Contrato de Matrimonio

By avalonger

48.9K 4.5K 731

Dónde Harry y Draco se ven obligados a fingir un matrimonio. Colección: Pármeno (#2) - 35 capítulos. - relaci... More

Contrato de Matrimonio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33

Capítulo 26

1.2K 116 5
By avalonger

Aunque sabía que no estaba allí, miré hasta en el último rincón del piso.

Cuando llegué a su armario y a su cómoda, me di cuenta de que había dejado la mayoría de la ropa que le había comprado, pero faltaban algunas prendas. Las dos cajas que todavía no había abierto seguían en su armario, también había pertenencias suyas en el cuarto de baño, pero la única maleta que tenía había desaparecido.

Recordé que la noche anterior oí que se abrían y se cerraban cajones. Lo que supuse que era una reorganización, sólo eran los preparativos para abandonarme.

Me senté en el borde de su cama y me agarré la cabeza con las manos.

¿Por qué? ¿Por qué se acostó conmigo si sabía que iba a dejarme? ¿Por qué se había ido?

Mascullé un taco… la respuesta era evidente. Penny había muerto. Ya no necesitaba los medios para cuidar de ella, lo que quería decir que ya no necesitaba fingir que estaba enamorado de mí.

Nos llevábamos bien, o eso creía yo. Estaba convencido de que Harry sentía algo. ¿Por qué no había hablado conmigo?

Solté una carcajada en la habitación vacía. Pues claro que no iba a hablar conmigo. ¿En qué momento le había dicho que podía hacerlo? Nos habíamos convertido en enemigos amistosos, unidos por un objetivo común. Ese objetivo había cambiado en su caso. Tal vez yo hubiera planeado hablar con él, pero Harry no tenía ni idea de lo que yo sentía. Aún era incapaz de entenderlo, no terminaba de asimilar lo mucho que habían cambiado mis sentimientos.

La pregunta que se repetía sin cesar en mi cabeza y que no tenía el menor sentido era: «¿Por qué se ha acostado conmigo?». Se me heló la sangre en las venas cuando me asaltaron los recuerdos de la noche anterior.

Era virgen… y yo no había usado protección. Estaba tan absorto en el momento, en Harry, que ni había pensado en el tema hasta ese instante. Le había hecho el amor sin preservativo. Siempre usaba preservativo… nunca había discusión al respecto con mis parejas.

Me aferré la nuca, presa del pánico.

Se había marchado. No tenía ni idea de dónde estaba, ni tampoco sabía si se encontraba bien. Y mejor no pensar en cual sería mi reacción si algo le pasaba y yo no estaba ahí. ¿Pensaría Harry en esa posibilidad?

Corrí hacia el despacho, más ansioso que nunca, y encendí el portátil. Comprobé el historial de navegación, pensando que quizá hubiera usado el ordenador para comprar un billete de avión o de tren, pero no encontré nada. Comprobé las cuentas bancarias y me quedé de piedra al ver que el día anterior había retirado 20.000 dólares. Recordé que dio un paseo por la tarde, que insistió en ir solo. Había ido al banco y había retirado, o transferido, el dinero de su cuenta. Dos meses de «salario» fue lo único que se llevó.

Mientras repasaba los cargos de su cuenta, descubrí que, salvo los gastos de Penny, no había tocado un solo centavo. No había gastado nada en él. No se había llevado nada para su futuro.

Estaba más desconcertado si cabía. No quería mi dinero. No me quería a mí. ¿Qué quería Harry?

Tamborileé con los dedos sobre el escritorio. Había dejado las llaves y la tarjeta de acceso, lo que quería decir que no podría entrar en el edificio ni en el piso. Sabía que, con el tiempo, se pondría en contacto conmigo para pedirme las cajas que había dejado atrás, y yo insistiría en verlo primero.

Desvié la vista hacia la estantería del despacho y me di cuenta de que habían desaparecido las cenizas de Penny. Se las había llevado allí donde se hubiera ido. Pero lo conocía lo suficiente para saber que querría las fotos y el contenido de las cajas que había en la planta superior. Estaban llenas de objetos personales, cosas que él consideraba importantes.

