As de picas

By mariafeanvi

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Dos mundos completamente opuestos se verán las caras durante ocho días en Las Vegas. Un viaje que cambiará p... More

1. El viaje
2. Las Vegas
3. Sí, quiero
4. Bambi
5. Primera vez
7. Cuatrocientos cincuenta mil dólares
8. El Trébol
9. Magia
10. Bando
11. Cazador
12. El final
Epílogo. La carta de Zayn

6. Talón de Aquiles

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By mariafeanvi

(VideoBook 👆🏼Viéndolo entenderán el giro que dará la historia a partir de ahora. Espero que les guste 🖤)


Louis pegó un salto cuando sintió, con saña y cierta fuerza, unas manos chocándose con su espalda. Se volteó confuso y con el ceño fruncido, hallando a la persona a la que ya le había intuido cierto mal genio e inquina hacia él.

Nico.

—¡¿Qué le hiciste?! —exclamó el británico con el rostro rojo, propinándole otro golpe en el hombro.

Louis miró incómodo a los pares de ojos que se posaron sobre ellos. Estaban siendo el centro de atención de la sala de espera de urgencias del hospital. Ni aún así Nico aflojó su expresión o los puños con los que le encaraba.

—No le hice nada —murmuró Louis, en voz baja y haciéndole una seña para que lo imitara—. Le ha salido sangre por la nariz mientras nos dábamos un baño en una piscina. Insistió en que lo trajera.

Nico abrió los ojos como platos, suspirando con pesadez y llevándose las manos a la cabeza.

Lo cierto era que en el momento sucedió todo un poco más rápido. Harry se mostró inquieto cuando le avisó de su estado, atinando a salir con rapidez de la piscina mientras la palma de su mano se llenaba de sangre al intentar controlar la hemorragia. Louis también se había sobresaltado y el escenario era, cuanto menos, complicado. Tenían sus ropas empapadas y Harry se llevó al rostro una toalla que había encontrado una toalla perfectamente doblada a los pies de una hamaca. Cuando Louis quiso preguntar, este ya le había pedido que llamara a Nico. Solo supo asentir y consultarle si necesitaba algo más; agua, gasas, ir al médico... Brincó en el sitio cuando Harry aceptó algo desesperado la última opción. Después de eso, todo fue todavía más rápido. Se secaron como pudieron con otro par de toallas, Louis le puso por los hombros su cazadora y fueron en busca de un taxi. El trayecto hasta el hospital más cercano fue de apenas quince minutos.

Louis se tuvo que despegar el teléfono de la oreja cuando lo primero que hizo Nico al descolgar la llamada realizada desde el teléfono de Harry fue despotricar insultos y algún balbuceo.

—¡Menos mal que se le dio por venir! —Nico giró sobre sí mismo sin bajar las manos de la cabeza. Bufó, gruñó y fulminó una vez más con la mirada a Louis—. ¡Le prometí que esto no le pasaría!

Louis torció el gesto sin entender, molesto incluso con su reacción, la cual consideraba exagerada además de infantilmente agresiva.

—Oye, tranquilo... Solo ha sido un poco de sangre en la nariz. Seguro fue por el calor del recinto de la piscina y...

—¡¿El calor?! —trinó encolerizado y posicionándose de nuevo delante de él—. ¡No es por el calor, joder! ¡Harry tiene hemofilia!

Nico maldijo de nuevo mientras Louis cerró la boca al oírlo. Quiso volver a hablar, preguntar... Intentó incluso pestañear para entenderlo, pero una enfermera irrumpió en la sala para anunciar que una persona podía pasar a ver a Harry Styles. Nico se apresuró a embestir a la mujer alegando que viajaba con él y que era su mejor amigo.

Louis entonces se dejó caer resignado en una de las sillas de la sala de espera, junto a una de las señoras que lo había mirado mal por la escena de hacía un momento.

Hemofilia. Sacó su teléfono móvil.

Cuando la enfermera rodó la cortina azul, Nico se abalanzó sobre la camilla donde se encontraba Harry. Estaba sin camiseta, recostado y con la nariz algo colorada. Sus pantalones estaban todavía mojados y cuando el angustioso Nico quiso decir algo, con una sonrisa apaciguadora intentó relajarlo.

—Estoy bien —se adelantó Harry posando la cabeza sobre la almohada—. ¡Te lo juro!

—¡Santo dios, Harry! —fue lo primero que soltó Nico—. ¡Estás en el hospital! ¡No estás bien!

—Ha sido por haber estado bajo el agua. Actuamos rápido y se ha controlado fácilmente la hemorragia. La médica que me ha atendido dice que me tendrán en observación hasta esta noche por prevención, pero que está controlado.

Nico enarcó una ceja.

—Bien —parecía haberse quedado realmente sin palabras—. De acuerdo. Llamaré al seguro de viajes y daré parte.

Harry, por toda respuesta, llevó la mirada al techo respirando hondo. Pudo haberse, como siempre lamentado mil veces de su estado. Pudo maldecir su suerte y recordar las absurdas normas que durante toda su vida se había auto impuesto para evitar situaciones así, sin embargo, en su mente solo rondaba una cosa.

—¿Y Louis?

