Contrato de Matrimonio

By avalonger

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Dónde Harry y Draco se ven obligados a fingir un matrimonio. Colección: Pármeno (#2) - 35 capítulos. - relaci... More

Contrato de Matrimonio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33

Capítulo 12

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By avalonger

Harry

Otra vez tenía problemas para dormir, así que recorrí el pasillo de puntillas y abrí la puerta de Draco.

Esa noche, dormía bocabajo, rodeando con un brazo la almohada mientras que el otro colgaba del borde de la enorme cama. Estaba roncando… una especie de ronroneo grave que necesitaba oír. Observé su cara en la penumbra.

Me recorrí los labios con la punta del dedo, sorprendido todavía por el hecho de que me hubiera besado, de que me hubiera abrazado, y de que hubiéramos bailado.

Sabía que todo formaba parte de su gran plan, pero había momentos, por pequeños que fueran, en los que veía a un hombre distinto del que estaba acostumbrado a ver. El asomo de una sonrisa, el brillo de sus ojos e incluso alguna que otra palabra amable. Todo eso me había pillado desprevenido esa noche. Ojalá permitiera que esa parte de sí mismo aflorase más a menudo, pero mantenía sus emociones, las positivas al menos, bajo llave.

Era algo de lo que ya me había percatado. Sabía que si decía algo, se encerraría en sí mismo todavía más. De modo que decidí permanecer callado… al menos, de momento. Eso sí, debía admitir que besarlo no había estado mal.

Teniendo en cuenta las barbaridades que podían salir de su boca, sus labios eran cálidos, suaves y carnosos, y sus caricias, tiernas.

Gimió y rodó sobre el colchón, llevándose la ropa de cama consigo. Su delgado y definido torso quedó a la vista. Tragué saliva, en parte por la culpa de estar observándolo y en parte por el asombro. Era un hombre muy guapo, al menos por fuera.

Masculló algo incoherente y yo retrocedí, dejando la puerta entreabierta, tras lo cual regresé de puntillas a mi habitación.

Tal vez esa noche se hubiera mostrado más agradable durante algunos momentos, pero dudaba mucho que reaccionara bien si me descubría mirándolo mientras dormía. Aun así, sus suaves ronquidos me ayudaron a sumirme en un plácido sueño.

●●●

Me marché temprano del piso para visitar a Penny. Estaba lúcida y de buen humor. Me reconoció, me pellizcó la nariz y hablamos y reímos hasta que se quedó dormida. Bebí café mientras ella dormía y contemplé los cuadros que había estado pintando.

Escogí uno que me gustaba especialmente, uno con flores silvestres, y lo estaba admirando cuando ella se despertó. Me miró, se acercó en su silla de ruedas y extendió el brazo para que le diera el cuadro.

—Me gusta este. —Sonreí—. Me recuerda a cuando íbamos a recolectar flores en verano.

Ella asintió con la cabeza, con aire distraído.

—Tendrás que preguntarle a mi hijo si está a la venta. No estoy segura de dónde se ha metido.

Me quedé sin aliento.

Había vuelto a irse.

Los momentos de lucidez cada vez se espaciaban más, pero ya sabía que no debía alterarla.

—A lo mejor puedo llevármelo e ir a buscarlo.

La vi tomar su pincel y volverse hacia el caballete.

—Puedes intentarlo. Quizá esté en el colegio. Mi Harry es un chico muy ocupado.

—Gracias por su tiempo, señora Johnson.

Me señaló la puerta, despachándome.

Salí de la habitación con el cuadro aferrado entre las manos mientras contenía el llanto. No me reconocía, pero en el fondo de su corazón seguía considerándome su hijo. De la misma manera que yo consideraba que era parte de mi familia.

Fue como una bofetada que me recordó por qué estaba haciendo eso con Draco. Por qué fingía ser quien no era.

Era por ella.

Me sequé las lágrimas y regresé al piso.