Empezó a darme vueltas la cabeza, que se puso a trabajar como lo hacía cada vez que tenía un problema.

Empecé a dividir en compartimentos los problemas y a buscar soluciones. Podría decirle a los Black que se había marchado durante unas semanas. Que la impresión por la muerte de Penny era demasiado para él y que necesitaba un respiro. Podría decir que lo había enviado a un lugar cálido a relajarse y a recuperarse. Con eso conseguiría algo de tiempo.

Cuando se pusiera en contacto conmigo, lo convencería de que volviera y ya se nos ocurriría algo. Podríamos seguir casados. Le buscaría un lugar cercano y solo tendría que verme cuando la ocasión lo requiriera. Podría convencerlo de que accediese.

Me levanté mientras miraba por la ventana la luz mortecina. El día nublado encajaba a la perfección con mi estado de ánimo. Dejé que mi mente volara y diseñara distintos escenarios, hasta que decidí que lo más sencillo era lo mejor. Llevaría a cabo mi primera idea, diría que se había marchado unos días. Tenía su móvil. Podía mandarme mensajes de texto e inventarme llamadas de sobra, de modo que nadie se enteraría de la verdad.

Salvo que…

Incliné la cabeza hacia delante. No era lo que realmente quería. Quería saber dónde estaba Harry. Necesitaba saber que se encontraba a salvo. Quería hablar con él. Estaba desolado por la muerte de Penny y no pensaba con claridad.

Creía que estaba solo.

Me aferré al alféizar de la ventana con la vista clavada en la ciudad. Estaba allí fuera, en alguna parte, y estaba solo. Tenía que encontrarlo. Por el bien de ambos.

●●●

Regresé a mi edificio y aparqué en mi plaza de garaje, tras lo cual apoyé la cabeza en el reposacabezas del asiento.

Había hecho un recorrido por todos los sitios a los que él podría haber ido y que se me habían ocurrido. Había estado en el aeropuerto, en la estación de tren, en la estación de autobuses e incluso en varios locales de alquiler de coches. Había enseñado su fotografía cientos de veces a un montón de personas, pero no había descubierto nada.

Se había dejado el móvil, de modo que no podía llamarlo. Sabía que tenía una tarjeta de crédito propia e intenté ponerme en contacto con la entidad emisora, para saber si la había usado hacía poco, pero me despacharon enseguida. Si quería dicha información, tendría que contratar a alguien.

Había sido incapaz de encontrar una sola pista yo solo.

Desanimado, subí al apartamento a duras penas y me tiré en el sofá, sin encender las luces siquiera. El sol empezaba a ponerse y la oscuridad de la noche se iba comiendo el cielo.

¿Dónde narices estaba?

La rabia se apoderó de mí y agarré lo primero que encontré para estamparlo contra la pared. Se estrelló y se hizo añicos, regando la habitación con trocitos de cristal. Me levanté, furioso, echando humo por las orejas. Di vueltas por la estancia, aplastando el cristal bajo los zapatos mientras deambulaba de un lado para otro. Tomé una botella de whisky, la abrí y bebí directamente.

Por eso no dejaba que las emociones entraran en mi vida. Eran como un burro, lento y perezoso, que te coceaba en la cara cuando menos lo esperabas. A mis padres siempre les había importado una mierda y había aprendido a contar solo conmigo mismo.

Había bajado la guardia con Harry y el muy zorro me había jodido. ¿Quería irse? Pues que se fuera, adiós muy buenas. Que se quedara donde estuviera. Cuando por fin llamase para interesarse por sus cosas, se las mandaría con los papeles del divorcio.

Me quedé helado, con la botella a medio camino de mis labios. El abismo que había amenazado con abrirse en mi pecho durante todo el día apareció de repente. Me senté con gesto cansado, olvidada la botella.

No era un zorro y no quería que se fuera. Lo quería allí. Conmigo. Quería que me hiciera preguntas con esa voz tan cautivadora. Quería su risa traviesa. Quería ver cómo me miraba con esa ceja enarcada y me susurraba «Que te follen, Malfoy». Quería que escuchase mis ideas y quería oír sus elogios.

