La senda del ave perdida

By FeniksAkull

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Ezra es un adolescente de aproximadamente 17 años (al menos él se calcula esa edad) no muy alto pero no bajo... More

1. Eres uno de nosotros
2. Prometo quedarme contigo.
4. Rescate no tan bien planeado
5. No me iré

3. Raptada

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By FeniksAkull

Habían pasado ya unos días desde que me mudé a la casa de Karina, porque descubrí también que era de ella, su padre se la había dejado. Descubrí también que era un hogar especie de sociedad, con un fondo común de dinero; y que para cubrir los gastos todos tenían trabajos de bajo perfil, a los que me uní de inmediato. Descubrí todo aquello tras escuchar una discusión entre Dayana y Kira por mi estancia aquí, Dayana argumentaba en contra pero rápido se vio que su principal argumento era que yo era un chico, entonces ganó Kira por todo lo que tenía para decir en favor de lo que creía mejor.

Me hubiera metido a la discusión. Después de todo se hablaba de mí, pero no podía. Decir que desde el parque Kira y yo nos evitábamos sería quedarse un poco corto. A partir de ese momento nos sentíamos cohibidos el uno con el otro y corríamos de la habitación cuando el otro entraba. Pero a la vez que la evitaba también la quería cerca. Me encontré buscándola de lo alto de las escaleras, desde las ventanas, por las puertas, en los pasillos y en las habitaciones. Era vergonzoso pero no podía evitarlo, algo me pasaba. Y creía que a ella también, porque a veces que volteaba y la veía me parecía que apartaba rápidamente la mirada.

Aunque nada predijo lo que pasaría después. Iba bajando distraídamente la escalera y cuando ya casi estaba abajo vi que estaba ella allí. Kira. Por su mirada diría que también le había tomado desprevenida nuestro encuentro. El silencio incómodo se impuso, y justo cuando estaba por ocurrir uno de esos episodios en donde apenas nos saludábamos y salíamos corriendo en direcciones contrarias hablé, sin saber muy bien porqué.

―Kira, ¿podemos hablar?

―Sí, eh sí. ―Avanzó hasta donde estaba y se sentó en las escaleras, yo hice lo propio después de un momento.

―Yo...―Mala idea pedir hablar si no hay nada de lo que quieras hablar. ―Yo siento lo de tus padres, antes no lo dije muy bien.―Silencio. Me parecía que lo había arruinado y cuando estaba por irme ella habló.

―Eres quizás demasiado bueno, te preocupas por los demás cuando tú mismo tienes tus situaciones.―Volteó y me sonrió. Y se me aceleró el corazón. Natural, nunca me habían dicho algo así, yo bueno.

―No soy bueno, no me preocupo por los demás.―<<No por todos los demás al menos>>. Ella sonrió de nuevo, claramente no creyéndome y tomó mi brazo antes de seguir hablando.

―No tienes que preocuparte por mí, hace tiempo que ya he superado todo lo de mis padres. En vez de eso ¿por qué no me cuentas de los tuyos? Nunca los vimos ni supimos nada de ellos.

―¿Cómo que nunca los vieron ni supieron nada de ellos? ¿A quiénes te refieres?

―Antes de hablar con alguien que tenga habilidades los observamos una temporada, para saber cuanto podamos de ellos, su nombre, su vida común, su familia, su conocimiento del poder. Contigo nos hemos equivocado, no nos dimos cuenta de que no lo sabías. Si lo hubiéramos sabido no te habríamos arriesgado así, perdona.

―¿Arriesgado?, ¿cómo?

―Hay otros grupos de personas poderosas, uno en concreto quiere reclutar a los que consideran dignos para hacer una especie de fuerza militar. Cerca de aquí hay un grupo extremista, a los que no se unen los matan para que no representen amenazas, se hacen llamar a sí mismo los Dioses Terrenales.

―Entonces, ¿estoy en una guerra de buenos contra malos?―Hasta ese momento me estaba viendo para, supongo yo, que viera que no mentía. Pero tras mis palabras que sonaron algo duras aún sin quererlo, Kira me soltó y bajó la vista.

―Lo siento.

―No lo sientas. ―Ahora yo busqué su mano, y cuando la tomé su mirada buscó la mía.―Ya sé lo, lo que soy. Si estoy en una guerra gestándose me alegra estar en un bando, y en, al parecer, el bando de los buenos.

Ella se rio suavemente. Con ese sonido que era tan maravilloso y sólo había oído de lejos. De cerca era mucho mejor.

―Ezra, hola, ¿hay alguien ahí?―Pasaba su mano delante de mí, abajo y arriba. Me di cuenta apenado que por un momento me había dejado llevar por su risa a no sé dónde.

―¿Querías saber de mis padres? ―Fue el primer tema para desviar la atención que se me ocurrió. ―No los conozco, desde que recuero no tengo padres. He vivido en muchos lugares, en ninguno por mucho tiempo. Me pregunto que será peor, lo siento por esto pero, como tú ¿saber por qué ahora no tienes a tus padres contigo?, o por el contrario ¿no tener ni idea de qué fue con ellos?―Acabó por ser en verdad un mal tema cuando se me aguaron un poco los ojos y no pude continuar. Hace tanto que no me abría así, Kira me daba confianza, mucha.

―Ezra, yo...

―No, lo siento, no debí...