●●●

Cuando abrí la puerta, Draco me recibió con el ceño fruncido.

—¿Dónde estabas? ¡Tienes una cita!

Inspiré hondo y conté hasta diez.

—Buenos días, Draco. Solo son las diez. Mi cita es a las once. Tengo tiempo de sobra.

Se desentendió de mi saludo.

—¿Por qué no has contestado al teléfono? Te he llamado. Tampoco te has llevado el coche.

—He visitado a Penny. La residencia está cerca, así que he ido andando.

Extendió la mano y agarró el pequeño cuadro que llevaba pegado al pecho.

—¿Qué es?

Intenté quitárselo sin conseguirlo y él sostuvo el cuadro entre las manos mientras lo miraba.

—No vas a colgar esta porquería aquí.

Me tragué la amargura que sentí en la garganta.

—Ni se me ocurriría. Iba a ponerlo en mi habitación.

Me devolvió el cuadro de malos modos.

—Lo que tú digas —Se alejó, pero me miró por encima del hombro—. Tu ropa ha llegado. La he puesto en el armario de tu dormitorio y he dejado las bolsas en la cama. Quema lo que tienes puesto ahora mismo. No quiero verlo ni un segundo más.

Acto seguido, desapareció.

●●●

Esa misma tarde, cuando volví al apartamento, me sentía una persona distinta.

Me habían frotado, limpiado y cepillado hasta el infinito. Me habían lavado el pelo con un champú que daba volumen, me habían puesto acondicionador, me habían cortado las puntas, y después me lo habían secado con el secador de modo que quedará en lustrosos rulos. En cuanto terminaron de arreglarme, casi no me reconocía. Mis ojos parecían enormes; mi boca, grande y seductora; mi piel, de porcelana.

Corrí escaleras arriba y me puse la ropa nueva, el traje que Amanda y yo habíamos escogido para esa tarde. Me dijo que era perfecto. Era de color negro, con una camisa rojo escarlata que iba perfectamente a juego, un detallado exquisito en los bordes, bonito y vaporoso, y parecía muy elegante. Los zapatos eran cómodos, unos botines Lukas Chelsea y estaba convencido de que sería capaz de andar con ellos.

Tomé una honda bocanada de aire cuando los nervios amenazaron con apoderarse de mí. Había llegado el momento de ver si Draco estaba de acuerdo.

●●●

Draco

Impaciente, tamborileé en la encimera con los dedos. Oí el ruido de pasos y volví la cabeza, y la copa que me había llevado a los labios se quedó a medio camino.

El Harry que conocía no era ese hombre.

Tal como sospechaba, con la ropa adecuada, un buen corte de pelo y algo de maquillaje, era bastante guapo. No como las personas despampanantes y seguras de sí mismas a las que estaba acostumbrado, sino un hombre con una belleza serena que le sentaba muy bien. Aunque no era el tipo de hombre con el que solía relacionarme… en este caso, sería lo mejor.

Le miré la mano y fruncí el ceño.

—¿Dónde te has dejado el anillo?

—Oh.

Abrió el bolso, sacó la cajita y se puso el anillo.

—Tienes que llevarlo puesto todo el tiempo. Deja la caja aquí.

—Me lo quité para que me hicieran los arreglos. Se me olvidó ponérmelo de nuevo. —Sonrió… una sonrisa expresiva y traviesa—. Muchas gracias por recordármelo, amor.

Enarqué las cejas.

—¿Amor?

—No te gustaba que te llamara Dray, así que te he buscado otro apelativo. Ya sabes, como si fuéramos amantes…

Me crucé de brazos y lo fulminé con la mirada.

—Creo que te estás riendo de mí.

—Ni se me pasaría por la cabeza —Se echó el pelo hacia atrás y las ondas oscuras le cayeron por un lado, con gracia—. Bueno, ¿doy el pego?

