Un Siervo para Amanda (El Áng...

By BecaAberdeen

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AMANDA FAIRFAX VIVE EN UNA SOCIEDAD DOMINADA POR LAS MUJERES Durante el deslumbrante baile que marca su debut... More

Explicación del título
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Universo EL ÁNGEL
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By BecaAberdeen

Amanda apretó el paso para cruzar el salón hacia la parte tra- sera de la casa. Antes de irse a dormir, había llamado a la puer- ta de Callum para desearle las buenas noches. Preocupada al no recibir respuesta, abrió la puerta y se encontró con que la estancia estaba vacía. Sin duda, el joven se había escabullido a alguna parte de la casa con Cassandra para preparar algu- na travesura. O al menos intentaba convencerse así misma de que se trataba de algo parecido, para ignorar el peso que se había alojado sobre su pecho.

Tampoco los divisaba ahora en el jardín. Pero eso no tenía porqué significar que algo malo le había ocurrido. Era lógico que su hermana y Callum estuvieran escondidos en algún lu- gar privado, donde pudieran mantener una conversación.

Si era sincera, tenía que reconocer que estaba un tanto celosa ante la idea de que pronto, Callum podría relacionar- se con cualquier otra persona, y ella dejaría de ser especial e importante para él. Sería libre para escoger a otra muchacha con la que pasar su tiempo.

En ese momento solo lo compartía con Cassandra y ya se estaba enfrentando al desagradable sentimiento de no conocer su paradero. ¿Qué pasaría cuando Callum tuviera su propia vida?

La sensación desagradable, contra la que había estado lu- chando, terminó de llenar su estómago mientras caminaba hacia los establos. Ese era el último lugar de la casa que le quedaba por registrar.

A pesar de su desasosiego, en cuanto cruzó la puerta del establo escuchó sus voces, y sonrió para sí misma, aliviada.

―Amanda, mira lo que hemos encontrado ―chilló su her- mana al verla entrar.

Callum y Cassandra estaban inclinados sobre el suelo y observaban una herradura de caballo.

―Le he dicho a Callum que dan suerte y él me la ha rega- lado ―volvió a chillar su hermana incapaz de esperar a que los alcanzara.

Sus ojos se cruzaron con los del muchacho, que le dedicó una tierna sonrisa, y su corazón se encogió de forma deliciosa.

En ese momento, la puerta del otro lado de las cuadras, se abrió. La oscura noche dio paso a dos fornidos siervos, que no había visto antes, y que avanzaron raudos para agarrar a Callum de los brazos e izarlo.

Cassandra chilló y Amanda se quedó paralizada.

Los hombres arrastraron a Callum hacia el exterior y ella corrió hacia ellos mientras les ordenaba que lo soltaran; pero por alguna extraña razón, hicieron caso omiso de su orden.

Cuando emergió al exterior, con Cassandra pisándole los talones, se encontró con su madre y las mujeres que la habían interrogado aquella misma mañana. Estaban acompañadas por varios siervos.

―Mamá, diles que lo suelten ―gritó, intentando forcejear con uno de ellos. Pero fue como intentar mover una viga de acero. Callum continuaba paralizado, fingiendo bien su papel de siervo sin voluntad.

Una mujer a la que no conocía se colocó delante de los jóvenes y comenzó a mover las manos y las facciones de su rostro. Eran sordos, y ella sabía lo que significaba eso. Utili- zaban siervos sordos como ayudantes de policía, así ninguna delincuente podría evitar que la apresaran, dándoles una or- den distinta.

Los siervos, aún sosteniendo a Callum, se detuvieron ante el lenguaje de signos.

—Llevároslo —le dijo Mary a la mujer, que repitió sus as- pavientos logrando que los muchachos se pusieran en marcha, y se llevaran a Callum.

―¡¿Qué?! ―le gritó a su madre enloquecida, y entonces se volvió hacia los tres hombres que se estaban alejando de ellas hacia la casa.

―¡Callum, lucha. Libérate! ―gritó la orden con todas sus fuerzas.

El muchacho comenzó a forcejear de inmediato y tras libe- rar uno de sus brazos, le asestó un golpe a uno de los hombres, que reculó tambaleante.

―Aron, Henry, Thomas, ¡aprésenlo! ¡Aten sus manos!

―ordenó una de las mujeres, provocando que el resto de los siervos se abalanzaran sobre Callum hasta reducirlo.

―¡¿Qué hacen?! ¡¿Por qué lo retienen?! ―chilló Amanda, haciendo amago de atacar a las mujeres. Antes de llegar hasta ellas, uno de los siervos la rodeó con sus brazos para inmovi- lizarla. Se trataba de uno de los policías sordos, y nada de lo que Amanda le berreó surtió efecto.