―¡Oh! El niño está triste por sus papis. ―La voz llegó de la planta baja, seguida de su dueña, Dayana. Luego su falso tono apenado se volvió ácido.―Te tengo noticias niño bonito, todos aquí hemos sufrido por casos similares; no te hagas el mártir aquí.

―Dayana, no digas esas cosas.―Kira se había puesto de pie y lucía un poco molesta.

―¿Por qué Kira? ¿Temes que hiera los sentimientos del bebé? ―Su tono despectivo y frío cuando dijo la última palabra me sacó de quicio.

―Lárgate de aquí. ―Dije entre dientes y con el cuerpo tenso.

―¿Vas a llorar? ―Y su tono se volvía meloso, pero tan falso como las monedas de tres pesos. ―¿No quieres que te consuele? ¿Por qué quieres que me vaya? ―Y para rematar un puchero de reproche se formó en su cara.

―Nunca he golpeado a una chica, y no voy a empezar ahora. ―Dije llanamente. Y comenzamos una batalla de miradas. Pensaba en su poder, y sólo esperaba que no se destruyera la ciudad o algo así; no sabía que tan fuerte era.

―Dayana, por favor. ―La susodicha volteó y después de un rato se fue sin más. ―Lo siento en verdad, ella no suele ser tan dura, parece que no le agradas mucho.

―Como sea, estoy acostumbrado. ―Me levanté. No había más qué hacer allí y Dayana tenía razón en algo, todos tenían sus propios problemas como para lidiar también con los míos.

No había avanzado nada cuando alguien me estaba abrazando. Kira me estaba abrazando. No era como la última vez, ésta era más natural. Y sin poder evitarlo le devolví el abrazo. Después de un rato me separé pero Kira no me soltó, tenía sus manos anudadas en mi espalda.

―¿Por qué fue eso?―Fue lo único que atiné a decir.

―Porque me nació. ―Respuesta rara, y sin embargo parecía muy honesta. Estaba a punto de replicar cuando Kira me soltó y removió mi cabello de la frente para mirarme a los ojos. ―No había notado que tus ojos no son cafés sino verde.

―Yo...

―Ven, acompáñame, necesitamos salir de la casa. ―Sin más, tomó mi mano y empezó a jalarme hacia abajo y a la salida.

Cuando estábamos justo por salir escuchamos una voz que me llamaba. Al darnos vuelta vimos que se trataba de Romynah con su habitual expresión multifacética. Ahora era de gozo y premeditación. Se nos acercó y tan sorprendente como suena abrazó a Kira como si no la hubiera visto en días. Después me jaló adentro de nuevo gritando un leve "ahora te lo devuelvo, espéralo afuera". Cuando me giré para ver salir de la puerta de la calle a Kira noté que tenía una hoja de papel adherida a la espalda que rezaba "dos prometedores y otro bueno para pelear". Antes de hacer cualquier cosa ya estaba sentado en un sillón y con una sonriente chica de alrededor de 20 a unos palmos de distancia.

―Pensé que te gustaría ver cómo luces transformado. ―Recordé que había preguntado qué pasó, en qué me convertí (sólo me habían dicho que en un ave grande) y sólo asentí algo dudoso.

Ella puso sus manos en mi cabeza como la vez anterior y me tensé pensando qué podría hacerme vivir. Pero tras el reemplazo de lo real por lo ficticio no fue tan impresionante como la otra vez. De hecho reconocía perfectamente qué veía. Era el día de mi transformación en el parque, sólo que de otro punto de vista. Me veía desde arriba, acostado en suelo y con los ojos temblando detrás de los párpados. Entonces mi yo acostado abrió los ojos, pero no eran mis ojos los que se asomaban en las cuencas. Eran unos ojos azules claros pero con una intensidad abrumadora.

Luego mi perspectiva se alejó y de lejos aprecié cómo me transformaba. No recordaba nada de esa parte, pero por lo que veía era dolorosa. ¿Y cómo no?, mi cuerpo se agrandaba hasta doblar su altura y triplicar la anchura. Mis extremidades se fueron convirtiendo en las de un ave, los brazos en alas y las piernas en garras de acero. La boca y nariz se transformaron en un pico y surgieron plumas que cubrieron casi todo el cuerpo, que se deformaba por momento para formarse luego de forma distinta, exceptuando los ojos, el pico y las patas. Las plumas eran largas como mi antebrazo y brillaban como cristal azulado. El ave volteó y sus ojos como llamaradas azules se pasearon ante mi punto de vita para ser seguidos de un chirrido proveniente de la criatura.

Eso fue todo y volví a estar sentado en una sala. Temblaba un poco, no me creía que esa cosa de la visión era yo. Romynah parecía impaciente cuando la miré. Y entonces escuché un grito que me aterró más que el del ave. Era el grito de terror de una chica. El grito de Kira, sola, afuera en la calle. Corrí sin importarme el ligero malestar que me bamboleaba para alcanzar la salida. Alcancé a ver un carro negro que se alejaba y doblaba una esquina, y ni siquiera estaba seguro de que ese coche tuviera algo que ver con el anterior grito de Kira.

Kira no estaba. Y se me aceleró el pulso cuando vi una de las pulseras que llevaba puestas antes. Tenía un mal presentimiento, que se agravó cuando vi que había una nota adherida indicando una dirección y un mensaje garabateado: "Vengan hoy en la noche si les importa la chica, ya veremos cómo resolverlo entonces. Sepan que no nos gustan las visitas numerosas. DT".

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