo, ya lo que pasaba.

Theo, se volvió rojo de vergüenza, al escuchar esto, y no respondió nada. Habia gente alli y se avergonzó de responderle.

La chica se sonrió, y luego lo miró y dijo.

—¡Ay!, me hubieras dicho a mi, yo te ayudaba con eso.

De repente, el bus se detuvo.

Theo, con temor levantó un poco la cabeza, y miraba a su alrededor, con temor y pavor.

Yria sonreía amablemente de las cosas repentinas y ocurrentes que sucedían. La gente allí se quedaba perpleja allí viéndolo nervioso y angustiado.

El joven Theo solo bajo la cabeza, y de repente alguien le toco el hombro.

—¡Ah! —dijo Theo profiriendo un gritito nervioso. El boletero lo miro serio diciendo.

—¿Su boleto caballero?

Pero Theo estaba nervioso, Yria simplemente le pago su pasaje.

El bus hizo entrar a mas pasajeros y luego de un rato empezó de nuevo a moverse, el joven se sintió aliviado y suspiro profundamente resoplando.

—Oye, no sé qué habrá pasado, pero... ¡la próxima vez pórtate bien! —dijo la joven muy preocupada.

—Oh, si Yria, creo que lo voy a necesitar. —dijo Theo cansado y agobiado

Yria le sonrió al joven y después le dijo.

—Bueno, acompáñame a mi casa, te voy a ayudar en algo. —dijo la chica contenta.

—Está bien... —dijo el joven, con voz sin fuerza alguna

El bus los llevó cerca a la casa de Yria, en Macetas, un lugar de ciudad azul, donde habían muchas casas que estaban cerca al puerto marino y playa de Miaven, un sitio playero por excelencia, en las afueras de la ciudad.

El sol de aquel día era brillante, y ya se escuchaban algunas gaviotas, aquel sitio era una urbanización próxima al mar.

La casa de Yria, estaba en un sitio acogedor, donde varias casas vistosas y rodeados con jardines, cercas y arboles se cernian allí.

Los vecinos habían fomentado una paz vecinal increible y muchos de ellos adornaban su casas tratando de superar al otro vecino de al lado con cosas caseras y vanidades de vecindario.

Theo recostado en una pared, esperaba en una esquina de la manzana donde se encontraba la casa de Yria, con cierta preocupación de lo que hoy había pasado, desde la frustración de su mamá, hasta el uniforme roto.

¡¿Qué diría a su mamá, lo que había sucedido?! El ya tenía muchos problemas con ella, y no quería darle más problemas, de lo que hacía.

No tenía ganas de nada, y se sentía un poco mal. Con la cabeza un poco cabizbaja, pensaba lo que hoy había ocurrido.

Yria corriendo hacia él, se acercó.

—Theo, al fin, gracias por esperarme, abre la mano.

Yria se acercó al chico, y le dio en su palma billetes de 500 unidades. Aquello era una cantidad considerable.

—¡Hay, no Yria!, esto no, no se como puedo, pagarte esto. —dijo el joven con los ojos desorbitados.

—Shhh —sentenció la chica— No tienes porque hacerlo, además, somos amigos.

Cuando la chica le entregó, Theo se entristeció mucho. Puesto que no podía devolvérselo.

Theo, sintió que sus ojos se mojaban, pero él con firmeza aguantó el llanto y cerró el puño.

Theo miró con benevolencia a Yria, y le dijo.

—Yria, este gesto, lo voy a recordar, mucho. Cuenta conmigo, desde ahora hare todo lo posible que quieras.

Ella asintió con la cabeza y le sonrió.

—Se que tienes problemas, con tu mama, se que te lo gastas en bebidas y vivir libremente, pero esta vez repara aquel problema, no se cual de tantos, pero supongo el más pronto. ¿Está bien?

—Esta bien Yria, lo haré.

La chica, se le acercó más y de su bolsillo, sacó un objeto con cuentas, era un objeto religioso al parecer, y le puso en el cuello.

El joven se quedó atolondrado y asombrado cuando se quedó viendo aquello puesto.

