|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: «Organización»|
|Capítulo 3: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 6: Reminiscencia|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 16: Conexión inefable|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 23: Investigación|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|
|Capítulo 30: Propuesta|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|
|Capítulo 43: Nuevos soldados, parte I|
|Capítulo 44: Nuevos soldados, parte II|
|Epílogo: Anhelos|
|Datos curiosos|
|Nota final|

|Capítulo 5: Anhelos del alma|

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By AlexisN11

En cada aliento, en cada suspiro del viento, el Ha habla con la voz de aquellos que vinieron antes que nosotros, tejiendo la historia de nuestra existencia con hilos de memorias eternas. 

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

La noticia de «La tragedia de Zjarr» se esparció con furor, debido a que el involucrado —de tan desafortunado suceso— destacó en la renombrada Gran Academia de Savva. Traspasó los vastos mares que separaban los continentes de Storág y Armedus de Minaret, Campesia y Duránce.

La conmoción afectó más allá de los familiares del difamado.

Los soldados cercanos al caso, así como los apasionados de las reseñas, se entregaron a debates entusiastas.

Mientras que el silencio del Consejo Supremo intensificaba el desconcierto y las especulaciones, el comunicado oficial emitido por el Leier Rahidar Dare exacerbó los ánimos de miles de oriundos. Las palabras escritas en tinta negra sobre el pergamino desencadenaron una mezcla explosiva de emociones en la población de Zjarr.

Entre los afectados por la noticia se encontraba Virav, cuyos ojos revelaban una tempestad de agitaciones ocultas.

Su pulso se aceleró y la respiración se tornó intermitente. Apartó la atención hacia otro punto cuando se topó con las ilustraciones que retrataban la sangrienta escena, antes de devolver el papel a su lugar.

Pronto, corrió hacia su hogar, nublado por una sensación familiar.

Una vez que se encerró en su habitación, las lágrimas fluyeron con libertad. Apoyó la espalda en la puerta tras trancarla, dejando que las manos temblorosas se enredaran entre los mechones alborotados de su cabello.

Se dejó caer en el suelo.

¿Quién habría supuesto que el sueño sanguinario afloraría en su memoria con apenas ojear acerca de esas muertes?

Asumió que esos recuerdos quedarían atrás al regresar a Kihoi, pero se equivocó.

Desconcertado, contó hasta diez en un intento de apaciguar su agitada conciencia. Tras recomponerse, se acurrucó junto a Rhunnad, que descansaba con la barriga hacia arriba. La presencia reconfortante del calar no aminoraba los miedos que persistían en él, pero apaciguaba con creces sus ansias.

Esa noche, bajo la menguante luz de la luna, decenas de figuras indistinguibles lo rodeaban, reflejos de Ha puro con los colores internos que los representaban. Con destreza, avanzó a pasos cautelosos hacia sus adversarios. Extendió la zurda hacia un costado y canalizó una cantidad considerable de aliento de vida, provocando que las siluetas ubicadas en esa dirección se disiparan en la oscuridad envolvente. Sin una pizca de remordimiento castigando su consciencia.

El eco de sus latidos desenfrenados le martilló la cabeza.

Anhelaba alejarse. Empero, únicamente conseguía articular palabras inaudibles; el sonido quedaba atrapado en un vacío ensordecedor. En su interior, comprendía que nada podía detenerlo ni inducirlo a contenerse y huir: el sueño mantenía un dominio implacable sobre él.

Cuando su visión se nubló, por fin, quedó solo.

Sus piernas cedieron bajo el peso abrumador que lo invadía y se derrumbó en el suelo.

El odio y la tristeza se enroscaban en cada fibra de su ser.

Lo detestaba. Por mucho que se esforzara por olvidarlo o ignorarlo, la punzante consternación persistía, creciendo en fuerza y amargura.

«No pertenezco aquí».

A paso firme, avanzó entre los cadáveres. Su camino lo llevó a una pequeña colina. La hierba marchita crujía bajo sus botas, y a medida que se acercaba a la cima, el sol se filtraba entre las nubes. En su destino, contempló el paisaje que se extendía ante él: un valle se abría en una vasta extensión de tierra cubierta por un verde manto, salpicada por pueblos, campos florares y colosos arbóreos.

"Se lo merecían...", resonó en algún rincón de su mente o del entorno; no estaba seguro.

Su semblante se constriñó y trató de negar, mas era inútil.

"Ellos fueron cómplices de los que te quitaron, sin consideración, a quienes más amabas. Hazlos pagar por su insolencia".

