The Forgotten Kingdom 《♧》Hyew...

Oleh -Mxxnligth-

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《 Cuando la guerra se desata entre dos reinos, Hyejoo se ve obligada a entrar al ejército para defender a su... Lebih Banyak

Prólogo
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Final
Epílogo

Veintitrés

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Oleh -Mxxnligth-

El cielo se encontraba gris ese día; las señales de lluvia estaban presentes desde que Hyejoo abrió los ojos esa mañana. Parecía que incluso el ambiente sabía que era un momento tenso para todos. No tenía sentido tener un día soleado cuando alguien perdería un Rey en pocas horas. Hyejoo estaba ansiosa.

La noche anterior había tenido dificultades para dormir y por cómo escuchó a Chaewon moverse mil veces en toda la noche, sabía que tampoco había descansado en lo absoluto. Las marcas oscuras debajo de los ojos del comandante Reiss demostraban lo exhausto que estaba por la situación. El pobre hombre estaba encargado de la división más "importante", aquella que priorizaba la vida de Hyejoo, y el peso de tal responsabilidad era muy grande. Heejin parecía más alterada que cualquiera en el castillo. Revisaba constantemente los planes en voz alta y se aseguraba de que la espada de Hyejoo estuviera en perfectas condiciones. Ella se quedaría, incluso si insistió cientos de veces en acompañarlos. Hyejoo no lo permitió.

Si Alistair lograba su cometido, Heejin podía irse lejos de ahí y se salvaría de las atrocidades que el hombre quisiera hacer con ella. Hyejoo no iba a permitir que le pusiera una mano encima, incluso estando tres metros bajo tierra.

Chaewon parecía tranquila en el exterior, pero Hyejoo solo tenía que verla a los ojos para encontrar el pánico en su mirada. Tenía la esperanza de que todo saliera bien, pero su miedo a perderlo todo era mucho más grande. No había pronunciado palabra alguna respecto a lo que sucedería, ni siquiera para dar sus opiniones como siempre solía hacer. Se limitó a colocarse al lado de Hyejoo y tomar su mano de vez en cuando, solo para hacerle saber que ella estaba ahí. Recordarle de manera silenciosa que siempre estaba ahí.

— Mi Reina, está hecho —. Reiss llegó a su lado, su armadura hizo a Hyejoo entrecerrar los ojos por el repentino brillo —. Esperamos su orden para partir.

— Gracias, Elijah — dijo en un murmullo, su cuerpo batallando por acostumbrarse a la pesada armadura —. Solo denme unos minutos, ¿los caballos están listos?

— Todo está listo, Hyejoo —. Chaewon llegó a su lado, con su armadura se veía más pequeña —. Solo te esperamos a ti.

Hyejoo asintió en silencio. En su pecho podía sentir el corazón latir sin piedad, de forma dolorosa. Sus manos temblaban mientras daba los últimos ajustes a su armadura. A primera hora del día, todo se puso en acción. Cada persona en el ejército ya estaba en su lugar indicado y quienes aún no lo estaban, era porque la estaban esperando. Estaban a nada de tener la batalla que definiría el futuro de Vergessene.

Ese futuro estaba en sus manos.

— ¿El Norte está protegido? — preguntó a Reiss, quien le dio un asentimiento inmediato.

— Todo está como lo planeamos, su Alteza.

— Bien... — Hyejoo tomó una bocanada de aire —. En marcha.

Tan pronto como sus palabras salieron, todo a su alrededor comenzó a moverse. Al poco tiempo, tanto el comandante Reiss como Chaewon abandonaron la habitación, dejándola a solas con una asustada Heejin. No tardó nada en correr hacia sus brazos, prometerle que haría todo para volver y no soltarla hasta que la mujer también le prometiera huir si no lo lograba. Fueron los minutos más largos de su vida en ese abrazo.

— No quiero que visites a tu padre —. Heejin le sonrió, separándose del abrazo —. Yo me uniré con él primero.

— Si yo me uno a él primero, vete y nunca vuelvas, ¿de acuerdo?

