El alma de la sacerdotisa

Por Ann_Ra

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Sinopsis
Preludio
Capรญtulo 1
Capรญtulo 2
Capรญtulo 3
Capรญtulo 4
Capรญtulo 5
Capรญtulo 6
Capรญtulo 7
Capรญtulo 9
Capรญtulo 10
Capรญtulo 11

Capรญtulo 8

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Por Ann_Ra


El miedo impide que me deje llevar por las dulces caricias en mi rostro húmedo de sudor y lágrimas, mis manos frías y débiles sujetas a otras cálidas y fuertes, mis labios agrietados besados por otros llenos de vida, después de susurrarme palabras de amor y apoyo. Malkolm se encarga de todo ello, desde que me vio encogida y temblorosa sobre el camastro como un cachorro mojado y abandonado. Intuyó que lo sabía, que pronto llegaría el bebé, más el ser consciente de los peligros. Mi mente era un ruleta que conducía un pensamiento a otro y volvía al principio y cada repetición se hacía real y aplastante.

—Escúchame —Coloca un dedo en mi barbilla y lo insta a que lo mueva hacia él. Malkolm no esconde cómo le afecta esta situación—. Yo también tengo miedo, ¿pero de qué sería la valentía sin miedo? Recuerda que has estado en una situación mucho peor y has salido...

—Esto es peor, Malkolm —Le interrumpo con una voz rasgada—. Estoy débil, herida... y es pronto para el bebé. No puedo hacerlo, no puedo...

Malkolm me estrecha contra él. Respiro su aroma, a bosque, a tierra fresca... Sus latidos son sonoros, frenéticos. La vida que corre en él es un alivio y a la vez un tormento, porque no sé si lo volvería a escuchar.

—Eres fuerte y el bebé también. No estás sola, por favor, recuérdalo.

Empiezo a ver borroso con el familiar escozor en los ojos, y es que las lágrimas se me acumulan y terminan en el pecho de mi pareja.

—Te quiero —murmuro entre sollozos y mis dedos se aferran a su prenda.

Él aplica más fuerza al abrazo como si tuviera miedo de soltarme.

—Yo también.

El primer dolor se presenta sin aviso. Me encojo contra el cuerpo masculino, hundo con fuerza mis uñas en sus brazos. Suelto un violento respiro, y otro, hasta que la garganta se siente áspera. Malkolm me sujeta el rostro sonrojado con ambas manos.

—¿Ha comenzado...?

Muerdo mi labio inferior y susurro:

—Sí...

Deja un profundo beso sobre mis labios tras susurrarme al oído frases tranquilizadoras que poco efecto surge.

—Voy a buscar a Ivonne —anuncia, antes de erguirse y salir por la puerta con urgencia.

Miro fijamente mis manos con una agitación desenfrenada y luego, a mi muslo descubierto. Una mancha más oscura que roja se visualiza en las vendas. Por más que se limpie los puntos, la herida trata de abrirse e infectarse, como si mi cuerpo quisiera expulsar todo el veneno de la criatura pero que nunca acaba.

Pienso que la persona que entra en la casa de Ivonne era la misma, pero me llega el aroma de Breyton. Levanto la mirada hacia la salida. Desde el ataque en el bosque, no lo he visto en persona, estuvo estos días custodiando la casa y reuniéndose en el pequeño salón con los demás. Se ve horrible y a la vez amenazador, como un cazador sangriento con la promesa de buscar a su presa más deseada. Una cara sucia, con restos de tierra y sangre seca. Las ropas de batalla están raídas y agujereadas. Y siempre con su arco, su mayor aliado.

—Estás horrible —masculla.

Le sonrío débilmente compartiendo nuestras desgracias con el poco humor que nos queda.

—Lo mismo digo.

—Me acercaría a tomarte de la mano, pero Yoreg está cerca y es peligroso en estos momentos. Su posesividad no diferencia el afecto con el amor como bien sabes.

—Yo te cubro.