—¡Hay Yria.., pero yo no...!

Y sin darse cuenta le dio un beso en la mejilla. Y él se quedó atónito ante tantas emociones conjugadas en él.

—Anda, y no te quedes allí parado, ¡muévete viejo! —dijo ella muy sonriente y le dio ánimos para ir adelante.

—De acuerdo esta bien, ¡Hasta luego Yria!, ¡Gracias por todo!. —dijo Theo sentido.

—¡Cuidate!, no te metas en problemas. Te estare vigilando, eh. ¡Hasta Luego!.

Yria se despidió de Theo, alzando la mano y dándole una sonrisa. Él también igual lo hizo. El joven avanzo y se volvió al otro lado de la calle yéndose a una esquina, dirigiéndose al paradero de regreso a Palomas.

Yria antes de entrar en su vecindario, se volvió a verlo de lejos como se retiraba, ella sintió en ese momento algo raro, sintió un temor que no llegaba a entender. Atónita por la sensación, suspiró.

Caminando para su regreso, Theo tocó y miró el objeto que le había puesto Yria, ¡Era una cosa muy rara!, era brillante y tenía muchas cuentas, y al final una cruz.

Era un rosario, sin lugar a dudas.

El joven, se alegró por aquel raro y estrambotico regalo, que le había dado su amiga.

Vio también, que allí en la cruz había alguien crucificado.

Pero él sabía muy bien que era de carácter religioso, aunque no le importaba e ignoraba tal cosa y por ser un presente de Yria lo aceptó.

El chico bajaba terminando el cruce de una  larga avenida, y cuando volteo en  una esquina ya algo alejado de la casa de Yria.

Alguien rápidamente le tapó el rostro con un trapo y le tapó la boca, y lo jalo atrás de una cerca de un terreno de un sitio abandonado.

Theo trató de gritar y forcejear, para liberarse, pero no podía hacerlo.

Era la banda de aquellos sujetos en moto, aquellos que Theo se había topado en la fuente de las aguas.

Lo atraparon, lo amordazaron y le quitaron el trapo de la cabeza, allí el joven pudo ver que eran aquella banda y sin pensarlo más, le empezaron a pegarle en la cara, dándole puñetazos y escupiendole en el rostro, al final le propinaron patadas entre todos.

El bandido Jack, se acercó a él y le propinó un fuerte golpe en la cara, especialmente en el ojo.

—¡Esto es, para que aprendas a no burlarte de nosotros, entiendes!

Mientras se reían de lo que hacían, uno de ellos sacó una bolsa de basura.

—Jefe, que hacemos con el, para que aprenda a respetarnos. —Dijo uno de ellos.

—Pongamos a esta basura en su lugar. —dijo el jefe de la banda.

Aquellos bandidos le taparon los ojos, y amarraron su cuerpo, manos y pies. Y riéndose de sus actos, los maleantes lo metieron en la bolsa de basura y lo envolvieron como un costal con un pedazo de tela y lo amarraron.

Tapado y encerrado en una bolsa de basura, los maleantes lo sacaron de allí, y haciéndose pasar por gente tranquila, llevaron a Theo en su moto, haciéndolo pasar como un paquete.

Theo sentía que no podía respirar, ciego, adolorido y amarrado, sentía que desfallecía.

Tratando de zafarse, le era imposible moverse.

El tiempo paso muy rapido, los bandidos lo llevaron a un sitio lejano y descampado.

Los cuatro sujetos lo llevaron cerca a un sitio industrial abandonado, cerca de la playa de Miaven.

Y allí sin compasión, lanzaron a Theo como si fuera un paquete de basura, a un montículo trastos y objetos metálicos, que  por suerte, el cuerpo atrapado de Theo dio vueltas y giro milagrosamente, ante vidrios y metales punzantes, cayendo en un lugar de trastos y basura.

—Esto es la paga, de tu fechoría —dijo el bandido Jack— Ahora,  lamentaras haber nacido. Miserable. ¡Celebremos tu caída!

Los maleantes reunido los cuatro se fueron del sitio, riéndose, alegrándose de su maldad.