Nico adoptó un semblante que podía parecer hasta cómico si no fuera porque Harry lo conocía muy bien.

—Mira, Harry, esta historia del rollete de vacaciones ya me parecía del todo surrealista, pero es que ahora, contigo aquí, deberí-

—Nico, por favor —rogó haciendo un ademán con la mano—. Sé que está aquí, quiero verlo, tengo que explicar-

—Ya se lo he dicho yo. Y me da igual lo que me digas, él tiene que saber que tú... ¡Tiene que frenar! ¡Esto es increíble, tío!

Nico no se intimidó ante el semblante boquiabierto y anonadado de Harry. Consideraba que se merecía una reprimenda. Él siempre lo alentó a vivir más la vida, pero tan solo a las setenta y dos horas había cumplido todos los récords.

Lo siguiente que sucedió fue una serie de maldiciones y palabras ininteligibles por parte de los dos amigos con opiniones bastante dispares. Harry lo llamaba exagerado y Nico replicaba indignado. Tuvieron que parar cuando una enfermera les llamó la atención, proponiendo a la visita que era mejor que se retirara.

—Nico, por favor, dile que venga. Tengo que hablar igualmente con él, ¿no? —Su amigo, de nuevo, gruñó antes de palmearle una pierna jurando que volvería más tarde, que no se iría del hospital, pero que necesitaba tomar aire y arreglar los trámites con el seguro de viajes.

Cuando estuvo solo, Harry volvió a hundir la cabeza en la almohada, resoplando y tratando de razonar consigo mismo. Sabía que Nico tenía razón, pero su propia cordura se aliaba con aquellos aleteos en el estómago al pensar en su también mágica, peliculera y surrealista realidad. Sabía que estaba siendo irracional, que se dejaba llevar más de la cuenta y se aferraba a la fantasiosa y fugaz historieta de amor que se materializaba con un anillo en su dedo. Era de locos, pero la propia realidad le indicaba que no le quedaba otro remedio que vivir aquel sinsentido. Y sonrió, pero también vagó la vista a su alrededor y se angustió. Vivir aquella locura era hacerlo junto a una inherente carga personal, aquella enfermedad que en ese momento no sabía por qué decidió ocultar si ella misma siempre se encargaba de traicionarlo haciéndose notar. Encogió los dedos de los pies al pensar en Louis, en su reacción, en su rostro cuando lo vio sangrando y cómo actuó paciente y preocupado de camino al hospital.

—¿Bambi?

Sin embargo, aquel mote conseguía que todas sus preocupaciones se desmoronaran. El rostro de Louis se acababa de asomar por la cortina.

Harry quiso hablar, intentó balbucear algo, pero en su lugar solo sintió cómo sus mejillas se encendían y el pecho le empezaba a latir con fuerza. Tragó saliva y algo más fuerte que él le arrebató el aliento cuando el recién llegado se acercó.

—Bambi, Bambi... Pero, ¿cuántos secretos tienes escondidos?

—Ninguno más relevante. —La sonrisa ladeada que adornaba la expresión de Louis lo desarmó—. Yo... Lo, lo sien...

—Shh... —siseó—. Al final vas a ser igual de frágil que el pequeño cervatillo.

—Con la diferencia de qué ese sí se levantaba entero de las caídas. Yo siempre voy adornado con moretones. Y con una medicación crónica.

—Solo es una parte más de tu increíble encanto. —Louis le acarició un brazo—. ¿Tú como te sientes?

—Bien, no duele, es solo... aparatoso y hay que pararlo cuando pasa así.

—Perdona, no sabía que la piscina...

—¡No! No, por favor, no... No, si es que ni siquiera lo sabías. Más bien me disculpo yo por todo este jaleo y... —Suspiró agobiado—. Puedo hacer vida normal, puedo ir a piscinas, es sólo que... a veces pasa.

—No te preocupes por nada. Ya te encuentras bien, eso es lo que importa.

—Lo siento.

—No, no sientas nada.

Lo observaba mortificado.

—Sí, estamos aquí desaprovechando la tarde...

Louis sonrió de lado, miró a su alrededor para confirmar que estaban solos y se inclinó sobre la camilla despacio, buscando intimidad en su gesto mientras intentaba ser delicado.

—Puedo besarte, no creo que eso sea desaprovechar...

Harry no supo tragar saliva.

—Y-ya... Pero me refería a otra cosa. El tiempo es clave, ya sabes que...

—Shh... —Dejó un beso suave en sus labios—. No te preocupes por eso. Recuerda que puedo hacer magia, cariño.

Harry suspiró cerrando los ojos con fuerza y permitiéndose sentir abrumado. Louis volvió a picotear sus labios, luego besó su frente y se separó despacio mientras le dejaba otra caricia a lo largo del brazo.

♣ ♠ ♥

El alta del hospital fue fácil y relativamente rápida. Nico había hablado con el seguro de viajes y ellos fueron los encargados de realizar todos los trámites directamente con el hospital. La médica que atendió a Harry desde el primer momento en urgencias supervisó su medicación y no le mandó ningún fármaco adicional. Descanso, supervisión, situaciones a evitar... Ninguna advertencia con la que no hubiese lidiado antes.

