En medio del abismo

By Kashmey

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Gray Village es el único reino restante, conocido como el abismo. Desde hace más de cien años han decidido in... More

Nota de las autoras
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Andrew's Rolling Stoned
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6 - PARTE I
Capítulo 6 - PARTE II
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Andrew's Rolling Stoned
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Mapa Gray Village
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25

Capítulo 21

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By Kashmey

ZARA

No esperé estar tan pronto de regreso en el castillo, tampoco esperé que Andrew me envolviera en sus brazos como si su vida dependiera de ello. Me dejo consumir por su calor, lo abrazo con la misma fuerza, tengo miedo de que le haga daño.

Declan espera afuera de la puerta, la cual cerró con una sonrisa cómplice.

Andrew... cómo decirle que no, cuando me mira a los ojos, ya sin fuerzas, necesitando un escape, pidiendo con el corazón, que le ayude a no caer, y encontrar una solución al dolor de nuestro pueblo, de tan solo verlo en este estado... Podría caer de rodillas, pero como Declan mencionó, debo ser la fuerza que él necesita, su apoyo. Y lo seré, aunque mis brazos sean débiles para sostenerlo, no lo dejaré caer.

—Necesitaba verte —murmura—. Necesitaba saber que estás bien.

Sin formalidades, lo suficientemente directo para hacerme sonrojar. Él ya viste su traje, lo observo de arriba hacia abajo, se ve guapo. Quiero decírselo, pero la vergüenza es mayor. Siento todo mi cuerpo arder con tan solo pensarlo, que atrevida estoy siendo.

—Se te salió solo un botón —observo—. ¿O es algo más?

—Era lo de menos, Zara. —Sus manos toman las mías con delicadeza— Sólo quería verte.

—¿Está bien? —Sus ojos grises escrutan mi rostro—. ¿Príncipe?

—Lo estoy, ahora lo estoy.

Nos quedamos en silencio, solo sujetando las manos del otro, dejando un espacio prudente entre nosotros. Él lo nota y da un paso hacia mi, para envolverme otra vez en sus brazos.

—He tenido que dar mis condolencias a tantas familias —susurra en mi oído, con suavidad, como si le pesara hablar—. Mi alma ya no aguanta más, me siento derrotado.

—Príncipe...

—Andrew, Zara, lo hemos hablado.

Lo hemos hecho, pero los nervios no me dejan pensar. Dios, qué vergüenza

—Andrew, no... Creo que puedes con esto —murmuro—. Eres una de las mejores personas que he conocido en mi vida. Todos en el reino lo saben.

Él se mantiene en silencio, pero se aleja un poco de mí, haciéndome extrañar su calor al instante.

—Verte bien, saber que estabas a salvo, sin ningún rasguño, me reconforta un poco.

Su pesar no desaparece, algo lo ha estado perturbando, tiene ojeras, como si no pudiese dormir hace días.

—Creo que eres el sol que ilumina mis días. —Suspira— Puedo sonar como un loco enamorado, pero realmente iluminas mis días grises, haces que las nubes desaparezcan.

—Entonces no era trabajo. —Sonrío.

—Sólo quería verla, señorita Zara. —Su sonrisa también podría iluminar mi mundo— He tenido días difíciles.

Quien como él, yo creo que ahora podré decirle: Señor botón.

Andrew me señala su pequeña mesa, nos sentamos allí.

—Declan tiene cubierta tu visita, no habrán rumores, mi madre no se enterará. Estarás a salvo.

Me siento frente a él, sus manos se mueven en la mesita, acercándome un poco de los dulces que son sus favoritos, lo sé porque él siempre los tiene cuando he venido, camina por el castillo con el pequeño platillo y come.

Pruebo uno polvoreado en algo blanco, es dulce y viscoso, pero es una delicia. Abro mis ojos, la explosión de sabores dulces en mi paladar es increíble, el manjar es muy distinto al que comemos en el bloque.

—¡Es delicioso! —No puedo evitar decir, con la boca llena—. Entiendo porque son sus favoritos.

Él sonríe y sólo me observa comer.

—Bueno, ahora podré dormir en paz, sabiendo que te he hecho feliz el día de hoy.