—Has empleado bien mi dinero.

Harry recogió el bolso.

—Eres un genio con las palabras, Draco. Haces que todo parezca pura poesía. Me sorprende que no hubiera una cola de personas para fingir estar enamoradas de ti.

El comentario me arrancó una carcajada. Tenía un sentido del humor muy afilado, algo que me gustaba.

Lo seguí hasta la puerta, aunque me adelanté para abrírsela. Esperó a que cerrase con llave y, con una sonrisa torcida, le tendí la mano.

—¿Estás listo, cariño?

Puso los ojos en blanco, pero aceptó mi mano.

—Contigo iría a cualquier parte, mi amor.

—Vamos allá.

●●●

Harry aceptó la mano que le tendía y me permitió ayudarlo a bajar del coche mientras observaba con los ojos como platos la extraordinaria casa y los jardines que lo rodeaban. Incluso yo estaba impresionado.

La casa de Remus Lupin era increíble.

—Intenta controlar tus emociones —susurré al tiempo que lo pegaba a mí, con la esperanza de que pareciera algo natural. Harry no me rechazó, sino que se amoldó a mi cuerpo mientras el aparcacoches se alejaba con mi coche—. Tienes que relajarte.

Me miró con el ceño fruncido.

—A lo mejor tú estás acostumbrado a tanta opulencia, Draco, pero yo no. —Echó un rápido vistazo a su alrededor. El pánico empezaba a reflejarse en su cara—. Este no es mi sitio —murmuró—. Seguro que van a darse cuenta de que todo es una farsa.

Agaché la cabeza para mirarlo a los ojos.

—No, no se van a dar cuenta —mascullé—. Voy a quedarme a tu lado y vamos a comportarnos como si estuviéramos enamorados. Todo el mundo creerá que te he elegido a ti, a nuestra relación, por encima de mi carrera profesional. Y tú vas a comportarte como si me adorases. ¿Entendido?

Harry alzó la cabeza, y en su cara pude ver la incertidumbre.

Continué en voz más calmada:

—Puedes hacerlo, Potter. Sé que puedes. Los dos necesitamos que esto salga bien.

Miró por encima de mi hombro.

—Remus Lupin se acerca.

—Pues ha llegado la hora de empezar el espectáculo, cariño. Voy a besarte y vas a comportarte como si te encantara. Finge que te acabo de dar un regalo. De hecho, te daré uno si consigues que todo marche bien en este primer encuentro.

No sucedió nada durante un segundo. Después, su mirada se endureció y me miró con una sonrisa deslumbrante. La expresión transformó por completo su cara, que pasó de ser bonita a ser preciosa. El cambio me pilló desprevenido y lo miré boquiabierto, sorprendido por mis propios pensamientos.

—¡Draco! —exclamó—. ¡Eres demasiado bueno conmigo!

Decir que me quedé de piedra cuando levantó los brazos, me enterró los dedos en el pelo y me plantó un beso en la boca sería quedarme muy corto. Pero me recuperé enseguida, lo abracé con fuerza y lo besé con más pasión de la adecuada para un lugar tan público. Al oír que alguien carraspeaba a mi espalda, sonreí contra su boca y me aparté. Harry me miró y se sonrojó ligeramente.

Lo besé de nuevo.

Y sin dejar de rodearlo con un brazo, me volví para saludar a Remus.

—Lo siento, Harry se emociona enseguida. —Esbocé una sonrisilla—. ¿Y quién soy yo para resistirme?

Remus se echó a reír, me tendió la mano y nos presentó a su esposo, Sirius. Era un hombre casi tan alto como Harry. Llevaba la melena oscura recogida en una sencilla coleta y era la elegancia personificada.

Yo, a mi vez, les presenté a Harry como mi prometido y sonreí cuando él se ruborizó y los saludó.

—Tienes que contarme qué te ha emocionado tanto, señor Potter. —Sirius lo miró con una sonrisa.