Aquella misma tarde-noche Nico deslizó la tarjeta dorada por la ranura y la pequeña lucecita del seguro se volvió verde de forma automática. Abrió la puerta de la habitación de ambos y un par de maletas abiertas, ropa y papeles revueltos les dieron la bienvenida. Nico había insistido en que fueran a cenar algo, pero Harry le juró que con lo que le habían dado por la tarde en el hospital se sentía lleno.

—¿Qué hacemos con la excursión de mañana a la presa Hoover? —preguntó Nico sentándose en la cama.

—Pues ir, evidentemente.

—¿Estás seguro?

—Claro que sí, estoy bien y mañana no me va a pasar nada. De verdad, Nico. Iremos y te sacaré todas las fotos que tienes planeadas.

Su amigo había estado preparando las poses y se había obsesionado con algunos puntos dignos de inmortalizar. A él también le hacía ilusión la excursión a otro sitio tan importante e histórico, seguir con el itinerario del viaje, dejar que con ello pasara un día más...

Harry también se sentó en la cama y resopló, echando de reojo un vistazo a la pantalla de su teléfono móvil. Eran las diez y cuarto de la noche.

—¿A qué hora tenemos la excursión? —preguntó.

—Salimos a la dos y media en autobús. A la una tenemos incluido el almuerzo en el buffet del hotel. Por la mañana, para no cansarnos mucho ya que la excursión va a ser un tute, había puesto en el itinerario que era día de ir de compras y cotillear tiendas.

Harry se giró a mirarlo.

—Qué virgo eres...

—Y a mucha honra, guapo.

Ambos rieron y Harry sintió que con ello liberaba un poco más la tensión de aquel día. Un día, en realidad, perdido dentro del viaje, en lo cuadriculado y perfecto en tiempos que había organizado Nico.

Era consciente que conocer a Louis había arruinado muchos de los planes y que su amigo tuvo que cambiar algunas anotaciones en su archivo de Excel, llegando a tener que hacer algunas actividades solo. Se tumbó en la cama, sabiendo que lo próximo que iba a pronunciar lo haría sentir, una vez más, un mal amigo y un pésimo compañero de viaje.

—¿Te importa que por la mañana me vea un momento con Louis? Necesito volver a hablar con él en persona.

Se imaginó la expresión de Nico a la perfección mientras miraba al techo.

—Ya me imaginaba que me lo dirías. Mira, Harry... —calló y dejó escapar un resoplido—. Yo mismo me caigo pesado por repetirte siempre lo mismo. Ya sabes qué opino, así que sí, vale, me parece bien que mañana vayas a hablar con él. Nos vamos dentro de tres días así que... Sí, habla con él.

Harry ignoró el malestar en su pecho y se levantó de la cama para dirigirse al cuarto de baño. Necesitaba lavarse los dientes y darse una ducha.

Nico lo siguió y se apoyó en el marco de la puerta, viendo cómo buscaba en su neceser el cepillo y la pasta.

—Harry, siento mucho que la primera vez que has conocido alguien que te gusta y con el que has ido más allá... fuese así. Ahora lo vas a ver y sentir todo fatal, estás encandilado y... y yo sé que a esto que te voy a decir no le vas a ver el mínimo sentido, pero te juro que va a pasar. Vas a estar bien, lo vas a superar y estarás con alguien más.

Harry puso un poco de pasta en su cepillo de dientes y suspiró.

—Ya, me lo puedo imaginar. Te lo he escuchado a ti, lo he leído en novelas y visto en películas. El primero es una experiencia que nunca se olvida, pero... pero evidentemente pienso en la posibilidad de no perder del todo el contacto. Q-quizás Louis tiene redes sociales o... ¿un email? —Nico enarcó una ceja—. Ya, qué sé yo. Tampoco sé si él querría mantener un contacto conmigo. Imagino que no.

—Harry, de igual forma... —suspiró—. Es complicado. Los kilómetros de distancia, dos vidas completamente diferentes... Sabes a lo que él se dedica aquí, vive en hoteles...

—Sí, sí lo sé. Más que vidas parecemos dos especies distintas. Yo solo soy...

—Alguien increíble y valiente, eso es lo que eres.

Harry lo miró cansado y sonrió de lado. Quería muchísimo a Nico y se sentía tremendamente afortunado de tenerlo en su vida.

—Gracias por haberme traído a Las Vegas.

Su amigo ya había dado dos zancadas hasta él.

—¿Y a quién sino iba a traer, tonto? —Lo abrazó—. Te quiero. Vas a estar bien, yo estaré contigo.

Harry dejó de aguantarse las ganas que tenía de echarse a llorar.

♣ ♠ ♥

Al día siguiente, durante el desayuno le había escrito un mensaje de texto a Louis para preguntarle si podían verse antes de su excursión. Él le había respondido preguntándole cómo se encontraba. Harry insistió en que se vieran y el otro le preguntó si quería ir a su hotel. Su bajo vientre había cosquilleado.

Después de volver a la habitación y cambiarse, quedó con Nico en dos horas para unirse al plan de ver tiendas. Trataba de casar bien los tiempos mientras se decía que de poder tener un súper poder, elegiría el de detenerlo.

