𝑭𝒍𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒖𝒆𝒍�...

By LineoxBlack

1K 82 9

Adrestia Miller, si Adrestia, cliches raros de autora con nombres, era una niña normal con una vida normal, b... More

𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑𝐀
𝐏𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐨
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈 ~𝐂𝐚𝐦𝐩𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐟𝐢𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈 ~𝐇𝐞 𝐜𝐞𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐥𝐨𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈𝐈 ~¿𝐏𝐮𝐞𝐝𝐞𝐬 𝐚𝐛𝐫𝐢𝐫 𝐥𝐨𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐯 ~𝐈𝐧𝐝𝐞𝐩𝐞𝐧𝐝𝐞𝐧𝐜𝐞 𝐝𝐚𝐲~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕 ~𝐋𝐏𝐑~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈 ~¿𝐀𝐜𝐚𝐛𝐚 𝐝𝐞 𝐜𝐢𝐭𝐚𝐫 𝐆𝐥𝐚𝐝𝐢𝐚𝐭𝐨𝐫?~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈𝐈𝐈 ~¡𝐂𝐮𝐢𝐝𝐚𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨𝐬!~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐗 ~𝐂𝐨𝐧𝐦𝐢𝐠𝐨.~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗 ~𝐎𝐬 𝐥𝐨 𝐝𝐢𝐣𝐞~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐈 ~¿𝐀𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐘𝐨𝐝𝐚?~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐈𝐈 ~¿𝐏𝐮𝐞𝐝𝐨?~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐈𝐈𝐈 ~𝐇𝐚𝐲 𝐪𝐮𝐞 𝐢𝐫𝐬𝐞~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐈𝐕 ~𝐃𝐨𝐬~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐕 ~𝐄𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐋𝐨𝐛𝐞𝐳𝐧𝐨~
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐕𝐈 ~𝐀𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐲𝐨 𝐬𝐨𝐲 𝐞𝐥 𝐦𝐚𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨.~

𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈𝐈 ~𝐔𝐧 𝐮𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨 𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐞𝐠𝐨𝐢𝐬𝐭𝐚~

44 6 1
By LineoxBlack

– ¿Sabes a dónde vamos? – Pregunta Pirro.

Hace poco que Zhen Zhen y yo hemos cogido la delantera, si nos dejábamos a merced de lo que los tres chicos mandaban, sabíamos que acabaríamos muertas. Con pasos, más o menos firmes, continuamos el camino.

– La astronauta dijo que la llave puede detener a los aliens. – Dice Zhen Zhen señalando la llave plateada que ahora colgaba de mi cuello.

– Hay que llevarla a la LPR. – Dije, completando su frase.- Es decir, que tenemos que ir hasta Pasadena.

–Fui una vez allí a un concurso de robótica con mi padre. – Pirro comentó. – Pero no se como llegar sin GPS, esta a mas de cien kilometros de aqui.

–Suerte que yo sí. – Dije mientras cogía del suelo una linterna, nos podría ser útil más adelante.

–Eh, espera. – Grito Dariush, haciéndonos parar. – ¿Queréis ir 100km hasta la ciudad? La alerta dice que tenemos que apartarnos de las áreas metropolitanas, que no vayamos allí.

-No hace falta llevarla a Pasadena.- Dice Zhen Zhen mirándolo.- Bajamos de la montaña y se la damos a un adulto, y les decimos que la lleven al laboratorio.

–La leche. – Susurro por lo bajo.

Todos miramos a los lados, indecisos sobre qué hacer. ¿Cómo sabemos que los adultos son de fiar? Hasta el día de hoy ningún adulto me ha mostrado ser lo suficientemente responsable como para actuar bajo presión de manera correcta, ni mi padre, ni Conrad y mucho menos las fuerzas especiales. Nadie ha mostrado un mínimo de sentido común, y nadie lo hará en una situación como esta.

–Chicos.- Dice Gabriel, en un tono suave. – Hay una comisaría más abajo, podemos entregarla a un oficial.

Todos asienten, satisfechos con la idea de Gabriel, pero a mí algo me sigue pareciendo raro, inusual, como que no encaja.

No se si es una buena idea acudir a un oficial, salir del campamento, o si quiera fiarme de cualquiera de aqui, bueno, excepto de Dariush, es imposible que alguien con su IQ sea capaz de representar un problema mayor a la pesadez que puede volverse y a sus ridículos comentarios, pero puedo sobrevivir a eso. Pero si que se que es mejor no quedarse sola, y por muy en contra que este de este plan, no lo muestro. Sigo a todos dentro de la cabaña, donde hay una cantidad inmensa de bicis, algunas más viejas que otras. Me arrodillo junto a Gabriel delante de uno de los candados que aseguran las bicis mientras lo examinamos.

