El Clan De Los Mártires

By Elenadubon03

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Siglo XVII Un siglo controversial en Japón en el cual marcaba el paso de la era Shogunato una era que traía c... More

Introducción
El Coraje De Los Cerezos
Primero Lo Primero
Determinación
¿Es Correcto?
No están invitados
No están Invitados| Parte 2
La Primera Señal: Los Mártires Ocultos
Los Mártires Ocultos | Parte 2
Un Forzoso Encuentro Y Una Nueva Desición
Invasión Nocturna
Motivos

La Casa Del Bambú

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By Elenadubon03

Así era cada día desde hace diez años en aquella ciudad llamada Naniwa (Osaka en la actualidad) la cual se encontraba en el centro de la zona Honsu, una provincia inundada por las guerras entre clanes en aquel tiempo.
El siglo Dieciséis era un periodo caótico en donde ciudades contra ciudades se enfrentaban desde ya hace muchos años. La guerra no era lo peor sino la hambruna que se desataba como consecuencia de esta.
Un pueblo como Naniwa no tenía problemas con ello pues aún no escaseaba su abundancia ni en los campos ni en el mar.
Cada familia privilegiada tenía un campo a su disposición en donde cultivaban lo que les era adquirido desde generaciones pasadas.
La familia Takeuchi el cual era el apellido perteneciente a los muchachos contaban con ese privilegio de poseer un campo de arroz propio pero no con la admiración ni el respeto de parte del pueblo pues el respeto había sido arrebatado hace mucho tiempo.

Todo había dado inicio hace cientos de años dónde se daba origen al clan Tsukino en la misma localidad de Naniwa, el clan había sido fundado por un antepasado Takeuchi, un guerrero viril sin compasión, defendía sus tierras de los clanes enemigos declarándoles la guerra y siendo el precursor de miles de muertes a principios del periodo Sengoku. No tardó mucho para que la provincia entera e incluso la mitad del país se enterara de sus acciones por lo que pueblos enteros llegaron a temerle como nunca convirtiendo al Clan Tsukino en una leyenda tocada en flautas para asustar a los viajeros y niños. Pasaron los años y los descendientes de tan infame hombre siguieron sus pasos siendo uno de sus últimos Miyazaki Takeuchi, fue otro de los Dāimyos que sembró absoluto terror en toda la región Honsu y fuera de esta, para los otros ejércitos era un enemigo fiero al cual debían de temer pero para sus aliados era un ejemplo majestuoso a seguir, las regiones que aquel Dāimyo solía defender lo respetaban con el mayor de los honores pero las otras regiones a las que les declaraba la guerra y por lo tanto destruía solían odiarlo como nunca habían odiado a un hombre en la tierra, Miyazaki al igual que sus ancestros provocó la destrucción de cientos de pueblos sembrando caos en sus historias, pero solo era el comienzo.

Existió un tiempo en paz a la mitad de lo que había durado su vida, en ese tiempo desposó a una mujer misteriosa pero hermosa como la luna y los cerezos que decoraban las primaveras, Su nombre era Megumi, una mujer de la que no se sabía nada pero aquello no impedía que fuera admirada por muchos.
Ella era perfecta, tenía elegancia, tenía cultura y sobretodo carisma, Mucha gente la quería pues ella optaba por ayudarlos de muchas maneras aprovechando la autoridad a su posición, muchos decían que el Dāimyo había escogido a una mujer demasiado humana porque como decían algunos cantos él destruía y ella creaba, como se decía que creaba vida no tardó mucho cuando corrió la noticia de que esperaba un hijo.
Fue una noticia que emocionó a muchos y aterró a otros, ¿A quién se parecería el heredero una vez que naciera? ¿A la mujer que generaba esperanza o al hombre que la destruía?. Fueron meses de incertidumbre hasta que se dió a conocer su nacimiento.

Había sido un niño que había nacido como sus antepasados, bajo el resplandor la luna. El Dāimyo parecía haber estado conforme con el nacimiento de su primogénito pues sería principal heredero de su armadura y su clan. Por la tonalidad de su piel al nacer y el otro significado que conservaba, aquel nombre decidió llamarlo Shiro, un nombre simple pero lleno de variantes de significados, Megumi estaba más que feliz pues era normal tratándose de su primer hijo por lo que se propuso enseñarle todo lo relacionado a la bondad y darle significado a su nombre como lo blanco de la pureza.
Pasaron dos años y el niño se la pasaba aprendiendo más al lado de su madre respecto a los valores pues era con ella con quién pasaba la mayor parte del tiempo pero por otro lado su padre era el que le enseñaría a ser uno de los otros señores de la guerra, pero era muy pequeño en aquel tiempo por lo que solo esperaría un poco más para empezar a enseñarle cómo debía pelear sus batallas.
En el transcurso en el cual el primogénito tenía dos años Megumi había anunciado su segundo embarazo, meses después de aquel caótico anuncio nació una niña quien sería la segunda heredera de aquella prestigiosa familia y línea ancestral, Por alguna extraña razón Miyazaki decidió optar por un nombre que reafirmaría la sabiduría de su hija pues sentía que en el futuro desempeñaría el don de la sabiduría y el razonamiento como su principal virtud así que pidió a sus sabios un nombre adecuado y tras combinar dos Kanjis pudieron darle el nombre de Soshin que significa Corazón de ancestro teniendo la esperanza de que heredaría la sabiduría de sus ancestros y la voluntad de los corazones de estos.