Creo que me empiezo a derretir.

—¿No ha dormido bien?

Medita sus palabras y niega con la cabeza.

—He tenido constantes pesadillas, pero estaré mejor.

—¿Qué perturba su sueño?

—Una mujer con un arco.

Levanto la mirada de los dulces hacia él, no podría ser la misma mujer que vi hoy en casa, con Colette, ¿o sí?

—Creo que es lo que ocurre cuando pasas tus tardes leyendo historia antigua.

—Oh, claro. —Me relajo— Tal vez nos veremos en la feria hoy.

—Sí, desde lejos, tristemente. ¿No deberíamos escapar algún día? ¿Sólo usted y yo?

No puedo evitar soltar una risa nerviosa.

—¿A dónde iríamos?

—A donde desees ir.

—Odiaría tener que abusar de su gentileza.

—No lo harías, piénsalo, ¿bien? —Su sonrisa es brillante—. Nos merecemos un descanso, y poder ser nosotros mismos, después de tantos años.

Juego con la bolsa negra que mi mano izquierda sostiene, hasta que me impulso a ser valiente y se la entrego.

—Yo... Y-yo... —Necesito tomar aire, su mirada atenta dificulta todo—. Hice esto para ti, para el reino. No es un trabajo solicitado, no es profesional, yo solo...

Ahora que lo pienso, fue una pésima idea. ¿Y si no le gusta? ¿Y se cree que es un desprecio entregar semejante trabajo al reino? ¿Y si me odia después de esto por tomarme estas libertades? Intento arrancarlo de su mano, pero él me esquiva.

Abre la bolsa de tela con lentitud y extiende la gran bandera gris, con el símbolo de su familia. Está mal hecha, desprolija, no es mi mejor trabajo, pero la hice pensando en él. Sus ojos recorren mi trabajo y luego se posan en mí, se mantiene tan serio, que una parte de mí quiere romper en llanto.

—Es que... Y-yo sólo... —Cubro mi rostro con mis manos—. Me da mucha tristeza, tan solo recordar el número de nuestros caídos, nuestra gente. Cada vez son menos los corazones alegres; no se ven niños corriendo por los jardines, están vacíos; las almas que alguna vez fueron libres, están cansadas de esperar algún cambio en sus vidas y ahora son presas de la desesperanza.

»Es por eso, que he intentado encontrar algo para honrarlos, a nuestros caídos, a los que cayeron luchando por un cambio, y aunque en estos momentos me cueste seguir creyendo, y luchando por el cambio, lo haré; lo haré, porque, aún no estamos derrotados, por darle la vuelta al destino, y hacer que la gente vuelva a confiar, a sentirse libre, libre de amar, de disfrutar el arte, el color, la vida.

»Así que tomando mi alma y mi esperanza, como lienzo en blanco, intenté crear en representación de nuestros caídos, el dolor de nuestro pueblo, de las injusticias, de las almas perdidas, que den un intento más, que sigan con nosotros, que lo conseguiremos, si estamos todos unidos. Tomé todo eso y lo plasmé en una bandera, que mejor que eso, para decirle al mundo, que seguiremos, por ellos, por todos. Que usted mantendrá al reino de pie, lo hará y que yo... Estoy con usted en esto, estoy contigo en esto.

Andrew se mantiene en silencio, cuando creo que podría echarme por mi atrevimiento, siento una mano posicionarse en mi hombro y otras apartar mis manos con cuidado.

—Por favor, no te ocultes de mí —pide con dulzura en su voz—. Podrías dar los discursos por mí, eres más apasionada. Me gusta esta versión de ti.

No está enojado. Aún así, no puedo levantar la mirada para verlo de frente.

—Tampoco ocultes esos lindos ojos de los míos o mi corazón dolerá por mucho tiempo.

Con su indice, levanta mi mentón e insiste en que encuentre su mirada, así que termino cediendo, no puedo evitarlo.

—Está hermosa, mejor bandera que la que han hecho otros a pedido —susurra—. Y estará en la feria, la pondré allí, porque da el mensaje que tu quieres transmitir, Zara.

—¿No se molestó?

