LA ÚLTIMA TORRE:house Of The...

Bởi hermogia

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La sinopsis se centra en Elara, la hija bastarda de cabello negro de Alicent Hightower, y su papel en la guer... Xem Thêm

prólogo
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Bởi hermogia

Elara suspiró mientras observaba a los dragones en el cielo. Su mente se llenaba de emociones y anhelos, deseando poder experimentar la libertad de volar en uno de esos majestuosos seres alados. La idea de montar un dragón y surcar los cielos desde el amanecer hasta el atardecer la fascinaba profundamente.

Sin embargo, en ese momento, Elara se encontraba atrapada en una habitación junto a su madre y tías. Las damas de la Casa Hightower habían venido a visitar a su madre, que estaba nuevamente embarazada. Pero para Elara, pasar el tiempo sentada, bordando y conversando con ellas era aburrido. Anhelaba la emoción y la aventura que veía en los dragones y en la libertad que representaban.

Elara

Mientras seguía mirando por la ventana, pensaba en cómo podría escapar de mi tediosa situación y hacer realidad mi sueño de montar un dragón. Tal vez podría encontrar una manera de convencer a su madre de permitirle explorar el mundo exterior o aprender a montar a caballo para comenzar a acercarse a los dragones de alguna manera. Solo el tiempo diría si yo lograría convertir mi sueño en realidad y unirme a los hijos de la princesa Rhaenyra en el cielo.

Me acercó tímidamente a my madre, con una mirada esperanzada . Sabía que convencerla de que la dejarmr aprender a montar a caballo no sería fácil, pero estaba decidida a intentarlo.

—Madre, ¿podrías considerar permitirme aprender a montar a caballo?—, pregunté con voz suave pero llena de determinación.

Mama suspiró, visiblemente agotada por mis persistentes peticiones. Sabía que yo era diferente a las demás damas de alta cuna, con sus sueños y anhelos fuera de lo común. Sin embargo, también sentía la presión de las expectativas de la sociedad y de sus propias tías, que venían de la Casa Hightower y tenían ideas más tradicionales sobre el papel de una señorita.

—Elara, cariño, entiendo que tengas aspiraciones diferentes a las de las demás jóvenes, pero debes entender que una señorita de nuestra posición tiene ciertas responsabilidades y expectativas"— respondió madre con tono resignado.

no me dejaría desanimar fácilmente. Mire a madre con ojos suplicantes y continue:

—Pero madre, aprender a montar a caballo no es solo un trabajo de hombres. Hay muchas mujeres valientes y poderosas en la historia que también sabían montar. Quiero sentir la libertad y la conexión con la naturaleza que solo puedo experimentar a lomos de un caballo ya que no tengo un dragon—

Mis tías , que estaban presentes en la habitación, intervinieron con desaprobación.

—Una señorita no debería estar pensando en tales cosas, querida. Tu lugar está aquí, aprendiendo las habilidades adecuadas para convertirte en una dama respetable—, declaró una de ellas con firmeza.

Mamá se quedó en silencio por un momento, luchando internamente entre lo que sentía que era correcto y las expectativas de su familia. Finalmente, con una mirada compasiva hacia su hija, tomó una decisión.

—Elara, entiendo tu deseo de aventura y libertad. No puedo negar que hay algo especial en ti. Permíteme hablar con tus tías y ver si podemos encontrar un compromiso. Quizás podrías tener algunas lecciones de equitación, bajo supervisión, por supuesto— dijo Mamá, tratando de satisfacer los deseos de su hija sin desafiar por completo las normas establecidas.

senti un rayo de esperanza en mi interior. Aunque no era exactamente lo que quería, al menos era un paso en la dirección correcta. Sabía que tendría que luchar por cada pequeña victoria, pero estaba dispuesta a hacerlo para perseguir mis sueños y encontrar su propio camino en un mundo lleno de dragones y posibilidades infinitas.

observe a mi hermana Helaena mientras bordaba con una expresión ansiosa en su rostro. Ella estaba concentrada en su labor, pero algo parecía perturbarla. Escuchó susurros inquietantes escapando de los labios de Helaena mientras continuaba con su tarea.

"Le quitarás un ojo, nace una bestia", murmuraba Helaena entre palabras, repitiéndolo constantemente en un tono casi inaudible.

Me senti intrigada y preocupada por las extrañas palabras de mi hermana. La frase no tenía sentido para nadie yera algo inusual proveniente de Helaena, quien generalmente era tranquila y reservada. Me acercó con cautela, tratando de entender qué la perturbaba.

—Helaena, ¿estás bien?—, pregunte con una voz suave, tratando de no interrumpir la concentración de mi hermana.

Helaena levantó la mirada, sorprendida al darse cuenta de mi presencia. Parecía distraída y confundida por un momento, antes de finalmente responder en voz baja: —Elara, no lo entiendes. No puedes verlo, pero está aquí. La araña, el ojo... algo oscuro está surgiendo—

frunci el ceño, sin comprender del todo las palabras de mi hermana. Me pregunte si Helaena estaba atravesando algún tipo de trastorno o si se trataba de algo más profundo y misterioso. Me sente a su lado, tratando de consolarla y entender lo que estaba sucediendo.