—No estás en condiciones de protegerme, pajarito. Has hecho bastante... Ahora nos toca hacerlo nosotros.

Mi corazón se encoge.

—Por favor, tómame de la mano.

Breyton lo sopesa, mirando mi mano, pero cuando se fija en mi expresión, termino por convencerlo. La agarra con suavidad, se inclina y lo besa en signo de admiración.

—Me alegro mucho que estés vivo. Cuando te vi por última vez creí que...

Él asiente comprendiendo lo que no puedo confesar por el dolor y la culpa que atenaza mi pecho. Estrecho nuestro agarre y lo insto a que se acerque más mí.

—¿Recuerdas esa promesa que te obligué a hacer?

La mirada de Breyton se torna oscura como la herida de mi pierna y a la vez que un brillo de dolor cruza fugazmente en él.

—Sí —Reconoce con un gruñido primario—. Lo recuerdo perfectamente.

...

Unos meses antes...

Tenía los nudillos blancos y los dedos agarrotados de tanto sujetar con extrema fuerza las riendas. Era mi primera vez montada sobre un caballo fuera del castillo, sin que nadie me guiara, con total control o eso se suponía, porque yo no lo sentía así. Aunque Breyton me vigilaba de cerca; a su manera, claro.

—El caballo sabe cuando estás asustada. No hace falta que use el olfato.

Lo sabía, vaya que no. Me lo dijo la primera vez que subí a uno por mi cuenta.

—Eso no me ayuda, maldito... —murmuro lo suficiente bajo para que no me escuche nadie que no sea Breyton.

Él siguió mofándose y yo me contuve de no golpearlo por dos cosas: porque no quise arriesgarme a perder el equilibrio en la montura y porque ya bastante llamé la atención. Y es que ese día expuse mi embarazo, bueno, no es que mostrara mi tripa desnuda o con un vestido súper ceñido mientras la acariciaba como una mamá orgullosa que solía aparecer en redes sociales, pero era notable a simple vista con la coraza a medida que me regaló Breyton. Era consciente de las miradas y comportamientos de los miembros del grupo de caza, entre la incredulidad al horror, habría también fascinación y respeto, y las mujeres debían haberlo supuesto desde hace mucho como me advirtieron porque apenas se expresaron. Cómo envidiaba a mi compañero jefe, que le restaba importancia a todo, o eso aparentaba. De todas formas, no se había revelado qué relación tenía con Breyton y si era el padre. Lo primero lo teníamos planeado, pero lo segundo...

Breyton espoleó los costados de su caballo mientras tiró las riendas en mi dirección para que su caballo quedara aún más pegado al mío. Nuestras rodillas se tocaron y yo no pude evitar darle un empujón con la punta de mi pie en su pantorrilla. Breyton exageró un gemido lastimero.

—¿Te he dicho que pareces una diosa guerrera con tu aspecto? —Llegó a tocar la punta de mi trenza que descansaba sobre mi espalda.

Me recorrió un sentimiento extraño, casi parecido a la vergüenza.

—¿Ahora me halagas después de burlarte de mí sobre cómo monto?

—Sabes que exagero a veces.

—Esta es una, seguro.

Miré por encima de mi hombro. Me encontré con Seiren, con su cara de indiferencia al mundo. No alcancé a ver más caras en la fila extensa, pero sabía que Alhadir estaba en el medio, seguro que mirándonos, yo lo percibía como la humedad en el ambiente. Me ponía los pelos de punta.

—Eh. —Me llamó Breyton—. Mantén la cabeza al frente e ignora lo demás.

Asentí, aunque no prometí hacerlo. Mi cuerpo estaba en estado de alerta.

Breyton hizo detener el grupo con una mano en alto con la mirada dispersa a su izquierda, luego, cuando la bajó, lo vi cerrando los ojos mientras inspiraba el aire. Se tomó su tiempo, creo que estaba siguiendo un rastro. Hizo una señal de aspaviento a dicha dirección.

—¿Por qué nos desviamos del camino?

