|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: «Organización»|
|Capítulo 3: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 5: Anhelos del alma|
|Capítulo 6: Reminiscencia|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 16: Conexión inefable|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 23: Investigación|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|
|Capítulo 30: Propuesta|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|
|Capítulo 43: Nuevos soldados, parte I|
|Capítulo 44: Nuevos soldados, parte II|
|Epílogo: Anhelos|
|Datos curiosos|
|Nota final|

|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|

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By AlexisN11

Los Ecos del Tiempo y la Existencia otorgan oportunidades a cada alma; nadie está exento. Se manifiestan en formas inesperadas y fascinantes. Algunos, sin embargo, lo interpretan como meras coincidencias, eventos fortuitos que ocurren sin razón aparente.

Región Satoh, tierras de Kaha.

Las leyendas de Kaha atraían a una considerable cantidad de foráneos a sus dominios. La mayoría amaba debatir de la maldición que pesaba sobre los Leiers, gobernantes efímeros; víctimas de la presión o de suicidios.

No importaba la época, el resultado era el mismo: un destino trágico marcado por la desgracia.

Algunos afirmaban que era una venganza de los ancestros, enfurecidos por ofensas antiguas. Otros especulaban sobre una conspiración tramada por los mismos nativos de Kaha. Incluso había quienes sostenían que era fruto de una simple casualidad en el tejido mismo de la Existencia: una inquietante concatenación de sucesos fortuitos.

Durante el mes de Bakwai, el Leier Sjera se alejó sin voltear la vista hacia atrás, dejando toda la responsabilidad en manos de su consejero principal, Nath Sakti. Este no se sorprendido, consciente de los dogmas arraigados Kaha.

Sobre la cima de la colina más alta, entre ruinas, Nath y Sneith contemplaban ese legado. Los árboles desnudos y retorcidos que los bordeaban eran testigos del pasado turbulento.

—¿Qué es lo que harás ahora, zerath? —averiguó Sneith.

—Esperar, Sneith —respondió con un semblante sereno que contrastaba el brillo inquietante que se avivaba en su faz.

El referido se mantuvo en mutismo, fijándose en el horizonte.

El viento soltaba susurros inaudibles que parecían llevar consigo los lamentos de una región afligida. Sneith era consciente del inmenso amor que su hermano profesaba por esa tierra devastada, pero no entendía su devoción por ayudar a nativos que apenas le devolvían una mirada distante. Desde niño, había presenciado atrocidades. Sin embargo, a su percepción, sólo existía indiferencia por parte de los nativos hacia Nath.

Elevó la mirada obsidiana al despejado éter, analizando la posición del sol. Acto seguido, se levantó.

—Debo volver, el general Ekram no es indulgente con la impuntualidad.

—Te acompaño. —Nath también se colocó de pie, mostrando los dientes—. Dos miembros del Consejo me esperan en la entrada principal del este.

Sneith no mostró resistencia ni indagó al respecto. Sabía que, tras la deserción de Sjera, era necesario designar un regente temporal antes de establecer una propuesta sólida para el Nombramiento Oficial.

Cruzaron los desolados senderos de Satoh, entre campos devastados y el eco de pasos sobre hojas secas. El aire olía a tierra húmeda.

Al encontrarse con los jueces superiores, intercambiaron saludos antes de que el más joven se adentrara más allá de los peñascos y las ramas entrelazadas de los árboles de éterlace. Nath observó su partida y luego se volvió hacia los jueces: Sujan Kieran y Heim Karh.

—Āmihe por reunirte con nosotros, joven Sakti —dijo el juez Sujan, manteniendo una postura erguida—. El motivo de convocarte aquí es que el Consejo ha analizado la situación de Satoh, así como la tuya, en conjunto con numerosos lugareños. Hemos decidido, por unanimidad, que te conviertas en el próximo Leier oficial de Kaha.

Los rasgados y oscuros luceros del joven Sakti se iluminaron. ¿Él, el responsable de guiar y proteger a su pueblo? Era un honor inmenso, pero también una responsabilidad abrumadora.

Ningún originario de Kaha aspiraba a sostener la batuta del liderazgo, él no era la excepción. En especial debido a la reputación poco favorable que, debido al legado de su padre tras su deserción, ganó. Si bien no podía negar que, gracias a su trabajo junto a Sjera, muchos lo consideraban capacitado para asumir tal responsabilidad.