Cuando el fardo se detuvo, ante el deslizamiento de trastos y basura, Theo sentía que le faltaba el aire, y sentía que ya desfallecía.

El dolor que le habían propinado los maleantes, era muy intenso.

Recordó a su mamá, a su hermana y hermano. Y también recordó a sus compañeros y maestros del circo, y a Yria, su amiga.

Estaba agotado por la presión y el calor cada vez era más agobiante.

Sin poder hacer nada y ahogándose en la oscuridad, trato de gritar y no podía.

Aguantando el dolor y la respiración. Sentía una sensación de muerte.

Parecía una pesadilla, en la oscuridad, ciego por la venda y amordazado.

Empezó a llorar de terror.

Dejó de pelear para vivir, y se dejó llevar si la muerte venía.

De repente, la cruz del rosario que estaba en su cuello, descendió un poco rozando su cara.

Y cuando estuvo allí, recordó lo que significaba. "Dios".

En un momento, pensó en Dios de su amiga.

Pensó con tribulación y tensión, algo que nunca había pensado, y ante la desesperación del dolor y la vida que se consumía ahogándose.

"¡Dios si existes, por favor ayúdame!"

Y allí con la presión encima, y ahogándose en sí, cerró los ojos y se desmayó.

No se sabe cuánto tiempo Theo estuvo así, solo que el tiempo paso y paso, y el sol del atardecer ya se cernía.

Como si nada hubiera pasado, y tal cosa del destino, un muchacho de pelos albos, ojos grises y con la piel oscura, curtida por el sol, apareció.

Un mechón tapaba su ojo, algo despeinado, caminaba con un bastón, canturreando canciones que él conocía.

Tenía puesto unos aretes de argolla en una oreja y avanzaba tranquilamente pateando algunas latas.

Con unas zapatillas viejas y remendadas, usando un polo rosa casi desteñido, avanzaba muy contento por el sitio.

El estaba un poco agotado, por el gran esfuerzo que había hecho aquel día. Pero aun asi canturreaba canciones para animarse.

El joven llevaba un paquete grande en su espalda, allí habían botellas de plástico de todo tipo.

Con su bastón, golpeaba y empujaba los trastos, buscando plásticos.

Parecía que hoy había conseguido muchos objetos que buscaba.

Y estaba muy contento.

Poco a poco el joven reciclador encontraba como si fuera oro cosas valiosas, cuando abría las bolsas de basura.

Hasta que con su bastón, golpeó sin saber el fardo de basura, donde Theo estaba.

El chico se emocionó al ver el fardo pues era muy grande. Para él era como si encontrase tesoros.

—¡Epa! ¡Qué tal hallazgo!, soy afortunado —dijo el joven.

Y cuando él se acercó al fardo, lo abrió y con el corazón en la garganta, pegó un grito.

La cabeza de Theo, morado por el ahogo, hizo al chico darle un escalofrío.

EL joven de cabellos albos, se preguntaba si estaba muerto, pues lo parecía.

Sin dudarlo, le quitó la mordaza, luego, le quitó la venda en los ojos.

Cuando lo hizo, se dio cuenta que uno de sus ojos sangraba mucho.

—¡Hay y ahora! ¿Qué hago?

De repente se acordó de los primeros auxilios que había aprendido hace tiempo..

Lo sacó del fardo, y lo trató de sentar, recostándolo a un costado de los trastos.

Saco el agua oxigenada que el joven tenía, y unos trapos que llevaba.

Abrió una cantimplora de agua y le limpió el ojo que sangraba.

El joven se dio cuenta que el ojo derecho, estaba en muy mala condición.

Le limpió la cara y le curó las heridas en el rostro.

El joven se dio cuenta, que el cuerpo volvía en sí, y empezaba a respirar.

De repente, de un momento a otro, Theo volvió en sí mismo, tosiendo sin parar y en uno de esos, escupió sangre.

El joven de cabellos albos, se quedó impactado, al ver eso.

Y de repente Theo empezó a quejarse de su cuerpo adolorido.

Sorprendido el joven de las botellas le dijo.