A medida que ambos niños crecían recibían las enseñanzas de Megumi y cuando llegó el momento Miyazaki empezó a entrenar a su hijo mayor con tan solo tres años y esperaría algo de tiempo para entrenar a su hija. Una de las ventajas del Dāimyo era que no hacía menos a las mujeres de su familia pues en su opinión deberían estar igual de preparadas si formaban parte de la familia tan prestigiosa, Soshin sería destinada a ser una Onnabugeisha y Shiro un samurai.

Cuando la niña llegó a tener dos años se anunció el cual sería el último embarazo de Megumi, el momento del nacimiento había sido un impacto para todo el clan pues no se había tratado de uno sino de dos herederos, rápidamente corrió la noticia de que los recientes hijos de Takeuchi habían sido mellizos, una niña y un niño por lo que causó revuelo en todo el pueblo ya que no era usual que se presentara una situación similar. Megumi había reconocido que el nacimiento era un milagro mientras que Miyazaki volvía a tomar el mando de nombrar a sus hijos. Al niño lo llamó Suichi ya que había predestinado que este sería reconocido como un maestro o un gran señor en algún momento de su vida, a la niña la nombró Shinobu ya que confiaba que en algún momento de su vida reflejaría una actitud de resistencia y aplicaría esta en cualquier tipo de opresión como una auténtica guerrera.

Así fue como había surgido todo, la gran familia era conocida con respeto y Takeuchi no tardó en volver a la guerra junto con su clan para enfrentar los ejércitos del clan que le pertenecía a Shinsuke Shibasaki quien en algún momento del pasado no había sido solo aliado sino amigo de Takeuchi, por una desacuerdo entre territorios los dos terminaron enfrentándose y generando una batalla que había terminado en el rencor hacia el otro, por lo que desde ese momento el clan Takai Yami y Tsukino se habían enfrentado desde hace varios años.

Por otra parte mientras el patriarca se sumía en las batallas, Megumi para no preocuparse aún más por él decidía pasar todo el tiempo que le quedaba con sus hijos, había pasado dos años desde el nacimiento de los mellizos por lo que el primogénito con siete años de edad se enfrentaba a los entrenamientos hostiles de su padre, en aquel tiempo había mejorando mucho pero seguía siendo un niño y cometía errores los cuales no se les perdonaba, la niña que le seguía por edad recibía entrenamientos similares solo que a diferencia de su hermano ella no recibía un trato tan crudo por el hecho de tener cinco años, pero también solía tener un entrenamiento hostil. Megumi intervenía de vez en cuando, sobretodo cuando la disciplina se ponía muy ruda pero se le impedía intervenir muy frecuentemente porque ese era el territorio del Dāimyo, el entrenamiento de sus herederos. Era tan importante que prefería entrenarlos él personalmente.

Todo eso había ocurrido en la propiedad en Naniwa la misma en donde se encontraban los muchachos actualmente, ¿Pero que había pasado?.
Se hizo presente una batalla en donde eran protagonistas tanto Shibasaki como Takeuchi ya que el ejército del clan Takai Yami había invadido parte de las tierras de Naniwa, era claro que para defender a su provincia y su honor Miyazaki partió con sus soldados a la guerra no sin antes proteger a su familia a la cual envió a una propiedad que poseía en la capital Edo al cuidado de su mejor amigo Miyamaru Okamoto quien había crecido al lado de Takeuchi y al igual que él había Sido un guerrero legendario pero fue expulsado de su cargo y del clan por no querer seguir usando su espada para matar. A pesar de aquello Takeuchi siempre confío en él y por lo tanto le pareció el hombre apto que podría cuidar de su familia, Okamoto aceptó y partieron hacia Edo. La guerra prosiguió por semanas hasta que dió fin cuando ambos Dāimyos se enfrentaron personalmente acabando con sus vidas a espadas del otro y de igual forma los ejércitos a no tener sus líderes desataron desorden, muerte y caos tanto en el campo de batalla como en toda la provincia por lo que aquella había Sido la batalla más despiadada y destructora.