—Hermana, ¿qué quieres decir con 'la araña' y 'nace una bestia'? ¿Hay algo que deba saber?—, pregunte, intentando descifrar el significado detrás de las palabras inquietantes de Helaena.

Helaena bajó la mirada, pareciendo abrumada por sus propios pensamientos. Luego, en un susurro apenas audible, respondió: —Es solo... una sensación. Una sensación de que algo malévolo se avecina, una sombra acechante. Siento que debemos estar preparadas, Elara, porque no sé qué nos depara el futuro—.

sinti un escalofrío recorrer mi espina dorsal. Las palabras de Helaena resonaron en mi mente, llenándome de inquietud y curiosidad. Aunque no entendía completamente lo que mi hermana quería transmitir, estaba decidida a descubrir la verdad detrás de esas perturbadoras palabras y proteger a mi familia de cualquier peligro que pudiera acechar en las sombras. Juntas, buscariamos respuestas y nos prepararíamod para enfrentar lo desconocido que se avecinaba....oh simplemente eran tonterías

—•—

caminaba por los pasillos del castillo, sintiéndome alegre y emocionada por el hecho de que madre finalmente había aceptado  mi propuesta de aprender equitación. Mid pensamientos estaban llenos de imágenes de montar a caballo y sentir la brisa en mi rostro mientras me acercaba a los establos.

Sin embargo, mi alegría se vio interrumpida cuando dos pequeños niños pasaron corriendo a mi lado. La voz de mi media hermana resonó en el aire mientras los llamaba por sus nombres.

—Aegon, Visenya, ¡tengan cuidado!—, exclamó mi media hermana, cargando a un bebé en sus brazos.

observó a los dos niños, los mellizos de cabello platinado blanco. Aegon, vestido de negro targaryen, me saludó tímidamente, mientras que Visenya, vestida en tonos de rojo y negro con pequeñas joyas adornando su cabello platinado, me miró con una expresión de superioridad en su rostro.

Aunque había compartido momentos agradables con mis sobrinos en el pasado, siempre había sentido una especie de distanciamiento entre ambos. Visenya parecía considerarse superior, tal vez por su linaje o por las expectativas que la rodeaban como miembro de la Casa Targaryen.

Sin embargo, no permitiría que los gestos despectivos de Visenya me afectaran. Estaba decidida a seguir mi propio camino y perseguir mid sueños, incluso si eso significaba enfrentar los juicios y la actitud altiva de Visenya.

Con determinación en mi mirada, continuó su camino hacia los establos, recordando que había obtenido la aprobación de mi madre para aprender a montar a caballo. No dejaría que las opiniones de los demás, incluso las de Visenya, la desanimaran de seguir adelante.

En su mente, me imaginó cabalgando junto a los dragones en los cielos de Poniente, encontrando una verdadera libertad que no estaba limitada por los prejuicios y las expectativas impuestas por otros.

Cuando Rhaenyra se alejo con Aegon, visenya se acerco

Visenya, con su típica sonrisa despectiva y digna de Maegor el cruel, se acercó a mí, acechando como una víbora a su presa. No había duda de que era la hija del tío Daemond, con esa malicia que emanaba de cada uno de sus gestos.

—Un caballo no es un dragón, pero supongo que para alguien que no es Targaryen es lo mejor que puedes conseguir— pronunció Visenya con veneno en sus palabras.

Mis ojos se llenaron de irritación al escuchar su comentario. No iba a permitir que subestimara mi linaje ni mis sueños. Respondí con orgullo, mirándola directamente a los ojos: —Soy tan Targaryen como tú, Visenya—.

Sin embargo, en lugar de intimidarse o retroceder, su sonrisa se ensanchó aún más. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, preguntándome qué más podía decirme.

—Oh, ¿no lo sabes?—, respondió con desdén. —Por los Siete, todo el reino lo sabe—.

Un escalofrío de incertidumbre recorrió mi cuerpo. ¿Qué secreto o rumor se estaba propagando sobre mí? Me sentí vulnerable y expuesta en ese momento, sin saber qué podía haberse revelado y cómo eso afectaría mi vida y mi posición dentro de la Casa Targaryen.

Mi mente se llenó de preguntas y ansiedad. ¿Qué podía haber descubierto Visenya? ¿Cómo había llegado a conocer esa información? No podía evitar sentir una mezcla de miedo y curiosidad. Pero, por encima de todo, sentí una determinación feroz para proteger mi legado y demostrarle a Visenya y a todos los demás que era digna de llevar el nombre Targaryen con orgullo.

Me preparé para enfrentar las consecuencias de lo que fuera que Visenya creyera saber. No importaba lo que dijeran los rumores o las opiniones de los demás, yo era Elara Targaryen, y estaba decidida a forjar mi propio camino y demostrar mi valía en este mundo de intrigas y poder.