—Draco acaba de decirme que tiene un regalo inesperado. No deja de sorprenderme. Por favor, llámame Harry. Draco insiste en usar mi apellido, pero yo prefiero Harry.

Sonreí risueño.

—Es un nombre precioso para un hombre precioso.

Él puso los ojos en blanco y Sirius se echó a reír.

—No vas a conseguir que cambie de opinión, Harry. Los hombres somos criaturas muy tercas —Palmeó amistosamente la espalda de Harry y lo alejó—. Vamos, deja que te presente al resto de la familia. Hermione se muere por conocerte. A ver, ¿cuál es el regalo ese?

Los seguí de cerca, muy atento a la conversación, mientras me preguntaba qué regalo elegiría. ¿Joyas? ¿Un viaje? Era el tipo de regalo extravagante que las personas con las que salía preferían.

Una vez más, me sorprendió.

—Draco ha hecho una donación muy generosa al refugio de animales donde trabajo como voluntario. Le dije que temía que cerrasen por falta de financiación.

Sirius miró por encima del hombro con una enorme sonrisa.

—Qué gesto más bonito, Draco. Remus y yo igualaremos tu donación. Los dos tenemos debilidad por los animales.

Harry exclamó:

—No, Sirius, ¡no tienen por qué hacerlo!

Sirius le dio un apretón en el brazo.

—Por supuesto que sí. ¿Cuánto tiempo llevas como voluntario en el refugio?

Fui yo quien contesté, agradecido por las listas que habíamos redactado y por mi excelente memoria.

—Tres años. Lo han nombrado Voluntario del Año dos veces.

—¡Qué bien! Remus, que no se te olvide extenderle un cheque a Harry cuando hables con Draco después.

Esas palabras me dieron ánimos. Si iba a hablar conmigo en privado, esperaba que significase lo que creía que significaba.

Remus le sonrió a Sirius.

—Lo haré, por supuesto.

●●●

Tenía pensado permanecer junto a Harry, pero tal parecía que mis planes se torcían a cada paso. En cuanto nos presentaron a Hermione, a su marido Ron, así como al primogénito de Remus, Theodore, y a su esposa, Astoria, con sus dos hijos, Harry y yo nos separamos.

Hermione estaba ansiosa por conocer a Harry; y sus ojos, tan caféces como brillantes, estaban abiertos de par en par por la emoción. Era una pelicastaña de estatura media muy atractiva, con una sonrisa agradable. Su marido parecía un deportista estrella de fútbol, alto y delgado, con ojos azules y pelo rojo. La adoración que se profesaban era evidente… aunque también un poco vomitiva.

Hermione tomó a Harry del brazo y lo arrastró para presentarle a otras personas mientras Remus me presentaba a los miembros clave de su personal. Quedó claro que las intenciones de Remus no eran un secreto. Estaba dejando que el resto de su personal me conociera, y sabía que la opinión de esos hombres importaría mucho, de modo que me comporté con unos modales exquisitos y desplegué todo mi encanto.

Durante los primeros momentos, no dejé de mirar a Harry, preguntándome si estaba diciendo o haciendo algo que pusiera en peligro la situación, pero aparentaba una calma sorprendente y parecía estar manteniendo el tipo. Remus se percató de mi preocupación y me dio un codazo cómplice.

—Tranquilo, Draco. Nadie lo va a secuestrar. Te lo prometo.

Me obligué a soltar una carcajada.

—Claro que no. Es que… es que es un poco tímido, nada más. —Salí del apuro como pude. No podía decirle por qué tenía que estar cerca de él.

—Es tu afán protector.

¿En serio? ¿Eso era lo que creía Remus?

—Han sido unos días duros, para los dos.

Remus asintió con la cabeza y su expresión se tornó seria.

—Me he enterado de lo sucedido.

«Estupendo», pensé.