—No puedo molestarme por saber que estás de mi lado, sólo puedo ir a brincar al jardín de alegría como un pequeño crío. —Se ríe— Una parte de mí está allí, mentalmente.

Eso me hace reír, puedo relajar mi cuerpo al fin.

—Yo también estoy de tu lado. Gracias por creer en mí.

—Lo hago de corazón.

Su forma de mirarme refleja tantas cosas al mismo tiempo, que me temo que no sea real. No pensé que este año ocurriría esto, que al fin él me notaría, o más bien, que daríamos ese paso. Estar aquí con él, es todo lo que siempre soñé.

Alguien toca la puerta, y sé que sólo interrumpe nuestro momento mágico, pero no significa que no habrán más.

—No puedo dejarte ir cuando acabo de tenerte en mi vida de verdad, sin limitaciones —murmura—. ¿Es osado de mi parte pedir encontrarte y verte más?

—Yo también lo quiero, y aunque puede ser atrevido, mi corazón lo desea.

Su sonrisa aumenta, y da la orden para que Declan entre. El cabello negro del guardia se asoma, luego su rostro que otra vez, disimula una sonrisa cómplice. Nos observa con cierta curiosidad, llevando su atención del príncipe hacia mí, no puedo evitar sonrojarme, a pesar de que no hicimos nada indebido.

—Llegó la hora, príncipe. —Extiende su brazo hacia mí— La escoltaré a la salida, la feria abrirá sus puertas.

Andrew besa mi mano antes de dejarme ir, le doy una última mirada y él esconde su bella sonrisa bajo su mano. El camino hacia la salida del castillo es silencioso, pero siento que camino sobre nubes, que incluso el sol brilla más fuerte.

Declan me guía por los jardines, en donde están las flores que tanto adoro, me deleito con la vista que me regalan. Salimos por otro lugar que no es el principal, creo que es por el costado del castillo. Hay menos guardias, menos vigilancia, entiendo a qué se refería el príncipe cuando decía que todo estaba cubierto.

—Espero que haya sido amena su mañana, señorita.

—Lo fue, estoy muy agradecida, señor.

—Ahora, si me permite hacerle una recomendación... —Observa el sendero rural con atención— Camine derecho por el sendero, llegará a las calles cerca de la ebanistería. Será el tiempo suficiente para el inicio de la feria, espero que la disfrute.

—Espero que usted igual, señor.

—Tristemente debo trabajar. —Sonríe— Llegará a salvo, nadie recorre este sendero.

Asiento una vez y hago una leve reverencia, que él responde con un movimiento de cabeza. Camino por el sendero, sin poder quitar la sonrisa de mi rostro, mis mejillas comienzan a doler. Andrew en pocas horas pudo borrar todo lo negativo que he vivido.

Sé que Andrew llegará antes a la feria, él tiene carruajes y caballos, yo debo caminar. Espero poder cruzarme con él aunque sea una vez, realmente lo deseo. Al caminar, noto como incluso este sendero es precioso, está bien cuidado, el pasto llega a la altura de mis rodillas y las flores silvestres danzan al ritmo del viento. Hoy hay un día precioso, el sol brilla en lo más alto.

Continúo caminando por largos minutos, hasta que llego a la parte trasera de la tienda que reconozco como la ebanistería. Cruzo la parte trasera, pasando entre la tienda y otra más, que es de dulces y chicherías. Una llaves sonando llaman mi atención, en la entrada del local su dueño cierra la puerta concentrado, pero nota mi presencia antes de que logre pasar.

Una cicatriz cruza su rostro, pero no lo hace ver mal, al contrario. He escuchado sobre él, es muy querido en el centro y hay rumores de que maneja el arte de la adivinación, antes de ser un reconocido carpintero, adivinaba la suerte en locales bajos del centro. Hago una reverencia.

—Señor, buenos días.

—Buenos días, señorita.

Si quiere comentar algo sobre cómo me descubrió, se lo guarda. Debe ser amigo de Declan, porque vuelve a observar sus llaves como si no me hubiese visto y me deja continuar el camino con tranquilidad. Al llegar al centro, veo a lo lejos las estatuas de los reyes de la familia Gray, así como un mar de personas entrar a la feria. Me apresuro a avanzar, hay diversos puestos que llaman mi atención, aunque la mayoría son de comidas o entretención.