Un escalofrío le recorrió la espalda y juró que vomitaría.

En ese momento, daba certeza de que, sin importar el lugar ni la época, cuando esas siluetas se acercaban desconocidas, los asesinaba. Una y otra vez; sin cesar y con el odio inundando sus sentidos.

«¿Por qué?», cuestionó a su corazón, con saladas lágrimas deslizándose por sus pómulos.

¿Ese era el cruel destino que le aguardaba?

«No...»

"¡Te sobrestimaron! ¡Creyeron que te volverías débil si te las arrebataban!"

«¡Cállense! —suplicó, presionando los oídos—. ¡Cállense! ¡Eso no es verdad!»

"¡Se esfumaron de cada Lado de la Existencia!"

Las voces chillaron a un mismo compás hasta sus frases eran incomprensibles.

«Este no puede ser mi futuro... No, no, no», se repetía.

De repente, en medio de la oscuridad abrumadora, una voz gentil resonó con fuerza:

—¡¿En verdad planeas permanecer de brazos cruzados...?! —reprendió—. ¡Actúa, por favor! ¡Ayúdalos!

Virav se sobresaltó.

Las ilusiones se relegaron a un segundo plano, robándole el aliento. Luchó por mantener la compostura mientras se peinaba el desordenado cabello hacia atrás, luego condujo una mano hasta su pecho y palpó el dije de su colgante que pendía en el mediastino. Sin embargo, fue el cántico de Rhunnad lo que lo apaciguó.

Dio un vistazo frenético a los alrededores, asegurándose de que se encontraba en su habitación. Justo cuando creyó recuperar la serenidad por completo, una entidad espiritual se materializó frente a él.

"¿Otra vez ese mal sueño?"

Virav afirmó tras sentarse en la cama y mirar hacia un costado

—Antes me limitaba a caminar entre los cadáveres y ahora yo... ahora yo los...

Su voz se quebró y se conservó taciturno. Pronto, el llanto se acumuló en los párpados inferiores.

"Virav..."

—¡Fui yo! Los maté... —musitó—. Sus vidas se desvanecieron por mi Ha. ¿Sabes? Es insólito que cada vez se perciban más reales —susurró, admirándose las palmas estremecidas—; todavía puedo sentir la sangre caliente.

"Ya pasaste por esto, no temas", comentó el ser etéreo con afabilidad.

—¡No es lo mismo! —exclamó el joven Tsarki, levantándose de la cama con las lágrimas que humedecían sus bronceadas mejillas—. Ese dolor, esa agonía... ¡Se torna insoportable! Es como... —Pausó, tragando saliva—. Es como si me faltara una pieza fundamental.

«Como si una parte de mi alma se consumiera cada vez más», se abstuvo de añadir.

"Quizá se relacione con la ausencia de tus recuerdos".

No era una inquisitiva, sino una afirmación casi certera.

Resignado, Virav apartó las manos, como si estuviera renunciando a la búsqueda de respuestas. Parpadeó varias veces, mientras su respiración se tornaba errática.

—¿Por qué? —cuestionó en un tono apagado—. ¿Cómo es posible que no haya rastro de mis memorias, como si no hubiera existido una vida antes de Maa y, aun así, estos espantosos sueños me persigan? ¿Existe algún poder para inducir el olvido? ¿O quizás un sello?

"¿Qué te hace suponer que sé la respuesta?", indagó el orbe, inquieto.

Virav le dedicó una mirada severa. En algún punto de su instrucción, aprendió que las memorias de aquellos que pasaron al Otro Lado de la Existencia, y los nuevos conocimientos adquiridos, permanecían en el Ha. De ese modo, se conservaban y transmitían.

—Eres un orbe —apuntó con evidencia irrefutable—. Conoces cada Lado de la Existencia.

"Puedo enseñarte sobre los Aisures y sus clasificaciones, de la historia del Ha y los mundos más allá de las estrellas, pero también poseo limitaciones, Virav..."

—Mentiroso —sentenció Virav, realizando una mueca. No estaba dispuesto a aceptar respuestas vagas o evasivas. Luego, terció la cabeza—. Espera un momento, ¿qué dijiste? ¿Mundos más allá de las estrellas? —Sus luceros adquirieron un brillo peculiar—. No me hablaste de eso antes; ¿hay mundos más allá de este?

»¿Más razas como nosotros? ¿Más Ha y afinidades diferentes?

