BENNY WILLIAMS: VAMPIROS EN L...

By DanielFMuoz

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Estudiante de ciencias de día, justiciero de noche. Todas las tardes, el excéntrico y solitario Benny William... More

Capítulo 1: EL CALLEJÓN
Capítulo 2: LA CASA DE LOS WILLIAMS
Capítulo 3: EN EL INSTITUTO
Capítulo 4: BENNY & VALERIA
Capítulo 5: CARA A CARA CON EL MONSTRUO
Capítulo 7: INTERVENCIÓN
Capítulo 8: LA FIESTA
Capítulo 9: EL VÍNCULO
Capítulo 10: LA SILLA, LA ATENA Y LA BAZUCA
Capítulo 11: LA PEQUEÑA VAMPIRA
Capítulo 12: UN PASEO MATUTINO
Capítulo 13: LA PELEA EN EL HOSPITAL
Capítulo 14: LOS MONSTRUOS EXISTEN
Capítulo 15: EL REFUGIO
Capítulo 16: VAMPIROS ADENTRO
Capítulo 17: EL BÚNKER
Capítulo 18: EL CIENTÍFICO DESACREDITADO
Capítulo 19: LA ENCRUCIJADA
Capítulo 20: CONFRONTACIÓN
Capítulo 21: NO ESTÁS SOLO
Epílogo: EL EXTRAÑO
LISTA DE PERSONAJES
¡CONTINUACIÓN!

Capítulo 6: LOS VISITANTES

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By DanielFMuoz

Había llegado el fin de semana. El profesor Facundo Castro había pasado toda la mañana escogiendo su mejor ropa, había comprado un ramo de flores y ahora caminaba por la acera a paso firme. Estaba nervioso, muy nervioso... y se reflejaba en su rostro sudoroso.

Cuando llegó al pórtico de la casa, el profesor Castro se detuvo y admiró la casa, reconociéndola como el lugar en el que después de una exitosa cita le propuso matrimonio a su amada Margaret. El profesor mostró una ligera sonrisa. Pronto, los recuerdos de su ruptura se hicieron presentes en su mente, ella le había dicho que se había obsesionado y él le decía que no se equivocaba. Desde el momento en el que estuvo frente a su pórtico, Castro supo que la misión de recuperarla no sería fácil. 

Entonces caminó a la puerta y tocó. Estaba esperando ver el rostro de su esposa, pero en su lugar vio a un hombre que no esperaba. De pronto, todo el discurso previo ensayado desapareció de su mente y se le hizo un nudo en la garganta cuando estuvo frente al Decano Escobedo.

—Facundo —dijo el decano sorprendido—. ¿Qué haces aquí? No esperaba verte...

—¿Ernesto? —Al profesor Castro le costó decirlo.

—No deberías estar aquí —dijo el decano, algo confundido mientras daba un pie fuera de la casa.

—¿Quién es, querido? —se escuchó una voz madura en el interior de la casa.

Alli apareció Margaret, llevaba un vestido negro y su rostro maquillado. Se detuvo en seco al ver a Facundo.

—¿Facundo?

El rostro del decano palideció en cuanto la mujer entró en escena.

Facundo ya no supo que decir y vio como Margaret, la mujer que había considerado el amor de su vida por tantos años, se reunía del lado del que era su mejor amigo.

—Facundo, ¿qué haces aquí? —la interrogante de la mujer había adquirido un tono de sorpresa, pero también de molestia.

—Yo... yo solo... quería ver a mi hija.

—Ella no quiere verte.

—Solo un rato, prometo que no me demoraré —insistió Facundo con la voz entrecortada.

—¿Qué haces aquí?

En ese momento, Facundo alzó la vista y observó a una adolescente al final del pasillo iluminado por la radiante luz solar. Era de baja estatura, con cabellos dorados enmarcando su rostro blanco con mejillas coloradas, y extendiéndose hasta por debajo de su cintura, llevaba una camiseta negra y unos shorts ajustados algo rasgados.