— Me iré —. Asintió, aceptando su orden y se inclinó un poco hacia Hyejoo, dejando que sus labios presionaran contra su frente —. Estaré aquí cuando regreses, mi Reina.

— Gracias por todo, Heejin.

Con una sonrisa y una última reverencia, Heejin dio media vuelta y la dejó ir. Hyejoo no quería que la dejara ir.

Se aferró a la espada en su cintura, mordiendo su labio con nerviosismo mientras seguía caminando por los pasillos del castillo. Se topó con pocas personas en su camino, quienes le desearon la mejor de las suertes junto con el saludo correspondiente. Hyejoo no pudo hacer más que agradecer en voz baja y continuar su camino. Sentir el apoyo de su gente le dio un sentimiento de paz.

— ¿Tenemos alguna noticia? — preguntó a Reiss una vez llegó a su encuentro, ignorando por completo que tenía la mirada de un ejército entero en ella mientras luchaba por subirse a su caballo. Chaewon tuvo que ayudarla.

— No hay señales de Verlassen en ninguno de nuestros caminos hacia el Norte. — Informó extendiéndole su casco —. Si partimos ahora mismo los encontraremos a mitad del camino o antes, estaremos lo suficientemente lejos de Vergessene.

— Perfecto. — murmuró con un asentimiento, tomando el casco entre sus manos.

— Solo necesitamos su orden para partir, mi Reina.

Hyejoo suspiró mirando a todos los soldados frente a ella, no podía ver el rostro de ninguno gracias al casco que los protegía, pero podía sentir sus intensas miradas, parecían estar esperando algo más que solo su orden, pero Hyejoo no era esa clase de Reina, no sabía dar discursos motivadores.

— No les daré un discurso, no sé hacer eso. — Les confesó alzando la voz, su pequeña sonrisa apenada relajando visiblemente a los soldados frente a ella —. Sobrevivan, por favor.

Y con un último grito de guerra, que sinceramente hizo a Hyejoo sobresaltarse, partieron hacia lo que podía ser su muerte. No tuvo el tiempo ni la suerte de encontrarse con sus amigos en el camino, incluso cuando los buscó con la mirada entre todos los soldados, pero sabía que ellos habían entendido su mensaje. Ellos tenían que sobrevivir; Hyejoo no podía perderlos. Tuvo la esperanza de poder ver, aunque fuera a Haseul cuando fue rodeada por el escuadrón del comandante Reiss, pero cuando notó que eran soldados que nunca había visto en su vida, sus esperanzas bajaron. Lo único que la mantenía medianamente cuerda era su propia responsabilidad y Chaewon, que no se despegaba de su lado.

— Estaremos bien. — Escuchó a Chaewon hablar, su mirada debajo del casco dándole compresión.

Hyejoo no pudo responderle, especialmente porque el trotar de los caballos y el sonido del viento dificultaban escuchar y responder, pero un asentimiento fue más que suficiente para Chaewon y todo lo que Hyejoo pudo dar. Incluso si fueran simplemente caminando, nadie saldría de su boca; las palabras se atascaban en su garganta.

Cabalgaron durante bastante tiempo, horas en las que Hyejoo sintió cómo su corazón latía sin parar, su respiración se atascaba y varias veces tuvo que quitarse el casco para poder respirar un poco mejor. Chaewon se acercó todo lo que pudo en esos momentos e incluso también se quitó el casco para brindarle un poco de consuelo en la familiaridad de su rostro. Hyejoo no podía estar más agradecida de tenerla a su lado.

Si ella estaba ahí, nada podía ir mal.

El Rey Alistair se sentía en las nubes, la pesada armadura en su cuerpo y la espada en su cintura no parecían tener efecto alguno en el hombre. Desde que partieron del castillo con dirección a Vergessene su humor no podía ser mejor, sentía el sabor de la victoria.

— ¿Hay alguna noticia de Aliah? — preguntó al tembloroso Alec a su lado. No estaba planeado que el hombre los acompañara en lo absoluto, no era un soldado y realmente no tenía muchas formas de defenderse en clase de algún ataque, pero Alistair lo quería ahí.