—¿De qué estás hablando, Visenya?—dije enfrentándola, intentando mantener la compostura a pesar de la creciente confusión y frustración. Visenya simplemente se rió, como si nada de esto tuviera importancia, mientras miraba con desdén sus propias uñas.

—Nunca he sido fanática de ser un loro esparciendo chismes—, dijo con una risita burlona en su voz. Mi reprimenda no pareció afectarla en lo más mínimo.

—Visenya—, la reprendí, intentando transmitir mi seriedad y exasperación. Ella me miró directamente a los ojos y estalló en carcajadas. La forma en que se burlaba de mí solo aumentaba mi confusión y ansiedad.

—Nunca te has preguntado por qué no te pareces a los demás miembros de nuestra familia, por qué tu cabello es negro mientras que tu madre y todos sus parientes son pelirrojos—, continuó, dejando escapar sus palabras de manera desafiante.

La sorpresa y la confusión se apoderaron de mí. Nunca había considerado mi apariencia como algo inusual o fuera de lugar dentro de la Casa Targaryen. Siempre había asumido que la diversidad genética podía manifestarse de diferentes maneras entre los miembros de una misma familia. Pero las palabras de Visenya me hicieron cuestionar todo lo que había dado por sentado.

El nudo en mi estómago se apretó aún más, y una sensación de inseguridad comenzó a inundarme. ¿Qué estaba implicando Visenya con sus palabras? ¿Había algo más detrás de mi apariencia física que no sabía? La incertidumbre se aferró a mí, alimentando mi deseo de conocer la verdad.

—¿A qué quieres llegar con todo esto?—, la rete, buscando respuestas claras y directas. Visenya simplemente encogió los hombros, como si todo esto no fuera más que un juego divertido para ella.

—Divertirme y ver tus fracasos en obtener un dragón... Ahora que lo pienso, ¿realmente eres hija de Viserys?— dijo con una malicia evidente en su tono. Me sentí retroceder ante esta afirmación, sintiendo cómo el impacto de sus palabras me golpeaba en lo más profundo.

—Mientes. No tienes derecho a juzgar la lealtad y la virtud de mi madre—, respondí con determinación, tratando de desafiar su malintencionado ataque. Visenya simplemente se encogió de hombros mientras me miraba con desdén.

—Si realmente eres tan Targaryen como dices, entonces ve y reclama un dragón. Hasta entonces, seguirás siendo solo una badtarda más en nuestra dinastía—, agregó, dejando caer sus palabras con un tono despectivo.

La afirmación de Visenya resonó en mi mente, golpeando mi confianza y desatando una tormenta de emociones contradictorias. La duda y la incertidumbre se apoderaron de mí mientras luchaba por comprender mi lugar en la Casa Targaryen y mi conexión con los dragones que tanto anhelaba.

Sin embargo, en medio de toda la confusión y la ansiedad, también surgió un fuego ardiente dentro de mí. No permitiría que las palabras venenosas de Visenya me derrotaran. Me levanté con determinación, con mi orgullo intacto, y juré demostrar mi linaje y reclamar mi lugar dentro de la Casa Targaryen.

Aunque las dudas y los obstáculos me rodearan, me negaba a rendirme. Me enfrentaría a cualquier desafío, lucharía contra las adversidades y buscaría la verdad en mi linaje y en mi conexión con los dragones. Demostraría mi valía y probaría que soy digna de ser una verdadera Targaryen.

Con un paso firme, me dirigí hacia mi destino, decidida a reclamar mi derecho como hija de Viserys y hacer honor al legado de mi familia. El camino sería difícil, pero no había obstáculo lo suficientemente grande como para detenerme en mi búsqueda por encontrar mi lugar en el reino y demostrar mi verdadero poder como una Targaryen.

"Bastarda". Esa palabra resonaba en mi mente como un eco persistente. No podía creerlo. No podía aceptar que Visenya me llamara así. No era posible. Yo no era una bastarda. Todo esto debía ser simplemente un intento de Visenya para molestarme y desestabilizarme emocionalmente.

Intenté tranquilizarme y recordar que mis diferencias físicas eran solo meras coincidencias, rarezas genéticas que podían ocurrir en cualquier familia. No había nada que me hiciera menos digna de ser una verdadera Targaryen.

Respiré hondo y me recordé a mí misma que no debía permitir que las palabras de Visenya me afectaran. No importaba lo que ella dijera o insinuara, yo sabía quién era realmente y de dónde venía. Mi linaje y mi legado no podían ser negados por las palabras maliciosas de alguien que solo buscaba desestabilizarme.

Me negué a dejarme consumir por la duda y la inseguridad. Me aferré a mi orgullo y determinación. Si había alguna verdad oculta detrás de las palabras de Visenya, estaba decidida a descubrirla por mí misma, con la cabeza en alto y la convicción de que merecía estar aquí, en esta familia y en este reino.

