–Ed, yo... no sé qué decir... –como era de esperarse, estaba totalmente atónita.
–Un “sí” estaría bien –dijo con voz temblorosa, se notaba que estaba nervioso.
–...Pues. ¿Podrías darme hasta el martes para pensarlo? –debía pensarlo, y muy, muy bien.
–Sí, por supuesto. No quiero presionarte Marie –se relajó ante mi petición calmándome abriendo sus manos en son de paz. Le agradecí su comprensión y lo abracé. –¿Quieres que te lleve a casa?
–Sí, me harías compañía –le respondí sonriéndo.
Salimos de su casa, nos tomamos del brazo, como si fuéramos rumbo al altar. Ed simplemente me hacía sonreír con sus locuras y muecas raras con la lengua. Él me hacía sentir querida, parte de algo, algo que podía ser estable, una relación perfecta y estable.
–Gracias por acompañarme –dije parando en la puerta.
–El gusto fue todo mío, princesa. –no pude evitar abrazarlo, mi collar de estrella se enredó en su suéter. Fue un poco incómodo, pero logré liberarme, le sonreí y le di un beso en la mejilla.
–Espero tomar la mejor decisión.
–Espero que lo haga. –me regaló una sonrisa y desapareció por el camino de piedra de mi jardín.
Entré a mi casa, me quité el abrigo, dejé las llaves a un lado, fui a la cocina, tomé un vaso completo de agua y sonreí al pensar en Ed. Podría intentarlo, ¿no? De todas maneras no tenía nada por perder.
Suspiré y subí a mi habitación, fui directo al armario para buscar algo más cómodo para ponerme.
–¿Entonces te divertiste con Ed? –pegué un brinco y me giré hacía la cama, era... Zayn.
–¿¡Qué demonios haces aquí!? –dije furiosa, con la mano en el pecho tratando de calmar mi corazón que parecía estar en medio de un temblor.
–¿Con esa misma boca saludas a tu madre? –me reprendió con gracia. Estaba sentado en mi cama, con la espalda contra el cabecero y los pies estirados sobre mis cobijas.
–¡Qué te importa! –me acerqué unos cuantos pasos hasta la cama– ¿Cómo entraste?
–Tengo mis métodos –dijo calmado como si lo que acabara de hacer no fuera considerado un delito.
–Lárgate de mi casa, ¡ahora! –grité. Zayn tenía la facilidad de sacar el mal en mí. Era algo que se me salía de las manos.
– Tenemos tutorías ¿recuerdas?
–¿Hoy? Por supuesto que no.
–Mañana tenemos exámenes, ¿acaso quieres que pierda mi prueba?
–Me suena la idea –me crucé de brazos claramente enojada.
–Ya en serio. ¿Podemos estudiar? Solo algunos ejercicios –me sorprendí al notar suplica en su voz.
–Pensé que habías entendido...
–Sí, pero quiero estar seguro.
Suspiré. –Está bien. –me dirigí al escritorio, encendí la luz, tomé mis notas y escribí algunos ejercicios. –Harás diez y cuando los termines te pido que te vayas, ¿okey?
–¿Por qué linda? ¿No me digas que te divertiste más con el pelirrojo que conmigo? –se acercaba hablando sensualmente.
–¿La verdad? ... Sí.
–¿En serio? –me sostuvo por la cintura. Nada más con eso sentí que un calor estaba abrazando las células en mi piel.
–¡Quítame las manos de encima! –retiré sus manos y me encaminé a la puerta. –Ya están los ejercicios, ya vuelvo.
Salí de la habitación, estaba buscando algunas mantas para la noche, se veía en el cielo que haría frío. Mi celular vibró en mi pantalón.
–Hola.
–Hola Marie.
–Oh, hola Lu, ¿cómo estás?
–Bien, bien. ¿Y tú?
–Bien... –dije sin ganas.
–Eres mala para mentir, y más a mí. –Suspiré, ella tenía razón. –¿Qué te sucede?
–Estoy estresada, tengo mucho en que pensar.
–Bueno te escucho... –me escudé en los exámenes que tendríamos al día siguiente–. ¿De qué te preocupas?, siempre te va muy bien.
–...sí, pero también tengo las audiciones, la primera ronda para la beca...
–Lo harás bien, eres una apasionada del baile Marie –volvió a interrumpirme.
–Sí Lu, pero también tengo en la cabeza a Ed...
–¿Qué pasó? –preguntó claramente preocupada y algo curiosa.
–Pues que me dijo que le gustaba, y que si podríamos darnos una oportunidad.
–¿Y qué le dijiste? –casi podía palpar la emoción es su voz.
–Que me dejara pensarlo hasta el martes.
–¿Y crees que podría funcionar esa relación?
–Sí, él me agrada...
–Te conozco Marie. A él lo ves solo como un amigo.
–Ya ves por qué estoy tan estresada. Además, para añadir a mi tortura, Malik está en casa...
– ¿Tutoría hoy
–¡Yo sé lo que necesitas!
–No voy salir de fiesta, y no quiero ir de compras –dije con fastidio.
–No es nada de eso, es mucho mejor –algo estaba tramando. –Marie lo que necesitas es sexo.
–¿Qué locura estás diciendo? ¿Enloqueciste? ¡Necesito el número de manicomio! –exclamé claramente sorprendida con la tontería que acababa de escuchar.
–No, no enloquecí. ¿Recuerdas cuando estabas antes estresada? Liam estaba allí, se besaban un poco, se abrazaban y estabas como nueva –explicó como si fuera toda una experta en el tema.
–Eso es diferente, yo amaba a Liam.
