LA ÚLTIMA TORRE:house Of The...

By hermogia

1.7K 90 13

La sinopsis se centra en Elara, la hija bastarda de cabello negro de Alicent Hightower, y su papel en la guer... More

prólogo
000
001
003
004
005
006
007
008
009
010

002

149 8 6
By hermogia

El paso de los años en Kingston Landing fue testigo de la transformación de los bebés Targaryen en niños y jinetes de dragón. A medida que crecían, los hermanos Aegon Targaryen y Aemond Targaryen volaban juntos de regreso a Pozo Dragón. En el momento de su llegada, una niña de siete años, con ojos avellana y cabello negro como la noche, vestida de verde claro y azul, esperaba ansiosamente. A su lado se encontraban sus hermanas, la princesa Helaena, un poco mayor que ella, vestida con un rosa pálido y con sus cabellos platinados trenzados como una corona. Helaena cargaba a su hermanita menor, la princesa Daella, de apenas un año, cuyos cabellos platinados se asemejaban a los de su hermana. También se encontraba presente el dragón de Helaena, Dreamyfire en espera de los jóvenes principes

Elara suspiraba con aburrimiento en el carruaje mientras observaba a su hermana mayor, quien parecía ser reservada y un tanto extraña, murmurando cosas incomprensibles mientras trenzaba el cabello de su hermanita menor. A medida que miraba a sus hermanos volar en un dragón tan majestuoso como Sunfyre, Elara sentía una profunda admiración y anhelo por tener su propio dragón. Su hermana Helaena tenía a Dreamyfire, su hermana menor tenía un huevo de dragón propio, y su hermano Aegon poseía un hermoso dragón. Incluso los hijos de su media hermana Rhaenyra tenían la compañía de dragones, mientras que ella se encontraba sin uno.

La envidia y la frustración se agitaban dentro de Elara mientras consideraba su situación. ¿Por qué todos a su alrededor tenían la oportunidad de montar y volar con sus propios dragones, mientras que ella se sentía excluida de esa emocionante experiencia? Suspirando nuevamente, Elara deseaba con todas sus fuerzas tener su propio compañero dragón y poder explorar los cielos junto a su familia.

Sin embargo, a pesar de su anhelo, Elara también sabía que era importante ser paciente y esperar el momento adecuado. Sabía que tener un dragón era una responsabilidad y un privilegio que requería madurez y preparación. Aunque se sentía un tanto desanimada, también estaba decidida a demostrar que era digna de tener su propio dragón cuando llegara el momento.

Mientras el carruaje continuaba su camino, Elara decidió que aprovecharía este tiempo para aprender más sobre los dragones y cómo cuidarlos adecuadamente. Estudiaría y se prepararía para el día en que finalmente tuviera su compañero dragón. Con determinación renovada, Elara decidió que no dejaría que la ausencia de un dragón propio la detuviera, sino que trabajaría arduamente para merecerlo cuando llegara su turno.

El carruaje finalmente llegó a la imponente Fortaleza Roja, donde su madre, Alicent Hightower, los esperaba ansiosamente. Con amor y cariño, recibió a sus hijos de cabellos platinados, abrazándolos y dándoles un beso en la mejilla. A Aegon, Aemond y a sus hermanas, les prodigó atención y muestras de afecto.

Sin embargo, para Elara, la recepción fue diferente. Aunque su madre le ofreció una sonrisa, parecía forzada, y una vez más la ignoró en favor de sus hermanos. Elara sintió un pellizco de tristeza en su corazón al darse cuenta de que, una vez más, parecía ser dejada de lado y no recibir la misma atención y afecto que sus hermanos.

No obstante, a pesar de sentirse ignorada, Elara se recordó a sí misma que no debía permitir que eso la desanimara. Decidió que haría todo lo posible para demostrar su valía y ganarse el reconocimiento y amor de su madre. Estaba decidida a ser perseverante y encontrar su lugar en la familia Targaryen, incluso si eso significaba enfrentar desafíos y superar obstáculos.

Con paso firme, Elara se adentró en la Fortaleza Roja, determinada a hacerse notar y encontrar su propio camino en ese mundo de dragones y poder. Aunque la sonrisa de su madre había sido fugaz, Elara estaba convencida de que aún podía ganarse su amor y respeto

Mientras Elara caminaba por los pasillos de la Fortaleza Roja, notó un cambio en el ambiente a su alrededor. A diferencia de la admiración y respeto que los nobles de la corte mostraban hacia su madre y hermanos, hacia ella el trato era frío y distante. Las reverencias parecían forzadas y los murmullos llenaban el aire, creando un ambiente incómodo.