—Hija, yo...

—Quiero que te largues —disparó la joven y subió las escaleras a toda velocidad—. ¡No quiero volver a verte!

—¡Amanda, por favor! —gritó Facundo dando un paso hacia el interior de la casa, pero fue detenido por Margaret.

—¡No! —exclamó Margaret y el decano sostuvo a su mujer del hombro—. ¿Acaso no te das cuenta de lo que hiciste? Tu alboroto llegó a oídos de todos en su colegio. Todos se empezaron a burlar de ella por ti...

—Perdón, no lo sabía —tartamudeó Castro tímidamente.

—¿Cómo podrías saberlo? —espetó Margaret entrecerrando los ojos—. Tu mente estaba en otro lado, insistiendo y confiando ciegamente en la existencia de seres sobrenaturales. ¡Yo traté de apoyarte, pero me harté!

—Estoy cambiando —gimió el profesor—. Al fin entiendo que esas cosas no existían, por favor Margaret, podemos retomar lo nuestro.

Margaret estalló en una risa, manteniendo su actitud enojada.

—¿Y me lo dices ahora? —dijo ella—. ¿Frente a mi nueva pareja? Así es Facundo, Ernesto es mi nueva pareja y nos casaremos este mes.

En ese momento, un desconsolado Facundo miró a su colega de la universidad en busca de respuestas, mientras que él no se atrevía ni verlo.

—Iba a decírtelo —habló el decano de un modo pausado y sin dirigirle la mirada.

—Tú sabías... —dijo el profesor entre dientes—. ¡Tú sabías que yo quería recuperarla!

Fue como si algo tomara el control de su cuerpo. El puño fue dirigido con fuerza hacia el decano de su universidad, impactando en su rostro y haciendo que se tambaleara.

—¡Facundo! ¿Qué mierda haces? ¡Lárgate! —gritó Margaret muy enojada y alterada a la vez.

Facundo se dio cuenta muy tarde de lo que había hecho, pero ya no había marcha atrás. Vio a su colega con la mano en la mejilla, cubriendo la hinchazón que le había provocado, y a su antiguo amor yendo a auxiliarlos, alternando una mirada preocupada e iracundo cada vez que alternaba entre él y Ernesto. Se quedó cabizbajo por sus acciones y supo que era mejor irse.

Doblando su cuerpo hacia la puerta, Facundo salió de la casa y se alejó por la vereda. Pensó en sus actos, pensó en lo que había originado todo esto. Hace años, el profesor Facundo Castro era conocido como el Doctor Castro y había alcanzado la fama con el Proyecto Tecno, un androide que había diseñado junto con su hermano para la defensa nacional. Facundo se sintió tan orgulloso del proyecto que fue a un bar con su hermano. Tras algunas bebidas se levantó sintió que era hora de retirarse. Recordaba perfectamente el momento; de todos modos, aún estaba sobrio y no quería causar problemas en este día de celebración. Entonces, ambos hermanos avanzaron por el callejón, abrazándose hombro con hombro, sin darse cuenta de que algo los acechaba, una figura alta y con los ojos rojos se aproximó a ellos, el Dr. Castro apenas pudo responder y tan solo observó con horror y desconcierto como la criatura drenaba la sangre de su hermano.

El recuerdo aún estaba presente en su cabeza, asi como el dolor por la pérdida de su hermano. Luego empezó a revivir los momentos que siguieron, la reunión en la que lo desacreditaron como científico y atestiguar como decomisaron su proyecto; pasó de ser la persona más importante del país a un Don Nadie. Todos estos recuerdos, sumado a la reciente experiencia de ver a su amigo con su esposa, le provocaron una gran ira que desembocó con él tirando el ramo de flores al suelo y alejándose a grandes zancadas.

...

El paso por el pasillo del hospital ocurrió de una forma estrepitosa y borrosa. Esteban apenas estaba consciente de lo que pasaba mientras los doctores lo atendían y cosían su mano. Pronto se desmayó y en sus sueños se volvió a encontrar con la vampira, sumergiéndose en un miedo que solo había visto al provocárselo a las personas que maltrataba.

