Adriana caminaba rápido, era su primer día y ya estaba llegando tarde.
-¡Ay!- gritó al chocar su cuerpo con un chico que también estaba tan apurado como ella. Ambos terminaron en el suelo- ¡¿Acaso lo sabes por donde vas?!- estaba furiosa.-
-Lo mismo te pregunto a ti, por algo tienes ojos, ¿no?
Ambos se levantaron sin mirarse, su única atención era recoger sus respectivos libros que estaban tirados en el piso. Cuando él terminó, no pudo evitar mírarla y al segundo creyó que estaba enfrente de un ángel, se preguntaba cómo podía existir una persona tan hermosa; no podía de dejar de ver aquellos ojos azules, aquellos que aún seguían molestos. No dudó ni un solo segundo en ayudarla.
-Toma- aquella voz amarga ya había desaparecido.
- ¿Qué? ¿Ahora intentas ser amable conmigo?- aún se escuchaba un poco de rabia en aquella voz que el chico ya por si adoraba.
- ¿Cómo te llamas?
- A ti no te importa- y se fue dándole un codazo a su salón de clases.
- ¡Yo me llamo Ed!- lo digo fuerte para que ella lo pudiera escuchar, ya que había caminado muy rápido.
Inmediatamente al escuchar aquel nombre y ella sintió que el corazón se le iba a salir.
- Hola, me llamo Edward. Mucho gusto- le tendió su mano. Le parecía tan curiosa aquella chica.
- Ho-hola, mi nombre es Adriana- estaba sonrojada, era muy tímida. Pero sin dudar, aceptó aquella mano.
Tenía ganas de llorar al recordar aquel primer momento que lo conoció, se acercó a una ventana y miró el cielo. «Veo que aún estás presente» y con una sonrisa decidió limpiarse las lágrimas que ya estaban en sus mejillas. «Te quiero»