Un destello de inquietud atravesó el Ha del ente espiritual, palpable incluso para Virav. Eran demasiadas preguntas, demasiadas incógnitas que se agolpaban en el ambiente. El joven supuso que por ese motivo el orbe desapareció de manera repentina antes de, siquiera, intentar responder.

—¡Oye, vuelve! —reclamó, observando en todas las direcciones posibles; no sucedió—. Zyra, sé que no estás obligado a resolver mis inquietudes, pero no te vayas así.

Dejando atrás ese hecho, se dio una refrescante ducha.

Una vez que se vistió con la indumentaria tradicional de Maa, el pequeño calar, con perlas curiosas y su cola partida en alto, se acercó a Virav con alegría, listo para acompañarlo. Entretanto descendían por las escaleras, Saroj le pidió que la acompañase a pasear.

Accedió; al fin y al cabo, era la fecha en la que se reuniría con Aroha Arshad.

En el trayecto hacia la Plaza Central de Kihoi, mientras bebían extractos de arokaz, se acomodaron en una de las banquetas vacías que contorneaban el área en la que alzaba la estatua del fundador. Observaban el ir y venir de la gente.

—El clima hoy está cálido —mencionó Saroj, señalando el cielo—. ¡Mira, ni siquiera hay nubes!

Virav asintió mientras contemplaba a su hermana beber el néctar. Atesoraba esos instantes que compartía con ella. No obstante, una parte de su atención se desvió a los motivos por los cuales su madre se alejó de la familia. Asumía que iba más del alto cargo ocupaba en la monarquía Cedyr, al igual que la razón por la que su padre ya no ejercía como jefe de soldados: tenía que ver con él.

—Vir, ¿me estás ignorando?

La inquisitiva de Saroj lo sobresaltó, devolviéndolo a la realidad.

—Lo siento, no fue intencional. —Virav se rascó la nuca—. ¿Qué decías?

—Te pregunté si querías comer afghan —dijo Saroj—. Hay un comercio cerca en donde son una exquisitez.

—¡Seguro! Yo invito —pronunció, registrando los bolsillos de su pantalón hasta sacar una bolsita llena de monedas.

—Un dirion por tres docenas.

—Ten.

Saroj tomó la moneda cobriza y se abrió paso entre la gente, tarareando una melodía.

El sol se encontraba en su cenit cuando, en espera de su pariente, percibió la reconfortante esencia de Aroha. Virav siguió el tenue rastro de Ha hasta que se topó con la mujer bajita en medio de la multitud que transitaba por la plazuela. Sin dudarlo, hizo señas cuando ella le devolvió la mirada.

El tiempo pareció detenerse para ambos.

En esa oportunidad, se saludaron con el hongi —el tradicional saludo maorí—. Tras tomar asiento, Rhunnad saltó al regazo de la chica, frotándose contra su pecho. Ella rio y lo mimó detrás de las orejas.

—¿Qué tal te ha ido? —preguntó Aroha, fijándose en su amigo de soslayo—. ¿Kihoi es como esperabas?

—Hoy soñé algo diferente a las demás ocasiones en Maa. —Virav agachó la cabeza y entrelazó sus dedos, a la par que una pierna comenzó a agitarse—. Fui el culpable de lo que sucedió allí.

Aroha contuvo la respiración por un segundo.

—¿Estás seguro, Vir? —cuestionó, comprensiva—. Digo, es normal sentir miedo al estar en un lugar desconocido.

Antes de ser capaz de responder, con dulzura infantil, Saroj se situó en medio de su hermano y Aroha. Radiante, la niña probó el postre adquirido y ofreció a sus mayores, quienes tomaron unas galletitas con gestos instintivos.

—Ari, no se trata de miedo —prosiguió Virav, cuyas palabras salieron entrecortadas—. Zyra, es horrible que me miren como si supieran quién soy, como si fuera malo estar aquí... Es como si vieran a través de mi alma. Y ese vacío que siento en mi pecho también se expande, como si me hubieran arrebatado una parte valiosa.

La mirada cerúlea de la joven Arshad escudriñó las facciones tensas del contrario. Apartó la diestra de Rhunnad y la deslizó por la espalda de Virav, provocando que la tensión de sus músculos se disipara.

—No dejes que los prejuicios de los nativos te intimiden —acotó ella con dulzura—. Has llegado aquí para perseguir un sueño, ¿verdad? Todos atravesamos un proceso de adaptación único a lo largo de nuestras vidas, quizás este sea el tuyo. Esa sensación de vacío que experimentas puede tener diversas causas, como el miedo y la ausencia de tus recuerdos.