Cuando despertó, podía sentir la seda que unía su mano a su muñeca bajo la gasa blanca y ensangrentada que le habían colocado. Miró a su alrededor notando que estaba completamente solo; apenas podía ver a las enfermeras caminar de un lado a otro en el pasillo. 

De pronto, un extraño individuo entró a su habitación. Era un hombre alto y delgado, portaba una chaqueta negra que dejaba ver su bien definido abdomen y unos pantalones vaqueros algo rasgados. Su rostro era claro, de nariz recta y fina, y ojos negros y penetrantes; uno podía quedarse viéndolos y perderse en ese iris negro y casi inhumano.

—Esteban, ¿verdad? —dijo el extraño con una sonrisa maliciosa.

—Depende de quién pregunte —gruñó Esteban mientras observaba al extraño individuo que traía una silla y se sentaba junto a él.

—Mi nombre es Paul Lexier y me encuentro intrigado por tu caso.

Esteban resopló una risa.

—¿Eres policía?

—¿Parezco un policía?

—Los policías a veces se disfrazan —gruñó el matón del barrio con una engreída sonrisa—. No me tome por tonto.

—Estoy al tanto de tus actividades, señor Flores —dijo Paul manteniendo su encantadora y engreída sonrisa—. Solo te quiero hacer unas preguntas de lo que te pasó en la mano.

—No es de su incumbencia.

Paul se inclinó cruzando los dedos.

—Vamos, podemos ayudarte a resolver todos tus problemas

—Mi problema se llama Benny Williams —replicó Esteban volteando repentinamente hacia Paul, respirando pesado como si quisiera contener el estallido de ira en su interior—. Siempre se ha entrometido en mis asuntos. No sabes cuánto deseo matarlo.

—¿Estuvo cuando te arrancaron la mano?

—Sí, estuvo.

—¿Y él hizo esto?

Esteban reaccionó con una risa burlesca.

—¿Williams? No, él no podría —se mofó—. Y no me va a creer lo que ocurrió, ni tampoco tengo porque responderle nada. Es más, ¿por qué no se lo pregunta a Benny? él seguramente se lo dirá.

En ese momento, Paul soltó un gruñido y sus ojos adoptaron un color rojo al mismo tiempo que empezaron a brillar. Esteban no tuvo tiempo de responder en cuanto los vio, quedándose completamente anonadado. Ahora solo existían los ojos de Paul, y a su alrededor, la oscuridad misma.

—Ahora que tengo tu atención, responde —dijo Paul, y su voz sonó como un eco en su mente—. ¿Qué pasó?

—Fue una vampira —respondió Esteban, casi sin oponer resistencia.

—Interesante —dijo Paul—. Bien, eso era todo.

Paul se reincorporó y Esteban volvió en sí.

—Ese muchacho ha generado nuestro interés —dijo Paul, entonces carraspeó y se levantó de la silla—. No te preocupes Esteban, nos encargaremos del muchacho y de la criatura que te hizo eso. —Mostró su sonrisa encantadora—. Qué descanses, te espera un futuro brillante.

En ese momento, Esteban quedó mudo mientras Paul se dirigía hacia la puerta, en donde una hermosa chica de cabello negro y largo lo esperaba.

—¿Qué te dijo? —dijo ella, cuyo nombre era Camila.

—Está aquí Camila, los reportes eran ciertos. La encontramos.

La sonrisa de Camila se hizo presente, revelando sus colmillos. Paul también correspondió ejerciendo la misma acción.

—Por fin concluiremos nuestra misión. ¿Cuál es plan, jefe?

—No debemos ir tras ellos —dijo—, dejemos que vengan a nosotros.

—Me gusta ese plan.

—Sí —asintió—. Por cierto, encárgate del paciente, ¿está bien?

Camila sonrió y entró a la habitación de Esteban. 

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