Las dudas y los miedos aún persistían en mi mente, pero elegí no dejar que me controlaran. Seguiría adelante con valentía y determinación, enfrentando cualquier desafío que se interpusiera en mi camino. Porque al final del día, lo que realmente importaba era mi fuerza interior y mi voluntad de luchar por lo que creía que era justo y verdadero.

Elara narrando en primera persona:

Caminaba por los pasillos, observando los retratos de los antiguos reyes y consortes Targaryen. Miraba detenidamente cada rostro, buscando desesperadamente alguna similitud entre ellos y yo. Sin embargo, no podía encontrar nada. Eran reyes y reinas con piel blanca y cabellos platinados como la nieve, plata u oro, retratados con joyas y coronas que seguramente valían una fortuna.

Pero a pesar de toda la opulencia y el linaje real que representaban, no había nada en esos retratos que me hiciera sentir una verdadera conexión con mis ancestros. No me parecía a ninguno de ellos en lo más mínimo. Era como si no tuviera cabida en esa galería de monarcas imponentes y majestuosos.

Una sensación de desaliento me invadió mientras continuaba mirando los retratos. ¿Dónde estaba mi lugar en toda esta historia? ¿Cómo podía encontrar mi identidad y reclamar mi posición como una verdadera Targaryen si no encontraba ninguna similitud con aquellos que me precedieron?

Sentí un nudo en mi garganta y una tristeza se apoderó de mí. Pero en medio de la oscuridad de la duda, una chispa de determinación se encendió dentro de mí. Aunque no me pareciera a mis ancestros en apariencia, sabía que llevaba su sangre y su legado en mis venas. No podía permitir que la falta de similitudes físicas me hiciera dudar de mi derecho a ser parte de esta familia y de esta historia.

Decidí que no sería definida por los retratos colgados en las paredes. Sería mi propia versión de una Targaryen. Forjaría mi propio camino, encontraría mi propia identidad y dejaría una marca en la historia de esta casa. No importaba cómo me veían los demás, lo que importaba era cómo me veía a mí misma y cómo me levantaba para enfrentar los desafíos que se avecinaban.

Con una renovada determinación, continué caminando por los pasillos, mirando los retratos con una mirada desafiante. Me negué a dejar que la falta de similitudes físicas me detuviera. Era hora de demostrar mi valía y reclamar mi lugar en esta familia legendaria. Aunque no me pareciera a los reyes y reinas del pasado, sabía que tenía la fuerza y la nobleza necesarias para honrar el nombre Targaryen y dejar mi propia marca en la historia.

—•—

En el consejo privado del rey Viserys, se encontraban reunidos varios miembros importantes de las casas poderosas de Poniente, incluyendo a la reina Alicent, Rhaenyra, Daemond Targaryen, Sir Harwin Strong, Sir Lyonel Strong (la Mano del Rey), Sir Corlys Velaryon y otros representantes.

El tema principal de discusión giraba en torno al destino de las jóvenes niñas Targaryen: Helaena y Daella, hijas de la reina Alicent, y Visenya y Alyssa, hijas de Rhaenyra. Todos estaban conscientes de la importancia de estos matrimonios y alianzas para asegurar la estabilidad y el poder de la Casa Targaryen.

Se planteaban diferentes opciones y posibilidades para los matrimonios y alianzas estratégicas. Las voces se alzaban en debates acalorados, cada uno defendiendo los intereses y las ventajas que traería consigo cada propuesta. Algunos argumentaban a favor de alianzas con las casas más poderosas y ricas de Poniente, mientras que otros sugerían buscar vínculos con casas leales y tradicionales.

La reina Alicent y Rhaenyra expresaban sus opiniones y preocupaciones, buscando asegurar el mejor futuro para sus hijas y, a su vez, mantener la estabilidad de la Casa Targaryen. Daemond Targaryen también ofrecía su perspectiva, aportando su experiencia y conocimiento en asuntos políticos.

El ambiente en la sala era tenso, cada decisión tenía repercusiones importantes para el futuro del reino. Los miembros del consejo debatían y discutían, tratando de llegar a un consenso que beneficiara a todos y asegurara la continuidad de la dinastía Targaryen.

Entre las múltiples propuestas y argumentos, el consejo se adentraba en una compleja y delicada tarea, sabiendo que las alianzas matrimoniales tenían el poder de cambiar el curso de la historia y determinar el destino de las jóvenes niñas Targaryen.

La sala se llenó de tensión mientras las palabras de Rhaenyra y el representante de los Lannister chocaban. Rhaenyra defendía con vehemencia la idea de evitar cualquier alianza con la Casa Lannister, argumentando su desconfianza hacia ellos y su intención de asegurar el bienestar de sus hijas. Mientras tanto, el representante de los Lannister afirmaba con orgullo su posición como una de las casas más ricas y poderosas, ofreciendo fortuna y oro como un incentivo para considerar su propuesta.

En medio de la discusión acalorada, Daemon Targaryen rompió el silencio con una risa burlona. Miró al representante de los Lannister con malicia y colocó su espada sobre la mesa, demostrando su determinación y su voluntad de defender a su esposa y sus hijas.

