Capítulo II: Cambios

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Lo primero que hizo cuando llegó a su casa fue subir un video introductorio a YouTube, donde comenzaría a hacer un registro sobre todas las pequeñas cosas que haría para conquistar a Mandy (servía que recordaba su plan y, por qué no, ganaba un par de subs').

—¡Hola a todos! ¡Aquí JakeTrade777 en un nuevo video para el canal! —decía con entusiasmo frente a la cámara— En esta ocasión, se me ocurrió #LaBromaMásÉpica. Ustedes saben que amo hacerle bromas a mi jefa, es casI como un hobbie. Realmente nos llevamos bien, pero la última vez se molestó muchísimo conmigo. Dios, es que nunca puede aguantar y reírse de una simple broma, me llamó “niño malcriado” y dijo que tenía que madurar, ¡¿pueden creerlo?! —exclamó bastante indignado y con exageración en su tono—. Así que, para darle una lección, voy a fingir estar enamorado de ella e intentar que caiga como mosca en la miel, ¡seguro que será muy interesante y quizás eso le enseñe a ser menos cascarrabias!

Después de hablar un rato más a la cámara, cortó el video y lo subió. No tenía muchos subscriptores, pero realmente ese pequeño canal lo hacía muy feliz y tenía la esperanza de crecer e ir siendo más popular con el tiempo. Se quedó un rato fantaseando con eso, hasta que volvió a la realidad y fue a dormirse, bastante inquieto, pensando en cómo reaccionaría su jefa mañana.

Al día siguiente, Mandy tuvo que levantarse e ir a trabajar: otro día de aguantar al payaso de Chester y de gozar su labor en servicio al cliente, como si atender mocosos fuera lo mejor del mundo. Solo disfrutaba de su trabajo cuando estaba ella sola o con sus empleadas sacando la mercancía de la bodega y acomodando cada dulce en sus recipientes. En realidad trabajar con Buzzete y Nita no era tan malo: eran unas niñas encantadoras y sabían comportarse al margen, incluso trabajar en la fábrica podía ser muy ameno si solo fuera así. Aunque claro, cada mañana su burbuja de tranquilidad era reventada cuando aparecía él.

El único consuelo que tenía es que siempre llegaba tarde, y ese a la vez era otro problema: siempre llegaba tarde. El bono de puntualidad solo lo ganaban Buzzete y Nita, porque Chester nunca se vio realmente interesado en cumplir con aquello.
Por supuesto, esa mañana no esperaba algo diferente. Cuando escuchó la campanita de la puerta sonar, ni siquiera tuvo que voltear a ver de quién se trataba, pues todavía no habían abierto y Buzzete y Nita habían llegado ya.

—¡Chester! ¡Llegas... —en ese momento se detuvo a ver el pequeño reloj de su escritorio, titubeando por un momento sobre lo que estaba viendo—...a tiempo?

La hora de entrada de Chester era a las 7:00 am. Eran exactamente las 6:55, por lo que había sido puntual en esta ocasión.

—¡Buenos días Mandy¡, ¡un nuevo día, nuevas cosas por hacer! —saludó con una sonrisa de oreja a oreja mientras pasaba a firmar su turno al escritorio de su jefa.

La rubia lo miró con los ojos entrecerrados, inmediatamente a la defensiva. “Algo aquí no está bien”, pensaba mientras seguía con la mirada al bromista, que pasó a su lado y se dirigió a comenzar su turno ayudando a llevar las cajas vacías a los contenedores de reciclaje. Buzzete y Nita no se extrañaron, totalmente seguras de que Chester no tardaría en hacer su gracia del día.

Sin embargo, la jornada pasó sin muchos percances. Algún par de clientes adultos prepotentes con los que Mandy otro día hubiera tenido que lidiar sola, pero ahora se sorprendió un poco de que Chester la haya querido ayudar a manejar la situación. No es que haya sido de mucha ayuda, pero era la primera vez que se involucraba con clientes molestos.

Además de eso, nada había pasado. ¿Un día sin que Chester hiciera alguna broma? Era algo raro, sí, pero Mandy no iba a bajar la guardia. Si de algo conocía bien a Chester, es que solía innovar en sus bromas para que no encontrara patrones unas con otras, así que podía ser bastante impredecible, y por eso Mandy se enseñó a no confiar en nada ni en ninguna actitud suya que se viera mínimamete sospechosa. Sabía que probablemente para mañana ya no se aguantaría a hacerle alguna broma.

Pero el día siguiente transcurrió parecido al anterior. Chester había llegado temprano, saludó cordialmente y simplemente hizo su trabajo hasta su hora de salida. Los días posteriores fueron todos iguales, y esto comenzó a inquietar a Mandy. “¿Qué está tramando ahora?” “¿Qué demonios pretende?” se cuestionaba, aterrorizada de no tener la mínima idea de qué ganaba Chester con no hacer nada. Quizás esa era su broma: enloquecerla con la duda de no saber qué estaba haciendo.

Pero el remate de esa broma no llegaba. Después de una semana, nada. Chester incluso bromeaba con ella, como si no supiera qué estaba pasando.

—¡Buenos días, Mandy! ¿Por qué esa cara? ¿Has dormido bien? —preguntaba tratando de fingir ignorancia. Mandy solo le desviaba la mirada con el ceño fruncido.

—No sé en qué estás pensando, pero sea lo que sea, deja de hacerte el tonto —decía con indiferencia y amargura en su tono. Chester simplemente contestaba con un “ok” e iba a realizar su jornada.

Buzzete y Nita fueron las primeras en comenzar a extrañarse por el comportamiento neutral de Chester durante varios días. Incluso, su índice de productividad había aumentado por encima de lo que se esperaría de un trabajador común, cosa que Buzzete le hizo saber a Mandy.

—No importa que sea más productivo, algo debe querer conseguir con eso —contestó secamente, todavía sin creer que el bufón haya cambiado de un día para otro sin una razón más allá que la de jugarle una broma. Sin embargo, pasaron un par de días más y seguía sin mostrar indicio de intenciones maliciosas.

Para este punto, Buzzete y Nita habían dejado de preocuparse de que fuera a hacer algo, confiando en que Chester simplemente había madurado para dejar de hacer esas cosas. Pero Mandy seguía firme, al menos hasta que una semana y media después de que comenzaran aquellas actitudes extrañas, Chester pasó a su escritorio a firmar cinco minutos antes de su hora de entrada, como lo había estado haciendo últimamente. Mientras firmaba, Mandy lo miró con cierta curiosidad, como si en cualquier momento fuera a pillarle alguna actitud sospechosa. Sin embargo, como si Chester hubiera sentido que lo observaba, el pelirrojo levantó la mirada y sus ojos esmeraldas le miraron con la inocencia de un niño.

—¿Acaso tengo algo en la cara? —interrogaba con una ceja levantada, a lo que su jefa simplemente desvío su mirada hacia sus papeles.

—No, no es nada —le respondió sin más y Chester se retiró. Mandy se había sentido extraña mirándolo: era la primera vez que no detectaba un deseo malicioso en él, como si realmente no tramara nada—. Voy a seguir vigilándote de cerca —expresaba para sí misma mientras veía a su subordinado comenzar con sus labores matutinas.

Many A True Word Is Spoken In Jest (Chester×Mandy)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα