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By targparadise

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dark paradise ;; ❝ ¿Quién puede presumir de conocer el corazón de un dragón? ❞ aemond targaryen x femoc hech... More

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FIRST ACT
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SECOND ACT
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CHAPTER SEVENTEEN










Las campanas golpearon y anunciaron la llegada de un nuevo miembro de la casa del dragón. Una bebé que había arribado para ser proclama la recién nacida más “hermosa” de los recientes miembros, en su cabeza se divisaron atisbos del color rubio platino tan característico entre ellos y cuando sus ojos se abrieron para ver los de su madre, el color violeta se volvió el favorito de Eireene.

La niña lloró tan alto al salir de ella, logrando que el cascarón de su huevo se rompa en pedazos y nazca un dragón plateado, había sido una enorme felicidad para el Rey oír de las nuevas. Quién no esperó un instante para ponerse de pie e ir, aunque le cueste, a conocer a su nieta.

La recién nacida estaba en brazos de Eireene, con una madre completamente absorta y de lleno a ella, Aemond se encontraba situado a un lado de su señora, admirando a ambas mujeres con sentimientos que incrementan dentro de su pecho, era difícil de explicar, sentía la enorme necesidad de alejarlas de aquél castillo antes de que fuera tarde. Deseaba haberse quedado en Pentos en tranquilidad y lejos de toda su familia.

─¿Han pensado en algún nombre, mi príncipe? ─la pregunta del Maestre logró obligarlos a alzar la cabeza─, ¿Mi princesa?

─No realmente ─musitó Aemond─. ¿Tienes alguno en mente, mi amor?

Eireene asintió levemente, alzando la cabeza para sonreírle.

─¿Qué piensas sobre “Daenyra”?

El nombre lo tomó con sorpresa. Aemond podría haber esperado el nombre que fuera, menos uno que se asemejaba mucho a su hermana mayor. No sabía si sorprenderse o simplemente resignarse a aceptar el hecho de que Eireene sí quería a Rhaenyra, pese a todo lo que se dijera de ella, pese a los hechos del pasado. Su esposa tenía a su hermana mayor en un lugar muy grande dentro de su corazón.

Tragó con saliva, mientras suspiraba brevemente.

─El que escojas será perfecto para ella.

Eireene alzó la cabeza para verlo con una leve sonrisa.

─Si no deseas que se llame así, podemos hablarlo, ‘Emond.

Conocía los pensamientos de todos sobre Rhaenyra, comprendía el extraño sentir de su esposo hacia la mayor de los dragones; comprendía que su madre haya hablado de más y que ahora, tengan ese extraño resentimiento hacia ella.

Aemond negó y presionó sus labios en la frente de su esposa. Era un simple nombre.

─Me gusta cómo suena ─pronunció, sonando convencido de sus propias palabras─, es perfecto para ella.

Eireene asintió, mientras volvía a posar su mirada sobre Daenyra.

─Ella es perfecta.

La puerta de sus aposentos compartidos se abrió, obligando a ambos a posar su mirada sobre quiénes llegaban. Su padre, acompañado por su madre, habían llegado con enormes sonrisas a ver a los inexpertos padres; Aemond bajó su cabeza mientras enseñaba su respeto hacia los monarcas y Eireene sonrió en grande al ver al hombre.

Viserys se acercó a ellos, para poder quedar ante su hija y su nieta, observándola con todo el amor que despertó la noticia en él, una enorme sonrisa se hizo presente mientras evitaba soltar unas cuántas lágrimas por el gran esfuerzo de su hija al traer un dragón hecho y derecho a la familia.

─Es hermosa, hija mía ─el hombre dijo─, han hecho un excelente trabajo. Ambos.

─Gracias, padre ─musitó ella─. ¿Quieres alzarla? ─le preguntó, el hombre asintió y ella observó a Aemond─. Ayúdalo, por favor.

Aemond alzó a su hija con cuidado, viendo a su padre acomodarse en la cama mientras se aproximaba a él para poder depositar a su pequeña niña entre sus brazos. Viserys la sujetó con fuerza contra su pecho, mientras un nudo en su garganta impedía el pase de saliva, casi haciéndolo sollozar de la felicidad.

Alicent mantuvo una distancia prudente, viendo a ambos hijos suyos con orgullo y felicidad. Que ambos hayan agrandado su familia solamente le daba una enorme alegría que nadie borraría.