―¡Ordénales que paren! ―chilló llena de miedo y rabia por no poder moverse.

―Tranquilízate, muchacha, no van a hacerle daño ―ase- guró una de las mujeres.

Eso logró tranquilizarla un poco.

―¿A dónde se lo llevan? ―volvió a gritar.

Su madre se acercó a ella y depositó una mano sobre su hombro.

―Querida, no van a hacerle daño y vamos a devolvértelo.

Amanda exhaló una bocanada de aire, aliviada —dígale que la suelte —le pidió su madre a la policía que se comuni- caba con los siervos sordos mediante lenguaje de signos.

Notarse libre junto con la serenidad de su madre logró rela- jarla. Al menos hasta que escuchó el resto de lo que su madre tenía que decir.

—Lo traerán de vuelta en cuanto vuelva a infectarse.

Al menos entendía lo que estaba ocurriendo. Habían ave- riguado que no estaba infectado y se lo llevaban para solu- cionarlo. Pero Callum era inmune. ¿Qué ocurriría cuando se dieran cuenta de ello? ¿Lo ejecutarían?

―¿Has sido tú? ―se volvió para chillarle a su hermana―.

¿Tú se lo has contado?

Su hermana, que estaba llorando, movió la cabeza para ne- gar la acusación pero Amanda no le creyó. Alargó una mano para sacudirla por el hombro.

―¡Lo he perdido por tu culpa! ―le dijo con todo el odio que pudo conjurar. Sentía que su garganta picaba con veneno listo para salir.

―Ya está bien, Amanda ―gritó su madre con voz firme―. Tu hermana no tiene nada que ver con esto. Deja de dramatizar, por- que van a devolvértelo en tres días, en cuanto vuelva a infectarse. Ese es el tiempo que tarda su cuerpo en eliminar el antídoto.

«¿Antídoto?»

Su madre creía que Callum había tomado el antídoto, y que por eso no estaba infectado. En cuanto descubrieran que no se trataba de eso, lo matarían. A no ser que Callum fingiera su pa- pel tan bien que no lo descubrieran. Ojalá se le ocurriera hacer eso. Tenía que hablar con él y decírselo. Aún había esperanza.

―Lo has hecho muy bien, querida niña ―continuó Mary―. El experimento ha sido todo un éxito gracias a ti. Elegiste al muchacho correcto. Sabía que lo harías. Lo guar- daste en secreto, lo que también sabía qué harías. Conozco bien a mi hija.

―¿Qué? ―preguntó con la sangre helada. Lo que acababa de escuchar desmoronaba todas sus teorías―. ¿De qué estás hablando?

Mary apretó los labios, como si la creyera obtusa.

―Con las votaciones tan cerca, tenía que pensar en algo que demostrara a las defensoras de la liberación masculina que los hombres siguen siendo peligrosos. Entonces, se nos ocurrió la idea de despertar a uno de ellos, y qué mejor que hacerlo aquí mismo en mi casa, donde pudiera observar las consecuencias y reportarlas al mundo. Por eso decidí llevarlo a cabo durante tu ceremonia. Por ello insistí en que escogieras al más fuerte, pues ya había conocido a Callum, el elegido para el experimento, y quería que fueras tú quién se lo llevara a casa. Y lo has hecho perfectamente, Amanda. Gracias a ti, hemos podido reportar al mundo las heridas que Callum te ha infligido, los problemas en los que te ha metido y su ata- que a Oscar conducido por sus celos. La conducta violenta y descontrolada del muchacho, típica de los hombres, nos ha dado la llave para convencer a las votantes del infierno que supondría despertar a los siervos. Gracias a ti, el resultado de la Gran Votación será un no rotundo a la liberación masculina.

Amanda se tapó la boca con una mano y se dobló sobre sí misma sin poder creer lo que escuchaba. Hubiera caído al sue- lo de no ser porque ya no recordaba cómo moverse. Su cabeza daba vueltas y vueltas.

―Pero Callum es inmune ―murmuró―. Porque ha estado en contacto con otros siervos y no ha vuelto a contagiarse.

―Eso es porque a cada tres días le administramos el an- tídoto. Comenzamos una semana antes de la ceremonia, con la ayuda de una de las trabajadoras del Andrónicus que sabía del experimento, y encubrió las primeras indiscreciones de Callum, hasta que el muchacho aprendió a fingir. Y yo misma se lo he administrado en esta casa. Sin él, Callum volverá a infectarse y entonces tendrás a tu sirviente de vuelta. Eso sí, esta vez será dócil y sumiso y no volverá a darte problemas. Cuando vuelvas a verlo, hija, te prometo que Callum será como cualquier otro siervo.

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