–Nos han dado el código al registrarnos. – Dice Dariush. – Es seis, seis, nueve.

Gabriel coge el pequeño candado y mira las ruedecillas con los números, con los labios levemente fruncidos.

– Rápido, tio, vamos. – Se queja Dariush mientras Gabriel sigue girando las pequeñas ruedas – ¡Date prisa, tu ponlo y ya! ¿es que eres tonto o qué?

Gabriel paró al momento, alzó la vista y miró fijamente a Dariush, quien dio un paso hacia atrás.

–No soy tonto. – Su tono firme hace que me estremezca antes de coger el candado de entre sus manos y poner la contraseña.

Gabriel me dedica una pequeña sonrisa antes de ponerse de pie. Nos repartimos las bicis y salimos con cuidado de la caseta. Pirro es el único que no coge ninguna bici, al igual que es el único que no sale de la estancia.

– ¿Qué pasa? – pregunta Zhen Zhen.

– Yo no puedo ir – Su voz titubea, inseguro.

– ¿Por que no?

– No se ir en bici – Y todas las piezas encajan –, nunca aprendí.

En cuestión de unos minutos los cinco estamos con nuestros respectivos vehículos, caminando entre la gravilla mientras que Gabriel nos explica su "super técnica infalible" para poder enseñarle a Pirro a montar en bici.

– Vale, tú agarras a Álex de un lado y tú del otro y le enseñamos rápido – decía mientras nos señalaba a cada uno, o bueno, mientras señalaba a los demás. Yo solo caminaba a su lado pero como tres eran multitud a la hora de sujetar una bici a mi me ha tocado señalar los fallos y reírme de las muecas de Dariush.

Después de andar al menos un kilómetro cuesta abajo llegamos por fin a la carretera principal, donde vemos un cartel con doble dirección, una hacia Los Ángeles, y la otra hacia el Desierto Alto. Todos nos miran a Pirro y a mí antes de seguirnos por el camino hacia la ciudad. Dariush parece dudarlo unos segundos antes de seguirnos, posicionándose a mi lado.

Viéndolo desde otra perspectiva, seguro que parece que acabamos de salir de una película de estas americanas en las que el héroe macizo salva a Estados Unidos de Terminator. Los cinco, en fila, nos colocamos el casco y casi puedo jurar escuchar la música épica de fondo.

Con cuidado Zhen Zhen y Dariush le enseñan a Pirro como montar en bici, y una vez que lo consigue no podemos evitar gritar y empezar a pedalear más rápido, estamos un paso más cerca de lo que quiera que sea nuestro objetivo. Aunque sigo con ese regusto amargo en la boca.

Seguimos pedaleando, prácticamente eufóricos, hasta que ocurre lo que mas me temía, y es que Pirro se confía demasiado de sus habilidades recién adquiridas y pierde de vista la carretera, haciendo que la bici se desvíe y se choque contra un poste, rodando dos veces por la arena. Todos frenamos rápidamente y nos acercamos a él.

Zhen Zhen se arrodilla y le coge la cabeza mientras lo llama, intentando despertarlo, y parece que funciona. Pirro levanta la cabeza y mira hacia lo lejos.

– ¡Oh, mierda! – Dice.

Y jodes si oh mierda. A lo lejos se puede ver la ciudad prácticamente en llamas, los aviones militares sobrevuelan los edificios disparando, y una gran nube de humo negro rodea todo el alrededor. Sip, nuestro destino se ha vuelto una de las mayores concentraciones de sangre y contaminación global, sin duda todo un alivio. Notese el sarcasmo.

Seguimos pedaleando, intentando no pensar mucho en el paisaje, hasta que por fin llegamos a la comisaría. Aunque, donde debería estar una comisaría, lo único que hay es escombros. El lugar parece abandonado, el edificio principal en si está perfectamente pero a su alrededor los coches están rotos, hay cristales en el suelo y esa aura sombría del campamento la acompaña. Como os he dicho, una peli de Terminator.

– Chicos – nos interrumpe Gabriel mientras nos dirigimos hacia la puerta principal –, yo no... Vosotros entrad, yo me quedo a vigilar la bicis.

– ¿Qué? – Pregunta Dariush confundido.

– A ya, porque los aliens quieren robarnos las bicis. – Contribuyo. – No será que quieres avisar a alguien de algo, como por ejemplo de nuestra localización. – Las palabras me salen cual veneno, intranquila por su repentino nerviosismo.