Se despidió de su mejor amigo en la recepción y no tardó en encontrar con la vista a Louis. Llevaba sus atuendos de siempre, el pelo aún mojado y las ojeras remarcadas acentuando su mirada de preciosos ojos azules.

Que Louis lo saludara con un piquito lo tomó por sorpresa.

—Hola —atinó a decir Harry.

—Buenos días. Te ves entero. ¿Cómo estás?

—Bien, estoy bien. Ayer no pasó nada.

Louis sonrió.

—No, fue solo un trámite —señaló con un gesto hacia la calle—. ¿Vamos?

Harry asintió antes de ponerse en marcha. Callejearon y recorrieron el mismo camino de su segundo día oficial en Las Vegas, cuando él y Louis... Tragó saliva y notó el sudor en las palmas de las manos. Iban a volver a estar a solas en el mismo espacio. Después de cómo se habían vuelto a besar y tocar el día anterior en la piscina, ¿se suponía que podía volver a pasar? Se sorprendió revisando mentalmente la ropa interior que se había puesto aquella mañana.

Louis le hizo un gesto con la cabeza tras dedicarle una sonrisa antes de adentrarse en la habitación. Habían llegado al hotel, tomado el ascensor y recorrido el pasillo mientras él maldecía haber optado por el calzoncillo del estampado de aguacates. Estaba casi seguro de que había cogido ese. Se preguntaba si sabría disimular el revisarse la ropa interior debajo del pantalón. Se lamentó cuando recordó que llevaba un cinturón sujetándole el vaquero.

Louis lo miró interrogante mientras permanecía quieto en el marco de la puerta. Se sonrojó y se mordisqueó el labio inferior antes de apresurarse a entrar.

—Hogar, dulce hogar —dijo Louis soltando la tarjeta con la que acababa de abrir en el pequeño mueble del recibidor.

No fue difícil detectar que el término «hogar» había sido pronunciado con demasiada socarronería. Harry sonrió y negó con la cabeza, adentrándose en la habitación para dejar la pequeña mochila que llevaba consigo sobre la amplia cama. Echó un vistazo al mullido edredón y cuando quiso decir algo, sintió las manos de Louis sobre sus caderas. El simple y genuino roce le hizo dar un respingo.

—Louis... —murmuró al notar los labios en su cuello.

El roce de sus labios cargaba una delicadeza extrema.

Harry supo desde el primer momento en que lo conoció que no quería darle lástima y por ello recurrió a ocultarle la historia de su enfermedad. Sin embargo, Harry no sabía que lejos de despertar tal sentimiento, lo único que Louis pudo albergar fueron unas irrefrenables ganas de tocarlo con suavidad, de darle besos más fugaces y rozarlo con la yema de sus dedos, como si estos fueran plumas que recorrían una piel amoratada, pero igual de digna de acariciar.

Harry respiró hondo por la nariz mientras los labios de Louis dejaban pequeños escalofríos en cada centímetro de piel que recorría.

—Louis, y-yo quería que supieras que...

¿Qué quería que supiera? Se le olvidó. Las caricias lo estaban llevando a un estado de limbo donde lo único que escuchaba eran los latidos erráticos encerrados en su pecho.

—Lo sé —murmuró el otro.

¿El qué sabía?

—¿El qué sabes? —pronunció en voz alta.

—Que nos queda poco tiempo juntos y que es una suerte que me permitas disfrutarte con todo lo que hay para hacer por aquí...

—Tú eres lo más interesante para hacer —se sonrojó al darse cuenta que lo había dicho en voz alto y no solo en su cabeza. La culpa era de los besos—. Q-quiero decir, voy a excursiones por mi amigo, al final el viaje es de ocho días, q-quizás demasiados y... Bueno, no es que yo en general sea muy fiestero y...

—Así que lo más interesante de un sitio como este soy yo, ¿eh? Creo que es lo más bonito que me han dicho nunca.

—¿Qué?

Louis se separó de él y se dirigió hacia una de las mesas de noche mientras se quitaba su reloj de pulsera. No apartó su mirada de él.

Harry resopló tras parpadear un par de veces. Volver a la realidad después de aquel tipo de contacto siempre le costaba. No se imaginaba acostumbrándose a ellos.

Observó de nuevo la gigantesca cama y ladeó el rostro al notar que la cantidad de cojines que debían adornarla lucían arrugados y descolocados. No le dio importancia y siguió a Louis con la mirada, que observaba un montón de ropa en el suelo. Notó extrañeza y desconcierto en su expresión.

Harry pensó que quizás el servicio de limpieza no había pasado aquella mañana. Recordaba que le había dicho que debido a que su larga estancia, prefería solicitarlo directamente en recepción. Le quiso preguntar, pero cuando fijó su vista de nuevo en él, su semblante había mutado a uno de absoluta tensión.

Fijándose bien, la habitación estaba realmente desordenada. La zona donde se encontraba el escritorio estaba revuelta y tenía un cajón a medio cerrar.

Louis rebuscó en el cajón de la mesita con cierto nerviosismo. Pareció no hallar lo que buscaba. Dirigió su mirada a Harry y sin que le dijera nada, también se fijó en lo revuelta que estaba la estancia. Un pequeño desastre que él no había hecho ya que antes de salir de la habitación había comprobado que la dejaba impecable porque volvería allí con Harry.