Suspiré, un sonido triste y fuerte en la estancia vacía. Quería despertarme con él a mi lado y sentir su calidez envolviéndome, de la misma manera que él había envuelto mi corazón muerto y lo había devuelto a la vida.

Recordé la discusión que mantuvimos un par de semanas antes. La forma en la que había intentado convencerme de que el amor no era tan malo. ¿Sentía algo por mí? ¿Sería posible? Me había burlado de él por ser un exagerado, me había burlado de la tristeza que vi en sus ojos, del cansancio que oí en su voz cuando me dijo que estaba cansado de mentir y que el sentimiento de culpa lo abrumaba.

Insistí en que no le hacíamos daño a nadie. Remus había conseguido un trabajador estupendo, Penny había tenido una residencia maravillosa, Harry conseguiría una vida mejor una vez que todo terminase y mi vida seguiría como si nada. Nadie se enteraría y, por tanto, nadie sufriría.

Me había equivocado de parte a parte: los dos estábamos sufriendo. Quería recuperar a mi marido y, en esa ocasión, quería que fuera real.

El único problema era que no sabía cómo conseguirlo.

●●●

Estuve dando vueltas por la habitación, enfurruñado, durante horas, con la botella de whisky siempre a mano. Cuando me rugió el estómago a las dos de la madrugada, me di cuenta del tiempo que llevaba sin comer.

Una vez en la cocina, abrí el frigorífico y saqué el recipiente con las sobras de espaguetis. Sin molestarme en calentarlos siquiera, me senté a la mesa, enrollé la pasta fría en el tenedor y empecé a masticar. Incluso fríos estaban buenísimos. Todo lo que Harry preparaba estaba buenísimo. Mi mente recordó la noche en la que me preparó un filete con espárragos y salsa bearnesa, una comida que igualaba a cualquiera de las que hubiera disfrutado en Finlay’s.

Mi elogio fue sincero, y a cambio obtuve uno de sus raros rubores. Con esa piel tan blanca, sus mejillas solían adquirir color cuando cocinaba o bebía algo caliente. Si estaba furioso, o nervioso, su piel acababa con un tono rojo intenso, como si se hubiera quemado, pero ese leve rubor era distinto. Resaltaba su cara y hacía que estuviera más guapo de lo normal.

—Me gusta —susurré.

—¿El qué?

—Cómo te ruborizas. No lo haces a menudo, pero cuando te elogio, te pasa.

—A lo mejor es que no me elogias lo suficiente.

—Tienes razón, no lo hago.

Se llevó una mano al corazón con asombro fingido.

—¿Me das la razón y me elogias? Qué día más excepcional en la casa de los Malfoy.

Eché la cabeza hacia atrás y solté una carcajada. Acto seguido, tomé la copa de vino y lo miré por encima del borde.

—Cuando era niño, durante una breve temporada, mi postre preferido fue el helado con sirope de fresa.

—¿Solo durante una breve temporada?

—Nana me lo preparaba. Después de que se fuera, no volví a probarlo.

—Ay, Draco…

Negué con la cabeza, ya que no quería oír sus palabras de consuelo.

—Me lo llevaba y a mí me encantaba mezclar el helado con el sirope. Hacía que todo se volviera rosa y dulce. —Recorrí el borde de la mesa con un dedo—. Tu rubor me lo recuerda.

Harry se quedó en silencio un instante y luego se acercó a mí, se inclinó y me besó en la coronilla.

—Gracias.

No levanté la vista.

—Ajá.

—Pero si crees que unas cuantas palabras bonitas te van a librar de fregar los platos, vas listo, Malfoy. Yo he preparado la cena. Tú recoges.

Me eché a reír mientras él salía de la cocina.

Dejé el tenedor a medio camino de mis labios. Lo quería ya en aquel momento. El intercambio de comentarios ingeniosos, las bromas que él me gastaba, el consuelo que me ofrecía su presencia… estaba ya presente, pero yo no lo había reconocido. El amor no era algo que conociera o comprendiera.

Solté el tenedor y aparté el recipiente, perdido el apetito. Eché un vistazo a mi alrededor y vi su impronta por todas partes. Estaba en cada rincón del apartamento. Esos toques que Harry había añadido, haciendo que el lugar fuera algo más que el sitio donde vivía.