Desearía que vendieran seda.

Entre tantas personas, no puedo reconocer a nadie de mi familia, pero puedo imaginar que están cerca del puesto de cobro de tributos. Me acerco un poco más, recorriendo la larga feria y me detengo frente a un puesto que vende fruta.

—¿Podría darme uno de sus postres?

—Una moneda, señorita.

Le entrego la moneda y la pequeña niña sonríe agradecida. A mi lado se ubica un muchacho de cabello rubio, con una mujer sosteniendo su sombrilla.

—¿Quieres algo, Evita? —Lleva una mano a su frente— Por mis demonios, estoy con una resaca que me hace doler hasta el culo.

Me sobresalto, la mujer también lo hace.

—Señor, no estamos solos —murmura.

Él se da vuelta hacia mí, notando mi presencia. Es un noble, pero no sé de qué familia es perteneciente, nunca debí hacerle trajes, lo recordaría. Aunque lo reconozco por haberlo visto un par de veces en el castillo, hace algunos años. Sus ojos claros se abren con horror y exagera una mueca.

—Finjamos que no vio nada —le dice a ella—. Ahora, alejémonos lentamente.

Toma el brazo de ella y la lleva casi arrastrando hacia otro lugar, no puedo evitar reír un poco. Continúo mi camino, disfrutando del rico postre que vendía la niña, la manzana tiene un sabor más dulce que podría mejorar aún más mi día.

Continúo avanzando, los nobles disfrutan y beben, incluso las personas de los bloques juegan más de un juego por allí. Este es el reino unido que debemos ser.

Al llegar a las estatuas, veo a un tumulto de gente acumularse, pero no logro divisar el motivo de su atención. La bandera que flamea junto a la estatua de la reina, creo que causará que mi corazón se detenga, es la que le di a Andrew esta mañana. Llevo una mano a mi pecho, ¿él la puso allí por mí?

—Creo que moriré —susurro, conmocionada—. Oh, Andrew.

Intento acercarme más, tal vez él está allí adelante. Debo empujar levemente a algunas personas, por lo que voy recitando disculpas a cada uno, hasta que logro llegar al frente. Un cuadro de la reina lleno de ofrendas está en el centro, es al menos dos veces mi tamaño, pero se ve más imponente porque se encuentra levantado sobre un soporte. Algunos niños van a dejar más regalos, y a su lado... Se me escapa un grito, me obligo a cubrir mi boca.

Hay dos...

Dos personas muertas.

Los cuerpos cuelgan, tomados desde sus muñecas y cuellos a poca altura del suelo.

Debo esforzarme el doble para poder respirar con normalidad. Hay un cuerpo desollado y una mujer desnuda con flechas en su cuerpo sucio. Los ojos de la mujer estaban pintados con tinta negra casi completamente desteñida y moretones abundan en su cuerpo. Cada parte de mi cuerpo tiembla y mis ojos se llenan de lágrimas, ¿qué es esto? ¿Eran traidores?

Las personas a mi lado no parecen inmutarse por ello, sólo los observan hipnotizados, como si no fuesen cuerpos sin vida. Mi cuerpo se impulsa hacia adelante cuando el vómito amenaza con salir, pero intento contenerlo. Cubro mi boca, debo salir de aquí, no puedo ver esto, no quiero.

Comienzo a llorar, intentando retroceder, pero hay tantas personas que parece imposible. Los latidos de mi corazón se apresuran, creo que sí moriré hoy. El mundo se vuelve borroso, me estoy ahogando, no puedo respirar, necesito... Necesito un poco de aire.

Una mujer me empuja para dejar su regalo también, trastabillo y casi caigo sobre unos pequeños. Necesito salir de aquí, no puedo presenciar esto. Con mi cuerpo moviéndose en todas las direcciones, intento empujar a algunos hombres, o más bien pedir permiso, pero creo que mi voz no sale, sólo puedo sollozar sin control. No puedo girarme y volver a ver esos cuerpos, no puedo.

