Extras Pecados Placenteros (E...

By Zachl0604

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Extras y escenas eliminadas de la saga Pecados Placenteros ❤ Lascivia 1(físico) Lascivia 2(físico) Lujuria 1... More

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Experimento de medianoche

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By Zachl0604

Brenda

Asco de noche. Rachel desapareció, Laila ya se fue, Lulú no sé dónde está, no veo a Alexandra por ningún lado y llevo más de una hora viendo cómo Gema busca desesperada a Burro o como sea que le diga al coronel.

Siento que no hace más que perder el tiempo. Christopher Morgan es como un tóxico calefactor radiactivo de Chernóbil: no deja en paz a Rachel, y tampoco termina con esta; y de mi amiga no puedo decir mucho, ya que no sabe qué hacer con la intensa relación que tienen.

El alcohol me tiene mareada y las noches sin dormir no es algo que me ayude. Es mi aniversario de noviazgo con el difunto teniente Smith y la nostalgia no me ha dado tregua.No vivo en el pasado, pero todavía me resulta difícil recordarlo.

Suprimo el nudo que se me forma en la garganta y me acerco a la barra, pido más licor y me bebo cuatro tragos. La escalera que lleva al último piso está frente a mí. Llevo dos años sin salir con nadie y siento que ya me empieza a pesar. ¿Por qué? No lo sé, debe de ser porque hace tiempo que no me siento deseada, estoy nostálgica y, de alguna manera, una cosa le añade más peso a la otra.

—Nos vamos ya. —Patrick aparece con Alexandra.

—A un hotel —comenta Alexa ebria— Los tragos me ponen escandalosa a la hora de…

—Dormir, ya que ronca mucho —la corta él—¿Quieres que te acerquemos a tu casa?

—Me voy a quedar otro rato —les comento—Vayan tranquilos.

Se despiden y se retiran. Me bebo una botella sola y pido otra. Me sacan a bailar, pero no tengo ganas, la mayoría de la gente está ebria y por ende caliente también, hasta yo lo estoy, ya que mi cuerpo en los últimos dos meses me ha estado pidiendo sexo, algo normal teniendo en cuenta todo el tiempo que llevo sin coger.

Una pareja se está besando a mi lado y eso solo aviva más las ganas,podría irme a mi casa, pero sé que terminaré frustrada y con recuerdos.Poso los ojos en la escalera que está a un par de metros. En el último piso hay citas a ciegas, Lulú lo estuvo recalcando toda la noche.

El nudo en mi garganta se vuelve más grande, miro, pienso, sopeso,analizo y termino sacudiendo la cabeza: tengo que avanzar, Harry no va a volver, se fue, soy joven y si sigo así, terminaré siendo una reprimida.

Mi vida está tan apagada que a veces siento que vivo la vida de otra persona que no soy yo.

Me acabo el licor que me queda y camino a las escaleras; los escalones rojos se ciernen sobre mí y, en lo más alto, en la entrada, hay un letrero que dice: «Solo polvos, nada de compromisos». Es lo que necesito ahora. Con el mundo dándome vueltas llego al último escalón, cruzo el umbral y me trago la pena, ya que no soy la primera ni la última mujer que busca un revolcón de una noche.

El sitio genera cierto pánico, dado que las luces se asemejan a las de un burdel donde predominan el negro y el rojo.

—Busca una mesa vacía y pon la luz naranja, los hombres te buscarán —me explica la camarera que se acerca—. Si te gusta uno, suben a la tarima donde se enciende el reflector; si el físico es de tu agrado, pueden coger aquí o afuera.

Asiento ebria y trato de asimilar las reglas. La mujer me lleva a una mesa, le pido una botella de tequila y me bebo un par de tragos más antes de encender la dichosa luz. El primer pretendiente no tarda en llegar y me enderezo en el asiento cuando se ubica frente a mí.