—No podía permitir que lo insultase de esa manera ni tampoco que rebajara nuestra relación. Había llegado el momento de marcharme, sin importar cómo afectase a mi carrera profesional —declaré con convicción—. Quería que nuestra relación, la verdadera, saliera a la luz. Quería que todo el mundo supiera que estamos comprometidos.

—Lo pusiste en primer lugar.

—Siempre.

Me colocó una mano en el hombro.

—Ven, quiero presentarte a unas personas, Draco.

●●●

Un rato más tarde, eché a andar hacia el grupito de personas donde estaba Harry. Había observado a los Black y cómo se comportaban, y había acertado con mis suposiciones.

Conformaban un grupo muy dado a las muestras de afecto. Cuando estaban cerca, las parejas no dejaban de tocarse. Sirius y Remus también eran muy afectuosos con sus hijos y con sus nietos. Sabía que tenía que demostrar algún tipo de afinidad con Harry. Ojalá que él respondiera de la misma manera.

Las personas se estaban riendo a carcajadas sentadas en los sofás. Harry habló en ese momento.

—Sé que para alguien que cuida tanto los temas de salud, Draco es espantoso. Come demasiada carne roja cada vez que se le presenta la oportunidad, sobre todo en Finlay’s. El costillar de veinticuatro costillas es un clásico. —Se echó a reír—. Ya ni intento evitarlo porque es un caso perdido. Al menos, ahora que cocino para él, come mejor. La cantidad de menús a domicilio que encontré en el cajón al mudarme a su piso era terrorífica.

Me coloqué tras él, le rodeé la cintura con los brazos, pegué su espalda a mi pecho y lo besé en el cuello, momento en el que se estremeció.

—¿Y tú qué, Harry? —Miré al grupito de personas con las que estaba hablando y les regalé una enorme sonrisa—. Se preocupa constantemente por eso, pero todos los días me lo encuentro comiendo un sándwich de mantequilla de cacahuete con mermelada. —Miré a Harry—. Te lo tengo dicho, cariño: necesitas comer más proteínas. Estás demasiado delgado. Podría meterte en el bolsillo.

Se oyó un suspiro colectivo, emitido por las mujeres del grupo. Era evidente que había dicho lo apropiado.

—No te metas con la mantequilla de cacahuete y con la mermelada, amor —insistió Harry—. Mientras fui tu asistente personal, suerte tenía de poder comerme un sándwich.

Lo volví a besar.

—Muy mal por mi parte, nene. No deberías ser tan valioso para mí.

Mientras el resto de mujeres se echaba a reír, Hermione le dio unas palmaditas a una de ellas en el hombro con una sonrisa.

—Ya sabes, Pansy, avisada quedas. Si Draco se sube al barco, se acabaron las horas para el almuerzo.

Pansy se echó a reír.

—Le sonsacaré todos los secretos a su prometido para mantenerlo a raya.

Ah, Pansy Parkinson, la novia de Blaise, y tal como parecían ir las cosas, mi siguiente asistente personal. La miré con una sonrisa. Era el tipo de Blaise: alta, guapa y elegante.

—Hola, Pansy. ¿Blaise está en la ciudad este fin de semana?

Ella negó con la cabeza.

—Otro viaje. Me ha pedido que te recuerde que el partido de golf de la semana que viene sigue en pie.

—Lo espero con ansia.

—Ojalá que no te decepcione como asistente personal después de haber tenido a tu prometido. Siempre y cuando subas a bordo, claro.

Me tensé un poco, pero Harry se echó a reír y entrelazó nuestras manos.

—Draco es brillante —aseguró él—. Es maravilloso trabajar con él. Estoy seguro de que os llevaréis de maravilla.

Hermione le guiñó un ojo a Harry.

—Has hablado como hombre enamorado.

Harry se relajó contra mi cuerpo y exhaló un suspiro. Alzó la vista, con una sonrisilla en los labios. Me acarició el mentón con una mano al tiempo que decía con voz ronca:

—Porque lo soy.