»Después de todo, una parte de ti está ausente. Es normal sentir esa extraña sensación en tu interior, ¿no lo imaginabas así?

El joven Tsarki parpadeó, incrédulo; sus palabras resonaban de manera similar a lo que el orbe y Makai le comentaron. Un afectuoso gesto se dibujó en sus labios.

—Tienes razón —afirmó Virav, guiñándole un ojo—. Āmihe, Ari. Por cierto, te eché de menos en la celebración que organizó mi familia por mi ascenso. Me hubiera gustado verte ese día, ¿visitaste a tu padre en Oge?

—Sí, tenía tiempo sin verlo. Pero sin lamentaciones. Nos hemos vuelto a encontrar aquí y eso es lo que importa —añadió la aludida, alegre—. Tenemos el resto de las fases de la Existencia para estar juntos.

El semblante de Virav se iluminó.

Había encontrado en Aroha un lazo inquebrantable e inimaginable. Ella se convirtió en la única persona, fuera de su reducido círculo familiar, con quien compartía una conexión reconfortante y perdurable desde el momento en que se conocieron en Maa. De alguna manera, ella apaciguaba los efectos negativos que anidaban en su interior.

—Creo que eso ha sido lo mejor de regresar.

Las mejillas de Aroha se tiñeron de un profundo color escarlata.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

Existía una cantidad considerable de datos que a Drishti le resultaban insólitos en el caso de Zjarr.

El primer indicio inusual surgió con Selvyn, el oficial encargado de las investigaciones en la Gran Nación Savva, que desestimó la evaluación a los testigos que acusaron a Vine'et. De esa misma forma, también rechazó la declaración del acusado. El desprecio por el protocolo establecido lo dejó perplejo, cuestionándose las verdaderas razones detrás de esa decisión. Así que tomó medidas drásticas al darle de baja por un par de octonarios.

Pero eso fue el comienzo de una serie de eventos desconcertantes.

El proceso de enjuiciamiento del joven difamado se tornaba cada vez más inaudito. Se alejaba de los estándares decretados para prisioneros «comunes», acercándose al que correspondía a los Aisures de alto estatus social. A pesar de tratarse de un menor de edad, se le negó incluso el derecho a apelar y a presentar una defensa adecuada; una flagrante violación de la ley y la justicia.

«¿Por qué?»

La evidencia parecía haber sido manipulada por conveniencia, inclinándose en contra de Vine'et y apuntando hacia su culpabilidad con descaro.

Las interrogaciones que se acumulaban en la mente del Jefe Kieran, desafiaban las explicaciones superficiales: Si Vine'et en verdad hubiera planeado utilizar su poder para escapar, ¿por qué no lo hizo en el momento de su aprehensión? Era ilógico y temerario pensar que esperaría hasta el enjuiciamiento.

Había un detalle que no encajaba en esa narrativa.

Drishti analizó los registros y detalles del caso, una vez más.

«Los otros prisioneros poseen sellos de restricciones, pero no en su Ha, ¿por qué Vine'et ha sido objeto de una atención especial? —pensó—. ¿Qué presenciaron los testigos que los llevó a culparlo de manera tan exclusiva? ¿Hay detalles que he pasado por alto?»

Exhaló; sabía que debía buscar más allá de los documentos que sostenía.

Sin perder tiempo, agarró los expedientes y se dirigió a la sede del Consejo Supremo en las tierras sagradas de Oge. Viajó a través de un sello de transportación. Vestido con el uniforme oficial que correspondía a su rango y deber, atravesó las veredas a paso decidido hasta su destino principal.

En la sala, se topó con los luceros escrutadores de los miembros del Consejo Supremo y de los mandatarios de Zjarr, quienes aguardaban por su presencia. Evaluó el entorno, pero se enfocó más en un hecho: la pierna del Leier Rahidar Dare se agitaba incesantemente. Drishti avanzó hacia el céntrico mesón de resinova. Realizó una escueta salutación, dejando caer los archivos en la superficie. Luego, recibió una reciprocidad similar de los demás.