Con el corazón lleno de temor, Elara decidió correr hacia el lado de su madre, buscando su cercanía en busca de consuelo y seguridad. Alicent, con un semblante de culpa en su rostro, tomó la mano de Elara, reconociendo la situación incómoda en la que se encontraba su hija.

Mientras caminaban juntas, Elara pudo sentir la tensión en el aire. La presencia de su madre, aunque reconfortante, no era suficiente para disipar la sensación de aislamiento y rechazo que experimentaba. Sin embargo, a pesar de todo, Elara se aferró a la esperanza de que su madre comprendiera y la protegiera de cualquier adversidad que pudiera enfrentar.

Con cada paso, Elara se esforzaba por mostrar su valía y demostrar a aquellos que la juzgaban que era una Targaryen digna. Aunque el camino parecía difícil y solitario, no permitiría que las actitudes negativas de los demás la definieran. Estaba decidida a enfrentar los desafíos con determinación y demostrar que era merecedora del amor y respeto de su madre y de aquellos que la rodeaban.

Elara se aferró a la mano de su madre, encontrando fuerza en su contacto. Sabía que aún tenía un largo camino por recorrer, pero estaba dispuesta a enfrentarlo con coraje y perseverancia, sabiendo que su verdadero valor no se basaba en el trato superficial de los demás, sino en su propio carácter y determinación.

Ambas mujeres llegaron al comedor donde estaba el rey junto a su hermano y yerno

—creo que será otro niño, otro fuerte bebé targaryen—El viejo rey dijo tan alegre con su copa de vino

—oh Strog querido hermano—repitió Daemond mientras cortaba un trozo se su carne

—Rhaenyra dice que será una niña, incluso ya escogió un nombre, Alyssa como su abuela— dijo el joven Harwin con su encantadora sonrisa, los hombres solo reían ignorando la presencia de la reina y sus hijos

—Aegon y Visenya también están en constante discusión por que dragón montara su hermana, Aegon escogió a vermithor para que lo reclame, pero Visenya ya escogió un huevo de Syrax—

Elara escuchaba atentamente la conversación sobre qué dragón sería elegido para el quinto vástago de Rhaenyra. Mientras Daemond y Viserys Targaryen discutían apasionadamente sobre los dragones, ella disfrutaba de su festín, absorbiendo cada palabra y dejándose llevar por la emoción del tema. Sin embargo, la seriedad en la mirada de su madre, Alicent, no pasó desapercibida para ella.

De repente, Alicent rompió el silencio reprendiendo a Elara, recordándole que no debía meter su oreja donde no la llamaban. Elara se sintió desalentada por el comentario de su madre, que dejaba claro que su interés y entusiasmo por los dragones no eran bienvenidos. La culpa siempre parecía estar presente en la reina, ya que Elara no era consciente de que no tenía la sangre Targaryen corriendo por sus venas y, por lo tanto, estaba destinada a no montar un dragón propio.

—si madre— dijo la niña

Aunque la reprimenda de su madre le dolía, Elara no podía evitar sentir una mezcla de deseo y decepción. Su fascinación por los dragones era innegable, y el sueño de tener uno propio siempre latía en su corazón. Aunque la sangre Targaryen no fluía por sus venas hecho que ella ignoraba, ella anhelaba ser parte de ese mundo de majestuosas criaturas aladas y emocionantes aventuras.

Con tristeza, Elara desvió la mirada hacia su festín, tratando de ocultar su desilusión. Sabía que debía aceptar su lugar y encontrar otros medios para dejar su huella en el mundo, pero el anhelo de montar un dragón nunca desaparecería por completo de su corazón. A pesar de las limitaciones impuestas por su madre, Elara estaba determinada a encontrar su propia forma de grandeza y demostrar su valía

El principe canalla miraba a la niña pelinegra frente a él, le divertía ver la cara de Alicent y sus patéticos intentos de alejar a la niña de la cultura y vida Targaryen, Alicent quería ocultar la verdadera herencia de la niña pero al mismo tiempo ella se empeñaba se Hacerla pasar como una hija Targaryen

—Querida cuñada deja a la niña, una "dragona" como ella siente fascinación por su "herencia"— dijo el principe canalla con esa sorna y sonrisa retorcida tan típica

Alicent sabía la finalidad del comentario de su cuñado,  solo por molestarla, pero le dama temor que por esas bromas de Daemond la verdad que tanto se empeñaba en ocultar

—Tal ves le haga bien a la nuestra hija....ir a volar con Aegon y Lucerys más tarde grey ghost y Arrax seguro dejara que monte con uno de sus jinetes— dijo Viserys mirando a la niña con ternura

—gracias papá!—
Elara, llena de emoción y afecto, se acercó y abrazó a su "padre" Viserys. Aunque Viserys era consciente de que Elara no era su hija biológica, la culpa por su matrimonio infeliz con Alicent o tal vez un amor genuino hacia la niña de cabello negro hicieron que se inclinara ante ella, amándola y pasando más tiempo con ella que con el resto de sus hijos de su segunda esposa.