Aunque Nath no deseaba aprovecharse del buen nombre de los ministros, condicionó su aceptación. Por fortuna, su petición fue escuchada y aceptada: sería nombrado Leier una vez que el Torneo Anual de Kaha llegara a su fin.

Región Satoh, tierras de Kaha.

En el cuarto amanecer de Goma, los Leiers y sus consejeros viajaron a Kaha en las cabinas exclusivas del Artefacto Especial.

Al arribar en el destino, los soldados los recibieron y los guiaron al Campo de Batalla.

Los combatientes esperaban en una sala apartada, donde se les aplicó un sello de restricción, que consistía en un rombo con una «X» interna, todo dentro de un círculo que se activaba con el Ha del portador. Era temporal, el Sellador les informó que sería borrado en el último día del Torneo Anual. Por el otro lado, los Leiers y sus consejeros, cinco jueces superiores y la Emperatriz de Oge, acompañada de la Guardián del Tiempo, fueron llevados a un palco especial en un piso superior.

Pronto, una estruendosa campanada anunció el inicio del evento.

Nath se encaminó hasta el centro del Campo de Batalla. Vestía un pantalón holgado con el emblema de sus tierras bordado a un costado, dejando su pecho al descubierto. Su mirada era firme y decidida, mas su cuerpo emanaba una esencia vigorosa que parecía estremecer el mismo aire.

—¡Haremai a Kaha, región Satoh! —dijo, extendiendo las manos hacia los costados—. Agradezco a los ancestros por unirse al Torneo Anual, uno que reúne extraordinarios copartícipes entre los continentes del mundo. Soy Nath Sakti, Leier interino de Kaha, por ahora.

Escasos aplausos resonaron en el ambiente.

Nath siempre fue considerado una deshonra para la casta Sakti, ya que no heredó la fuerza inconmensurable que se esperaba de su estirpe, por lo que la mayoría de los nativos lo miraban con reticencia.

Nath realizó un ademán al soldado encargado que hizo ingresar a los participantes, quienes se posicionaron en filas y columnas en medio del Campo.

—Como hay nuevos competidores, repasemos las reglas del torneo —dijo Nath, dando pasos cortos y firmes—. No se tolerará la violencia excesiva; quien la ejerza será descalificado y enfrentará la ley del Consejo. No se permiten habilidades que alteren la fuerza o resistencia. Los conflictos fuera de combate resultarán en prisión. Los espectadores también deben abstenerse de confrontaciones.

»Quien quiera retirarse, que lo indique con una mano. La inconsciencia también cuenta como retirada.

Al finalizar la bienvenida, el soldado veterano tomó el mando, anunciando que los combates se asignarían al azar. Los participantes debían anotarse en la lista oficial al ser llamados y prepararse para su combate. Los representantes de Wai, Zjarr, Kihoi, Ranhi y Ukud fueron llamados para el sorteo.

Después de revelar los primeros competidores, el resto se retiró.

En situaciones como esas, los espectadores competían a favor de sus preferidos.

A Noen Tsarki le resultaba divertido ver cómo muchos entregaban con desgana las monedas de alto valor comercial cuando su elegido perdía. Una parte de él lo encontraba entretenido, pero la otra parte experimentaba curiosidad por entender qué los motivaba: ¿era la emoción del riesgo, el deseo de ganar más capital o quizá por aburrimiento?

De cualquier manera, estas no se hicieron esperar, ni siquiera entre los Aisures de alto estatus.

—Este año competiré a favor de Nath Sakti —declaró la mayoría.

—Apoyaré a Sieher Tsarki —añadieron unos pocos—. Dicen que es el mejor de su generación.

—Y tú, consejero Noen, ¿no te animas a competir por dos hionfars?

Noen se volvió hacia el Leier Khel y negó con una cálida sonrisa mientras alzaba la mano con discreción.

Su pasión por los combates desarmados radicaba en la habilidad de demostrar destreza sin armas, enfocándose en la precisión y el conocimiento del cuerpo humano para vencer sin daño permanente. Ese arte marcial demandaba inteligencia, astucia y respeto, más allá del dominio del Ha.

Los espectadores seguían el duelo con expectación.

El soldado de Wai, impetuoso y audaz, enfrentaba al inmutable nativo de Kaha, cuya serenidad y agilidad presagiaban la victoria. A pesar de los esfuerzos y la admirable resistencia del soldado, el nativo de Kaha encontró la brecha y, con un golpe decisivo, concluyó el primer combate.