—Porque cerca está el territorio donde suelen verse los jabalís.

—¿Por eso saliste tan temprano a buscarlos antes de traer al grupo?

—Así es—Sonrió con entusiasmo—. No te preocupes, otro día retomaremos las clases de armas.

Cuando supe en el castillo qué animal iban a cazar para celebrar un banquete de despedida, me entraron dudas de acudir, pero agarré el arco tras pedírselo a Breyton y recuperé la confianza perdida.

Acaricio la cuerda del arma junto al cinto del carcaj que cruzan mi pecho. No pretendía cazar como lo tenía planeado el grupo, estaba para acompañar y ser espectadora mientras disfrutaba de la sensación liberal que trasmitía el bosque. Mi arco lo usaría para defenderme de cualquier cosa. Y ese pensamiento me invita a voltearme, frené de buscarlo con la mirada a ese sacerdote oscuro.

Breyton ordenó asentarse en un espacio libre de maleza. Los jinetes nos rodeaban y después, bajaron de sus monturas con un salto elegante. Me latió el corazón rápido al saber que era mi turno. Era uña renacuaja y el caballo era casi un elefante (aunque de carácter tranquilo y obediente, por eso Breyton me lo confió para esta excursión), así que bajar suponía un salto arriesgado y seguro que bochornoso.

«Madre mía, qué alto estaba. Socorro.»

Entonces escuché la voz de Breyton, pero no le entendí. Le miré y me encontré con sus brazos abiertos hacia mí dispuestos a ayudarme. Le sonreí agradecida y su expresión cambió a una relajada. Rodeé la parte de atrás del caballo con una pierna y solté mi pie en el estribo, en ese momento de casi suspensión, ya había sido agarrada firmemente de la cintura y pude aterrizar sin peligro ni violencia.

—¿Creías que iba a dejar que te bajaras tú sola?

Rodé los ojos hacia otra dirección.

—No, claro que no...

—Mentirosa.

—¿Y para qué preguntas?

Se río y yo traté de ocultarlo.

No supe en qué momento me distraje para posar mi atención en Alhadir. Él estaba hablando con una de sus sacerdotisas. Al parecer, sintió mi mirada porque se volcó hacia a mí.

—Estarás protegida por Seiren y unos diez escoltas más —dijo Breyton a mi lado.

Enseñé una mueca de consideración al cambiar de vista hacia Seiren que cargaba con unos forros de pieles desde su caballo hacia no sé dónde.

—¿Y ellos dónde irán?

Él sabía a quienes me referían: Alhadir y sus sacerdotisas.

—Cazarán por su cuenta.

—¿Por qué?

—Porque los cambiantes no se sienten cómodos cazando junto a unos antiguos enemigos.

—Fue una pregunta estúpida —admití con la vergüenza tiñendo mi voz.

—Es una pregunta comprensible para tu situación —Breyton abrió su mano y acarició mi cabeza, en realidad, arreglaba unas hebras que se salieron del peinado trenzado.

Estaba de muy buen humor desde que compartió la noticia de la caza.

Levanté la mirada al sonido de un pájaro que cruzó los árboles sobre nosotros. El recuerdo del que se posó sobre en el afeitar de la ventana de la habitación de Malkolm apareció como una advertencia. Ya no veía a las pequeñas aves de la misma manera que antes, con confianza e inocencia. Aquel sin duda no era normal, y apostaba que me estaba espiando. Aún sopesaba la idea de compartirlo con Breyton.

Cuando recuperé el antiguo lugar de mis ojos, Breyton se desprendió del arco y me lo ofreció con las dos manos.

—Te hago responsable de mi bien preciado en mi ausencia.

Como fuera un imán, sentí que atraía con fuerza la mirada de muchos, incluido el de Alhadir, como no. Al principio no entendí esas reacciones, después recordé que el arco plateado era un bien sagrado para Breyton o cualquier miembro de su clan materno, quien se lo entrega significa que confiaba su vida a esa persona. También pasó la primera vez que lo conocí. Lo agarré como si fuera un tesoro nacional, soporté el peso en mis manos y no ignoré un extraño hormigueo dentro de las extremidades superiores. Escuché un murmullo más lejano que cercano, pero ya no me interesaba, pues era presa de los ojos del líder, una mirada que abrasaba la piel y me pregunté si formaba parte de una actuación.

