La semana consecutiva, Chester aprovechó mientras conversaba con Mandy para soltarle uno que otro halago (y, por supuesto, también los grababa). Por su parte, la rubia al principio no sabía cómo responder a estos, y aunque no la incomodaban, sí la extrañaban y confundían un poco.
Sin embargo, con los días se mostraba más receptiva, hasta que finalmente Chester consiguió la reacción que buscaba.
—Oye Mandy, creo que ya sé por qué pasas tanto tiempo en la dulcería —le dijo en medio de una plática mientras acomodaban la mercancía.
—¿Porque es mi trabajo? —expresó algo confundida, pero eso no detuvo a Chester de hacer su remate.
—No, ¡porque eres un bombón! —remató mientras sonreía y se reía un poco. Mandy tardó un par de segundos pero, al entenderlo, sus mejillas se colorearon de un leve carmín.
—¡Qué tonterías dices! —exclamó dándole un leve empujoncito en el hombro. Había sido un piropo estúpido, pero Chester lo había dicho de una manera tan dulce que logró enternecerla.
En otra ocasión, Chester se acercó a ella y, confiado, la saludó como de costumbre.
—¡Buenos días, Mandy! —dijo inclinándose un poco hacia ella. La rubia se percató de esto y se sintió nerviosa por la cercanía de Chester.
—Hola Chester... Buen día —expresó acomodándose un mechón de su cabello.
—Mira, mira: tengo algo para ti —enunció extendiendo su mano como si sostuviera algo entre su dedo pulgar e índice, pero ahí no había nada.
—¿Qué cosa? —preguntó confundida. Después, Chester miró sus dedos y fingió sorpresa.
—¡Oh, mi error! Casi lo olvido —aclaró y, en un movimiento rápido de manos, hizo aparecer una bonita rosa roja, la cual volvió a extender hacia la chica (además de ser un experto en bromas, también era particularmente habilidoso en trucos de magia). Ésta pareció sorprendida al principio, pero luego la tomó y rió levemente.
—Muchas gracias, Chester. Es muy bonita —mencionó con una sonrisa. Por alguna razón, la rubia había estado comenzando a sentir un extraño cosquilleo en el estómago siempre que ChesTer le daba un detalle o le hacía un cumplido.
Más tarde, cuando los trabajadores comenzaban a llegar, Mandy colocó la rosa en un jarrón con agua. Comenzó su turno en el mostrador como de costumbre, pero no podía evitar ver la rosa de vez en cuando y sonreír.
Los empleados por su parte, se sentían enormemente sorprendidos. Mandy estaba de excelente humor, más sonriente que de costumbre, y eso era mucho decir por el cambio que había tenido incluso dejando de ser tan malhumorada. Notando que su jefa estaba particularmente feliz ese día, Buzzete se acercó con curiosidad a ella.
—¿Ocurre algo? —le preguntó Buzzete, curiosa por la nueva actitud de ésta. Si bien era cierto que desde que Chester le dejó de hacer bromas Mandy se encontraba más alegre, aquel día se le veía significativamente diferente.
—¿Uh? ¿A qué te refieres? —interrogó a su empleada. No entendía el motivo de la pregunta.
—Hoy se te ve particularmente feliz.
Mandy reflexionó seriamente sobre estas palabras. "¿Particularmente feliz? Ni siquiera me siento rebosante de alegría. ¿Antes no era feliz?" fueron algunas de las preguntas que se hizo. Se quedó en silencio hasta que finalmente todos los cabos sueltos se conectaron y siguió la conversación.
—¿Desde cuando Chester cambió tanto?
—Hace poco más de dos meses, creo. Recuerdo que pensábamos que era una broma al principio, pero parece ser que sí cambió. Al menos eso creo yo, porque ha sido muy servicial y amable con todos. La verdad costaba un poco creerlo, pero creo que ya no tenemos motivos para desconfiar de él.
Después, la rubia volvió a sumirse en el silencio reflexivo. No tardó mucho en volver a hablar.
—¿Recuerdas cuándo lo regañé por última vez?
—Ah... Me parece que fue esa vez que tiró el frasco grande de productos varios. Hubiera significado una gran pérdida de no ser porque se lo descontaste. Sí, creo que fue esa vez.
—¿Crees que su cambio se deba a eso?
—Oh, puede ser. Poco después de eso fue que comenzó a comportarse y las bromas cesaron. No estoy del todo segura, pero apostaría a que fue eso lo que lo hizo reflexionar.
—¿Será que lo traté muy duro? —preguntó con una expresión algo preocupada.
—No, no te preocupes por eso. Ese chico no entendía ni aunque le hubieras jalado las orejas. La verdad, siempre admiré la paciencia que le tenías. No debería decir esto porque es mi colega y lo aprecio bastante, pero si hubiera estado en tu lugar no podría haberlo soportado. Creo que hiciste bien en reprenderlo, y por fin tuvo un impacto positivo.