Alicent, observando el momento con angustia, no podía dejar de lastimar sus dedos con temor. Ella sabía que no podía permitir que su hija se involucrara demasiado en el mundo de los Targaryen, con su color característico de negro y rojo. A pesar de haber llegado a una paz relativa con Rhaenyra, aún guardaba temor de que alguien intentara dañar a su hija bastarda debido a su existencia y a su deslealtad. Sin embargo, sus protestas y preocupaciones fueron ignoradas cuando el llanto de un bebé llenó la Fortaleza Roja.

Los hombres mayores estallaron en gritos de alegría y brindaron por la llegada del nuevo hijo de Rhaenyra. Alicent, derrotada pero al mismo tiempo sintiendo cierta alegría, suspiró. Al menos su hijastra había sobrevivido al parto, lo cual era motivo de alivio.

En medio de todas las complejidades y tensiones de la dinastía Targaryen, Elara se aferraba a los momentos de amor y cercanía que podía encontrar en su relación con Viserys. Aunque su linaje fuera complicado y su lugar en la familia fuera incierto, Elara buscaría el amor y la aceptación donde pudiera encontrarlos, incluso si eso significaba apoyarse en una figura paterna que no era su verdadero padre aunque ella no lo supiera

—•—
En los aposentos de una fatigada Rhaenyra, toda la familia se reunía. Sir Harwin cargaba amorosamente a su nueva hija, con cabellos castaños y ojos violetas. Daemond observaba desde lejos con una sonrisa, orgulloso de su esposa y de su nueva hija. Los hijos de cabellos castaños, Jacaerys y Luceryd, mostraban respeto hacia su hermana recién nacida. Mientras tanto, los gemelos Aegon y Visenya de cabellos platinados discutían y peleaban como siempre, sin perder su energía característica. Viserys, con una mirada tierna, observaba a su extensa familia.

Alicent, entre risas, abrazaba a sus hijos de cabellos platinados, encontrando alegría en su presencia. Sin embargo, Elara permanecía en las sombras, observando desde la distancia. Se preguntaba por qué no era amada de la misma manera por su madre. Se cuestionaba por qué su madre no podía verla o tocarla con la misma cercanía que mostraba su media hermana Rhaenyra hacia todos sus hijos, sin importar sus rasgos físicos.

En medio de esa reunión familiar, Elara se sentía excluida y desplazada una vez más. Aunque la presencia de Viserys y el cariño de algunos de sus hermanos eran reconfortantes, el anhelo de ser amada y aceptada por su madre seguía latente en su corazón.

Elara salió en silencio de la habitación, dejando atrás la reunión familiar. Caminó hacia el lugar donde su madre solía rezar a la Fe de los Siete en busca de respuestas a su indiferencia. En medio de la suave luz de las velas, Elara se inclinó en silencio para orar, rogando por respuestas a su dolorosa situación.

Ella anhelaba ser como sus hermanos, deseaba tener la dulzura de Helaena, el carisma de Aegon y despertar el mismo orgullo en su madre que sentia hacia Aemond. También anhelaba recibir el mismo cariño y los besos que su madre daba a Daella. En el fondo de su corazón, deseaba tener los cabellos platinados característicos de los Targaryen, creyendo que así sería amada y aceptada por todos.

Las lágrimas de tristeza se volvían una constante en su soledad. Elara solo deseaba tener a su madre a su lado, que la cuidara y la amara de la misma manera en que lo hacía con sus otros hijos. Anhelaba ser el orgullo de su madre y recibir su amor incondicional.

En medio de la penumbra y el silencio, Elara buscaba consuelo y respuestas. Anhelaba encontrar una forma de llenar el vacío que sentía en su corazón y de encontrar su propio camino hacia la aceptación y el amor que tanto deseaba.

—princesa...—
La cálida mano del ex guardia de su madre, Ser Criston Cole, distrajo a Elara de sus pensamientos. Siempre preocupado por ella, era comprensible considerando que era solo una niña. Elara sentía el afecto y la protección que Ser Criston Cole le brindaba en sus momentos más vulnerables. Él estaba siempre allí, dispuesto a dar su vida por ella. Le leía cuentos por las noches y antes de dormir siempre le daba un beso en la frente, llenándola de consuelo y cariño.