Tras repartir copias detalladas del caso, el anciano Hassan Kieran tomó la palabra:

—Estimados, gracias por su asistencia en esta audiencia preliminar que aborda el trágico acontecimiento que envuelve a la Gran Nación Savva en relación con Vine'et Narak Kieran. La noticia ha sido desconcertante en los últimos meses y ha dado mucho de qué hablar entre los conti-

—Con todo respeto, juez Hassan, pero nada de esto posee bases sólidas para que se haya expuesto con tal irracionalidad —intervino el juez Narak. Arrojó el pliego sobre la mesa, haciendo que las hojas se deslizaran y se dispersaran. A continuación, golpeó la superficie traslúcida con fuerza—. Eso es difamación y no lo toleraré. Si he de levantar sanciones, como padre, en contra del Consejo, no dudaré en hacerlo.

»¿Traidor? ¿Deseos de controlar el poder de Zjarr por ser un infiltrado del Árbol de la Oscuridad? ¡¿Qué clase de investigación mediocre se está realizando?!

La atención se desplazó hacia Drishti, quien alzó las manos en un gesto defensivo.

—A mí no me miren, estoy en la misma página que ustedes —aclaró en un intento por distanciarse de cualquier implicación expuesta.

—Me disculpo en nombre de los nativos de Zjarr, juez Narak —comunicó el jerarca de Zjarr, que inclinó la cabeza hacia Raksh—. Debo confesar que la información que mis investigadores llevaban se descontroló, pero no entiendo cómo sucedió. Juro, en nombre de mis ancestros, que inspeccioné cada informe antes de que fuera divulgado y ninguno de ellos contenía esa información al respecto.

»El comunicado oficial que se emitió fue: "Vine'et Narak fue arrestado el mismo día en que se inició la revuelta, está en espera de ser procesado según la ley suprema".

»Ordené que se retiraran las copias de las calles, aunque nada puedo hacer fuera de los límites territoriales de Zjarr. —Tomó una breve inhalación antes de proseguir—: Aun así, estamos haciendo todo lo posible por investigar a fondo. No lo pudimos evitar.

—¿No «pudieron» o no «quisieron» evitar?

»Sin mencionar que llevan una investigación de la cual, cabe destacar, no poseo información alguna —riñó Drishti con los brazos cruzados y una ceja enarcada, su atisbo desafiante estaba posado en Rahidar—. ¿Qué clase de Leier consiente que sus soldados pasen por encima de mi autoridad?

»Es un quebrantamiento a la ley suprema. Además, esto —enfatizó, levantando el documento respectivo con sorna—, ni siquiera especifica lo que los testigos notaron. No existen bases consolidadas para encerrar a Vine'et. Y para añadir más cargos legales en su contra, Leier Dare... —Hizo una breve pausa y esbozó una gentil sonrisa cargada de ironía—; no emití orden de detención.

—Lo sé. Pero no es que se haya excluido porque así se ha querido, Jefe Drishti —dijo con cierto nerviosismo—. No consideramos que sea sensato que usted deba involucrarse de manera directa en el caso.

—¿Disculpe? ¿Qué demonios insinúa? —inquirió este, arrugando la nariz. Cada músculo de su cuerpo estaba en tensión, y su voz era un hilo afilado—. ¿Asume que no soy capaz de realizar una investigación justa y dejar de lado mis lazos familiares? ¿Por quién me toma? —masculló, dejando escapar un bufido frustrado, delineando una mueca de hastío—. ¿Cuándo ha visto que uno de mis casos se maneje de modo tan rastrero?

Rahidar había oído hablar de Drishti en fases previas, antes de que fuera designado como Jefe de Investigaciones, debido a sus galardonadas indagaciones en diversas tierras de los cinco continentes que componían el mundo en el que habitaban. Era un hombre que no cedía hasta que se presentaran pruebas contundentes, su escepticismo era conocido por todos. Aun así, trató de explicar su posición como jerarca de una Gran Nación.

—¿Qué juez lo autorizó? —continuó el Jefe de Investigaciones, impaciente—. ¿Debo recitar las leyes para que las recuerde?

El silencio atestó la sala de reuniones.

En el Consejo, era esencial valorar todas las opiniones y votos, independientemente del linaje, siempre y cuando estuvieran respaldados por argumentos sólidos para juzgar al acusado. Era parte de sus códigos y estatutos.

—No respetó los derechos de Vine'et —prosiguió Drishti con un tono mordaz, las pecas de su rostro resaltaban ante el tono escarlata que este tomó—. ¡Y, aun así, tuvo el descaro de concederse una decisión judicial sin consultar con el Consejo Supremo!