– Por favor, ¿aun sigues con la tontería de que soy un alien? – Me reprocha, a lo que, en respuesta, me cruzo de brazos y le doy una mirada cínica.

No me fio ni un pelo.

Gabriel agacha la cabeza, pero Pirro parece darse cuenta de esto y decide intervenir.

— Si, podrían llevárselas. O quizás algunos saqueadores. — Le dedico una media sonrisa a Gabriel antes de girarse a mi. — Quedaos a vigilarlas.

— ¿Los dos? — Decimos tanto Gabriel como yo a la vez, algo sorprendidos.

— Así puedes cerciorarte de que no avisa a nadie. — Es logico.

Antes de entrar en la comisaría Pirro le guiñó un ojo a Gabriel, perdiéndose tras la puerta. Cansada, me quito el casco, dejándolo atado en el manillar de mi bici y me siento junto a Gabriel, quien está apoyado contra un árbol.

Aunque estoy cerca, después de todo estoy sentada en el mismo árbol que el, hay un espacio de al menos treinta centímetros entre ambos. Estiro las piernas, dejando que la cálida luz del sol me bañe la cara, y cierro los ojos.

— ¿Cómo supiste que botón pulsar? — pregunta en un momento dado Gabriel de la nada.

— ¿Perdona?

— En la nave, cuando estábamos en el campamento siendo atacados por ese bicho raro. ¿Como supiste que había que pulsar ese botón para accionar los propulsores?

En otras circunstancias probablemente le hubiese mentido, respondido de manera borde y cortante o hubiese cambiado de tema de manera muy poco sutil. Pero no se si era por la situación tan surrealista en la que nos encontrábamos o simplemente que ya se me habían agotado las energías que decidí decirle la verdad.

— Mi madre era mitad rusa. Su madre emigró cuando la situación allí era mala, conoció aquí a mi abuelo y tuvieron a mi madre. Supongo que mi abuela siempre echo de menos su ciudad natal, por eso le transmitió su idioma a mi madre, quien luego me lo transmitió a mi.

— ¿Dónde crees que están ahora?

— Muertas, las dos.

Hubo un silencio, igual había sido demasiado directo.

— No seas tan pesimista, Dre. — Las hojas crujieron, haciéndome saber incluso con los ojos cerrados que Gabriel se había movido para acercarse más a mi. — Estoy convencido de que siguen ahí, tienen que haber sobrevivido.

— No, Gabriel. — Le digo, ahora entiendo mejor a que se refiere. — Se que están muertas, mi madre murió cuando yo tenía apenas cinco años. Y mi abuela cuando yo tenía siete.

— Ah, lo siento. — Genial, ahora el ambiente es tenso.

— No pasa nada, fue hace mucho tiempo.

No recordaba la última vez que había hablado de mi madre, no se siquiera si volví a mencionarla alguna vez después de su muerte. No me acuerdo de nada que tenga algo que ver con ella.

Miento. Si que hay algo de lo que me acuerdo, no estoy segura de si fue un sueño o realmente pasó, pero me acuerdo de su vestido amarillo de flores, bailando junto al viento. Un ramo de tulipanes naranjas que ella misma sembraba en un huerto pequeño al lado de casa y de su sonrisa radiante.

El recuerdo estaba manchado, a cachos, pero me gustaba repasarlo una y otra y otra vez en mi mente, antes de irme a dormir y también cuando me despertaba. Preguntándome cómo sería mi vida ahora si ella no hubiese decidido irse.

— No te caigo bien. — Dijo otra vez Gabriel. Fue una afirmación, no una pregunta.

— Te equivocas, no es que no me caigas bien, es que no me fío de ti.

— Entonces, ¿por qué me cuentas todo esto?

— Por que estamos viviendo un puto apocalipsis y quiero desahogarme. Llámalo mi ultimo acto egoísta.


N/A: Holaa. 

Se que hace mucho que no actualizo por aquí, pero me vino la inspiración y dije ¿por que no? 

Así que, así sin mas, sin aviso previo y sin absolutamente nada de antelación pero con mucho sueño por que no he dormido os presento un capitulo mas de Flores que cuelgan boca abajo. 

Espero pronto traeros un capitulo mas, y evitar, a poder ser, otra larga espera como la que ha sido esta. 

Mil gracias por leer. 

LB.

Continue Reading

You'll Also Like

6.2M 201K 31
After she tragically loses her mother, Cassie turns to street fighting-but she soon learns that the biggest fights happen outside the ring. ...