Al enterarse de que su esposo había muerto en batalla Megumi se devastó aún más, no le importaba las propiedades que había perdido por la invasión sino que sus hijos crecerían sin un padre y que el pueblo había quedado hecho ruinas. Ese año fue uno de los más críticos para la familia y como si no hubiera sido poco los escasos sobrevivientes del clan de Shinsuke habían atacado la propiedad en donde moraba la familia del fallecido Takeuchi, la casa fue incendiada y de no haber sido por Okamoto ni uno se hubiera salvado ya que de igual forma se había enfrentado a espadas contra los atacantes rompiendo su juramento de no volver a matar. Había logrado salvar a los niños pero no a la madre de estos por lo que Megumi murió en el incendio al salvar a dos de sus hijos. Ahora las cosas eran más difíciles por lo que Okamoto tuvo que tomar la decisión de volver a Naniwa y encargarse de los niños personalmente, regresó a Naniwa encontrándose solamente con un campo de arroz y la "Casa del bambú" hecha un desastre a disposición de la familia, empezó a trabajar para reconstruirla pero no solo ya que los niños más grandes lo ayudaban, pues Shiro en ese tiempo tenía nueve años y Soshin tenía siete, así empezaron lentamente hasta que recibieron ayuda de un grupo de misioneros cristianos portugueses que al igual que la familia habían sido rechazados por el pueblo. En el transcurso que ellos les ayudaban impartían su doctrina siendo agradable para Okamoto quien encontró paz en aquellas palabras y no tardó en ponerlas en práctica, volver a hacer su juramento y enseñar la misma doctrina a los niños quienes la recibieron como pan en la mesa. Así fue hasta que la casa había terminado de ser reconstruida y los misioneros siguieron con su camino, Okamoto les enseñaría a los niños no solo a ser guerreros para volver a levantar el clan sino que también la doctrina con la cual caminarían correctamente y aunque fuera a escondidas de los demás sabían llevarla a cabo. Pasaron diez años y las cosas transcurrieron como se presentaban en la actualidad, siendo los jóvenes los que practicaban para ser guerreros que levantarían el honor a la familia y caminaban en la doctrina para no destruir como lo habían hecho sus ancestros. A pesar de que el pueblo no los aceptaban por lo que había hecho su padre ellos trataban de vivir cada día con paz.

-¿Porqué es tan difícil que me respetes?-

A excepción de la paz entre discusiones.

-Porque no es necesario hacerlo-
Le respondió Suichi a su melliza con la cual sostenía una usual discusión.

-Al menos deberías tener la decencia de respetar mi espacio personal-
Lo señaló como si le estuviera advirtiendo y como respuesta él había tocado su nariz de una forma tan molesta aunque solo hubiera sido con un dedo.
-¡Eres Un Simio Insoportable!-
Gruñó ella.

-¡Y Tu Una Vaca!-
Respondió ofendido.

-¿¡Cómo!?-
El rostro de Shinobu se enrojeció del coraje y su hermano le mostró su lengua.

Se abalanzó hacia él depositando toda su fuerza en el proceso, el muchacho había caído de cara por lo que su melliza aprovechó eso para restregar su cara en la madera del suelo.

-Ahora Dime Si Parezco Una-
Sostuvo su agarre aún él tratando de luchar para zafarse.

-Pa-Pareces una-
Aún en la situación que estaba respondió con orgullo.

Por el coraje ella le restregó aún más su cara en el suelo por lo que él gritaba insultándola para que lo dejara, tuvo un momento de ventaja cuando logró zafarse del agarre de su hermana así arrojándola al suelo y los dos comenzando una nueva pelea rodando por todo el piso.
El enfrentamiento fue interrumpido cuando ambos empezaron a lanzar quejidos al sentir un jalón en sus orejas.

-Par de animales-
Shiro era el encargado de detener el enfrentamiento improvisado.
-¿Cuándo aprenderán?-
Apretó más su agarre así los dos quejándose aún más por ello.

-¡Dejanos En Paz!-
Gritó Suichi con más enojo que súplica.

-¡Deberías Soltarnos!-
Shinobu fue quien suplicó.

-Hasta que aprendan a madurar-
Los observó a ambos sin soltarlos, ellos se mantenían de rodillas aún quejándose del dolor
-¿Entendido?-
Aumentó el agarre por lo que ellos asintieron rápidamente aún quejándose. Los soltó y ellos parecían agradecidos con el creador.