—¿Qué pasa? —Conseguí decir.

Su mano se posó en la curvatura de mi hombro.

—Quédate quieta —Su aliento chocaba contra mi mejilla mientras él susurraba con un tono cautivador para cualquier oído—: Voy a besarte.

Era un recordatorio. Lo habíamos acordado en el castillo. Mostrar algún signo de amorío para expandir los rumores de nuestra relación.

«Una falsa», me recuerdo a la vez. Una falsa que me ayuda a protegerme de las siniestras intenciones de Alhadir hacia Malkolm.

Tragué saliva. El corazón se me iba a salir de la garganta. No pude proponer en dejarlo para otro momento donde me sintiera preparada porque eso levantaría dudas, estábamos en el punto de mira de todo el mundo.

Breyton no añadió una palabra cuando se preparó, ahuecando mi rostro con su mano mientras se cernía más sobre mí. Yo estaba decidida a ser la voz cantante en ese beso, porque tenía la sensación de que Breyton se dejaría llevar y me arrastraría con él, como esa vez en el bosque, aunque no lo culpaba del todo, pues estaba bastante drogado. Por eso, de sorpresa, le tomé de la camisa con una mano libre, y me impulsé hacia el origen de su boca y él quedó atrapado. Mis labios abrazaron los suyos con delicadeza y solo descansaron ahí unos segundos, suficientes para considerarse un beso cariñoso, pero no pasional, uno propio de una despedida que pronto tendría reencuentro. Breyton apenas pudo reaccionar. Incluso cuando terminé, tenía los ojos igual de abiertos a cuando lo besé. Me atreví a rodearlo a los costados con mis delgados brazos. Aquella acción me permitió escuchar contra mi oreja varios gruñidos de fastidio que contuvo para oídos de otros.

—Trataré de volver lo más pronto posible —Su voz era demasiado ronca.

—Bien. Buena... ¿suerte? —Extendí mi pulgar hacia arriba.

Su ceño se arrugó por mi gesto, luego recordé que no estaba en mi mundo con un grupo de amigos de la universidad que les encantaba las bromas cutres. Sin embargo, después, me mostró una sonrisa genuina antes de perderse con los demás entre la vegetación forestal.

Me quedé en mi lugar con una mano protectora en mi vientre hasta que percibo la cercanía de alguien conocido detrás de mí. Es Seiren que cargaba perezoso una de las patas anchas de un pequeño taburete. Lo miré con curiosidad.

—Para que estés cómoda mientras montamos las tiendas y camas.

—Gracias —dije en voz baja mientras que Seiren colocaba la silla lindando con el tronco de un árbol para usarlo de respaldo.

Supe que aquel gesto provino de Breyton que de su medio hermano. La verdad que era más cómodo y fácil para mí estar sentada en una plataforma que en el suelo como empezó a hacer Seiren. Dejé el arco de Breyton y el mío con el carcaj de flechas a mis pies.

—¿Vas a hacerme compañía?

Yo tenía claro que compartir tiempo y espacio con Seiren suponía soportar su complicado carácter.

—Por supuesto —dijo con aire de soberbia—. Soy tu guardián. Debo estar a tu lado en ausencia del original.

—La otra vez no cumpliste y me dejaste sola.

Seiren me enfrentó con su mirada oscura y con la tensión sobre sus hombros.

—Pues trata de no provocarme.

—Vaya guardián que no sabe lidiar con sus emociones para hacer su trabajo —Crucé los brazos rechazando ver su cara—. Ni siquiera te insulté... Sólo nombré a tu madre por curiosidad, pero sin intención de ofender ni nada parecido.