— Sí, mi señor. — Asintió mirando a su alrededor, intentando huir de la fija mirada de su Rey en él —. Al parecer había una clase de contención en el Norte, pero lograron burlarla por la noche y no deberíamos tardar en encontrarlos.

— ¿A él y cuantos más? ¿Dónde está toda la tropa que mandé?

— Uhm, bueno no estamos seguros. — murmuró recordando las vagas palabras que el príncipe escribió —. Mencionó al comandante, pero—

No pudo terminar porque el Rey Alistair se había acercado lo suficiente como para tirarlo de su caballo. El golpe fue tan duro que lo hizo gemir, el dolor se extendió por todo su costado, y el alboroto alteró al pobre animal. Ahora, Alec no solo tenía que lidiar con su propio dolor, sino también con calmar a su caballo.

— ¿De qué me sirves si nunca me das lo que busco? — Alistair lo observaba desde arriba, montado en su caballo como el Rey que era —. Si no tienes lo que quiero, no me des nada.

Alec se quedó rezagado mientras el Rey se alejaba y cientos de soldados pasaban a su lado. No tardó mucho en ponerse de pie y subir nuevamente a su caballo para poder alcanzar a su Rey. Si no estaba a su lado cuando lo necesitara, le iría muy mal, y tampoco quería arruinar el buen humor que el hombre tenía. Ignoró el dolor en las costillas y siguió cabalgando al lado del Rey, ignorando las punzadas de dolor que el movimiento causaba. Hubo largos momentos de silencio tenso, donde el pequeño hombre se mantuvo en silencio y el Rey miraba hacia adelante en busca de su hijo, esperando que el muy inútil tuviera la decencia de presentarse con el resto de la tropa y no solo él. ¿Para qué lo quería a él?

— ¡Mi Rey!

Y ahí estaba su voz chillante. El Rey Alistair suspiró al escuchar sus gritos de saludo en el momento en que lograron divisarlo a la distancia. Estaba aliviado de verlo con vida; no podía negar que seguía siendo su hijo. Sin embargo, ahora que finalmente lo tenía frente a él después de meses sin escucharlo, lo consideraba un poco estresante. Era un joven demasiado enérgico, tanto que resultaba agotador estar con él. Aunque Alistair llegó a considerar eso como una buena virtud para que tomara el trono, fue decepcionante descubrir que era la única virtud que pudo encontrar en su propio hijo.

— Aliah. — saludó con un asentimiento, mientras el príncipe devolvía su saludo con una reverencia, de la misma forma que lo hicieron los pocos soldados detrás de él —. ¿Dónde está el resto?

— Oh, sí... ahm....

El joven miró a su alrededor con pánico, notando claramente que no eran ni la mitad de lo que el Rey había enviado inicialmente. Habían perdido a varios en la invasión, una gran parte se había ido en las batallas siguientes y el resto estaba encerrado en el castillo de Vergessene. Pasaron de ser una tropa enorme que había invadido un distrito entero a ser apenas una cuarta parte de lo que el Rey había enviado; fue una baja considerable en su ejército.

— Mi señor. — El comandante Minho salió en ayuda del príncipe, quien parecía no encontrar palabras para explicar la gran pérdida de la tropa —. Tuvimos muchas circunstancias donde hubo perdidas inevitables, pero estamos seguros de que podemos lograrlo con las tropas que tenemos.

— ¿Mis soldados cayeron por su incompetencia? — preguntó arqueando una ceja. El comandante abrió la boca, dispuesto a negarlo, pero la mano que el Rey alzó en el aire lo calló por completo —. Cállate, no quiero saberlo.

— Lo lamento, mi Rey. Fue toda mi culpa, yo estaba a cargo de la tropa.

— Entonces demuéstrame que puedes hacerlo mejor, Minho. — Alistair rodó los ojos poniendo a andar nuevamente a su caballo, pasando en medio de ellos —. Muévanse.