Siento que me empujan y caigo al suelo, de pronto todo se convierte en un desastre y a lo lejos, puedo oir como estallan fuegos artificiales, ¿o explosivos? Las personas comienzan a gritar y a correr, tal como el día del baile, pero no puedo moverme. El cuadro de la reina comienza a arder desde la base y se comienza a consumir poco a poco, mientras el barro salpica mi rostro, siento que pisan mis piernas. El cuadro arde en un fuego salvaje, extinguiendo la imagen de la protectora del reino, borrando su rostro.

Hacer el esfuerzo por levantarme es en vano, sólo siento las pisadas, los cuerpos pasando a toda velocidad sobre el mío, como si fuese un cuerpo sin vida. Los gritos resuenan por toda la feria, las órdenes de protección, pero todo se comienza a distorsionar. Un pitido reemplaza todo el ruido exterior, sólo siento cada pisada sobre mi cuerpo. Mantengo la vista en el cielo, en mi bandera flameando en el medio del desastre, de la guerra, y dejo de forzar mi cuerpo para levantarme, me duele todo, incluso el corazón.

La profecía hablaba de una guerra, es lo que dicen, pero debía ser una guerra contra la maldad, no entre ciudadanos. Mi corazón está seguro de ello. En la profecía, todos dicen que se habla de una princesa prometida que traerá la paz por sobre la guerra. Hoy sólo hay villanos.

Lo siguiente en arder, por una flecha con fuego es mi bandera. Sigo sin moverme, las personas siguen pasando sobre mí como caballos salvajes, sin consciencia de que aplastan a otra vida.

—¡Nos atacan! ¡Nos atacan! —grita alguien en la lejanía.

Los gritos desgarradores hacen acto de presencia, pero el pitido sigue siendo mayor, el movimiento de los guardias, el choque de espadas.

El sol se esconde en el cielo, reemplazado por oscuras nubes negras. Ni siquiera el sol puede ser testigo de cómo asesinan a sus hijos, de cómo corre su sangre sobre sus manos divinas y arde la tierra, marcando el destino final de este lugar.

Una mujer de cabello negro y largo pasa por delante de mí, lleva su rostro cubierto y una lanza cruzada en su espalda, así como flechas adornadas. Se posiciona frente a mí y las dispara, una y otra vez.

También comienzo a gritar, sus ojos negros, como los de un cuervo se fijan en los míos, silenciando todo grito que pudiese emitir. Al igual que la mujer que cuelga frente a nosotras, lleva sus ojos pintados, pero de color rojo, como la sangre. Continúa su camino, dejándome sentada allí, sin poder mover un sólo músculo de mi cuerpo. Varios caballos negros irrumpen tras de mí, me giro con mi cuerpo adolorido para ver como avanzan por sobre todos los nobles que hay a su paso, quemando y volteando todo.

Por detrás de las estatuas, entran más personas con el rostro cubierto, otras mujeres se ven diferentes a la que entró. Me hinco y con un poco de suerte, e inestable, logro estar de pie. Entonces, veo una pulsera levantarse, mientras dispara flechas. Claro que lo reconozco, reconozco la mirada con la que crecí, la postura, pero sobre todo, la vestimenta.

Su flecha me apunta directamente, estamos a varios pies de distancia, pero él no duda. ¿No me reconoce? Ni siquiera puedo moverme.

Él dispara, sin siquiera dudarlo y caigo al suelo de rodillas. Su cuerpo corre hacia mí, pero quiero estar lejos de él. Se arrodilla frente a mí y toma mi rostro.

—Zari, debes salir de aquí —su voz suena agitada—. Sal de aquí o morirás, es peligroso.

—Era un día de paz, Aarón —mi voz se quiebra, me siento derrotada—. ¡Era un día de paz!

Los hombres que vienen con él corren a nuestro lado, arrastrando el cuerpo de una noble y un... Un ministro. Bajan los cuerpos que se encontraban allí y en su lugar, cuelgan a aquellos. Aarón niega con la cabeza, sujeta mi rostro con más fuerza.

—¡No me toques! —grito.

—¡Zara, debes salir de aquí! ¡Mierda! —Se acomoda el pañuelo que cubre su rostro y me entrega una daga—. No confíes en nadie, no están claros los enemigos o aliados en este momento.