Él gruñó con fuerza que evadió mi explicación, pero no me intimidó y no tomé tan personal. Luego, un silencio se estableció entre nosotros con el ruido del trabajo de los miembros restantes levantando las tiendas. Noté un movimiento opresivo en el interior de mi vientre, algo que últimamente me pasaba en las noches cuando trataba de dormir, simplemente respondí con un gemido y una caricia al lugar de origen.

—¿De quién es?

Me había pillado desprevenida la pregunta que no le entendí del todo.

—¿Eh?

—El cachorro que esperas... quien es el padre.

Vale, Seiren era un impertinente cuando habla. Ya me lo había demostrado anteriormente sobre mi vida sexual.

—Eso es una pregunta personal.

—¿No piensas contestar?

—¿No lo dejé claro?

Seiren desvía la mirada con gesto despectivo. Después, lo observé de reojo mientras pensaba qué le llevo hacer esa pregunta de improvisto.

—Recuerdo bien que negaste cualquier tipo de relación conjunta con el líder y el portador.

Mi cara empezó a arder y no puedo evitar esconderla con mis manos. Ah, olvidé esa parte del recuerdo donde me hablaba de los rumores sobre los tres, que compartimos cama.

—Lo sé... pero... —Sentí la mirada de Seiren, como si me presionara en seguir y me esforcé por sacar coraje, pero sobre todo, que no revelara de más—: Tuve que ocultarlo por mi propia seguridad.

—¿Cómo se siente ser hijo de una humana y de un cambiaformas?

Observé cómo su pecho se contrajo un momento y cómo formó puños en sus manos.

—Es una pregunta personal.

«Ay, dolió el contraataque». En cambio, sonreí.

—Es verdad...

—No tendrá una vida fácil —dijo tras un silencio meditabundo—. Por su bien, debería elegir la naturaleza de su padre.

La verdad que no supe qué responder, pero decidí dejar el rencor a un lado y agradecer el gesto de responder a mi pregunta en un tema que sé que era delicado para él.

—No puedo decir quién es el padre. Ojalá pudiera...

—Espero que no sea mi hermano —señala con el semblante serio.

—¿Por qué?

—Porque se merece una pareja que comparta los mismos sentimientos. Mejor para ambos, mucho mejor para el vástago.

¿Breyton compartía esos sentimientos por mí? ¿Tan ciega estaba?

Me guardé la pregunta de si sus padres estaban enamorados. No recordaba exactamente si Malkolm o Breyton me lo aclararon.

—Lo que no le faltará, será mi amor —confesé mientras acariciaba la coraza que protegía mi vientre, pero no le revelé más de lo que sentía salvo una cosa que susurré más para mí misma que para él—: y protección.

Seiren simplemente se limitó a mirarme cómo si me juzgara, cosa que no entendí esa rudeza después de bajar mis armas. Sacudió la cabeza con gesto aprensivo.

—Actúas como si el peligro estuviera a tu alrededor, pero vives en una de las fortalezas más seguras de esta tierra y con el líder más importante de esta región, además de tener al portador a tu lado. Y encima, nada menos, todos descubrimos que estás esperando el hijo de uno de ellos, de dos hombres influyentes. Deberías estar complacida por tal atención sabiendo que eres una humana del primer mundo. Solo se espera que uno de ellos te reclame con la marca...

—Espera —Le frené con la mano en el aire, ignorando todo el sentimiento angustioso que me provocó sus palabras—. ¿Cómo reclamar? ¿De qué marca hablas?

Por primera vez, contemplé a un Seiren totalmente expresivo, entre sorprendido y temeroso a tal punto que dejó la boca entreabierta unos instantes.

—Ese tema no es asunto mío.

—Oh, pero bien que estabas metiéndote conmigo hace nada —Me recliné hacia él—. Dime, ¿qué es la marca para que sea algo tan importante que te calles?

Su mirada se deslizó a otros y luego volvió a mí y entendí el mensaje: algunos presentes estaban escuchándonos.

—¿Estás segura que quieres saberlo ahora?