Es corpulento y bastante bajo, demasiado para mi gusto si soy sincera, su sombra me lo dice. Pone su botella en la mesa y empieza a arrastrar la lengua a la hora de hablar, oprimo el botón de no me interesa y se levanta molesto.

Tres más se sientan: uno habla mucho, el
segundo apesta a prostituta y el tercero no es tan desagradable, así que sin tantas vueltas le doy luz verde. Nos llevan a la tarima y nos ponen frente a frente, trato de espabilar para aclararme la vista cuando encienden el reflector, no tiene mal aspecto, es igual de alto que yo, de pelo negro y con ojos miel.

—Hola —Extiende la mano y me fijo en el anillo de casado.

Es un idiota, bajo y varios hombres se empiezan a acercar a mi mesa. Supongo que será porque me vieron debajo el reflector. Trato de repetir el ejercicio, pero lo que me encuentro son ebrios maleducados y groseros. Mi botella se acaba y mi estado de ánimo no mejora.

El piso se me mueve cuando me levanto, siento que estoy poniendo demasiados pretextos para esto, se supone que subí por sexo y me estoy fijando en otros aspectos, la gente es feliz porque coge y ya, sin tanta arandela. Pido otro trago en la barra. Eso es lo que tengo que hacer: dejarme de excusas, tomar la iniciativa y ya está. Me empino el trago, me limpio la boca y, de pronto, me invade un arrebato que hace que me lleve por delante al primer hombre que se me cruza.

Está oscuro y no sé cómo lo llevo contra la pared, pero le clavo la mano en el pecho.

—¿Quieres follar?

Le tapo la boca para que no hable.

—¡Niega o asiente! —exijo—. No quiero oír tu voz ni saber de tu vida —parezco una maldita loca—, solo quiero taparme los ojos con esta jodida pashmina, que me lleves donde mejor te parezca y me des hasta que me corra.

Me sorprende la crudeza de mis propias palabras.

—¿Aceptas o no?

Tarda, pero asiente y me quito la pashmina que cargo en el cuello, se la tiro en la cara y me doy la vuelta para que me la ponga en los ojos. Es más alto que yo y huele bien.

Me agarra de la mano y me saca a trompicones del lugar. La falta de luz termina de marearme, tomo su brazo y escucho que abren la puerta de un coche.

Soy netamente consciente de que puedo estar en manos de un psicópata, pero nunca salgo sin mi arma y sé defenderme. El motor se pone en marcha y recuesto la cabeza en el asiento.

Recupero la conciencia cuando me abren la puerta. Camino de la mano del extraño. Siento que estoy en una esfera untada de aceite con todo lo mareada que estoy. Entramos a un espacio cerrado, deslizan una reja y temo que me haya traído a alguna carnicería.

El piso se sacude, luego se queda quieto y empieza a subir: es un elevador. Respiro hondo, el extraño no pierde el tiempo y empieza a frotarme la erección en el culo en lo que estamos adentro, magrea mis tetas y me da un beso en el inicio de la espalda.

Vuelve a deslizar la reja y me arrastra con él. Abre una puerta, subimos una escalera y empiezo a desvestirme cuando me invade el calor de la calefacción. Arrojo los tacones y me quito las bragas. Doy por hecho que estamos en una habitación y a tientas empiezo a buscar la cama.

No me molesto en quitarme el vestido, simplemente me lo levanto y siento sus manos cuando me impide que me acueste.

El tacto es suave cuando me acaricia el brazo y me pega a su torso; no tiene barriga de camionero ni nada parecido. Se aferra a mi cintura y pone la mano en el centro de mi abdomen, respira en mi oído y levanta una de mis piernas.

La erección promete, maltrata y él sabe contonearse. Pasa los dedos por la cara interna de mis muslos y apresura los dedos a mi coño, consiguiendo que dé un leve salto cuando toca mi zona sensible; lo hace bastante bien. Trato de respirar por la boca y manda la otra mano a mi pecho metiéndola bajo la copa de mi sostén.

