Al día siguiente llegó más temprano. La vi a lo lejos. La gente en esos momentos no era demasiada así que tenía una visión más panorámica del lugar.
Estaba acompañada por tres jóvenes más. Continué mirando hasta que sus ojos viajaron hacia donde estaba el bar.
Les dijo algo a sus amigas y empezó a caminar hacia mí. O hacía el bar. Aunque quería creer que era hacía mí.
—¿Otra piña colada? —le dije apenas llegó.
Se rió y negó.
—Aun es muy temprano, solo vine a saludar.
Era un buen avance.
—Hay menos gente, ¿lo has notado?
—Si, me gusta más así.
—Y ni te digo a mí. Ayer nos han vuelto locos —rei recordando el amontonamiento frente al bar.
—¿Tienes novedades?
Sonreí sabiendo a qué se refería. Me gustó que se interesara por el después.
Le conté lo que me había dicho el dueño del bar, que empezaría a trabajar por las mañanas en el bar del centro y quizás algunas tardes también.
—Le aclaré que estoy acá con el objetivo de recorrer y conocer el lugar, así que los fines de semana en principio estaría libre.
—Esa es una buena noticia.
—¿Lo es?
—¿Para ti no?
—Lo es... pero lo será aún más si aceptas ser mí guía también esos días.
—No creo tener algún plan mejor.
—Es un trato entonces —le digo estirando la mano.
Ella me mira por unos segundos hasta que la toma y la estrecha con suavidad.
—Trato hecho.