Fue una actuación merecedora de un Oscar.

●●●

La tarde pasó volando. Comimos, hablamos y conocimos a más gente. Cuando estábamos con otras personas, alzaba la vista y me topaba con los ojos de Harry, que me observaba. Como me hacía gracia su reacción, le lanzaba un beso o le guiñaba un ojo por el mero gusto de verlo ruborizarse. Lo hizo todas y cada una de las veces. Al igual que lo hacía cada vez que me acercaba a él, le rodeaba la cintura con los brazos y le besaba el hombro o la mejilla.

Harry interpretó su papel a la perfección, ya que ni una sola vez demostró algo que no fuera calidez. De hecho, en un par de ocasiones me buscó él, se puso de puntillas y me susurró al oído. Fue sencillo imitar la forma en la que Ron inclinaba la cabeza para escuchar lo que fuera que Hermione le murmuraba al oído, con una expresión indulgente en la cara. No me quedaba la menor duda de que las palabras de Hermione eran de una índole mucho más íntima que las que Harry me susurraba, pero nadie más lo sabía.

En un momento dado, Remus me llevó a un aparte y me preguntó si podíamos hablar de nuevo el lunes. Me costó la misma vida no levantar el puño, convencido de que lo habíamos conseguido. En cambio, le dije que Harry y yo teníamos algo programado para el lunes por la mañana, pero que estaba disponible después del almuerzo.

No quería parecer demasiado ansioso, pero en cuanto él asintió con un gesto elocuente de cabeza y me informó de que la ventanilla donde se solicitaba la licencia de matrimonio siempre estaba muy ocupada los lunes, de modo que nos reuniríamos a las dos, comprendí mi error.

Creía que íbamos a solicitar la licencia de matrimonio.

En vez de corregirlo, le dije que las dos de la tarde me parecía una buena hora y le estreché la mano. Me di cuenta de que ya se habían marchado algunas personas, así que le agradecí la cordialidad. Cuando me recordó lo de la donación, le respondí que podríamos hacerlo el lunes… En realidad, no tenía ni idea de cómo se llamaba el refugio de animales.

Sirius estaba hablando con Harry cuando me acerqué a ellos.

—¿Estás listo para irnos, cariño? —le pregunté—. Sé que también quieres ir a visitar a tu tía.

—Es verdad. —Harry se volvió hacia nuestra anfitrión—. Gracias por esta tarde tan magnífica.

Sirius sonrió de oreja a oreja y lo abrazó rápidamente.

—Tu tía tiene mucha suerte de contar contigo. Ha sido un placer conocerte. Espero verte más a menudo. ¡Recuerda lo que te he dicho acerca de tu boda!

Harry asintió con la cabeza y aceptó la mano que yo le tendía. Asentí con calidez cuando Sirius me extendió la mano.

—Me alegro muchísimo de haberte conocido, Draco. También espero verte más a menudo. —Guiñó un ojo—. Tanto aquí como en el trabajo.

Lo miré con una sonrisa.

—Lo mismo digo.

—¿Te ha dado Remus el cheque de cinco mil?

Parpadeé, lo miré y luego miré a Harry.

«¿Cinco mil?», me pregunté.

Pues que había sido generoso. Esbocé una sonrisilla y decidí que bien merecía la pena.

—Me lo va a dar el lunes.

—Excelente. Ahora, tortolitos, disfrutad de lo que queda del día.

Solté una carcajada ronca e hice que Harry se ruborizara al tiempo que la sonrisa de Sirius se ensanchaba.

—Esa es la idea —le aseguré con un guiño mientras me llevaba a mi prometido.

No dejé de reírme de camino al coche.

Por dentro, lo estaba celebrando. Había funcionado.

















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Como dato, esta es la apariencia que tendrá Harry a lo largo de la historia.

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