—Mi espada estará escuchando sus propuestas, con el filo sobre sus lenguas—Sus palabras resonaron en la sala, amenazando con consecuencias sobre las negociaciones de los Lannister no eran de su agrado.

El silencio cayó en la sala mientras todos procesaban las palabras de Daemon. Su intervención dejó claro que estaba dispuesto a proteger a su familia y a tomar medidas drásticas si era necesario. El ambiente se volvió aún más tenso, con miradas desafiantes entre los miembros del consejo.

Alicent, como reina y madre, tomó la palabra para calmar la situación y encontrar un terreno común.

—lo que el principe Daemond quiso decir, es que por favor no insistan cuando ya fueron rechazados, yo también busco un esposo digno para mis hijas y con gusto escucharía las opciones—

Expresó su deseo de asegurar un futuro próspero y seguro para sus hijas, pero también señaló la importancia de considerar todas las opciones disponibles. Invitó a los miembros del consejo a retomar la discusión con una mente abierta y a considerar no solo la riqueza, sino también la lealtad y la estabilidad que cada alianza podría ofrecer.

El debate continuó, pero ahora con un tono más moderado y reflexivo. Cada representante de las casas poderosas expresaba sus opiniones y argumentos, buscando encontrar un equilibrio entre intereses políticos y familiares. La decisión final sobre los matrimonios y alianzas estratégicas se avecinaba, y la sala del consejo seguía inmersa en la compleja tarea de asegurar el futuro de las jóvenes niñas Targaryen mientras mantenían la estabilidad del reino.

El consejo privado escuchaba atentamente las propuestas de matrimonio y alianza planteadas por los Baratheon y la princesa Rhaenyra. Las casas presentes discutían con entusiasmo y presentaban sus argumentos para obtener la mano y el favor de las princesas Targaryen.

Sin embargo, Rhaenyra intercambió una mirada cómplice con sus dos esposos, sir Harwin y Daemon. Sir Harwin se levantó de su asiento y presentó una nueva propuesta, proponiendo que la princesa Helaena Targaryen se casara en el futuro con el hijo primogénito de la princesa Rhaenyra. De esta manera, Jacaerys, el hijo de Rhaenyra y Harwin, y Helaena se convertirían en los príncipes herederos al Trono de Hierro. Esta propuesta aseguraba la continuidad de la línea de sucesión Targaryen.

Rhaenyra, mostrando su porte y gracia, respaldó la propuesta de sir Harwin y presentó su propio plan. Expresó su deseo de casar a su Daella con su hijo heredero de la Casa Harrenhal. Aunque la Casa Harrenhal no era tan rica o poderosa como los Lannister o los Baratheon, Rhaenyra argumentó que esta alianza brindaría oportunidades y expandiría las posibilidades para la casa, además de asegurar lealtad a la Casa Targaryen.

Las propuestas de matrimonio y alianza estratégica presentadas por Rhaenyra y sir Harwin generaron un nuevo interés en la sala del consejo. Los representantes de las casas poderosas consideraron las ventajas políticas y las oportunidades que las uniones  cus casas podrían brindar. El debate se reavivó mientras se evaluaban las posibilidades y se sopesaban las consecuencias a largo plazo.

Elara entró en la habitación con una jarra de vino en sus manos, lista para servir a los adultos presentes. Caminaba torpemente, sintiéndose insignificante mientras era ignorada por todos los presentes. Aunque intentaba pasar desapercibida, no pudo evitar escuchar la conversación entre los adultos que giraba en torno a los matrimonios de sus hermanas y sobrinas.

A medida que las palabras de los presentes llegaban a sus oídos, Elara se dio cuenta de que nuevamente estaba siendo dejada de lado y excluida de las propuestas matrimoniales. Conocía muy bien la sensación de ser ignorada y no tener en cuenta su opinión ni sus deseos para su propio futuro. Pero lo que más le afectó fue escuchar accidentalmente a su madre mencionar la posibilidad de que fuera entregada a la fe de los Siete y se convirtiera en una septa, como si no hubiera otras opciones para ella debido a la falta de propuestas por parte de su madre.

Una mezcla de tristeza y frustración se apoderó de Elara en ese momento. Se sintió desvalorizada y relegada, como si sus sueños y deseos no importaran en absoluto. Sin embargo, en medio de esas emociones negativas,

Elara

Entré en la habitación con la jarra de vino en mis manos, sintiéndome torpe y sin importancia mientras los adultos presentes me ignoraban por completo. Caminaba en silencio, pero no pude evitar escuchar la conversación que se desarrollaba a mi alrededor. Hablaban de los matrimonios de mis hermanas y sobrinas, discutiendo posibles alianzas y propuestas. Sabía muy bien que mi nombre no sería mencionado, como siempre, y que sería dejada de lado una vez más.