Definitivamente no había dejado las puertas del armario del fondo abiertas ni la del baño cerrada.

Un desagradable escalofrío recorrió su columna vertebral.

—Mierda —murmuró Louis entre dientes y dando zancadas hasta Harry, quien tuvo la intención de preguntar, pero algo le dijo que mejor guardara silencio. No le gustaba sentir aquella situación familiar. Le recordaba a cuando Louis le pidió que se escondiera bajo las sábanas.

Lo siguiente que sucedió fue demasiado rápido.

La puerta principal de la habitación, a sus espaldas, se abrió de golpe, haciendo que ambos se giraran, acto que tuvieron que repetir cuando la del baño, al fondo, hizo lo mismo. Louis agarró una de las muñecas de Harry al asimilar con celeridad qué era lo que estaba pasando. En su lugar, Harry solo logró aferrarse al agarre. Había sentido que su corazón literalmente se había detenido, que algo muy frío se apoderó de su cuerpo y que también tenía muchas ganas de gritar. Harry supo en aquel instante que jamás en su vida había sentido miedo porque absolutamente nada de lo que creyó serlo se comparaba al pavor que comenzaba a experimentar.

Dos pares de hombres vestidos con trajes negros entraron en la habitación. Lucían como fotocopias, midiendo un metro noventa o más, con la misma complexión de parecer armarios de dos puertas, rostros bronceados y cabello corto. Tres morenos y uno rubio. Louis afianzó el agarre de su mano sintiendo como el cuerpo que se escondía tras él temblaba aferrándose a su espalda.

Louis maldijo mientras apretaba los labios con fuerza.

Los gorilas caminaron con pasos lentos hasta rodearlos a cierta distancia, pareciendo autómatas y máquinas que arrastraban sus músculos sin parpadear. A su izquierda, uno de los morenos y el rubio se separaron un poco, abriendo el círculo sin apartar sus ojos de ellos.

—¿Qué mierda...? —consiguió gruñir Louis. Todo parecía ir a cámara lenta.

—Louis, Louis, Louis...

Aquella voz, aquel acento al pronunciar su nombre y el repentino y fuerte olor a tabaco... Su pulso se aceleró, entrecerró los ojos y maldijo todo: el momento, su suerte y su existencia.

—Ciro —musitó cuando alguien más se posicionó entre los dos gorilas que habían abierto el círculo.

Ciro, el Mexicano, Gutiérrez, o, en aquel mundo, el simplemente conocido por el mote otorgado gracias a su nacionalidad. El hombre que siempre usaba trajes caros y parecía fumar un cigarro tras otro. Tenía escalofriantes ojos negros y cabello canoso, sin barba en el rostro y de unos cincuenta y largos años. Louis conocía poco más. Creía que llevaba el mismo tiempo que él en Las Vegas.

Lo que sí tenía claro era que mucho tiempo atrás había comenzado a maldecir el instante en el que decidió hacer negocios con él.

Ciro caminó con una sonrisa cargada de ironía junto a un rostro engañosamente amable, expulsando con lentitud el humo del tabaco por la nariz. Louis solo podía gritar en su cabeza que aquello era una mierda y que deseaba que todo lo que su mente imaginaba no pasara. Sus deseos se convirtieron en ruegos mientras sentía la agitada respiración de Harry a sus espaldas.

Harry había perdido la capacidad de pensar con claridad, de tan siquiera imaginar qué era lo que estaba pasando y por qué se sentía dentro de la película de Pulp Fiction, pero sin ningunas ganas de reír. ¿Les iban a robar? ¿Por qué habían entrado así en la habitación? ¿Cuánto tiempo llevaban? No podía apartar su vista del hombre que parecía el jefe. Tenía una sonrisa ladina y terrorífica. Sentía la preocupante tensión de Louis y sentía que aquello no se comparaba a la fugaz familiaridad con la situación con el dealer del casino. Era indudable que aquel escenario era mucho más intimidante.

—Me ha dicho un pajarito que te has casado. Enhorabuena...

La voz fría y con marcado acento de Ciro retumbó en la paredes de la habitación. Louis tensó su mandíbula al escuchar el cinismo de aquella patética pronunciación. El humo del cigarro que se consumía poco a poco no dejaba de danzar en el ambiente y dos de los gorilas de Ciro soltaron una risa mientras miraban de arriba a abajo a Louis, quien solo los encaró con una mirada desafiante.

—Quién —fue lo único que demandó Louis.

Buscaría por toda Las Vegas al infeliz topo de Ciro. Si hacía falta recorrería toda Nevada... Hacía exactamente un año y medio que habían nacido sus mayores preocupaciones, en una noche más donde Ciro se fijó en su suerte y especial picaresca. Todo fue debido a un trato muy poco lícito, de esos en los que Louis era una experto. Un primer apretón de manos del que se arrepentiría día sí y día también, pues la ambición del Mexicano era desmesurada, tanto que gracias a ella llegaron los chantajes y las traviesas jugadas de Louis. Jugadas que Ciro había decidido que iba a cobrar a un precio desorbitado y con los desproporcionados intereses que él considerara.