Región Satoh, tierras de Kaha.

El Torneo Anual de Kaha alcanzó su clímax en el vigésimo octavo amanecer de Goma. Jiru Jehus de Zjarr contra Sieher Tsarki de Kihoi y Nath Sakti de Kaha se enfrentó contra Kirkuk Cirt de Ukud, dejando sólo a los dos más hábiles para la gran final: Sieher y Nath.

Bajo un sol radiante y ante miles de miradas, los tambores marcaron el inicio del último duelo, donde se coronaría al campeón.

Nath apareció por el lado oeste con el pecho al descubierto, como de costumbre. Sieher Tsarki entró por el este, quien se veía a sí mismo destinado a la derrota y sabía que no había mucho que pudiera hacer para evitarlo. La simple presencia de Nath imponía respeto e intimidaba.

El árbitro dio la señal y el combate comenzó.

Con movimientos ágiles y precisos, Nath dominó el campo, dislocando la muñeca de Sieher y lanzándolo contra los muros. Este resistió, pero el dolor era inevitable.

Los nativos de Kaha eran conocidos por su inigualable fuerza y resistencia, temidos en combate cuerpo a cuerpo. Sieher, consciente de esto, enfrentó a Nath con valor. A pesar de usar su Ha para intentar paralizarlo, fue derribado con un golpe fulminante en la sien.

Al desmayarse, el combate concluyó y Nath Sakti fue proclamado campeón, recibiendo el título sin oposición tras la muerte del anterior campeón.

Pronto, la ceremonia de nombramiento comenzó con el tradicional baile de Kaha, seguido de la proclamación del juez Sujan.

—Hoy Kaha celebra, un nuevo Leier surge —pronunció con rostro impasible y voz firme—. Nuestra esencia, personalidad y principios, son parte de la identidad que influyen en las elecciones que tomamos, pues determinan el futuro que aspiramos a construir como seres racionales.

»Nuestra mente está diseñada para almacenar aspectos importantes de la vida que nos ayudan a definirnos, a transformarnos y a visualizar el verdadero camino basado en las decisiones que tomamos. Este nombramiento quedará en ellas.

»Reconocemos a Nath no sólo por su talento, sino por su valentía y compromiso —dijo, ávido—. Nath Sakti, primogénito de Arett y Naith, asume una gran responsabilidad. Felicidades y bienvenido a esta maravillosa labor.

Luego, cedió la palabra al Leier entrante, quien se colocó frente a los presentes, sosteniendo un pergamino entregado por el tercer juez superior.

Āmihe, juez Sujan —pronunció Nath, reverenciándolo. Al enderezarse, dirigió su mirada a la expectante multitud en las gradas—. por estar aquí.

»Asumo, con honor, la responsabilidad de guiar nuestro pueblo hacia un futuro próspero, libre de opresión. Me comprometo a proteger y servir a Kaha con integridad, sin buscar poder, sino ser un faro de guía y protección. —Dirigió una mirada estoica a su hermano menor, que se hallaba cerca—. Juntos, dejaremos atrás el sufrimiento y avanzaremos hacia un futuro luminoso.

»¡Que los ancestros nos bendigan! ¡Viva Kaha!

El público vitoreó.

Con entusiasmo, aprendices ofrecieron una demostración de combates desarmados, cerrando la ceremonia.

Los jueces, Leiers y consejeros felicitaron al Leier entrante.

—Tendrás un octonario para proponer a tu consejero, en caso de que no estés convencido de ninguno, podemo-

—No es necesario, juez Narak —intervino con gentileza—. Sneith Sakti. Espero que respeten mi elección y que trabajemos juntos por el bien de nuestras tierras.

Los ministros se miraron entre sí, perplejos. Ninguno se atrevió a contradecirlo durante esos eternos segundos. El juez Sujan exhibió una sutil muestra de confusión en su entrecejo al escucharlo.

—¿Enloqueciste? —inquirió, luchando para que su voz no sonara molesta, pero terminó recriminándolo—. ¿Un niño como consejero? Apenas tiene quince lunas, Nath.

—Con todo respeto, juez Sujan, sé que usted conoce las leyes mejor yo, pero estas no exigen mayoría de edad, sino experiencia y fuerza para proteger al Leier —afirmó Nath—. Sneith cumple con los requisitos: ha sido soldado durante cinco ciclos y ha demostrado éxito al enfrentar al enemigo en el frente.