Fue entonces cuando, sin querer, escuché a mi madre mencionar algo que me hizo estremecer. Habló de la posibilidad de que yo fuera entregada a la fe de los Siete, convertida en una septa debido a la falta de propuestas matrimoniales. Sus palabras resonaron en mi mente, y sentí un nudo en mi estómago. ¿Realmente no había más opciones para mí? ¿Estaba destinada a una vida de servicio religioso, alejada de mis propios sueños y deseos?La tristeza y la frustración comenzaron a invadirme,

sentí un nudo en el estómago al escuchar las palabras de Viserys y mi madre sobre el posible matrimonio de Helaena con Jacaerys. Por un lado, me alegraba por mi hermana, ya que eso significaba que tendría un futuro prometedor como reina. Pero por otro lado, sentí una punzada de celos y tristeza al pensar en cómo eso podía alejarla más de nuestra madre y robar aún más atención y afecto de ella.

Durante mucho tiempo, había anhelado el reconocimiento y el cariño de mi madre. Siempre me había sentido relegada a un segundo plano, ignorada en las conversaciones y decisiones importantes. Y ahora, con el posible matrimonio de Helaena, parecía que mi madre encontraría aún menos tiempo y atención para mí.

Traté de contener mis emociones, de no dejar que la envidia y la tristeza se apoderaran de mí. Sabía que no era justo sentirme así hacia mi hermana, que ella merecía tener su propia felicidad y éxito. Pero no pude evitar sentir que mi propio valor y relevancia se desvanecían aún más.

Respiré profundamente y recordé que no podía depender del reconocimiento de los demás para encontrar mi propia valía. Tenía que encontrar mi camino y demostrar mi valía por mí misma. Aunque las palabras de mi madre resonaban en mi mente, diciendo que probablemente sería entregada a la fe de los Siete como una septa, me negué a aceptarlo como mi destino predeterminado.

Me levanté con determinación, decidida a forjar mi propio destino y encontrar mi propia felicidad. Si bien podía sentirme incomoda por las palabras que había escuchado, también me dieron una chispa de motivación para buscar mi propio camino y demostrar que yo también era capaz de lograr grandes cosas. No sería eclipsada ni ignorada, sino que encontraría mi lugar y dejaría una huella en el mundo por derecho propio.

Emientras lidiaba con mis emociones encontradas, una idea audaz surgió en mi mente. Recordé los dragones que volaban en los cielos y los huevos de dragón que  existían en el mundo. Quizás, en lugar de buscar reconocimiento a través de un matrimonio político, podría reclamar un huevo de dragón y demostrar mi valía de una manera única y poderosa.

Decidí que haría todo lo posible por obtener uno de esos huevos de dragón. No importaba si los demás me consideraban inferior o si mi madre tenía otras expectativas para mí. Si lograba domar y criar a un dragón, demostraría que soy tan Targaryen como cualquier otro miembro de mi familia.

Pude leer diversos libros sobre las historias y leyendas de los huevos de dragón, y comencé a planear mi estrategia
Con cada paso que daba hacia mi objetivo, sentía una nueva sensación de determinación y empoderamiento. Sabía que no sería fácil, que enfrentaría desafíos y peligros en el camino, pero estaba dispuesta a enfrentarlos.

Me imaginé a mí misma montando un dragón poderoso en los cielos, desafiando las expectativas y dejando una huella en la historia. No sería una mera septa relegada a los rezos y el servicio religioso, sino una guerrera y líder que haría historia por sus propios méritos.

Con esta nueva meta en mente, me sentí revitalizada y lista para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en mi camino. No permitiría que los comentarios despectivos o las expectativas limitantes me detuvieran. Estaba decidida a reclamar mi lugar en el mundo y forjar mi propio destino como una verdadera Targaryen.

—•—

Caminé por los pasillos del castillo, con determinación en cada paso que daba. Sabía que necesitaba la ayuda de mi hermano mayor, Aegon, y estaba dispuesta a conseguirlo. El abrumador olor a vino que emanaba de su habitación llegó a mis sentidos mucho antes de que llegara a su puerta. Suspiré, preparándome para lo que vendría.

Empujé suavemente la puerta entreabierta y entré en su cuarto. Aegon estaba allí, sentado en su cama, absorto en afilar un trozo de madera con su puñal. El destello metálico reflejaba la luz de la habitación, mientras pequeñas astillas de madera caían al suelo.

Me acerqué con cautela, consciente de su carácter irascible. Sin embargo, estaba decidida a hacerle entender la importancia de mi solicitud. Respiré profundamente para calmar mis nervios y me armé de inocencia y dulzura.

—Necesito un favor, querido hermano—dije en tono suave, tratando de transmitir mi sinceridad.

Aegon bufó molesto y me miró con desdén. Sabía que era un hombre de pocas palabras hacia mi, pero su gesto dejaba claro que no estaba dispuesto a escucharme sin más.

—¿Y por qué debería hacer algo por ti, Elara?—, respondió con cierto tono de sarcasmo. —Siempre estás buscando una forma de decepnar a madre, mucho mas que yo—.

Mi corazón se hundió ante sus palabras, pero no iba a rendirme tan fácilmente. Sabía que debía encontrar una manera de persuadirlo y mostrarle que esta vez era diferente.