–Pero necesitas sacártelo de la cabeza, deshacerte de tu virginidad, que ambas sabemos que será un estorbo en la universidad; debes relajarte y calmarte para la audición. Créeme Marie, es lo mejor que puedes hacer, es mejor que cualquier pastilla…
–Sí claro, tú lo dices porque para ti no significó nada lo de Harry. Yo quiero que sea diferente conmigo –sin darme cuenta estaba dando vueltas en la habitación.
–Amiga, no crees que sería mejor si estás lista y tienes el conocimiento para cuando estés con el chico adecuado... –Luisa podía ser muy persuasiva si se lo proponía.
–...pues...pues. Lu no sé qué hacer... Además no voy a tener relaciones con el primero que se me pase por delante –dije descartando la idea que empezaba a sopesar en mi mente.
–No, de hecho... podrías aprovecharte de Malik.
–¡Já! ¡Ahora sí enloqueciste! –casi grité.
–Vamos Marie, yo sé que te parece guapo, estarías ciega si no.
–Pues he de estarlo.
–No te creo nada. Vamos Marie, tienes que ser más espontanea. Por lo menos un día de tu vida has una locura.
–Lu, yo no soy así...
–En eso te equivocas. ¿Recuerdas lo sexy y confiada que te sentías cuando eras porrista?
–Sí... –me fui a los recuerdos.
–No sé qué te pasó, pero esa chica se perdió, y ha de estar dentro de ti. ¡Vamos déjala dar un paseo solo por un día!
–Esa chica se fue cuando Liam se marchó.
–Lo dudo. Piénsalo de esta manera: Tienes en tu casa a uno de los chicos más sexis de la escuela; es imposible que él se rehúse a ti, eres hermosa. Te quitarás la tensión de encima y podrás relajarte. Y algo dentro de mí me dice que a ti te gustaría estar con él. Como se miran es electrizante, a veces se odian, a veces son juguetones, a veces cariñosos –el que mi mejor amiga estuviera diciéndome eso era como darle crédito a lo que fuera que estuviera pasándome con Zayn.
–¿Cómo sabes eso?
–Soy muy observadora. Sé que puedes hacerlo. Ahora me voy a estudiar porque YO soy muy mala para química.
–Okey Lu. Gracias, supongo. Bye.
–Te quiero amiga, Bye.
Estaba loca si creía que me acostaría con Malik. Él me parecía guapo –sin duda–, pero entregarme a él no estaba en mis planes.
Fui nuevamente al armario de mis padres, arriba estaban las cobijas; tiré de ellas y una caja roja calló a mis pies –por poco me da en la cabeza–, la tomé y la puse sobre la cama. La abrí encontrándome con mi uniforme de porrista y mis zapatillas. Su color era rojo fuerte, una pequeña camisita sin mangas que dejaba mi abdomen descubierto; y la falda, bastante corta y con líneas blancas a cada lado de las caderas. Lions! estaba escrito sobre la camisita, en un bordado de letras blancas y doradas.
¿Acaso era alguna clase de señal? NO, seguro que NO.
Giré mi rostro mirando las prendas y recordando cuán bien me sentía al usarlo. Lo tomé e impulsivamente me lo puse. Me quedaba tan perfecto como antes. En ese momento estaba más delgada –¡tontas porristas!–, pero en el espejo veía una chica con curvas más definidas, largas piernas y muy, muy, sexy. Es increíble como unas cuantas prendas cambian tu estado de ánimo.
Salí a la habitación, cargué las cobijas y fui a mi espacio personal.
–Hola. ¿Terminaste?
–No. Me faltan tres –respondió con los ojos fijos en la hoja.
Dejé las cobijas sobre la cama. –Déjame revisarlos –me puse a su lado y me incliné un poco sobre el escritorio.
–¿Qué haces? –me preguntó con cara de asombro. Me separé de él, me miró de arriba abajo. Sus ojos pasaron de miel a un dorado muy oscuro, sonrío al llegar a mis piernas.
–¡Deja de verme de esa manera! –me estaba comiendo con los ojos. ''No creo que se rehúse a ti, eres hermosa.'' –Luisa estaba en mi cabeza.
–Entonces sí fuiste porrista... –sonaba satisfecho.
–Por supuesto. ¿No lo creías posible? –llevé mis manos a mis caderas simulando enojo.
–Sí... la verdad sí. Eres hermosa, pero no pienso que seas tan...
–¿Tan qué?
–Tan salvaje, como lo son las porristas –sonreía retándome.
–Solía serlo, créeme –me defendí. Me acerqué de nuevo para revisar los ejercicios.
–Me hubiera encantado verte así –su voz denotaba deseo, ¿por mí?
–Tienes uno mal. Ahora te faltan cuatro –me tomó de la cadera, con un manotazo la quité. –Termina –lo reñí señalando con el dedo índice los ejercicios.
–Como ordene, Señorita –me guiñó el ojo.
Me giré y busqué en la mesita de noche mi iPod. Puse mis audífonos en su lugar y empezó a reproducirse la música que usaría en mi presentación. Había escogido una pieza de ballet moderno. Estiré un poco, sabía que Zayn de vez en cuando giraba a verme. Podía sentir sus ojos quemándome.
Empecé con algunos saltos y algunos giros. Estos últimos se me estaban complicando... ''¡Sé espontánea!'' –escuché la voz de mi amiga. Miré a Zayn, llevaba una camiseta blanca que dejaba apreciar su bien formada espalda; unos jeans bien ajustados a sus fuertes piernas y zapatillas blancas. Su chaqueta reposaba en el espaldar de la silla.
¿Lo haré? ¿Soy capaz de estregarme a él? ¿A este chico que parece ser un dios del sexo? ¿Me aprovechare de él? ¿Soy capaz de ser tan espontánea? –la cabeza me daba vueltas.
Pero la respuesta a todas mis preguntas llegó a mi mente cuando...