—¿Eres mi aliado?

—Soy tu familia —susurra—, necesito que salgas de aquí.

Dos flechas caen sobre los cuerpos de aquella joven mujer y el ministro, también arden en llamas, como mi bandera, como el cuadro de la reina. Siento que esas flechas se clavan en mí y yo también ardo en fuego.

Aarón se levanta y a la fuerza, me hace estar de pie otra vez.

—Vete, aún podrás cruzar hacia el bloque —habla rápido y saca su espada—. Los guardias estarán aquí, yo estaré bien.

—Pero la gente a la que asesinarás, no.

—Protejo a los míos —pega su frente a la mía—. A todos los míos, incluyéndote, hermana. ¡Vete, carajo!

—Pagarás por el mal que haces y nadie podrá salvarte.

—Es justicia, Zara. Pero supongo que la justicia es diferente para ambos. Haz las banderas que desees, yo la quemé y quemaré las demás. —Sus ojos reflejan las llamas que arden por toda la feria— No me importa de qué lado estás, siempre te protegeré. Pero hoy, represento a mis padres y a quienes colgó la corona. No estamos del mismo bando, pero siempre estaré de tu lado, y si debo quemar banderas para salvarte, lo haré.

—Nunca lo estaremos.

—Te equivocas, porque siempre estaré del tuyo. Incluso si tú no estás dispuesta a cuidarme nunca más.

Se gira y corre hacia los demás, apenas se enfrenta al primer guardia comienza a cortar cuellos de quienes se cruzan en su camino; atraviesa con su espada a guardias con facilidad. Colette lo entrenó, pero jamás lo vi actuar. Una imagen que tenía de él se rompe en mi cabeza, y quiero caer de rodillas otra vez, porque mi mundo acaba de colisionar. Quiero la paz y ellos la guerra.

La guerra es más cruel de lo que nuestra imaginación puede hacerla parecer, de lo que nuestros sueños de poca rebeldía podrían pintarnos. 

Colette no sabe de esto, y creo que es momento de que se entere, pero, ¿estaría ella de mi lado? Su favorito siempre ha sido Aarón. Tal vez él dice estar de mi lado, pero no lo está si inocentes como ese ministro y esa mujer noble mueren por causa de él.

Doy una última mirada, él se junta con la mujer de las flechas y juntos continúan tirando guardias uno por uno, sus demás hombres cuelgan cuerpos de nobles a lo largo de la feria y los encienden en llamas.

Mi cuerpo por sí solo se impulsa hacia adelante y comienzo a correr, dejando al fuego consumir a cada persona tras de mí. Afuera de la feria, hay cuerpos con sus trajes sucios, intentando defenderse de una fuerza que los avasalló, que llegó por la espalda de los dioses del reino.

Sigo corriendo, a pesar de que me ahogo, a pesar de los cuerpos muertos que deshonro y piso, pero sigo corriendo.

Jamás podré olvidar a esos cuerpos colgados y quemados.

Tampoco olvidaré cómo Aarón hizo aquello en nombre de la justicia, una que no le corresponde impartir, mucho menos contra personas inocentes. Dicen que la guerra saca lo peor de nosotros, pero jamás esperé desconocer a las personas con las que vivo día a día. Es diferente tener que sobrevivir, actuar por sobrevivir, que atacar como un depredador. Aarón es un depredador, no un sobreviviente.

Yo soy una sobreviviente, una que vivirá ahogada por toda la vida, mientras recuerde que uno de mis hermanos de elección, uno de mis hermanos de vida, ha sido parte de esta masacre.

Pero cometió el error de hacerlo frente a los ojos de los antiguos reyes, y aún corriendo sobre este cementerio, desearía que su alma sea perdonada. Tal vez por eso creen que soy estúpida.

Una parte de mí también muere lentamente al recorrer este río de sangre, mis manos estarán sucias por mucho tiempo. Sólo sé que necesito correr y salir de aquí, luego intentaré vivir, luego intentaré respirar, pero ahora, mi alma cae derrotada con todos estos muertos.

La paz no será posible después de esto.

***

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