—¡Treinta nativos, Jefe Drishti! —profirió el Leier Rahidar, sobresaltado, sus manos apretadas—. Mató a treinta nativos de Zjarr en un par de etapas, ¡¿qué esperaba que hiciera?! —Respiró profundo antes de continuar—: El estatuto dictamina que, con testigos oculares, se puede aplicar un sellado de Ha antes del juicio respectivo.

—Con una orden del Jefe de Investigaciones —reiteró el referido.

—Estuvo mal, ya nos quedó claro —habló el consejero principal de Rahidar con prontitud, en tono desaprobatorio—, pero eso no le resta culpabilidad al joven Vine'et.

La Emperatriz Dharani, con una mirada penetrante, se pronunció sin prisa:

—Tampoco se la suma, señor Fylar.

—Sólo un Kieran puede dominar la mente y la realidad. Por ello, actuamos con previsión. —Las palabras Rahidar fueron apresuradas, mezcladas con un toque de ansiedad—. Buscamos evitar conflictos con la ley suprema y proteger a Zjarr.

—Los sellos prohibidos también podrían ser capaces de hacer eso —agregó el juez Raksh con serenidad, fijándose en el expediente—. No se debería descartar.

—Eso es cierto —corroboró la Guardián Nyree.

—Los testigos, nativos y soldados, vieron a Vine'et; no pudimos detener a los afectados por su poder —dijo el Leier de Zjarr, abriendo algunos archivos y pasándolos hacia los jueces por medio de su consejero principal—. Tenemos pruebas y, ante la falta de cooperación del acusado, pedimos permiso para una prueba mental.

Los oscuros luceros del juez Raksh se abrieron con extrañeza. El latir desenfrenado de su corazón pareció retumbar en el súbito mutismo que los rodeó.

—«Estar allí» no es suficiente motivo para un procedimiento extremo —refutó Drishti entre dientes.

—Es la cúspide de la montaña, Jefe Drishti —puntualizó el Leier de Zjarr.

—La prueba mental analítica es ardua y temo por Vine'et —dijo Drishti con preocupación—. Muchos soldados rechazan someterse a ella. Y ya hemos visto casos pretéritos de deterioro grave, como el del exjuez Frya Rodhan.

El silencio sepulcral se extendió por la sala durante eternos segundos.

El dilema se hacía cada vez más evidente: ¿era justificable someter a Vine'et a una prueba tan extenuante y potencialmente dañina en busca de la verdad?

—Entonces, ¿pretende que se libere a un criminal? —cuestionó Rahidar, desconfiado.

—¡¿Criminal?! —El Jefe Kieran se levantó del asiento con sobresalto—. ¡Por los ancestros, Leier Dare, tiene dieciséis lunas! —protestó—. Vine'et es un niño, ¿realmente quiere ver cómo se desmorona su mente y su estabilidad debido a este proceso ilegal? Lo siento, pero no puedo permitirlo. Como Jefe de Investigaciones, me niego a autorizarlo.

—¿Qué propones, Drish? —intervino el juez Sujan Kieran, torciendo una ceja con interés—. No podemos dejarlo en libertad sin llevar a cabo una investigación exhaustiva sobre los delitos que se le atribuyen.

—¿Por qué la urgencia? —planteó Drishti, sin disimular un tono mordaz—. Rodhan fue un traidor; Vine'et, un aprendiz recién graduado. No minimizo las tragedias, pero son casos distintos. Su Ha fue sellado, someterlo a una prueba tan severa podría dañar más que su cordura. ¿Existe información que ustedes tengan y yo no?

—La ley exige justicia —dijo el Leier de Zjarr en su postura.

—¿Y dónde queda la misericordia? —objetó el Jefe de Investigaciones—. Una ley que se aplica sin misericordia es crueldad. No estoy diciendo que debamos ignorar la justicia, sino que debemos postergarla. Si bien Vine'et sabe lo que implica portar el poder de los Kieran, eso no significa que no se vea afectado.

»No someteré a un menor a pruebas severas reservadas para traidores. Si proceden, enfrentarán mi juicio.

El mutismo los embargó por eternos minutos.

—Por ahora, es todo —declaró el juez Hassan al percatarse de que nadie se opondría a tal declaración—. El Jefe Drishti manejará los informes. La prueba a Vine'et se realizará al alcanzar la mayoría de edad. Leier Rahidar, discutiremos su sanción luego. Que los ancestros nos guíen.

Con esas palabras, los presentes asintieron en silencio y comenzaron a abandonar la estancia.

¡Muchas gracias por apoyar y leer!

Dirion: Segunda moneda de bajo valor comercial.

Calar: Una bestia mitica.

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