Empieza a refregarse contra mi columna, la sensación me gusta y echo el culo hacia atrás incitándolo a que siga tocando mi sexo.

«Vine por cobre y encontré oro». Con dedos expertos se va hundiendo en mi humedad mientras reparte besos húmedos por mi cuello.

Su lengua toca mi oreja y logra empaparme más de lo que ya estoy, hace mucho que no me sentía así, deseada y apetecida.

Los dedos se siguen hundiendo en mi carne, el ritmo es preciso y logra que me corra. No estoy del todo lúcida cuando me empuja a la cama, pero no me dejo caer, solo entierro las rodillas en las sábanas y me pongo como quiero que me den. Me acuerdo del vestido, así que lo tomo por los bordes y lo dejo a la altura de mis pechos.

—Anda —me ofrezco—, hazlo sin miedo que…

Cuatro nalgadas me callan cuando arremete contra mis glúteos (literalmente nalgadas). Me deja la piel en llamas y me asusta que no me dé miedo, vuelve a nalguearme y…

—¡¿Qué carajos?! —espeto.

—¡Shut! —demanda, y me manda a callar.
Escucho el leve sonido de la bragueta del pantalón y cómo abren un preservativo.

Mantengo la posición, vuelve a nalguearme antes de hundir las rodillas en la cama, abre mis glúteos, pasa la polla entre mis nalgas y se adentra en mi interior con una estocada, la cual me debilita las rodillas.

No tiene necesidad de tomar su erección, el glande forrado entra y sale solo en lo que se aferra a mis caderas. Se mueve más que bien y me cuesta acallar los jadeos que han de mostrarme como una prostituta.

Trato de morderme la lengua, pero las estocadas son tan exquisitas que no controlo los jadeos que se me escapan, puesto que me está montando como una yegua y yo lo estoy recibiendo más que satisfecha.

«Eres una zorra, Brenda». Nunca había hecho esto y de seguro el extraño cree que soy una ramera.

Sigue robándome gemidos desgarradores que me ponen a arder la garganta. Tensa el agarre dándome más minutos cargados de placer, me voltea, saca el vestido y yo me quito el sostén. «Se supone que era un solo polvo». Abro las piernas cuando vuelve a entrar con la misma fiereza de hace unos segundos.

Lo abrazo, promete ser atractivo, al menos su cuerpo, ya que el torso lo siento bien definido. Es un hombre al que le gusta el sexo fuerte, lo compruebo cuando me pone de medio lado, alza mi pierna, y arremete con más intensidad. Mi entrepierna se calienta a un nivel en que no hago más que jadear y más cuando aplasta mi cara con fuerza contra la almohada.

—¡Señor! —grito cuando mi pulso se dispara y él le añade más fuerza a las embestidas que desencadenan el orgasmo que me deja con el pulso por los cielos.

Él toma mis labios con un beso largo y caliente, su lengua recorre mi boca y sus manos aprietan mis muslos, lanza una última estocada y cae a mi lado. El culo me arde y el cuerpo me pesa. Vuelve a tocarme y me arrastra a la almohada que está junto a él.

Mantengo la pashmina en los ojos, ya que no me la quiero quitar.

—Me llamo Brenda, tengo veintiséis años y conozco buenos contactos en la policía.—Temo a que pasada la euforia quiera matarme—Soy madre soltera —añado queriendo despertar su compasión— tengo un hijo de dos años.

Suspira a mi lado.

—Lo sé.

¿Lo sé? El sueño me vence cuando intento hablar, además la debilidad me invade y termino hundiéndome en los brazos de Morfeo.

Despierto de golpe en un entorno que no se me hace para nada familiar. Mi cerebro rápido recuerda dónde estaba anoche, la decisión que tomé y parte de lo que hice.