Nuevamente su ejército se puso en marcha, los nuevos soldados en integrarse lograron hacer una pequeña diferencia en la cantidad de personas que tenía disponibles para atacar, pero aun así sentía que no eran suficientes para salir la mayoría con vida del ataque. Después de la actualización que le dio el comandante respecto al ejército de Vergessene su humor empeoró, antes ya tenían un ejército considerable, pero ahora que había integrado a las personas de forma obligatoria su ejército era enorme en comparación al suyo, si no hubieran planeado llegar de sorpresa el ataque se habría convertido en un rio de sangre y para su desgracia sería su sangre. Se tragó el descontento y siguió adelante sin dejar los malos pensamientos llenar su cabeza, solo eran pensamientos.

— Mi señor, algo se acerca. — Un soldado del cual no conocía el hombre habló señalando a la distancia. El Rey Alistair giró inmediatamente el rostro al comandante y el príncipe, quienes observaban con pánico en el rostro al ejército que se acercaba al mismo paso que ellos.

— Me pueden explicar, si no es mucha molestia — Comenzó a hablar entre dientes, su mandíbula doliendo por la fuerza con la que apretaba —. ¡¿Qué hacen ellos aquí?!

— ¡Mi señor! — Minho saltó en su lugar cuando la voz del Rey se alzó en un grito —. No lo sé, señor. La coronación debería estar por empezar.

— ¡Yo no veo ninguna coronación, imbécil!

— Padre, aun podemos lograrlo. — El príncipe habló con voz segura, tragándose el miedo que recorrió su cuerpo cuando el Rey lo miró a los ojos —. Solo... solo tienes que acercarte a la Reina, la mayoría son soldados sin experiencia, acabar con ellos es muy sencillo.

— Tan sencillo que no regresó la mitad de la tropa que envié. — gruñó sacudiendo la cabeza con enojo —. Quiero esa maldita corona. ¡Tráiganmela!

El enojo y frustración era evidente, sus planes de otro ataque sorpresa se habían ido por la borda sin siquiera empezarlos, pero ninguna emoción negativa, ni siquiera el miedo de poder perderlo todo los hizo retroceder. Avanzaron con emoción, sus caballos galopando a gran velocidad mientras la distancia entre ambos bandos disminuía, ambos líderes podían sentir la tensión en el ambiente. Alistair sentía su enojo y su hambre por ganar, Hyejoo sentía su pánico y sus ganas de vivir. Eran sentimientos diferentes, pero muy fuertes para no detenerlos hasta estar frente a frente.

Metros los separaban, tan pocos que podían escucharse jadear mutuamente por el cansancio y los sentimientos de angustia. Alistair estaba al frente de todo su ejército y Hyejoo se movió de su posición segura para hacerle frente, con sus armas desenfundadas aun abajo, un pequeño encuentro para negociar antes de convertir ese lindo campo en un rio de sangre.

Hyejoo vio por primera vez al hombre y entendió perfectamente todos los rumores sobre Verlassen, su Rey parecía tener al mal en la mirada y sus soldados detrás de él parecían demasiado temerosos como para hacer algo al respecto. Alistair la analizó de igual manera, el hombre esperaba a una tonta e indefensa niña que se pusiera a llorar tan pronto lo viera, fue una gran sorpresa observar a esa mujer decidida y con la frente en alto.

— Hyejoo... — El hombre le dio su mejor sonrisa, recorriendo a su ejército con la mirada —. Es un gusto conocerte al fin.

— Me gustaría poder decir lo mismo, Alistair. — respondió con frialdad, manteniendo su postura cuando la sonrisa del hombre cayó. Odiaba que no le mostraran respeto.

— Bueno, tú sabes a qué vengo ¿no es así? — Alzando una ceja estiró la mano en su dirección —. Esa corona, la quiero.

— Ay, que pena. — Hyejoo fingió sorpresa alzando ambas cejas y cubriendo su boca con una mano —. Yo creo que no se va a poder.

— ¿Te crees muy graciosa?

— Sinceramente sí. —Hyejoo le sonrió entre todo su pánico y nerviosismo, y eso no mejoró el humor del hombre.

— Como quieras, Hyejoo. — Sonriendo nuevamente el hombre extendió el brazo, señalándola —. Si no me la das, la tomaré.

Verlassen comenzó a avanzar. La batalla había iniciado.

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