Mantuve la calma y miré directamente a sus ojos violetas, tan distintos a los míos. Era hora de apelar a nuestra relación como hermanos y recordarle los lazos que nos unían.

—Sé que hemos tenido nuestras diferencias, Aegon", dije con voz firme pero cargada de afecto. "Pero esta vez, te necesito como mi aliado. Juntos, podemos lograr cosas asombrosas—.

Aegon dejó de afilar la madera y me observó detenidamente, como si tratara de descifrar mis intenciones. La habitación se llenó de un silencio incómodo mientras esperaba su respuesta.

—¿Por qué debería confiar en ti?—, preguntó finalmente, su ceño fruncido.

Fue mi turno de convencerlo. Miré fijamente a sus ojos, tratando de transmitirle mi determinación y sinceridad.

—Porque somos hermanos, Aegon—, respondí con suavidad. —A pesar de nuestras diferencias, sé que podemos confiar el uno en el otro. Necesito tu fuerza y tus habilidades para tener éxito en esta misión. Juntos, podemos superar cualquier obstáculo—.

Aegon permaneció en silencio, evaluando mis palabras. Podía sentir la tensión en el aire mientras esperaba su respuesta. Finalmente, soltó un suspiro y dejó de lado su trozo de madera.

—Está bien, Elara—, dijo con resignación. —Te ayudaré en tu misión,—

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Con la capa negra cubriéndonos y la oscuridad de la noche envolviéndonos, Aegon y yo nos encontrábamos frente a la imponente entrada del Pozo Dragón. La tensión en el aire era palpable, y podía sentir el arrepentimiento emanando de mi hermano mayor. Sabía que esta era una situación difícil para él, pero ya no había vuelta atrás.

Miré a Aegon, su rostro parcialmente oculto bajo la capucha de la capa. Sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y remordimiento. A pesar de su resistencia inicial, se había unido a mí en esta peligrosa empresa. Sin embargo, ahora parecía lamentar haberlo hecho.

—Con ayudarte no me refería a esto, Elara—, susurró Aegon, su voz cargada de pesar. —No pensé que llegaríamos tan lejos, que nos adentraríamos en esta guarida de peligros—.

Comprendí su dilema. Aegon era un guerrero nadq valiente no decidido, pero también tenía sus límites. El Pozo Dragón era un lugar temido, lleno de criaturas mortales. Nos enfrentábamos a un desafío que iba más allá de lo que él había anticipado.

Tomé su mano en un gesto reconfortante. Aunque no podía ver mi rostro bajo la capucha, esperaba que mis palabras le transmitieran confianza.

—Sé que esto es arriesgado, Aegon—, respondí con calma. —Pero debemos recordar por qué estamos aquí. Este es nuestro único camino hacia el huevo, hacia la esperanza y el futuro que anhelo. Juntos, podemos superar cualquier obstáculo—.

Aegon asintió lentamente, absorbido por sus pensamientos. Sabía que en su interior se debatía entre la tentación de regresar y la necesidad de cumplir con nuestra misión. Era un hombre de honor, y una vez había dado su palabra, se mantendría firme.

—Lo sé, Elara—, murmuró finalmente. —Estoy aquí contigo, y no puedo dar marcha atrás ahora. No importa lo que nos depare el Pozo Dragón, debemos seguir adelante y enfrentar nuestro destino—.

Sus palabras me llenaron de gratitud y alivio. A pesar de sus dudas, Aegon estaba comprometido a acompañarme en este desafío. Éramos hermanos, compartíamos un lazo irrompible y juntos enfrentaríamos cualquier adversidad.

Con una sonrisa fugaz, apreté su mano con fuerza. —Gracias, Aegon—, le susurré. —Tu apoyo significa todo para mí—.

Nos adentramos en la oscuridad del Pozo Dragón, conscientes de los peligros que nos aguardaban pero determinados a triunfar. Sabíamos que nuestra unión era nuestra mayor fortaleza, y juntos desataríamos todo nuestro valor y habilidad para alcanzar nuestro objetivo y asegurar un futuro mejor.

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Jacaerys, Aemond y Lucerys se encontraban jugando a las espadas en el jardín del castillo. Las risas infantiles llenaban el aire mientras los tres niños disfrutaban de su tiempo juntos. A medida que la tarde avanzaba, la emoción del juego aumentaba y cada uno se esforzaba por superar al otro.

En medio del alboroto y la diversión, Jacaerys se encontró sin querer escuchando una conversación entre Elara y alguien más. Mientras intentaba escapar de la competencia de espadas, se escondió detrás de un seto y escuchó atentamente.

Para su sorpresa, Jacaerys captó las palabras clave de un plan de escape. Su curiosidad se despertó y su corazón comenzó a latir rápidamente. La emoción y el miedo se mezclaron dentro de él, ya que nunca había estado involucrado en algo tan intrigante antes.

Elara, su tía, parecía estar conspirando con alguien para escapar de la FortalezaRoja. Jacaerys sintió una mezcla de lealtad hacia su tía y la inseguridad de saber si debía involucrarse o guardar el secreto.