Sin pensarlo dos veces, Elara se lanzó a los brazos de Ser Criston Cole, permitiendo que sus lágrimas fluyeran libremente. En ese abrazo, encontró un refugio seguro donde podía liberar toda su tristeza y dolor. Ser Criston Cole la sostenía con ternura, brindándole consuelo y protección en un mundo que a veces parecía desolado y frío.

En esos momentos de vulnerabilidad, Elara se aferraba a la figura de Ser Criston Cole, encontrando en él un padre y un amigo que siempre estaba ahí para ella. Aunque su madre pudiera parecer indiferente, Elara encontraba consuelo en la presencia amorosa y protectora de Ser Criston Cole.

—Sólo quiero que ella me ame—

Ella llorba en los brazos de su protector, el solo la abrazaba con más fuerzas como si fuera a perderla, el acariciaba su cabello negro, el mataría por cualquier hombre que se atreva a tocarle un cabello, la razón de su afecto sería solo un secreto algo que jamás podría gritar para protegerla del mal en el mundo

Entre las sombras, la reina vestida de verde observaba el conmovedor momento con dolor y lágrimas en los ojos. Una de sus manos cubría sus labios, tratando de ahogar su llanto. La culpa, ese sentimiento que siempre la acosaba, estaba presente una vez más. Desde aquella noche borrosa, en la que el vino y las copas se mezclaban, Alicent luchaba con su propia culpa.

Alicent deseaba amar a su hija, pero no podía. Se despreciaba a sí misma por sentir ese rechazo hacia la niña bastarda que no había pedido nacer. Cada día, veía cómo su hija sufría y se consumía por la falta de amor maternal. El peso de esa culpa era abrumador, llenándola de impotencia, odio y asco hacia sí misma.

De rodillas, Alicia cayó, incapaz de contener más sus lágrimas y su desesperación. Se sentía impotente ante su propia incapacidad para amar y aceptar plenamente a su hija. La mezcla de emociones que la embargaba era angustiante y la llenaba de un profundo dolor.

En ese momento de vulnerabilidad, Alicent enfrentaba sus propios demonios internos, reconociendo la responsabilidad que tenía en la tristeza de Elara. La reina estaba luchando contra sí misma, buscando una manera de reconciliar sus sentimientos contradictorios y encontrar una forma de amar a su hija, a pesar de las barreras que parecían separarlas.

Alicent se sentía atormentada por la contradicción que representaba su hija Elara. Aunque había rasgos en ella que recordaban a Alicent misma, como su mirada, su carita y sus gesros y los ojos de Elara eran un recordatorio constante de la traición y la deshonra que había cometido. Era cruelmente irónico que sus otros hijos fueran biológicamente suyos, pero parecían más pertenecer a Viserys, el hombre que había violado su inocencia y dulzura.

A pesar de que Elara era su única hija que no era de la corona, Alicent sentía una barrera insuperable que le impedía amarla como debería. Por más que lo intentara, era incapaz de superar la sombra de la traición y el dolor que había experimentado. Se culpaba a sí misma por no poder brindar a Elara el amor materno que merecía.

La lucha interna de Alicent se intensificaba, ya que su corazón se debatía entre el amor que debería sentir por su hija y el resentimiento que albergaba hacia ella por ser un constante recordatorio de su propia desgracia. Era una situación desgarradora para ambas, ya que Elara anhelaba el amor de su madre y Alicent se veía atrapada en una lucha interna imposible de resolver.

Alicent se sentía impotente y atrapada en este ciclo de culpa y conflicto emocional. Era consciente de que su hija era su única hija biológica y que, al final, solo ella podría reclamarla como propia. Sin embargo, el amor que tanto anhelaba brindarle parecía estar fuera de su alcance, dejándola sumida en un profundo dolor y angustia.

Continue Reading

You'll Also Like

7.8M 467K 96
Esta es la historia de Katsuki Bakugou y _____. Dos adolecentes con una misma meta, ser héroes profesionales, pero también un mismo sentimiento. ¿Qué...
60.3K 3.6K 22
𝘋𝘪𝘤𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘢 𝘪𝘮𝘱𝘳𝘦𝘴𝘪ó𝘯 𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘮á𝘴 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦, 𝘗𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰...
202K 13.4K 50
"No te vayas, hay muchas pero no hay de tú talla"
58.2K 6.4K 27
SECUELA DE JURAMENTO ETERNO DE SAL-PABLO GAVI Donde Aitana, la hija de Gavi y Dani está enamorada de Pedri, el cual le saca ventidos años y es el mej...