-¿Cuál es tu problema?-
Le reclamó estando adolorida la chica, como odiaba que le dieran ese tipo de agarres.

-Ustedes-
Le respondió sin rodeos mirándolos aún quejarse, no le sorprendía que fueran así de dramáticos.
-No deberían pelear entre ustedes, no es parte de nuestra enseñanza-

-Es difícil con este simio a la par-
Renegó Shinobu señalando a su mellizo quien la miró de reojo.

-Vaca-
Respondió Suichi con desgano.

-Suficiente-
Les advirtió por lo que estos inconscientemente tocaron sus orejas.

-Solo estamos jugando-
Le dijo Suichi estando despreocupado y sonriendo de la misma forma, era parte de su personalidad ser así de confiado.
-¿Porqué arruinas la fiesta?-

-Vaya fiesta-
Respondió el muchacho en un susurro mirando a otra parte.
-Fiesta es la que haremos cuando ustedes maduren-
Esta vez miró a los adolescentes quienes fruncieron sus cejas al escucharlo.

-Hay perdón "Guerrero manos grandes" o debo decir "Soltero eternamente"-
Sonrió con malicia el muchacho menor con intenciones de molestar a su hermano ya que siempre existía ese tipo de actitudes entre ambos.
-Porque así te vas a quedar sino te decides finalmente-

-Como si eso importara-

-Pídele a nuestro Señor que te dé una esposa y punto-
Le siguió Shinobu poniendo sus manos juntas y fingiendo ternura.

-Cierto que hace milagros pero.... No exageres-
El mellizo se cruzó de brazos.
-Él también debe poner de su parte ¿No crees? Y no solo por su cabello lo confundirían con una fémina sino por su rostro-
Se tocó el rostro de forma burlona refiriéndose a él mientras la chica reía.

Suichi no siguió porque no quisiera sino porque Shiro se le había abalanzado pero a diferencia que con Shinobu no se pudo deshacer del agarre.

-Vuelve a decirlo-
Le hizo una llave en su brazo y el adolescente se quejaba.

-Fé-mina-
Aún así sonrió por su propio orgullo.

-Demasiadas palabras para alguien muy bajo-

-¿Tienes algún problema con las personas de baja estatura?-
Shinobu fue quien se lanzó hacia su hermano mayor haciendo que todos cayeran al suelo y se iniciara una nueva pelea aunque no era tan seria como en los entrenamientos.
Un par de golpes contra la madera del suelo provocó que los tres se levantaran de inmediato y se inclinaron apoyándose en una rodilla como solían hacerlo.
Quienes los habían sorprendido no era nada más y nada menos que el maestro Okamoto y Soshin que estaba a su lado contenía la risa, el maestro había golpeado el suelo con su bastón con el que se sostenía para llamar la atención de estos.

-Creí haberles informado que la tercera fase del entrenamiento había terminado-
Les dijo de forma serena mientras que Soshin se dirigiera al lado del grupo y se pusiera en la misma posición que los demás.
-No deben dejar que las provocaciones mayores o menores les hagan perder su estabilidad-
Miró a los tres participes de la corta y nada seria pelea por lo que estos se miraron entre ellos por una fracción de segundo.
-Y ya que interrumpí el altercado me gustaría informarles que hoy en la tarde, durante la puesta del sol un cargamento que que llegará de los barcos será dejado en el puerto por lo que ustedes deben recogerlo-

-Disculpe maestro, ¿Se puede saber que es?-
Preguntó Shinobu con mera curiosidad.

-No-
Respondió el maestro con tranquilidad.
-Procuren que la carga venga intacta o ampliaré el entrenamiento matutino en el río, ¿Entienden?-

-Si maestro-
Dijeron al unisono.

Así fue como asintió y se retiró del salón en donde estaban todos quienes habían hecho una reverencia al mismo tiempo.

-No se ustedes pero esto me suena a misterio-
Opinó Suichi frotando sus manos como si se preparara para algo.

-Claro que es un misterio, no sabemos que es la carga-
Respondió Soshin de brazos cruzados.

-Podríamos saberlo-
Inquirió.

-¿Y arriesgarme en tener las rodillas plantadas en las piedras del río toda la mañana?, Es mejor seguir en la obediencia-
Protestó Shinobu al instante recibiendo un gruñido como respuesta.

-Shinobu tiene razón, no solo por el castigo sino porque es uno de los mandamientos-
Dijo Shiro después de haber escuchado a todos.
-Así que nada de ocurrencias-
Se dirigió especialmente a los mellizos.

El menor rodó los ojos y les dió la espalda a sus hermanos para retirarse.
Los demás se miraron entre ellos e hicieron lo mismo, cada quien por su lado.

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