Sabía dónde encontrarlo. A partir de ese momento, dependía de mí.
Tenía ganas de desayunar en el bar el día lunes, pero preferí aguantarme un poco. Me estaba dejando llevar demasiado rápido. Me gustaba la idea, pero tenía un poco de miedo.
Todo era nuevo. Demasiado. Aún seguía siendo un desconocido. Tenía que usar un poco la mente antes de continuar avanzando.
Además, Nilda tenía un poco de razón. Seguía siendo un desconocido y quizás era mejor tener un poco más de cuidado.
A pesar de eso, esa noche busqué los mapas de la ciudad que había en mí casa y comencé a anotar en la libreta algunos lugares a los que me gustaría ir con él. O que él conozca. Porque era eso, llevarlo a que conozca lugares. Aunque la idea de ir juntos me gustaba un poco más.
Un parque, el museo, la costa, la feria del norte, el ferrocarril antiguo, la fábrica abandonada repleta de historias de terror, el otro parque, un restaurante...
La lista crecía al igual que mí ilusión por visitarlos.
Y con esa ilusión, tomé la libreta y empecé a dibujar unas letras.