»A él le confiaría mi vida.

Raksh se compadecía del joven en cuestión, en especial, considerando que la diferencia de edad entre ellos. Sin embargo, logró ver más allá de las palabras del joven Leier: mantener a su hermano menor alejado de la zona de contención. Apretó los labios con sutileza. Dudaba que Sujan pasara por alto ese hecho, que exigió revisar el expediente de Sneith y, como él lo tenía a mano, se lo entregó.

Sujan lo leyó en un santiamén y luego lo cerró para devolvérselo al Leier Sakti.

—Se le realizará una prueba mental analítica y otra física —destacó con suspicacia—. Si no pasa alguna de las dos, ya sabes cuál será la respuesta.

Nath permaneció imperturbable y asintió con vehemencia.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

—¿Planeas quedarte de pie en la entrada toda la tarde? No considero que sea la mejor elección —comentó Noen, utilizando un tono que revelaba el placer de apreciar a su amigo distraído.

Drishti dejó escapar una dócil risa mientras negaba; rara vez se permitía desconectarse en presencias de otros. Se apresuró a abrir la puerta y lo invitó a entrar. Su colega se acomodó en un antiguo mueble que le evocaba viejos recuerdos de su juventud.

Drishti se situó frente a él, cruzando una pierna encima de la otra.

—Por los ancestros, no imaginé que el Consejo llevase tantos expedientes desestimados —dijo el mayor, revisando diversos archivos que se hallaban regados en la mesa frente a ambos—. ¿Durante cuántas lunas se han guardado? ¿Diez, veinte?

—Más que eso. Les propuse deshacerse de ellos hace dos ciclos. —Drishti se recargó del espaldar del sillón y cruzó los brazos—. ¿Quieres saber cuál es su idea de deshacerse de ellos?

—Por lo que veo: traerlos a tu oficina. —Noen se carcajeó.

—¡Exacto! Pretenden que les dé una última revisión antes de archivarlos de nueva cuenta en la sede principal de Oge o, en su defecto, quemarlos si han pasado más de una década desde su clausura. —El Jefe bufó, entornando los ojos—. Insólito.

—Ha pasado tiempo desde la última vez —admitió Noen con cierto deje de melancolía, inspeccionando los documentos—. ¿Qué es lo que te tiene tan estresado?

Los luceros carmesíes de Drishti examinaron aquellas joviales facciones contrarias antes de desviarlos hacia la mesa repleta de hojas, habló:

—¿Por qué preguntas?

—Ha pasado mucho tiempo —repitió Noen, alzando la mirada cian hacia el menor—. Comprendo que a veces resulta complicado darle la espalda a personas que precisan de nuestra ayuda, pero el Consejo tiene la última palabra. Trata de no tomártelo a pecho.

Drishti rodó los ojos y contestó con sarcasmo:

—Por supuesto, zerath. Lo que tú digas.

Rieron a gusto.

—He oído que Theile culminó su formación básica con destacadas sobresalientes y que Kurenka ascendió a aprendiz entre los mejores graduados de Taruru —puntualizó Noen, satisfecho—. Ngā mihi nui. ¿Qué hay de Andy? ¿Cómo está?

Āmihe, Noen. Ella está tan bien que quiere que tengamos una niña ahora —susurró con un dulce gesto en los labios—. ¿Y Kiiro? Dhav me notificó que fue reasignada a otra zona. Realicé cambios en algunas Unidades de Exploración, pero ella no figuraba en la lista.

—Fue una emergencia, la enviaron a Ukud. —El rostro de Noen se apagó, pero no detuvo su labor—. Luher está con ella. A veces, quisiera visitarla. La extraño.

Drishti esbozó una dulce expresión.

Fue testigo del día en el que Noen y Kiiro se conocieron, pues fue en una Ceremonia Conmemorativa en Taruru debido a que su amigo fue a acompañarlo al Jardín de las Almas donde reposaba el cuerpo de su madre, Jhirïa Tsarki. Así que dejó de hojear los archivos por un momento y posó una mano reconfortante en el hombro del mayor.

Después de un instante, retornó a la faena.

Ambos revisaron y descartaron archivos pertinentes a las instrucciones adjudicadas. Sin embargo, fueron interrumpidos cuando la puerta se desplegó de forma abrupta.

—¡Jefe Drishti, el Leier Sedus ha sido encontrado muerto en su despacho! —prorrumpió una voz agitada desde el umbral.