—No estoy tan segura... ¿Qué tal si lo hice sentir mal?
—Si eso es lo que te angustia, deberías preguntárselo. Está en el almacén, si quieres puedo cubrirte mientras hablas con él.
—No, igual muchas gracias. Esperaré al final del día para hablar con él —explicó Mandy. Luego, Buzzete notó la bonita flor roja que adornaba el mostrador.
—¿Y esa rosa? —interrogó bastante interesada de su procedencia. Mandy se inquietó ante la pregunta.
—Oh, no es nada, mi padre me la regaló —se apresuró a responder sin ahondar en ello. Sin embargo, Buzzete intuyó que debía ser algo más. Conocía demasiado bien a Mandy, por lo que sabía que mentía y pensó en la hipótesis de que aquella rosa se la había regalado cierto bufón pelirrojo.
—Es un detalle muy lindo —expresó sin querer interrogarla más al respecto—. Volveré al trabajo. Solo una última cosa: hablen sinceramente —aconsejó y finalmente se retiró. Mandy se mantuvo pensativa sobre esto hasta el final del día, cuando se acercó a Chester ya que quedasen solo ellos dos.
—Chester, hay algo que quiero preguntarte —anunció mientras el chico ya estaba sacando las cosas de su casillero.
—¡Oh, Mandy! —exclamó el pelirrojo, sorprendido por la repentina aparición de la rubia. Últimamente, cuando Mandy pillaba a Chester con la guardia baja, éste tenía una reacción nerviosa y se sonrojaba levemente— Uhm, sí, claro, dime qué sucede.
—No he hablado contigo sobre el cambio que has tenido en tu comportamiento —empezó con un tono y una expresión seria. El pelirrojo cambió su cara de rojiza a pálida, temiendo que su jefa ya haya sospechado algo.
—Oh... Supongo que no, ¿qué hay con eso? —preguntó bastante intranquilo.
—Bueno, dejaste de hacer bromas hace poco menos de tres meses. Al principio no te creía nada, pero supongo que no podía estar a la defensiva contigo todo el tiempo. Me estaba preguntando si tu cambio de actitud se debía a algo en particular.
—Pues...—el bufón se encontraba meditando mientras buscaba alguna excusa, pero Mandy interrumpió su pensamiento.
—Me preguntaba si era por esa vez que te regañé cuando tiraste el frasco de productos varios. Desde ese día dejaste, bueno, de hacer bromas. No es que las extrañe, para serte sincera. Solo... —cortó su frase, pues le resultaba difícil hablar de sentimientos y estaba encontrando la forma de expresarlo—. Me preguntaba si tal vez mi regaño no fue demasiado fuerte e hirió tus sentimientos —admitió con un leve sonrojo de vergüenza. El pelirrojo quiso entonces dar un largo suspiro de alivio por descartar que fuera algo relacionado a su plan, pero tenía que mantenerse en la conversación.
—Ah, eso... Debo de admitir que sí fue un poco hiriente —confesó de forma sincera—. Pero no te preocupes por eso. Uhm... Sí, gracias a eso fue que reflexioné y cambié mi actitud —explicaba mientras miraba hacia otro lado, incapaz de ver a los ojos a Mandy. Por alguna razón, se sentía muy abrumado y una sensación desagradable le recorría la espalda mientras le mentía.
La rubia lo miró compasivamente. Si bien le alegraba por una parte que el bufón haya dejado de hacerle bromas, por otra sentía que tal vez se pasó de la raya la última vez que lo reprendió.
—Lo siento mucho, Chester —se disculpó cabizbaja—. Esa vez realmente me enfadé mucho. No recuerdo exactamente qué fue lo que te dije, pero recuerdo haberte gritado más fuerte de lo usual. A veces me sacabas de mis casillas y creo que esa vez simplemente exploté. Trato de dar lo mejor de mí y ser una jefa justa, pero no podía tenerte paciencia todo el tiempo. Así que, realmente lo siento, no debí gritarte de esa manera —expresaba apenada, pero fue capaz de levantar la mirada y disculparse viéndolo a los ojos.
—Lo entiendo... ¡No te preocupes por eso! Lo pasado, pasado es; así que todo está bien ahora —decía mientras le sonreía cálidamente a Mandy. Ésta se sintió aliviada y le sonrió de vuelta.
—Me alegro que hayamos podido aclarar esto —admitió y se dirigió a su escritorio a tomar sus cosas. Chester ya se dirigía a la salida—. ¡Te veo mañana! —se despidió con alegría. Sus ojos parecían desprender una chispa de entusiasmo singular.
—Te veo mañana, Mandy —dijo el pelirrojo igual de sonriente que antes. Sin embargo, al darse la vuelta, su mueca cambió a una muy desanimada. Algo no estaba bien. No se sentía alegre, y no identificaba el por qué. Solo tenía una sensación desagradable cada vez que le mentía a Mandy. ¿Se estaba sintiendo... Culpable?