—¿Qué más da? —respondió el Mexicano tras soltar una risa sardónica—. Estamos en confianza, Louis, por eso debo confesarte que me esperaba una esposa de tetas gordas y minifalda, una de esas putas que tú y yo tanto conocemos, ¿verdad? —Los dos gorilas secundaron la risa de su jefe—. Pero saliste maricón —continuó riendo mientras se encendía otro cigarro—. Un bastardo con suerte y maricón.

Las risas de los cinco hombres crisparon más el ambiente. Louis se quería ir contra ellos. En un impulso estuvo a punto de hacerlo si no hubiera sentido un tirón en su ropa. Apenas ladeó la cabeza para ver aquellos ojos casi llorosos y que le pedían a gritos una explicación; una salida.

Fueron aquellos ojos los que le devolvieron el sosiego y a la situación a la que se enfrentaba.

—Vete al infierno —escupió Louis cuando el Mexicano hizo callar a sus secuaces.

Un silencio espeso se apoderó de la habitación.

Ciro enarcó una ceja y negó con la cabeza dando una calada a su nuevo cigarro. Volvió a esbozar una de sus sonrisas repulsivas y dio un paso hasta posicionarse delante de él. Louis alzó su mentón en una decisión nacida del nato instinto de supervivencia al que más de una vez había tenido que recurrir.

—Mejor acabamos con las cordialidades —pronunció el Mexicano tras expulsar el humo en la cara de Louis, a quien el corazón se le detuvo cuando su amenaza llevó la mirada a quien estaba a sus espaldas—. El chico. Cójanlo.

Nada volvió a ocurrir a cámara lenta.

Los gorilas, el rubio y el moreno, se movieron como panteras cuando uno le pegó un empujón a Louis, quien solo supo resistirse intentando agarrar con desespero los brazos que le acababan de robar el saco de calor y temblores que se aferraba a su espalda. Vio cómo Harry fue arrastrado por el rubio enorme, quien parecía necesitar apenas dos dedos para tirar de su cuerpo. Harry gritó, ahogó un jadeo y lo miró con desespero, intentando alzar un brazo para alcanzarlo, rogando con la mirada y con terror, que volviera a tocarlo.

Louis gruñó como un animal. El jalón que le había dado aquel gigante apenas lo había notado y tuvo las fuerzas necesarias para ir contra él y pretender quitarlo de en medio. Golpeó el pecho de aquella bestia, pataleó, gritó y con el codo le atizó un golpe en la nariz con el que el otro ni se inmutó, mas si enfadó. Un puñetazo en el estómago hizo a Louis curvarse, llevándose una mano a la zona golpeada mientras cerraba los ojos con fuerza al tambalearse. Por un momento sintió que sería incapaz de respirar.

—¡Louis!

Harry vociferó desesperado mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. Se sentía fuera de su cuerpo y de sí, viviendo un pánico que jamás había experimentado y notando un dolor demasiado punzante en las sienes. Quiso correr, pero un aplastante agarre en su brazo se lo impidió. Miró con terror y rabia al rubio secuaz que volvía a sonreír.

—No montes escenas —pronunció el Mexicano, haciendo un ademán con la mano mientras retrocedía en los pasos que había dado para tenerlos en frente—. Tú te lo has buscado.

Louis gruñó a pesar del dolor en el estómago, levantando la mirada hasta encontrarse con la repugnante de Ciro. Jamás en su vida había emanado un odio ni fuerza tan desmedidos.

Quiso reincorporarse, ir contra él y chillar, pero cuando tan solo alzó la cabeza y apenas irguió el cuerpo, dos gigantescas manos tiraron de él, tomándolo como si fuera un muñeco fácilmente maleable. Los dos hombres que no habían todavía intervenido lo inmovilizaron, retorciendo sus brazos hacia atrás, dejándolo sin defensa y como a un desgraciado cuyo destino final era la Guillotina.

Louis lo intentó todo. Tiró de sus brazos mientras bramaba porque la frustración le gritaba que todo esfuerzo sería en vano. Su mundo, que siempre había sido algo pequeño, se quedó muy rápido sin gravedad cuando enfocó los asustadizos ojos de Harry. Su delicado Bambi estaba en la misma posición que él, necesitando un solo hombre para inmovilizarlo. Una fuerza que por muy poca que fuera ya sabía que dejaba marcas y dolor. Una fuerza que nada se comparaba a la rabia que emanaba de su ser, a la frustración y a las ganas de tenía de golpear y maldecir hasta a su infame existencia.

—Louis, Louis... —repitió Ciro sonriendo triunfal, paseándose alrededor de sus gorilas y tirando la ceniza de su cigarro al suelo—. ¿Sabes a cuánto asciende ya? —Caminó hasta mirar de frente a Louis—. ¡¿Lo sabes?!

La realidad era que no. En realidad no sabía cuántas veces la había cagado ni a qué cantidad ascendían sus errores

—Qué quieres —gruñó.

Ciro sonrió de nuevo con su escalofriante cinismo y aparente templanza.

—Cuatrocientos cincuenta mil —pronunció acercándose a su rostro—. Quiero mi puto dinero. ¡Cuatrocientos cincuenta mil dólares!