Tanto el mencionado como su compañero quedaron estupefactos.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal del Jefe mientras procesaba la información. Antes de que se recuperara, el hombre de piel morena se alejó con prisa, dejándolo sumido en un mar de desconcierto y preocupación.

Drishti percibió la mezcla de determinación y preocupación en el Ha de Noen.

Con habitual serenidad, demandó al soldado que lo acompañara. Abandonaron la sede secundaria del Consejo y se orientaron hacia la edificación gubernamental.

En el trayecto, reclutó diversos soldados.

Tras arribar en la zona de los hechos, Drishti se avecinó al cuerpo inerte del jerarca. La ausencia de heridas —y sangre— era notorio, tampoco existían señales de forzamiento ni de lucha. Gesticuló las manos, indicando a los subalternos que lo retiraran, tras cubrirlo con mantas tejidas de quel'kara, el árbol de la despedida.

Una vez que el cuerpo fue trasladado al Recinto Hospitalario de Vikeesh, el Jefe de Investigaciones se centró en su amigo. Analizó con preocupación los efectos de la noticia en su rostro, quien parecía transportado a un lugar distante.

Drishti vagó al pasado doloroso, similar al presente, marcado por la pérdida de Mizu Tsarki durante el ataque del Árbol de la Oscuridad. Noen enfrentaba otro duelo de un ser querido.

Tomó suficiente aire antes de acortar la distancia.

A través de las fases lunares, fue testigo del vínculo que unía a Noen y Sedus. Más que un simple Leier, Sedus era un mentor para su amigo. Juntos, habían compartido innumerables encuentros de aprendizaje y crecimiento en el servicio de la jerarquía de Kihoi. Khann Sedus fue un pilar fundamental en la formación y desarrollo de Noen, enseñándole las complejidades de la guerra y la manipulación del Ha desde sus días como un joven aprendiz.

—Noen, thalorin esirae mauri o te tangi.

Los luceros cristalinos del referido se elevaron hasta encontrase con los carmesíes de Drishti. Antes, con la muerte de su madre, él expresó esas mismas palabras: «que el tiempo cure el espíritu del llanto». Sin embargo, al igual que en esa época, una pregunta volvió a resonar en su interior: «¿En verdad el tiempo cura las heridas?»

—¿Alguna idea de lo que pudo haber ocurrido? —preguntó el consejero de Kihoi.

—Sin signos de lucha ni hostigamiento, sin rastro de Ha foráneo y con falta de heridas evidentes, las posibilidades de que se trate de un asesinato son bajas —explicó con cautela—. Será difícil demostrar que no se trata de una muerte natural.

—¿Crees que lo fue? —Su voz salió con un delgado hilo—. Sedus estaba bien esta mañana

—No sé —dijo Drishti con convicción—. Esperemos los resultados de la disección. A fin de cuentas, puedo estar tan en lo cierto como equivocado.

Los luceros cian de Noen se colmaron de pesar y tristeza. Arrugó el entrecejo, manteniendo un respetuoso silencio en honor a la memoria de su mentor. Las lágrimas no demoraron en deslizarse por sus mejillas, tiñendo su piel morena de un tono rojizo. Soltó un suspiro.

—Voy a solicitar el informe completo al señor Bauker y analizaré los detalles con detenimiento —informó Drishti—. Los jueces superiores estarán aquí pronto. Espero tener respuestas antes de que termine la jornada.

Noen asintió, aceptando las palabras de su amigo con cierta resignación. Bajó la cabeza y con el dorso de su mano se apresuró a secar el rastro de llanto que empapaba su semblante. Sus labios resecos fueron humedecidos por su lengua. La investigación debía ser priorizada. Por otra parte, el consejero se ocuparía de la Ceremonia Fúnebre.

—Ah, supongo que no veré a Kiiro en un largo tiempo —se lamentó mientras se alejaba de la escena.

—Entonces nos vemos en la ceremonia.

Noen hizo el ademán de responder, aunque se limitó a asentir antes de dejar a su amigo en las afueras de la edificación. Quien se dirigió hacia el Recinto Hospitalario, donde trasladaron el cuerpo del difunto Leier.

Al llegar, buscó al sanador encargado de la revisión de cadáveres.

Ki ora, señor Bauker. —Drishti realizó una insignificante salutación, alegre.