Muy segura. Cualquier cosa que me involucra con Malkolm o Breyton debía estar al tanto.

Me levanté del asiento, le agarré de la mano y tiré de él.

—Vamos a un lugar privado y me lo dices.

—No —Se deshizo de mi mano y acto seguido, se apartó de mí con una fuerza abrumadora que me tambaleó.

Miré su espalda alejándose con mi mandíbula apretada. Estaba dispuesta a saberlo, ya sea por Seiren o por Breyton. Opté por volver a intentarlo, pero un nuevo barullo de sonidos en el interior del bosque me detuvo. Eran como una masiva de cuerpos que apartaban la vegetación con furia, pisadas fuertes como de animal... ¿jabalíes?

El personal se puso alerta delante de mí en una fila de defensa, algunos estaban ya transformados en lobos y otros con sus armas. Y yo no falté en abalanzarme a buscar el equipo de arquería. Opté como medida de protección usar el arco de Breyton aunque me costó adaptarme a su peso y tamaño. Otra vez sentí un hormigueo electrizante y fue cuando tiré de la cuerda. Entonces, empezó a brillar la cabeza puntiaguda de la flecha que brillaba de luz y el arco vibraba ante mi mano que la sujetaba firmemente. Estaba volviendo a suceder, las armas que tomaba en defensa destellan de poder. Los ladridos y alaridos se abrieron paso. Conmovida, salté la mirada a cada miembro que empezaba a atacar a otros lobos, no jabalíes, como yo esperaba. Noté la sangre golpeando mis sienes y ensordeciendo mis tímpanos.

Tenía la flecha preparada por si alguno se aproximaba, pero en el fondo dudaba de usarlo, porque si lo hacía, expondría esta habilidad que amenazó la vida de Breyton y que casi me juzgaban a muerte.

El debate creció en mí a medida que la lucha de misma especie avanzaba.

Un lobo se aproximó al costado de mi derecha, pero en vez de disparar como tenía previsto, aprovechando que ningún alma me atendía, fui violentada por otro animal, uno de los caballos que huía asustado. Mi cuerpo aterrizó de lado en el suelo y me golpeé la cabeza con el taburete. Tardé en recomponerme a pesar que mi visión distorsionada lo dificultó y mis músculos protestaban de no darles tregua. En cuanto vi el arco de Breyton abandonado, me arrastré a recogerlo y cogí una nueva flecha.

Un lobo de piel oscura se abalanzó a uno de piel clara delante de mis ojos como si tratara de protegerme, pero un sonido gutural me sacudió. Comprendí al ver el pelinegro que fue herido en el pecho con unos colmillos que le arrancaron buena parte de piel y carne. No podía mantenerme en pie, mis piernas temblaban, así que, con una rodilla en el suelo y otra flexionada, con la espalda erguida, apunté sin pensarlo en la cabeza del animal. El silbido de la flecha cortó el aire mientras una luz la acompañaba junto a ella cual estrella fugaz. Se escuchó un sonido de una pequeña explosión situada en el centro del rostro del animal salvaje. No hubo quejidos ni movimiento abrupto que no fuera su cuerpo desplomándose. Fue una muerte rápida. Y reuní fuerzas para seguir disparando a quien consideraba una amenaza, tensando mi espalda y hombros, agudizando mi punto visual, aunque cada tiro, parecía que extraía un pedazo de mis fuerzas... Hasta que un severo mareo impidió que continuara en mi cometido, pero al menos me consoló apreciar que la fiebre de la batalla había disminuido. Cerré los ojos con fuerza con una mano aferrando mi cabeza, la cual la notaba húmeda y pegajosa. Luego, sentí que mis últimas fuerzas me abandonaban con un sueño aplastante.

No pensé que al abrir los ojos me encontrara con el rostro de Breyton. Esos ojos rojos parecían clamar mil cosas que contenía en su interior a duras penas. Me hablaba, veía sus labios moverse... pero la verdad que sentía mis oídos taponados, como si estuviera dentro de un avión en su despegue.