Con afán saco los pies de la cama. El trasero me arde, no hay nadie en la alcoba y empiezo a buscar mi ropa. Estoy en una habitación grande, una de las paredes es de vidrio, la cama toca el suelo de madera, las paredes son rústicas y el techo está muy alto.

Cuando amaneces en la cama de un extraño, lo primero que haces es vestirte y largarte, es la regla número uno del código de la zorra. En el baño, como puedo, me lavo mis partes y la boca, me peino, frente al espejo me limpio el rímel corrido,alcanzo mis bragas y me coloco el vestido.

Me pongo los tacones, recojo la pashmina que está en la cama antes de asomarme al pasillo y ruego para mis adentros que el sujeto con el que me revolqué no esté aquí y se haya ido al trabajo. Salgo y escucho ruidos abajo. «Que sea la empleada»,suplico apretando las piernas, ya que no estoy para momentos incómodos.

Analizo el área, puedo correr hasta la puerta, la cual espero que esté al final de la escalera. Camino despacio, no sube nadie. «Vamos bien».

El pasillo es largo y un poco oscuro. Trato de andar con cautela, llego al inicio de la escalera, el vestíbulo aparece frente a mí y…

«Ay, Brenda». Lo jodiste, miles de personas en este planeta y me topo con la que menos me debería topar. La vergüenza me golpea como a un saco de boxeo mientras me aferro al barandal.

La cara me arde y, con la mirada baja, desciendo los escalones uno por uno.

Él se vuelve hacia mí. Lleva unos pantalones sueltos, una camisa ancha y una taza de café en la mano. Me saluda con un leve gesto y yo hago lo mismo.

—Capitán —me aclaro la garganta al momento de saludar.

—Sargento. —Le da un sorbo a su café.

Dominick Parker. Se supone que no hay que ligar con los que fueron pretendientes de tus amigas, que casualmente son tus superiores.

Es algo que se debe evitar y, heme aquí, haciendo el ridículo después de que me follara como si fuéramos parte de una de las novelas del Marqués de Sade.

—Yo… no sabía que… —Se me traba el discurso.

—Hice el desayuno —me corta—. No sé si quieres…

Es incómodo para los dos.

—¿Quieres pasar a la mesa?

—No tengo hambre.

—Ah —mira el comedor—, pensé que sí tendrías.

—Es que la resaca…

—Si te quieres ir, no hay problema —me suelta—. Solo quiero ser amable después de…

—Vale, sí. —No quiero que lo diga y no voy a contradecirlo, es mi superior—. Creo que sí me sentará bien comer algo.

Siento sus pasos detrás de mí cuando me acompaña a la mesa. No es un desayuno muy elaborado, solo hay pan, café y jugo. Me duele el culo cuando me siento y trato de que no lo note tomando el vaso y dándole un sorbo al jugo.

Empiezo a beber en silencio. El momento es más que incómodo, empezando porque tenía tiempo sin follar y tengo el tipo de pena que sientes cuando pierdes la virginidad.

El hombre frente a mí no es que me calme. Es uno de los mejores partidos del comando, trabaja conmigo y es como un héroe para mi hijo.

—¿Café? —pregunta.

—Sí, gracias.

Deja la taza humeante frente a mí.

—No quiero que creas que… —trato de decir— hago esto a menudo…

—¿Qué? —me interrumpe—¿Atropellar hombres e inmovilizarlos contra una pared?

Aviva mi vergüenza.

—Tienes más entrenamiento que yo —me defiendo—. Me hubieses podido apartar en cualquier momento.

—Sí —admite—pero no quise.

Me quemo la lengua con el café. «No quise», obviamente sabía que era yo, tuvo que reconocer mi voz y me sacó del bar. Era netamente consciente de lo que haríamos.

—No eres una mala mujer —añade—, aunque atropellar a la gente no es una buena forma de atraer la atención.

—En verdad lamento esto. Harry te adora y aprecio mucho lo que haces por él —me sincero—. No quiero que eso se dañe por esto, como tampoco quiero que pienses mal de mí.