─¿Han escogido un nombre para la beba? ─les preguntó Alicent. Eireene asintió con su cabeza, una sonrisa de emoción se apoderó de su rostro y Aemond no pudo evitar bajar la cabeza en la espera de que lo dijera.

─Hemos escogido el nombre Daenyra ─pronunció, su padre la observó con sorpresa─, debe llegar un nombre parecido al de una futura reina. ¿No crees lo mismo, padre?

Viserys rió con una sonrisa y asintió con su cabeza, era vidente el placer que le dió oír aquello.

─Es un hermoso nombre ─musitó─, digno para una princesa.

─Gracias, padre.

─¿Daenyra? ─preguntó Alicent, viendo a Aemond con cierta confusión. Él alzó la cabeza para poder observar a su madre y asentir, manteniendo una expresión de total seriedad y seguridad.

─Así es, madre ─dijo él─, ambos lo hemos escogido.

Alicent asintió, completamente inconforme de oírlo usar esas palabras.

─Ya veo ─dijo ella─, es un lindo nombre.

Viserys observó a su hija menor.

─Me recuerda a ti de bebé ─pronunció─. Recuerdo que temblé al tenerte entre mis brazos, hacía tiempo no volvía a sentir eso. Fue como sostener el mundo entre mis brazos por segunda vez en mi vida…

La sinceridad del hombre logró conmover a Eireene, sus ojos acumularon lágrimas y debió tragar saliva con dureza para impedir que no salieran de sus ojos. Aemond mantuvo su cabeza baja ante él y Alicent simplemente permaneció en silencio, uno que logró preocupar a su hijo, convencido de que su padre hablaba de Rhaenyra y Eireene.

El cabello suelto de Eireene, su frente aún repleta de sudor y su cuerpo que aún padecía los dolores de un exhaustivo parto, le hicieron pensar en Rhaenyra, y luego, rememoró su primer gran amor, Aemma.

Fue como ver el fantasma de las dos primeras mujeres a las que amó.

─Estoy orgulloso de tí, Eireene.

La joven pestañeó sin poder concretar una sola oración coherente. Oírlo decir aquello era sin dudas una caricia al alma, un abrazo añorado y el beso más cálido que se le haya dado. Eireene le sonrió y asintió con su cabeza.

─Gracias, padre.

Eireene tomó la mano de Aemond para darle un apretón con fuerza.

─Cuida de ellas, Aemond ─ordenó el monarca. Él no necesitaba que le dijeran lo que debía hacer, no necesitaba oír algo que sentía arder contra su piel.

─Con mi vida.

Y no mentía.

Y a Eireene la aterraba.

La alegría de muchos dentro de la Fortaleza se hizo evidente con la cantidad de obsequios y oraciones que hacían en honor a la recién nacida.

Eireene se volvió a poner de pie cuando se enteró de algunos disturbios en las calles de la Capital, lo que logró hacer alterar a sus damas ante la idea de que algo malo le pueda pasar. Pero la princesa, Mano del Rey, era cabeza dura y más necia que una cabra, por lo que, se encaminó hacia el Consejo privado y se sentó en la silla, dispuesta a oír sobre los disturbios.

─¿Qué está sucediendo? ─preguntó, los hombres reunidos alrededor de la mesa se sorprendieron, pero ninguno habló, hasta que finalmente escuchó una voz bastante reconocible.

─No hay nada de lo que debas preocuparte, querida nieta ─Otto apareció de entre las sombras y Eireene debió de apoyar su espalda contra el respaldo de la silla, con una mirada de seriedad enfocó sus ojos en los del hombre─. Los hombres del consejo me han pedido asesoramiento tras su ausencia por la gran y hermosa noticia de vuestro recién nacido. No deseaba distraerte se tu nueva labor.

─Princesa ─Lord Jasper Wylde la llamó, Eireene no lo volteó a ver, aún mantenía su firme mirada en Otto─, vuestro abuelo tiene experiencia y su opinión es respetada. Usted debería volver con vuestra recién nacida y encargarse de ella. A esta situación la manejaremos nosotros.

─Dígame, Lord Wylde, ¿he dado yo la orden de que Lord Otto pueda estar dentro del consejo privado en ausencia mía o del Rey?

─No, princesa ─respondió el hombre.

─Entonces ─dijo, pasando sus ojos se su abuelo hacia Jasper Wylde─. ¿Quién le ha dado a ustedes tal autorización?