Haremai. Es un placer verlo, a pesar de las circunstancias —dijo el sanador con cortesía, interrumpiendo su labor por un breve instante para, posteriormente, continuar.

—¿Has elaborado el informe oficial sobre la muerte del Leier Sedus? —averiguó el Jefe—. Me gustaría conocer las causas de su fallecimiento lo antes posible. También preciso su informe de salud más reciente.

—Debo prepararlo para la disección —recalcó Bauker, señalando el cuerpo del jerarca que yacía sobre una mesa cercana, aún vestido con sus ropas oficiales—. Si no le importa esperar algunos minutos adicionales, puede regresar luego.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

El Jefe Kieran solicitó los registros en la entrada principal de la región, en el lado sur. Examinó los nombres e identificaciones registrada, buscando pistas sospechosas. Reflexionó sobre la causa de la muerte de Sedus: sin heridas visibles y sin posibilidad de conexión con eventos pasados.

Una etapa posterior, mientras retornaba en sus pasos hacia el Recinto Hospitalario, observó a los nativos preparando la Ceremonia Fúnebre, honrando al Leier Sedus.

Emitió un vaho de aire caliente.

—¿Qué noticia has preparado para mí, señor Bauker? —inquirió Drishti, tras irrumpir en el despacho del sanador de manera imprevista—. ¿Hay información relevante para abrir una investigación?

—Lo que voy a contarle puede resultarle interesante, pero es complicado —dijo el referido, realizando gestos con las manos. Después de que el mencionado se acercó, él continuó—: Hasta hace poco, Sedus contenía diminutas partículas de Ha en sus venas, pero no eran propias.

Drishti arrugó la frente.

—¿Es eso posible? —cuestionó—. ¿Lograste recolectarlas?

—No; las perdí. —Bauker soltó una profunda exhalación—. Creí que eran de él. Al morir, el Ha no abandona el cuerpo de inmediato, ahí radica la complejidad. ¿Cómo uno ajeno permaneció en su sangre, incluso cuando el propio se desvaneció?

»Además, los colores no coinciden. El de Sedus era rojo; el otro, zafiro.

»Cada célula de nuestro cuerpo depende de la sangre y partículas de Ha para sobrevivir. Si una arteria experimenta una repentina obstrucción del flujo sanguíneo, o si este desaparece, los tejidos alimentados por esa arteria sufren de isquemia y necrosis —explicó con brevedad—. Cuanto más extensa sea la zona muscular afectada por la necrosis debido a la falta de nutrición, más grave será el infarto.

—¿Infarto? —discutió el Jefe, dubitativo—. ¿Podríamos sospechar que fue inducido por el Ha localizado en su interior?

—Sí y no. —Bauker meneó la cabeza de un lado a otro, mientras señalaba el pecho zurcido del difunto—. El corazón de Sedus se desgarró en una de las arterias principales y se produjo una ruptura.

»Desconozco la naturaleza de Ha ajeno en el cuerpo de otra persona, pero no creo que sea posible causar tanto daño con tan escasas partículas. Si el Ha hubiera sido el responsable, no habría permanecido en su interior después de perjudicarlo, habría desaparecido. —Cubrió el cadáver antes de volverse hacia Drishti—. Estoy dispuesto a someterme a una prueba mental analítica para colaborar; sé lo que vi.

—Lo tomaré en cuenta —dijo Drishti, apoyando una mano en su cintura—. Señor Bauker, durante el ataque a Kihoi surgieron especulaciones sobre Ha drenado en algunas víctimas, como en el caso de Mizu Tsarki y Ciro Khiljar. Mi pregunta es: ¿es posible establecer una conexión?

—No existe esa posibilidad sugerida —alegó con franqueza—. Los rumores se basaron en el uso de sellos prohibidos por parte de los enemigos; no es el caso aquí.

Ninguno se percató que tres jueces superiores ingresaron al espacio ocupado con cierto sigilo.

—Podemos concluir que la muerte de Sedus fue provocada por un infarto severo —prosiguió Bauker.

—¿Vas a abrir una investigación por la muerte natural de un Leier? —inquirió el juez Heim, arqueando una ceja con sutileza—. Eso es exagerado, incluso para ti.

Drishti rodó los ojos con discreción y, manteniendo su compostura, se viró con una expresión infrecuente de seriedad en su pecoso rostro. Se encontró con la presencia del segundo, quinto y séptimo juez superior del Consejo.