Los gorilas zarandearon a Louis cuando su jefe vociferó la cifra. Una nueva calada al cigarro y una mirada al chico que había emitido un quejido. Los ojos de Harry se abrieron de par en par cuando oyó la cantidad; cuando su cabeza entendió todo aquello. El trabajo de Louis... Quiso gritar, quiso de verdad entender qué hacía allí y se sintió ridículo al desear estar en su casa y con sus padres. ¿Qué hacía en Las Vegas? ¿Por qué había aceptado ir? ¿Qué demonios hacía presenciando cómo un mafioso extorsionaba a su...? ¿A su qué? Cerró los ojos con fuerza, dejando caer el rostro y sintiendo más fuerte el apretón en sus lánguidos y amoratados brazos.

—Ciro... —llamó Louis removiéndose para captar su atención—. N-no tengo tanto dinero ahora.

Su columna vertebral se llevó un latigazo imaginario cuando el de ojos oscuros le devolvió una mirada de completa arrogancia y oscuro placer. Un simple movimiento de cabeza del Mexicano hizo que Louis tuviera ganas de hasta vomitar.

—¿Ah, no? —sentenció.

Un puño del moreno gigante que estaba al lado del rubio voló hasta el rostro asustadizo de Harry. Como si una piedra destrozara un fino cristal, su cabeza fue hacia atrás debido al golpe, haciendo que perdiera las fuerzas para sostener su cuerpo en pie. No se cayó gracias al agarre del otro hombre.

Las gotas de sangre emanaron a borbotones de su labio partido y vio borroso durante unos segundos. Todo daba vueltas, no oía más que un pitido y odió sentir el característico y familiar sabor de su sangre en la boca. Otra vez. Había dolido demasiado y no supo reaccionar ni quejarse. Solo quería caer de rodillas al suelo.

—¡No!

Harry oyó a lo lejos el grito desgarrador de Louis, quien tiró de sus brazos rojo de ira. La vena del cuello le iba a explotar y su cuerpo solo reaccionaba para intentar librarse de los agarres. Louis notó un peso enorme en el pecho. La impotencia y la furia recorrían sus venas con cada gota de sangre que el otro derramaba. Una angustia enorme se apoderó de sus sentidos, voluntad y razón. De lo que era y no sabía que podía llegar a ser.

—¿No tienes tanto dinero, Louis?

Ciro emitió una risa estridente tras lanzar su pregunta al aire. Se dirigió hacia él y le apretó un hombro extremadamente tenso.

—¡No le hagas nada! —demandó Louis totalmente en cólera, tirando de sus brazos cual perro enrabiado agarrado por el collar del cuello—. Por favor, Ciro, ¡está enfermo!

Un perro que podía rendirse muy fácilmente cuando veía a un inocente cachorro herido. Harry parecía no reaccionar del golpe.

—Vaya... Así que por fin he encontrado la debilidad del bastardo de Tomlinson.

El Mexicano se paseó tirando la colilla de su cigarro al suelo enmoquetado. Se encargó también de pisarlo para que la ceniza se convirtiera en una desagradable mancha negra.

—¡Dame tiempo! —gritó Louis—. Dame tiempo para conseguir todo el dinero, pero déjalo a él, por favor. Él no tiene nada que ver, ¡pégame a mí! ¡Pégame a mí!

El ambiente se volvió más gélido con una nueva y sombría sonrisa. El Mexicano negó con la cabeza, regocijándose por haber encontrado el Talón de Aquiles de su «socio». Un nuevo movimiento de cabeza y otro grito de Louis opacó el quejido sin fuerzas que fue capaz de emitir Harry.

Se dobló cuando la rodilla del gorila que ya se había ensañado con su labio fue a parar a su estómago. El sabor a sangre solo fue mayor, al igual que el mareo, el intenso dolor y el repentino efecto balsámico de no oír. Dejó de escuchar sintiendo un sudor frío inundar todo su cuerpo. Quería tumbarse, así fuera en la nieve, como el cervatillo de aquella película de Disney, el del nombre que le había puesto Louis. Necesitaba no sentir aquella fuerza en sus brazos y dejarse caer porque su cuerpo pesaba demasiado. No era capaz de sostenerlo. No tenía voluntad ni sentido cuando la luz escapó de sus ojos. Harry cayó desmayado en el agarre de los hombres.

Louis vociferó, lo llamó mientras forcejeaba y se ganó un puñetazo en el pómulo por parte de uno de los hombres que se había hartado de sus tirones. No se inmutó, no dolió ni turbió los deseos de liberarse y socorrer a aquel cuerpo menudo y herido que no había sido diseñado para recibir aquella bestialidad. Harry no podía seguir allí ni de aquella forma. Harry debía volver al hospital, debían curarle lo que aquellos hijos de puta le habían causado. Debía sacarlo de allí. Estaba enfermo y lo acababan de maltratar delante de sus ojos...

Louis estaba desesperado de una forma prácticamente inhumana.

—¡Por favor! —chilló cuando uno de los hombres sacudió el cuerpo de Harry. Parecía el de una pequeña marioneta de cuerdas cortadas—. ¡Por favor, Ciro, lo van a matar! ¡Déjalo tranquilo! ¡Te lo ruego, joder!