Los hombres permanecieron en un silencio que a Eirene le endulzó el oído. Les caía mal cada uno de los que estaba sentado en esa mesa y ese presentimiento en su pecho, que le decía que había algo extraño en ellos, sólo incrementó.

Otto suspiró brevemente y se acercó hacia ella, colocando una mano en el hombro de Eireene, acción que no la hizo reaccionar del mejor modo, puesto a que la princesa sintió disgusto por la pronta invasión.

─Princesa Eireene… nieta…

─Apreciaría que saque su mano de mi hombro, abuelo ─sonó a un pedido, pero por la manera en que Harrold Westerling se giró hacia él y llevó su mano al pomo de su espada, le hizo entender que era una orden. Otto, como el viejo orgulloso y verde que era, decidió que no iba a obedecer las órdenes de una niña.

─Este no es un lugar para niñas…

─Quita tú mano de mi esposa de inmediato ─la voz imponente de Aemond logró que los hombres bajen su cabeza y se pongan de pie, realizando una corta pero prudente reverencia. Otto desplazó su mano del hombro de la joven hasta alejarse de ella, viendo a su nieto con cierto desconcierto. Nadie anunció su llegada.

─Príncipe Aemond.

─Según tengo entendido, usted ya no tiene un lugar dentro del consejo ─musitó él─, debería retirarse antes de que la Mano del Rey tome medidas acorde a su falta de respeto.

Aemond se acercó hacia Eireene, poniéndose a un costado de ella y observó directo a los ojos de su abuelo.

Era una simple palabra, un pequeño movimiento de su cabeza y sabía que tenía todo por perder; Eireene era quién llevaba sobre sus manos el poder que antes le pertenecía a él. Ahora su vida dependía de esa niña, y enojarla no sería un acto inteligente.

─Disculpe mi atrevimiento, princesa ─musitó Otto, realizando una reverencia─, no volveré a ser una molestia.

Aemond lo observó alejarse y Eireene alzó la mirada hacia los demás hombres. Pese a que la princesa poseía una mirada cálida y que expresaba confianza, en esos momentos era tan gélida cómo la de su esposo. Se puso de pie, con sus manos en la mesa y debió tragar saliva para no ordenar que corten la cabeza de todos ellos.

Estaban subestimando sus capacidades constantemente, minimizando su posición por ser mujer y no aceptar que su padre la escogió porque es más confiable que los hombres situados alrededor de ella. Ahora, empezaba a entenderlo mejor.

─No volverá a suceder, Lady Mano ─Jasper musitó de inmediato. En un intento desesperado por salvar su propio pellejo de una situación peor.

─Por supuesto que no ─dijo ella─, no habrá una próxima vez.

Aemond casi sonríe al oírla, era tenebrosa cuando se lo proponía y tenía la capacidad de causar terror en quiénes se pusieran del lado equivocado de su personalidad.

Sin decir nada más, Eireene se acomodó en el asiento y relajó su semblante.

─Comienza a hablar de los disturbios o haré que Lord Harrold corte su lengua y se la dé a los cuervos.

Jasper Wylde debió pasar saliva para calmar su propia nerviosidad y empezó a hablarle sobre los sucesos que hicieron preocupar a más de uno.

Aemond permaneció junto a ella y los hombres nunca más observaron a la mujer ante ellos con altanería. No, no. Nadie se atrevería a faltarle el respeto a la joven que tenía a un hombre como él, capaz de masacrar a cualquiera sólo por ella.

Al ambos volver a la privacidad de sus aposentos, Aemond la escuchó soltar el suspiro más largo y de cansancio que alguna vez llegó a salir de ella. Se acercó hacia ella para rodear sus brazos alrededor de su cuerpo y poner su rostro en el cuello de la joven, dejando un camino de besos a lo largo de éste.

─El abuelo planea algo ─dijo ella, mientras cerraba sus ojos─, lo puedo sentir. Los hombres en el consejo lo saben.

Aemond dejó un largo beso sobre su mejilla.

─¿Qué consideras que nuestro abuelo planea, mi amor?

─No estoy segura ─dijo, suspirando─, pero podría averiguar de qué se trata.

─Mhm ─murmuró, Eireene se giró para verlo y le sonrió a medias─, sé cuidadosa.

─Siempre lo soy ─dijo ella, Aemond asintió con su cabeza y acercó sus labios a los de ella para que ambos puedan unirlos en un lento beso.