—¡Oye!, ¡estas bien!

Theo tosía y se quejaba del dolor.

De repente, lo miro y se quedó estupefacto.

—¿Quién eres? —le dijo Theo.

—Eso mismo te preguntaría yo, ¿Qué te ha sucedido?, ¡te he encontrado buscando plásticos!.

Estás metido y amordazado en un fardo de basura. Y te halle casi muerto, pues si no venía por aquí, otra sería la historia ¿¡Que es todo esto!? —dijo el joven recolector, muy atónito y asustado.

Theo miró a su alrededor, en efecto estaba vivo. Recordó al bandido Jack y a su pandilla, y apretó su puño pensando en el.

Y molesto gruño.

El chico recolector, lo miró atontado y le dijo

—¿Qué te pasa?

—Bueno es una historia, con un maleante. —dijo Theo tocándose la cara.

—¡Iiihhhh! ¡rayos! Eso no me gusta para nada. ¿Por esto te sucedió esto? —dijo el chico de cabellos albos muy sorprendido.

—Bueno así es, pero descuida no pasa nada. —Theo sentenció y trató de pararse, pero le dolían las piernas al levantarse.

El joven Theo, chillo de dolor y trató de ponerse de pie sosteniéndose en un trasto metálico cercano.

—¡Oh cielos!, por lo visto me parece que no puedes caminar, déjame ayudarte viejo. —dijo el chico recolector.

—En serio...Serías muy grato con esto. Gracias. —dijo Theo

El muchacho de los plásticos, le ayudó al joven Theo a levantarse. Puesto que necesitaba ayuda para caminar.

Theo se tocaba el ojo derecho, pues estaba hecho una pelota por los golpes. 

—¡Rayos!, esto no me puede estar pasando. Disculpa mas bien en que tenga que molestarte.

—Si que pasa —dijo el joven recolector extrañado.

—Por favor, me puedes ayudar a subir y tomar un taxi. Sera generoso por mi parte darte algo de dinero por tu ayuda. —dijo Theo apoyandose, sin fuerzas al joven de pelos albos.

El joven recolector soportado su peso, soplo aire ya un poco cansado por el trabajo de hoy.

—Esta bien...donde vives viejo, para llevarte.

—Vivo en la urbanización de Palomas. —dijo Theo

—¡Oh!, de acuerdo. Te llevo. —dijo el joven recolector.

—Disculpa un poco la molestia, gracias. —dijo Theo adolorido

—Está bien, no hay por que. —respondió el chico recolector.

El joven de pelos albos, se volvió y miró su gran paquete de botellas de plástico que estaba a un costado en el suelo. ¡Era el trabajo de un día!. Y en sus ojos grises sintió una pesadez y tristeza. Su esfuerzo por una ayuda. No había otra cosa que hacer. Así que suspiro un poco. Simplemente cerró los ojos y avanzó junto con Theo.

—Y por cierto, ¿Cómo te llamas?. —dijo Theo adolorido

El joven de cabellos albos, le dijo muy contento.

—Mi nombre es Yahora, mucho gusto.

—Theo, para servirte. —dijo el joven sentenciando, mientras caminaba apoyándose con Yahora el chico recolector.

Cuando subían, unas escalinatas para ir a la avenida, Yahora dijo.

—Es un milagro, nunca me había pasado esto —dijo el chico de cabellos albos.

Theo subía adolorido, mientras escuchaba al joven que le ayudaba.

—Porque dices ¿un milagro? —preguntó Theo

—Bueno, he encontrado ratas, perros y gatos, tanto vivos como muertos.

¡Pero nunca un ser humano!

—¡Ohh! Jajaja, vaya qué conclusión —se río Theo de las cosas que decía.

Detrás de ellos, el sol del atardecer se cernía, rayando de un color cálido la atmósfera, mientras Theo avanzaba, su rosario brillaba por el reflejo de la luz.

—Si, señores un milagro —dijo Yahora suavemente, como pensando muy determinado de lo que decía, Theo solo pensaba las cosas que iban a pasar, cuando se entere de todo esto su mamá.

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