—No tengo por qué hacerlo. —Me sirve más jugo y sus palabras son un alivio.

—En verdad me apena lo que hice, todo fue muy… raro. —No sé dónde mirar—Creo que lo mejor es que lo olvidemos, si te parece bien.

—Si es lo que quieres, está bien.—Deja la jarra sobre la mesa.

—Sí, eso quiero —pido—Como dije, Harry te adora, me encanta la relación que tienen y no quiero que se vea afectada por nada.

Asiente, termino de beber el café y él no vuelve a articular unapalabra,simplemente recoge los platos, se pone los zapatos y toma la chaqueta que está en el perchero.

—Te llevo —se ofrece.

—Gracias.

Tomo mi cartera y bajo de la silla. No sé qué tengo, pero me siento un poco rara, es como si ahora detallara los rasgos que más le resaltan: los ojos, las cejas pobladas y la barba bien definida.

Paso por su lado cuando cruzo el umbral, cierra la puerta y me indica dónde está el ascensor. Corre la reja cuando estamos dentro de este y oprime el botón del primer piso.

Debo sujetarme en las barras cuando el aparato se sacude.

—Esta mierda es una porquería —dice, y prefiero callar— también es un poco lento.

El reloj de arriba inicia un conteo regresivo y supongo que cuando llegue a cero empezará a bajar.Parker se endereza y cruza las manos en su espalda, yo me pellizco los muslos tratando de romper la incómoda aura que nos invade. No tengo idea de por qué el corazón me late más rápido mientras lo miro de reojo.

La piel empieza a picarme,siento un leve cosquilleo en la punta de los pezones…

Me mira, lo miro y colisionamos cuando nuestros cuerpos chocan uno contra el otro. El ascensor empieza a bajar, pero manda la mano al botón rojo que lo detiene a la vez que mi boca recibe su lengua.

Cuando menos lo creo, siento su mano bajo mi vestido, apartando mis bragas y hundiéndose en mi coño.

Mi cuello se arquea preso del centenar de cosas que desata, intenta besarme de nuevo, pero…

—¡Denle paso al puto ascensor! —gritan abajo.

El corazón se me para y caigo en la cuenta de lo que estoy haciendo: tengo el vestido en la cintura, sus dedos en mi interior y mi mano está sujetando su entrepierna. Lo suelto cuando quien sea que esté abajo empieza a soltar un montón de groserías en alemán.

—Perdón —me arreglo la ropa—, creo que me alteré.

—No pasa nada.

Oprime el botón y se acomoda el pantalón mientras el elevador empieza a bajar. Llegamos a la primera planta y hay diez personas esperando el aparato. Él me toma del brazo para que avance al vehículo, que está a metros del edificio y que enciende con el mando a distancia.

—Lamento lo del ascensor —le digo—, no era mi intención, creo que lo mejor es que…

—No pasa nada, ya me quedó claro lo que me dijiste arriba —contesta—. Relájate.

—Gracias.

Se pone al volante y reviso el móvil. Harry está con la niñera. Parker enciende el motor y me es inevitable no detallarlo una que otra vez en el camino. No carece de atractivo, es un alemán profesional,con un buen cargo y un excelente currículum.

—En la tarde pasaré por Harry. —El comentario me toma desprevenida.

—¿Qué?

—Tenemos el torneo de fútbol infantil y estamos entrenando.

—Genial —lo había olvidado—, estaré pendiente.

Guardo silencio y él sigue con las manos en el volante.Respiro hondo, quiero borrarlo todo, pero no puedo,ya que mi garganta quiere gritar que me he acostado con uno de los capitanes,quien,aparte de ser un buen partido, es como un héroe para mi hijo.

Nota: Bueno ahí está el capítulo de Brenda y Parker💞si quieren algún otro extra díganme y me lo pueden escribir por acá o por mensaje,pero que sea detallado por favor,hay veces que no me acuerdo de todos los extras 😭

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