—Estoy bien...—dije con la boca seca mientras levantaba la mano abierta hacia su cara y la sacudí a su vista—. Quita esa cara... no te pega.

Pero Breyton no respondió de la misma manera a mi comentario burlón. Depositó con cuidado mi cabeza en una almohada improvisada que antes no estaba ahí.

Mis oídos empezaron a aclararse y mi mirada no alcanzaba a ver la procedencia de los ruidos, sin embargo tenía la certeza de quién era el responsable. Yo reconocía perfectamente el coro de sonidos de alguien siendo maltratado y torturado. Y el nombre del título del Breyton, sacado a la fuerza por una súplica, fue lo que me motivó a actuar.

—Basta... Breyton —Traté de alzar la voz mientras me incorporaba o eso intentaba, pues una de las sacerdotisas de Alhadir, la de piel oscura, me impidió que me levantara presionando los hombros hacia abajo. No pude deshacerme de ella, hasta vino su compañera a ayudarla—. ¡Dejadme! ¡Breyton, basta!

—¿Por qué quiere detenerlo? —Me cuestiona incrédula la sacerdotisa rubia.

—Castiga a los lobos rebeldes que osaron lastimar a los suyos y a usted—Aclara su compañera que aún mantenía sus dedos clavados sobre mi piel.

Parpadeé confusa hacia las chicas. "Lobos rebeldes", es decir, desertores o enfermos de locura. Pero no estaba bien castigarlos así, tan vil y salvaje. ¿Y los juicios? Breyton era defensor de hacer un juicio antes de implantar un castigo a no ser que hubiera traición.

—Pero... esto... no está bien...—Sacudí la cabeza con un frío introduciéndose en mis músculos y congelándolos.

La misma joven de piel oscura recogió mi mano temblorosa y se inclinó hacia ella para pegar su frente.

—El sumo no se equivocó con usted. Un ser divino la ha tocado.

Mi cabeza era una vorágine de pensamientos y emociones, pero llegué a entender, a mi tiempo, a qué se refería.

Mierda, me expuse. Ahora saben que tengo poderes.

Observé a mi alrededor las personas reunidas, algunas con restos de sangre en sus cuerpos semidesnudos demostrando haber participado en la lucha. Esperé encontrar algún atisbo de miedo y hostilidad, ahora mayores ante este descubrimiento, pero no fue así... Lo que hallé me hizo cuestionar mi juicio.

—Están agradecidos por defenderlos y salvarles la vida —Intervino la rubia, resolviendo mis dudas.

Mi respiración se aceleró, no podía sentir nada positivo porque todavía no comprendía como llegué hasta aquí mientras continuaba soportando los gritos de sufrimiento de los castigados. No sé por qué busqué el arco de Breyton. Estaba a mi lado, como si lo soltara hasta el último momento que me desvanecí. Me aferré a la curvatura del arco que respondió con una oscilación inclinada hacia mí que al parecer solo yo podía percibir.

Breyton volvió a aparecer con un nuevo aspecto que me provocó escalofríos desde dentro hacia afuera. Sus ojos dorados parecían antorchas que podían incendiar el bosque que respiramos. Su rostro salpicado de sangre y veteado en su ancho pecho desnudo como un lienzo en blanco. Su colgante de espirales celtas goteaba sangre y rozaba su abdomen, allí se apreciaba la cicatriz en forma de cataplasma de la herida que le causé no hace mucho; una marca que nunca desaparecía.

Y detrás de él, estaba Alhadir, que aunque no mostraba ningún gesto expresivo, podía sentir que disfrutaba de este escenario donde yo era la protagonista de una obra de tragedia.

...

N/A

Hace tiempo que no dejaba una nota por esta historia. Gracias a quienes siguen aquí a pesar de todo 💕 No tardaré mucho en subir el próximo capítulo, así que estén tranquilas jejeje

Me encantaría saber sus reacciones de este capítulo 😊

Un abrazo enorme 💖

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