Sin embargo, antes de que pudiera decidir qué hacer, Aemond y Lucerys se acercaron a él, interrumpiendo sus pensamientos. La diversión del juego de espadas continuó, y Jacaerys decidió guardar el plan de Elara en su corazón, sin revelar lo que había escuchado.

A medida que los tres niños continuaban su juego, Jacaerys se encontraba en conflicto interno. Sabía que tendría que enfrentar decisiones difíciles en el futuro, pero por ahora, disfrutaría del tiempo con su familia, manteniendo el secreto en lo más profundo de su mente.

Tenía la sensación de que su vida estaba a punto de cambiar, y esperaba poder manejar las responsabilidades y desafíos que le aguardaban.

—•—

Elara se escabulló en silencio junto a Aegon, adentrándose cada vez más en la oscura cueva donde se encontraban los nidos de dragones. Aegon, temeroso pero decidido, se quedó en la entrada sosteniendo una antorcha para iluminar el camino y proteger su retaguardia. Mientras tanto, Elara avanzó cautelosamente hacia donde se encontraban los preciados huevos de dragón.

El corazón de Elara latía con anticipación mientras se acercaba a los nidos. La luz de la antorcha resaltaba los detalles de los huevos, y uno en particular llamó su atención: un huevo azul que brillaba intensamente. Sin poder resistirse a su belleza y atractivo, Elara lo tomó entre sus manos con admiración.

El huevo era pesado y cálido, transmitiendo una energía mágica y ancestral de valyria. Sabía que había elegido su huevo, el compañero de aventuras y aliado que la acompañaría en los desafíos por venir. En ese momento, sin embargo, no se dio cuenta de que una dragona la observaba con recelo desde las sombras.

De repente, un poderoso rugido retumbó en la cueva, sacudiendo el aire a su alrededor. Elara se sobresaltó y miró hacia arriba, encontrándose con la furia de Dreamyfire, el imponente dragón de su hermana Helaena. Sus ojos brillaban con un destello de enojo y desconfianza.

Elara se dio cuenta de su error al haber tomado el huevo de Dreamyfire sin permiso. Su corazón se llenó de temor mientras retrocedía lentamente, sin soltar el huevo. Sabía que debía mostrar respeto y disculparse por su imprudencia.

—Lo siento, Dreamyfire—, susurró Elara en voz baja, tratando de transmitir tranquilidad y arrepentimiento. —No pretendía ofenderte ni tomar algo que no me pertenece. Solo quería encontrar mi propio compañero de aventuras. Por favor, acepta mis disculpas—.

El dragón observó a Elara durante un momento, sus ojos brillando con intensidad. Luego, emitió un gruñido profundo pero pareció relajar su postura. Elara esperaba que Dreamyfire comprendiera su intención y su deseo de formar un vínculo con un dragón. Pero

Elara quedó estática, llena de terror y asombro, mientras Dreamyfire gruñía y lanzaba una bocanada de fuego que iluminaba todo a su alrededor. El intenso calor y las llamas danzantes llenaron la cueva, creando una atmósfera amenazante.

El corazón de Elara latía desbocado mientras se aferraba al huevo de dragón, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de ella. Comprendió en ese momento la gravedad de su error al haber tomado el huevo sin permiso y haber desatado la ira de Dreamyfire.

La dragona se acercó lentamente, sus garras afiladas arañando el suelo rocoso. Su mirada ardiente se clavó en Elara, demostrando su poderío y dominio sobre la situación. Elara sabía que estaba a merced de Dreamyfire y que debía hacer todo lo posible para reparar su error.

La dragona la observó fijamente, pareciendo analizar a su presa La tensión en el aire era palpable mientras la joven esperaba una respuesta, sin saber qué consecuencias podrían seguir.

Elara quedó paralizada por el segundo rugido que resonó en la cueva, esta vez proveniente de Syrax, la poderosa dragona de su hermana Rhaenyra. El temor se intensificó cuando se percató de que su presencia y la acción de tomsr el huevo habían alertado a las dos dragonas, que sentian en peligro a sus crías.

Sin pensarlo dos veces, Elara soltó el huevo de golpe, dejándolo caer al suelo. El sonido del impacto resonó en el aire, pero en medio del caos y el terror, no pudo prestarle más atención.

Las dragonas, enfurecidas y sintiéndose amenazadas, comenzaron a rugir con fuerza, haciendo temblar las paredes de la cueva. El ruido ensordecedor se mezclaba con el estruendo de sus alas batiendo en el aire, creando una atmósfera asfixiante y aterradora.

Elara se vio obligada a correr por la cueva, tratando de encontrar una salida o algún lugar donde pudiera ocultarse de las furiosas dragonas. Su corazón latía desenfrenadamente mientras el miedo la impulsaba a seguir adelante.

Los rugidos de las dragonas resonaban en sus oídos, llenando su mente de pánico y desesperación. Elara luchaba por mantener la calma y encontrar una solución....

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