—Existe una mínima posibilidad de que Sedus haya sido asesinado —alegó el Jefe, esbozando una sonrisa mientras se cruzaba los brazos sobre el pecho.

—¿Puedo ver las pruebas? —Raksh, el segundo juez, extendió una mano con una expresión inquisitiva, en dirección hacia el sanador a cargo.

Este carraspeó un par de veces, buscando escribir el informe oficial al tiempo en el que procedía a suministrar la misma explicación que le dio a Drishti con anterioridad. Los miembros del Consejo atendieron sus palabras y, cuando finalizó, retornaron al Jefe de Investigaciones.

—¿Un Ha ajeno en su interior? —consultó el juez Heim.

Cuando Bauker asintió, Raksh tomó la palabra:

—¿Cuántos cuerpos has examinado hoy?

Drishti entrecerró los párpados, intuía por donde iba su pariente.

—Tres, excluyendo el de Sedus —declaró Bauker con una mueca.

—Gracias por tu tiempo, señor Bauker. Estimados, vayamos a un lugar más propicio —anunció el segundo juez superior.

Con ese asunto resuelto, los jueces superiores y el Jefe Drishti abandonaron el Recinto Hospitalario, dirigiéndose hacia el Campo Principal de Vikeesh.

El trayecto hasta las gradas cercanas a la compuerta se desenvolvió en una mudez tensa. El terreno era una mezcla de sombras y luz tenue, proyectada por las altas paredes de gneísaro —un mineral de aspecto cristalino— que los rodeaban. El suelo de calesita pulida, frío a cualquier tacto, amplificaba el eco de sus pasos mientras avanzaban hasta tomar asiento en las gradas.

Raksh Narak rompió el silencio:

—No hay pruebas que sugieran que la muerte de Sedus fuera un atentado —declaró.

—Pero tampoco es coincidencia que se descubriera un aliento de vida ajeno en su interior —intervino Drishti.

—El Ha se desvanece al pasar al Otro Lado de la Existencia; no implica que fuera drenado —dijo el juez Heim y curvó una ceja con frivolidad—. El Ha se va debilitando con el paso de los ciclos lunares. La muerte natural de Sedus, dada su edad, no sería inusual.

—Supongamos que evaluamos a Bauker, ¿y luego? Rastrear el dichoso Ha será inútil —planteó el juez Raksh, masajeándose el tabique de la nariz—. Malgastaríamos tiempo y recursos. Además, hay otros casos urgentes, como el incidente en Kiirus y las muertes del juez Ihkaru y un informante.

Reticente, el Jefe de Investigaciones asintió.

Sería arriesgado —para su cargo— iniciar una investigación con pruebas escasas. Sin evidencia clara que vinculara las muertes recientes con ataques pasados y considerando la avanzada edad de Sedus, la muerte natural era plausible. Además, la posibilidad de un error en el diagnóstico de Bauker también era una realidad; no sería la primera vez.

—¿Y si solicitamos asistencia a la Guardián del Tiempo y a la Emperatriz Cedyr? —Drishti endureció su expresión—. Contamos con esa posibilidad, ¿cierto?

—Sin pruebas, la Emperatriz no cooperará. —Raksh negó, conduciendo una mano a sus sienes para masajearlas—. No es adecuado involucrar a la Guardián sin criterio. Eso sería todo.

—Espere un segundo, juez Narak —intervino el Jefe de Investigaciones sin tardanza—, ¿podríamos conversar acerca de otro tema sustancial, en privado?

El referido asintió con serenidad.

Enseguida, los otros dos miembros del Consejo se despidieron sin mediar más palabras.

—¿Alraksh o Vine'et?

—Alraksh —ratificó el menor—. Deseo corroborar su coartada.

—Estuvimos entrenando en las afueras del Gran Bosque Azir durante la mañana del incidente —atestiguó el juez, amable—. Le pedí que se adelantara porque tenía otros asuntos que atender. Ah, también le entregué mi recomendación, él se las dará.

»¿Algún otro detalle que necesites, Drish?

—No, sólo eso. Āmihe.

¡Muchas gracias por su apoyo y por leer!

Hionfar: Moneda de más alto valor.

Wairua takatu: Se interpreta como "espíritu perdurable", denotando la creencia de que el espíritu de la persona fallecida vive eternamente.

Tēnā koutou: Gracias a todos.

Ka pai: Felicidades por tu éxito o bien hecho.

Ngāmihi nui: Expresión de felicitación.

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