Lo había convertido en un hogar. En nuestro hogar. Sin él, el apartamento no era nada.

Sin él, yo no era nada.

●●●

—¿Draco? ¿Qué haces aquí?

Me volví y observé cómo se desarrollaba delante de mí esa escena tan conocida.

Mi jefe entró en mi despacho y me descubrió recogiendo mis cosas. En la mano tenía una foto del día de mi boda. Una foto a la que miraba fijamente, a saber cuánto tiempo llevaba haciéndolo, mientras pensaba y recordaba.

Remus entró con expresión desconcertada.

—Se supone que estabas en casa con Harry. Te dije que te tomaras todo el tiempo que hiciera falta. —Se fijó en la caja que había en mi escritorio—. ¿Qué pasa?

—Tengo que hablar contigo.

—¿Dónde está Harry?

Lo miré a los ojos directamente.

—No lo sé. Me ha abandonado.

Se apartó, a todas luces asombrado. Se metió la mano en el bolsillo para sacar el móvil.

—Sarah, cancela todas mis citas y todas las reuniones del día. Sí, todas. Concierta nuevas citas si puedes. Estaré fuera de la oficina. —Colgó—. No he visto tu coche abajo.

Negué con la cabeza.

—He venido en taxi.

—Deja la foto en la mesa y acompáñame. Vamos a un sitio más íntimo donde podamos hablar.

—Casi he terminado —repuse—. No tenía muchas cosas aquí.

—¿Estás renunciando a tu puesto?

Mi suspiro iba cargado de dolor.

—No, pero en cuanto oigas lo que tengo que decirte, no tendré trabajo. Así es más fácil.

Frunció el ceño, pero habló con voz firme.

—Suelta la foto, Draco. En cuanto hayamos hablado, ya decidiré qué hacer.

Miré la foto que sujetaba con mano temblorosa.

—Ahora mismo.

Obedecí. Remus me ofreció el abrigo mientras me miraba fijamente.

—Tienes muy mala cara.

Me puse el abrigo y asentí con la cabeza.

—Me siento fatal.

—Vamos.

●●●

No hablamos en el coche. Volví la cabeza hacia la ventanilla y clavé la vista en la ciudad que tanto quería, pero de la que seguramente me iría. Sin Harry y sin el trabajo que quería, no habría nada para mí en Victoria.

Una vez que zanjara las cosas con Remus y con Harry, me mudaría a Toronto. Era una ciudad enorme, impersonal. Allí podría perderme.

—Draco.

Me sobresalté y miré a Remus.

—Ya hemos llegado.

Estaba tan ensimismado que ni me había dado cuenta de adónde íbamos. Me había llevado a su casa. Lo miré con el ceño fruncido.

—Aquí tendremos intimidad absoluta. Sirius está en casa, pero no nos molestará.

Tragué saliva.

—Él también merece oírlo.

—A lo mejor dentro de un rato. Pero primero hablaremos nosotros dos.

Abrí la puerta del coche, demasiado cansado para protestar.

—De acuerdo.

Continue Reading

You'll Also Like

392 51 7
Oliver es un periodista establecido en San Francisco, con una corta pero sobresaliente trayectoria laboral y una pasión por la verdad que han llevado...
7.8M 467K 96
Esta es la historia de Katsuki Bakugou y _____. Dos adolecentes con una misma meta, ser héroes profesionales, pero también un mismo sentimiento. ¿Qué...
241K 23.7K 64
𝐄𝐋𝐄𝐂𝐓𝐑𝐈𝐂 𝐓𝐎𝐔𝐂𝐇 . . . !! 𖥻 ִ ۫ ּ ִ 𝖼𝗂𝗇𝖼𝗈 𝗁𝖺𝗋𝗀𝗋𝖾𝖾𝗏𝖾𝗌 𝒆𝒏 𝒅𝒐𝒏𝒅𝒆 . . . En donde el regreso de Cinco trae co...
67.9K 6K 13
-Dicen que extorciona a viejos ricachones. -Otros dicen que vende su cuerpo. -Es un completo zorro astuto. Rumores de distintos disparates eran murmu...