Las manos del príncipe viajaron por toda la espalda de Eireene hasta llegar hacia su trasero y la terminó de apegar a su cuerpo para poder profundizar la intensidad del beso. Ella bajó sus manos y comenzó a acariciar su abdomen por encima de la camisa negra que llevaba, con intención de quitarla de su pantalón e ingresarlas por debajo de la misma, el llanto de un bebé los obligó a separarse.

La joven rió levemente.

─Debe tener hambre.

Eireene tomó a Daenyra entre sus brazos y rápidamente la acunó contra su cuerpo, haciéndola permanecer en silencio de inmediato.

─No es la única ─musitó, haciéndola reír nuevamente. Se acercó a ellas y dejó un beso en la cabeza de Eireene para luego observar a su primogénita─. Será tan hermosa como tú.

─Por supuesto que sí ─Eireene dijo─, será la mejor versión de nosotros.

─Espero que no sea tan testaruda como su madre ─Eireene golpeó con su codo el estómago de su esposo, haciéndolo reír un poco─. Bromeo, tu testarudez es de las otras cosas que te hace aún más maravillosa.

─Estás muy honesto ─dijo ella.

─La honestidad es lo que debe existir entre nosotros, ¿no? Lo prometimos ante nuestros dioses.

Eireene sonrió y asintió con su cabeza.

─Tienes razón en eso ─dijo ella─, tenemos que ser honestos. Todo lo que me sucede, ya lo sabes.

Aemond asintió con su cabeza; podría oírla sin cansancio.

─¿Cómo se encuentra nuestro padre? ─le preguntó, Eireene se sentó en la cama con la bebé prendida en su pezón.

─No tan bien ─musitó─, ya lo has visto cuando vino. Hay días en los que puede moverse más, y hay otros en los que no puede salir de la cama ni articular mucho. Es doloroso verlo así.

Aemond asintió; muy pocas veces se había dispuesto a observarlo. A veces no quería saber nada de él y en otras ocasiones sólo deseaba poder oír un segundo sus historias. 

─¿Crees que fallezca pronto?

─No ─dijo ella─. Él es fuerte, soportará más que esto. Lo verás, la sangre del dragón es poderosa.

Aemond se acomodó junto a ella y observaron a Daenyra en silencio, ambos apreciaron la tranquila respiración de la bebé que se alimentaba del pecho de su madre; con su mano unida al dedo de la mujer que la trajo al mundo. A él le pareció el acto más hermoso que existía.

─‘Reene ─musitó él, llamándola de forma suave por su apodo, su esposa lo observó fijamente, esperando que diga lo que sea que fuera a soltar─, te amo. Tal vez un poco más de lo que debería, te amo tanto que sé que sería capaz de hacer cosas por tí que irían más allá de lo convencional. No tienes idea de lo que sería capaz de hacer por tí.

Eireene lo observó fijamente; quizá fuera una de esas pocas veces que Aemond dejaba salir explícitamente algo de lo que sentía, continuaba siendo una sorpresa la confianza que sentía su esposo para decirle algo con tanta seguridad, considerando que a veces su falta de palabras le hacían preguntarse muchas cosas.

Siempre supo que Aemond sería capaz de cualquier cosa por ella, para protegerla en específico, pero no comprendía totalmente la complejidad que existía en esas palabras.

─Ahora lo sé ─le dijo ella, con una leve sonrisa que logró hacer que el corazón de Aemond latiera eufórico─, te amo ‘Emond. Gracias por continuamente hacerme feliz.

Él dejó un beso sobre su frente, duró unos segundos eternos que hicieron que Eireene cierre sus ojos gustosa de sentir la calidez que transmitía con sus labios.

─Es hora de descansar, mi amor.

─Lo es ─dijo ella─, mañana será un día largo.

Él estaba de acuerdo.

Y los Dioses resguardaron sus almas para que puedan afrontar un nuevo amanecer.












































































¡Feliz navidad! 💘 Espero de corazón que hayan disfrutado de una agradable noche junto a sus seres queridos.

Como obsequio, les traigo un nuevo capítulo de Dark Paradise. Y también planeo avisarles o dejar claro que haré un salto de tiempo en el próximo capítulo.

Nos estamos acercando a los capítulos de la serie para retomar el curso con los hechos transcurridos en Fire and Blood.

Sin más que agregar. Les deseo bonita noche. Un abrazo grande 💓

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