Había entrado de nuevo en un estado de ansiedad que solo lo llevaba a removerse y forcejear. Le propinaron un nuevo golpe en el pómulo, pero solo notó un aliento a tabaco demasiado cerca.

—Setenta y dos horas, Louis. Dentro de setenta y dos horas nos veremos aquí otra vez. Vendré a buscarte y si no tienes mi dinero te juro que buscaré a tu puta mujercita. Lo mataré y me encargaré de que lo veas.

El Mexicano no esperó una respuesta cuando le indicó al rubio que soltara a Harry tras su advertencia. Su cuerpo cayó al suelo inconsciente y boca abajo.

Louis jamás imaginó que el mundo se podía deshacer de aquella manera. Jamás se había sentido tan miserable ni tan identificado con el término de bastardo. No notaba los golpes sino un escozor emocional por ver allí tirado a aquel chico que sedujo. A aquel chico inocente que no debía estar allí, no en mundo de engaños y agresiones para el que él era tan frágil. Louis era incapaz de parpadear ante la escena, así que lloró. Lloró con lágrimas de rabia al ver la sangre de Harry salpicada en la moqueta.

—Aprovecha tu tiempo —advirtió el Mexicano antes de dar media vuelta y dirigirse a la puerta principal.

Su corazón se desbocó y forcejeó una vez más sin cansarse, con el mismo desespero y entre gruñidos hasta caer con violencia contra el suelo, golpeándose un hombro ante la fuerza con la que lo había lanzado el hombre que todo el tiempo lo tuvo retenido. Oyó los pasos de las cuatro bestias siguiendo a Ciro y tomó una ansiosa bocanada de aire cuando la puerta se cerró.

Se habían ido.

Louis se levantó ignorando los dolores en su propio cuerpo y se arrastró hasta el inmóvil de Harry. Sintió terror al tocarlo. Jadeó cuando lo reincorporó con cuidado y le vio de cerca el labio hinchado y la boca cubierta de sangre.

Lo levantó en volandas y lo depositó en la cama con todo el cuidado que fue capaz. Las lágrimas continuaban brotando de sus ojos. Louis las maldecía porque sabía que no servirían para nada. Las jodidas lágrimas nunca servían de nada. Harry no se movía; no reaccionaba.

Corrió hasta el teléfono de la mesa de noche y presionó como un demente las teclas, rogando y maldiciendo a la vez los escasos segundos que tardaron en contestarle.

—¡Necesito una ambulancia! ¡Rápido!

Corrió hasta el minibar de la habitación y amontonó en sus brazos todas las latas y botellas que contenía. Se apresuró a dejarlas sobre la cama antes de hacer otra carrera hasta la cubitera del bar para volcar los hielos sobre una servilleta de tela.

Louis había leído sobre la enfermedad de Harry después de que Nico le gritara que tenía hemofilia, vocablo que jamás había oído antes. Al principio solo se percató de que sería algo de la sangre, por lo que con extrema curiosidad buscó en su teléfono el término. En su angosta realidad agradecía el momento en el que leyó qué se debía hacer en una situación de emergencia. Apretó los puños al no creerse que tuviera que llevar a cabo aquellos consejos. Debía estar besándolo y no curando las heridas que le habían hecho por su única y puta culpa. Se limpió las molestas e involuntarias lágrimas con rabia y le levantó con extremo cuidado la camiseta.

Debía limpiarle la boca y detener la hemorragia de su labio partido. Lo hizo quitando rápidamente las fundas de las almohadas para usarlas de tapón. Realizaba lo que su mente desbordada atinaba a recomendarle. Cada extremidad del cuerpo de Harry estaba pálida a excepción de las dos zonas golpeadas. El más grave parecía el hematoma de violentos tonos rojizos y morados del estómago. Debía reducir la gravedad de la hemorragia interna y de inmediato aplicó frío en con la servilleta de tela y los cubos de hielo. Ascendió hasta el rostro de Harry y tragó saliva a duras penas al verlo allí, inconsciente y con la ropa manchada de sangre que intentó limpiar cuando también aplicó frío en su labio.

Todo su mundo acababa de pegar un frenazo doloroso y abismal.

Por primera vez Louis dejó de pensar solo en él. Por primera vez Louis sentía que su vida efectivamente estaba montada para solamente sobrevivir, pues cuando por un momento cometió el acto egoísta de querer un poco más... Se maldijo. Jamás se perdonaría el haber arrastrado a las cloacas de su existencia a aquel inocente muchacho.

—Bambi... —llamó depositando un cálido beso en su nariz y juntando su frente con la de él—. Perdóname. Solo espero que me perdones... —Lo abrazó y meció en sus brazos. Se había quedado sin voz, pero susurró—: Perdóname por esto, cariño. Lo siento.

Parecía que había pasado una eternidad desde que el desgraciado de Ciro se había marchado con sus gorilas. Se decía que la ambulancia llegaría pronto y que mientras debía proteger a Harry. Debía hacerlo por primera y última vez, pues no volvería a estar en peligro por su culpa o compañía. No lo iba a permitir. Harry jamás volvería a entrar en el mundo de Louis.

Haría hasta lo imposible para protegerlo de sí mismo.

—Perdóname por todo, Bambi.

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